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Libros y cultura popular s.XVIII:
Cambios políticos y sociales:
A finales del siglo XVIII se producen acontecimientos sociales que generan cambios de enorme importancia. La emancipación de las colonias norteamericanas (1776) pasa a ser un ejemplo real para otras colonias. La revolución francesa (1789) da origen y desarrolla nuevas formas de acceder y movilizar a las masas. La República francesa cuestiona y se enfrenta a las monarquías absolutas y al especial régimen británico. El acceso de Napoleón al poder (1799), más tarde autonombrado emperador, trae importantes cambios legislativos. El Código de Napoleón centralizará el control de las escuelas. La legislación napoleónica garantizaba los derechos y libertades conquistados durante el periodo revolucionario, incluida la igualdad ante la ley y la libertad de culto. Los afrancesados en España buscan una monarquía constitucional sin privilegios absolutistas reales. Se extiende la agitación política independentista en los territorios españoles en América.

Los libros y la gente común:
¿Hasta qué punto repercutieron los libros y la cultura impresa en la vida de la gente corriente? Los índices de alfabetización presentaban oscilaciones espectaculares en cuanto a sexo, clase social y región, pero en general eran más elevados en el norte que en el sur y este de Europa. No es de extrañar que el nivel de alfabetización fuera más alto en las ciudades y los núcleos urbanos, más alto, de hecho, de lo que cabría esperar. En París, el 85 por ciento de los hombres y el 60 por ciento de las mujeres sabían leer a comienzos del siglo XVIII. Bastante más de la mitad de los habitantes de los barrios más bajos parisienses (sobre todo pequeños tenderos, sirvientes domésticos, ayudas de cámara y artesanos) sabía leer y firmar con su nombre. Sin embargo, hasta los analfabetos vivían inmersos en la cultura impresa. Veían periódicos de una sola página y andanadas u hojas volantes pegadas por las calles y en las paredes de las tabernas, y también las oían leer en voz alta con regularidad. Es más, las imágenes (sobre todo grabados en madera de poco valor, pero también grabados en papel, dibujos y caricaturas satíricas) tenían tanta relevancia como el texto en muchas de las lecturas populares. Por tanto, en muchos aspectos, los círculos de lectura y debate fueron más amplios incluso de lo que pudieran sugerir los índices de alfabetización, sobre todo en las ciudades.

    Pensadores sociales:
    La Inquisición incluyó en el índice a todas las obras de Hobbes, Hume y Diderot. Entre las obras prohibidas estaban Pensées, avec les notes de Voltaire de Pascal, El contrato social y Emilio, o De la educación de Rousseau. El conde de Volney remarca el papel de la ignorancia como origen de los males sociales. Escribió en 1791 Las ruinas de Palmira o Meditaciones sobre las revoluciones de los imperios, obra especialmente perseguida por los censores españoles. Condorcet propuso una lista de derechos humanos que protegiera a judíos, negros y mujeres. Escribió un avanzado Ensayo sobre la admisión de las mujeres en el derecho de ciudadanía. Abogó por una revolución moral a través de la evolución del espíritu humano gracias al conocimiento.

Libros religiosos:
Sin duda, los hogares más pobres guardaban pocos libros en los anaqueles, y éstos solían ser textos religiosos: una Biblia abreviada, El progreso del peregrino de John Bunyan o un libro ilustrado de oraciones comprados o regalados en alguna ocasión especial y leídos en voz alta una y otra vez. Pero la lectura popular creció cuando aumentó el material disponible. Desde las postrimerías del siglo XVII, una empresa francesa publicó una serie de libros pequeños y asequibles en rústica que los vendedores ambulantes llevaban de las ciudades a las aldeas rurales para un mercado popular en alza. La biblioteca azul incluía literatura popular tradicional, es decir, catecismos, historias milagrosas casi religiosas y la vida de los santos, con la que la Iglesia esperaba dar formación religiosa.

    El peregrino de Bunyan (1678):
    Fue una de las alegorías religiosas más famosas de la literatura inglesa. John Bunyan tenía el oficio de hojalatero, entró en una secta puritana y se concvirtió en un exitoso predicador. La lectura de Comentario a los gálatas, de Lutero, le impresionó profundamente por encontrar en el libro su propia experiencia espiritual. El clero oficial no admitía la libertad de predicación de los ignorantes o de los que no estaban ordenados. En 1660 se declaró ilegal toda liturgia que no estuviera de acuerdo con la Iglesia anglicana y Bunyan es condenado a prisión. Allí escribió El peregrino, en un estilo sencillo y bíblico, que se convirtió en un gran éxito. Llegó a ser el libro más leído en Inglaterra después de la Biblia y ejerció una gran influencia en los escritores ingleses posteriores. Bunyan fue durante un tiempo considerado como uno de los principales escritores.

También incluía piscatores, obras de astrología y manuales de remedios médicos para personas o animales de granja. En el siglo XVIII, los vendedores ambulantes de libros empezaron a distribuir novelas abreviadas y sencillas, y a vender libros sobre temas populares entre la clase media, como viajes e historia. Los libros incentivaron la lectura.

Educación primaria:
Ni Inglaterra ni Francia precisaron una escuela primaria, sino que dejaron la educación en manos de iniciativas locales imprevistas. En Europa central, algunos regímenes se esforzaron por desarrollar una educación estatal. Catalina de Rusia convocó a un asesor austriaco para instaurar un sistema de escuelas primarias, pero hacia finales del siglo XVIII sólo 22.000 personas, de una población de 40 millones, habían asistido a algún tipo de escuela. A falta de un sistema de educación primaria, la mayoría de los europeos fue autodidacta. La variedad de textos que portaba el carro de los vendedores ambulantes (tanto religiosos como de propaganda política o entretenimiento) atestiguan un incremento generalizado y veloz del interés popular por los libros y la lectura. Al igual que su equivalente en la clase media, la cultura popular se basó en las estructuras de sociabilidad. Los gremios ofrecían conversación y compañía. Las actuaciones teatrales ambulantes y los músicos callejeros que se mofaban de figuras políticas locales llevaban cultura a gente de distintas clases sociales.

    Almanaques:
    Adquieren una renovada difusión tras la aparición de la imprenta. Algunos de los primeros impresos contenían festividades religiosas y hechos de los santos. La información sobre fases de planetas, eventos solares y estaciones junto con tareas específicas eran de utilidad para las labores agrícolas. En la actualidad los almanaques incluyen: ● Una presentación comprensiva de datos estadísticos y descriptivos que cubren al mundo entero. ● Discusiones sobre temas de interés. ● Eventos deportivos y culturales. ● Resúmenes de acontecimientos históricos recientes. ● Información para observaciones astronómicas (en gran medida con fines astrológicos) y la navegación.

Las dificultades para desentrañar la cultura popular son considerables. La mayoría de los testimonios procede de personas de fuera que consideraban a la gente corriente perdidamente supersticiosa e ignorante. Aun así, los estudios históricos empiezan a revelar datos nuevos. En primer lugar, han mostrado que la cultura popular no existe de manera aislada. Sobre todo en las zonas rurales, los días de mercado y de fiesta local congregaban a todas las clases sociales, y los espectáculos populares llegaban a un público de gran alcance social. Los cuentos populares y las canciones tradicionales no admiten ninguna clasificación ni como cultura de élite, ni de clase media, ni del pueblo, ya que pasaron de un mundo cultural a otro sufriendo revisiones y reinterpretaciones en el proceso. En segundo lugar, la cultura oral y la escrita se superpusieron. En otras palabras, hasta la gente que no sabía leer solía tener amplios «conocimientos literarios»: discutía con seriedad sobre cuestiones procedentes de libros y creía que los libros confieren autoridad. Así, por ejemplo, un grupo de aldeanos escribió este encomio a un amigo fallecido: «leyó durante toda la vida, y murió sin siquiera saber leer». La lógica y la cosmovisión de la cultura popular deben entenderse en sus justos términos. Cierto es que las zonas rurales, sobre todo las situadas en lugares con menor desarrollo económico, padecían una pobreza extrema. La vida era mucho más aislada allí que en los núcleos urbanos. Un profundo abismo separaba a los campesinos del mundo de la alta Ilustración. Los philosophes, bien establecidos en la cima de la sociedad europea, miraban la cultura popular con desconfianza e ignorancia. Consideraban a la gente corriente de Europa de un modo muy similar a como veían a los pueblos indígenas de otros continentes. Eran humanitarios, pensadores críticos y reformadores; pero no demócratas. La Ilustración, aunque bien arraigada en la élite cultural del siglo XVIII, conllevó cambios que trascendieron con creces la sociedad de los selectos. (Coffin)

Cuentos y aventuras:
En 1697 Perrault publica Cuentos de mamá ganso [Conte de ma mère l’Oye] iniciando el nuevo estilo de los cuentos de hadas. En 1698 muere el fabulista francés Jean de La Fontaine, célebre sobre todo por su obra Cuentos y relatos en verso. En 1711 muere el filibustero francés Alexandre Exquemelin, autor de Piratas de la América. Este tipo de libros con situaciones peligrosas en parajes exóticos, narrados por piratas y aventureros, alcanzaron un notable éxito. En 1726 Jonathan Swift publica Gulliver's Travels, sátira de la sociedad y la condición humana camuflada de libro de viajes. En 1731 muere Daniel Defoe, autor del popular Robinson Crusoe (1719). En 1785 nace el primero de los hermanos Grimm. Sus Cuentos de la infancia y del hogar se empiezan a publicar en 1812.

 

 

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