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Charles Baudelaire (1821-1867):
En 1842 alcanzó la mayoría de edad y heredó la fortuna de su padre, lo que le permitió irse de casa y disfrutar de una vida de lujo. Las grandes sumas de dinero que gastó en su apartamento del Hôtel Lauzun y su estilo de vida decadente le dieron fama de excéntrico, e inmoral y le hicieron endeudarse para el resto de su vida. Durante este periodo de libertad y ocio, Baudelaire fue, sin embargo, enormemente creativo y escribió muchos de sus mejores poemas.
Como hicieron Verlaine, Rimbaud y Pessoa, consumió absenta para inducir la inspiración artística.
La comercialización de esta polémica bebida se llegaría a prohibir por razones morales.
En 1844 Marx crea la famosa cita la religión es el opio del pueblo [Sie ist das Opium des Volkes]. Aparece en el ensayo Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel y se refiere a ella con expresiones como miseria religiosa y dicha ilusoria.
A mediados de siglo el opio se distribuía legalmente pero la sociedad ya era consciente de que producía problemas de salud pública y domésticos y que debía regularse la limitación de su venta.
A partir de 1864 y hasta 1866, Baudelaire vivió en Bélgica.
La principal obra de Baudelaire, una recopilación de poemas que lleva por título Las flores del mal [Les fleurs du mal], vio la luz en 1857. Inmediatamente después de su publicación, el gobierno francés acusó a Baudelaire de atentar contra la moral pública. A pesar de que la elite literaria francesa salió en defensa del poeta, Baudelaire fue multado y seis de los poemas contenidos en este libro fueron eliminados en las ediciones posteriores. La censura no se levantó hasta 1949. Su siguiente obra, Los paraísos artificiales (1860), es un estudio autoanalítico basado en sus propias experiencias e inspirado en las Confesiones de un comedor de opio inglés, del escritor británico Thomas De Quincey.
Jeanne Duval:
Considerado hoy como uno de los mayores poetas de la literatura francesa, Baudelaire poseía un sentido clásico de la forma, una extraordinaria habilidad para encontrar la palabra perfecta y un gran talento musical; escribió algunos de los poemas más bellos e incisivos de la literatura francesa. Su originalidad, que causaba tanto asombro como malestar, le hace merecedor de un lugar al margen de las escuelas literarias dominantes en su época. Su poesía es para algunos la síntesis definitiva del romanticismo, para otros la precursora del simbolismo y para otros, finalmente, la primera expresión de las técnicas modernas de la poesía. Baudelaire fue un hombre dividido, atraído con idéntica fuerza por lo divino y lo diabólico. Sus poemas hablan del eterno conflicto entre lo ideal y lo sensual, entre el spleen y el idéal. En ellos se describen todas las experiencias humanas, desde las más sublimes hasta las más sórdidas.
Verlaine no lo incluiría en Les Poètes maudits (1884) pero la tradición posterior lo consideraría un maldito.
Entre sus obras destacan Pequeños poemas en prosa, sus diarios íntimos Cohetes, y Mi corazón al desnudo. Todas ellas se publicaron tras su muerte.
En su obra poética destaca la presencia de la degradación humana, la noción de la vida como un drama, la ausencia y la decadencia.
Las flores del Mal es su obra más importante.
Su epígrafe termina con las palabras ¡compadéceme! Si no, ¡yo te maldigo!.
La censura sobre algunos de sus poemas se mantendría en Francia hasta 1949.
Es considerada una de las obras más importantes de la poesía moderna, donde la belleza y lo sublime surgen de la realidad más trivial.
El término Spleen hace referencia al hastío y lo repetitivo. Supone la constatación del fracaso de intentar huir del mundo mediante la belleza y el arte.
Agonía de sus últimos días:
Ciudad cambiante:
● El realismo es pesado y aburrido siempre, en verso y en prosa, y de ahí que los mejores poetas sinteticen la belleza de la mujer, desde Baudelaire, en un verso, una imagen, una trasposición, un paralelismo, un hallazgo literario. (Francisco Umbral)
● El aforismo de Ruskin, «el arte grande habita en todo lo que es bello», era falso; los aspectos externos eran siempre engañosos. Eso era confundir una vez más materia y sustancia, y se revigorizaba con ello un fenómeno ya observado tanto en el romanticismo como en el expresionismo: lo feo y chocante se convertía en lo auténticamente bello, lo que constituía una transformación consciente de valores. Baudelaire sostenía que la imaginación del poeta no sólo debía penetrar en las profundidades ocultas de la belleza, sino que debía evocar también vigorosamente la belleza de la fealdad y del mal, lo que escandalizaba a mentes menos imaginativas. Charles Baudelaire (1821-1867) penetró hasta la esencia de esta rebelión contra el positivismo y atacó además el concepto científico de verdad. «La poesía morirá si se asimila a la ciencia y a la moralidad. Si no tiene por objeto la verdad, no es poesía. La verdad se puede demostrar de todo tipo de formas anticonvencionales.» Esto nos recuerda un pasaje de Chateaubriand sobre la superioridad de la poesía sobre las matemáticas como vehículo de verdad. Ahora esta verdad estaba parcialmente englobada en una transformación del concepto habitual de belleza. (Mosse)
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