von Lettow-Vorbeck             

 

Paul Emil von Lettow-Vorbeck (1870-1964):
La última ‘guerra de caballeros’ se libró en la inmensa y misteriosa Africa, la de la naturaleza majestuosa y salvaje que parece ejercer una eterna fascinación para el hombre blanco. El protagonista de esta historia es Paul Emil von Lettow-Vorbeck (1870-1964), comandante de la campaña del África Oriental Alemana durante la Primera Guerra Mundial, único frente de batalla en las colonias donde Alemania no fue derrotada. Nacido en el seno de una familia prusiana de militares, él mismo se hizo oficial en la academia de Kassel y en 1900 participó en la expedición internacional a China para combatir en la llamada rebelión de los Bóxers antes de ser destinado a los territorios germanos de Africa del Sur (actual Namibia). Allí aprendería de primera mano tácticas para luchar en la selva al tiempo que nacía su pasión por Africa, una pasión que le acompañaría toda la vida. Lettow desembarcó en Mombasa unos meses antes de estallar la I Guerra Mundial, curiosamente en el mismo buque que la escritora danesa Karen Blixen, más conocida por su seudónimo de Isak Dinesen y autora de la famosa novela Memorias de Africa. Su gobierno le envía con el encargo de dirigir las escasas fuerzas alemanas en la zona de Tanganika, actual Tanzania: la Schutztruppe, pomposo nombre para designar un grupete de unos 3000 soldados, muchos de ellos askaris (guerreros nativos). Askari significa “soldado” en lengua swahili y se adoptó entre alemanes e ingleses para designar a las tropas nativas. Fueron al principio sudaneses, más tarde zulúes y después de distintas tribus con tradición belicosa: wanyamwezi, wagogos, wasukumas… Habituados a la lucha de guerrillas, los askaris encontraron un complemento ideal en la disciplina militar prusiana. La Schutztruppe estaba muy cerca de ser una tropa de élite curtida en las feroces luchas contra diversas tribus rebeldes y ahora con un estratega genial al frente. Equipados, instruidos con reglas estrictas y motivados (los askaris alemanes cobraban el doble de paga que los askaris británicos), eras estos guerreros más temidos que los propios oficiales blancos cuando había una revuelta en curso. Von Lettow organizó a sus tropas en unidades autosuficientes e independientes con alimentos, munición, medicinas y lanchas desmontables. Si se acababa el alimento había que procurárselo sobre el terreno. Importaba ante todo la movilidad y eficacia propias de una permanente guerra de guerrillas.

I Guerra Mundial:
Al estallar la Gran Guerra en Europa ya se producían las primeras escaramuzas entre las tropas de Lettow y los británicos del territorio de Kenia. Desde Berlín intentaron un pacto de no agresión en Africa pero Londres se negó. Al mando del general Edward Aitken, Inglaterra preparó un ejército de ocho mil hombres, compuesto principalmente por soldados venidos de la India. Lettow sólo disponía de menos de tres mil hombres que debían proteger además de la costa la rica zona del Kilimanjaro. En noviembre de 1914 las fuerzas británicas desembarcaron en las playas de Tanga. Desde los maizales los alemanes hicieron una verdadera carnicería entre las tropas indias y luego se retiraron al interior. Mientras el grueso del contingente inglés invadía las calles de Tanga convencido de una victoria rápida, Lettow ordenó un ataque suicida contra el flanco izquierdo provocando la desbandada hacia las playas de las tropas británicas. Poco después, cuando suponían a Von Lettow aún en Tanga (es decir, en la costa ), otra tropa británica atacó por la zona del Kilimanjaro, para encontrarse que los askaris se habían desplazado con una tremenda rapidez. De nuevo los ingleses fueron rechazados. Gran Bretaña sufría una derrota inesperada y humillante. Aitken fue degradado y se cuenta que a partir de entonces sólo con oir el nombre de Von Lettow podía sumirse en la depresión. Pero llegado 1916 el resto de posesiones alemanas en Africa había caído en poder inglés y de sus aliados: Namibia, Togo, Camerún… Quedaba Tanganika, lo que para los británicos suponía terminar con el imperio del Kaíser en el continente negro y a la vez abandonar ese frente molesto para poder concentrarse plenamente en los campos de batalla europeos. Se planificó para ello una operación a gran escala para expulsar a Von Lettow, un ataque combinado de británicos, belgas, franceses, sudafricanos y hasta portugueses, entrando en Tanganika desde todas partes. Y esta vez apelaron al mejor: el general Jan Smuts, originario de Pretoria, en la colonia inglesa de Africa del Sur y experto conocedor de la guerra en muchos rincones de Africa. En pocos meses Smuts y los demás aliados retomaban Tanga, la región del Kilimanjaro y Dar es Salaam. Teóricamente la Deutsch-Ostafrika desaparecía. Una vez más quedaba Lettow, quien sin posibilidad de recibir nuevos suministros desde el Reich, continuaba preparando a sus guerreros, (no eran más de diez mil, mientras que Smuts tenía a su cargo una fuerza de trescientos mil hombres ) y que había desaparecido como fantasma. Sus askaris vagaban por la sabana apareciendo en el lugar más inesperado, desplazándose con gran celeridad y tomando del enemigo todos sus suministros. Hasta el fin de la guerra en Europa, estuvo desquiciando a un poderoso ejército aliado e infringiéndole continuas derrotas. Contra él lucharon cientro treinta generales y ninguno le venció. Causó al enemigo muchísimas bajas e ingentes pérdidas de material. Las tropas aliadas pensaban que sus askaris estaban protegidas por un algún tipo de hechizo. Cuando Smuts tomaba Dar es Salaam, los askaris amenazaban Nairobi. Cuando se les buscaba en el interior de Kenia, aparecían en Mozambique. Cruzaban a pie los desiertos y bebían orina cuando escaseaba el agua. Cazaban su comida y comieron carne de hipopótamo, serpiente y mono y cuando se acabaron las medicinas ‘europeas’ recurrieron a la tradicional africana, además de arreglar sus ya maltrechos uniformes con lo que encontraban a mano. Y sin embargo las poblaciones nativas parecían siempre preferir el dominio alemán al británico. Ni un solo askari desertó. En 1918, dos días antes de que Berlín firmase el armisticio, Luttow y los suyos todavía se “ocupaban” en conquistar la ciudad de Kasama, al norte de Rhodesia. Al llegar desde la metrópoli las órdenes de rendirse, pactó con el general sudafricano Van Deventer en una ceremonia un tanto ridícula; era la capitulación de un ejército que no había perdido ante un ejército que no había ganado. Frente a la I Guerra Mundial con su brutal sangría, la masacre de las trincheras y los ataques de gas que acabaron con los nobles sentimientos de una generación europea, las batallas que Luttow libró en Africa se caracterizaron por el valor y la caballerosidad. Cuando capturaba a oficiales enemigos los dejaba libres a cambio de la promesa bajo palabra de honor, de que no lucharían contra Alemania más durante el conflicto. En cierta ocasión el propio Jan Smuts lo felicitó por una condecoración. Tampoco era habitual el ensañamiento con un enemigo que había sido derrotado.

Oposición al partido nazi:
Después de entregar sus armas, Lettow regresó a Dar es Salaam aclamado por los colonos alemanes y ya en Alemania desfiló victorioso en Berlín al frente de sus 155 oficiales. En 1920 dejó el ejército y aunque era un convencido conservador, se enfrentó a Hitler y formó su propio partido opuesto al nazismo. Fue diputado en el Reichstag de 1920 a 1930. Antes de estallar la II Guerra Mundial Hitler le ofreció el cargo de embajador en Londres y Lettow le mandó, literalmente, “a tomar por culo”. Permaneció bajo arresto domiciliario durante el conflicto, perdió dos hijos en el frente y al final atravesó serias dificultades económicas para sobrevivir. Fue su viejo adversario y sin embargo amigo, Jan Smuts, quien consiguió algo insólito: una pensión militar aliada para un antiguo soldado alemán. Gracias a ella, Lettow pudo pasar la difícil postguerra. Antes de morir, concretamente en el año 1953, Lettow volvería a Africa para reencontrarse con los askaris supervivientes de la legendaria Schutztruppe de Tanganika para los que durante toda su vida siguió exigiendo del gobierno alemán la paga y la pensión que se les debía. El día de la llegada de von Lettow a Dar es Salaam, un grupo de ancianos se situaba en primera línea del público que acudió a recibirle. Cuando el viejo general desembarcaba rompieron la barrera de protección, se plantaron ante él y se hincaron de rodillas antes de ponerse en pie y saludar militarmente. Eran supervivientes de la Schutztruppe. Von Lettow los abrazó uno a uno y luego desfilaron por el muelle cantando “Haya Safari”, su antiguo himno de combate. Paul Von Lettow murió en 1964, el mismo año en que el Parlamento alemán aprobaba al fin pagar los sueldos y pensiones atrasadas a sus soldados. A tal fin se desplazó una delegación germana provista de fondos a la ahora independiente Tanzania y dado que nadie sabía muy bien como articular el cobro, convocaron mediante anuncios a todos los supervivientes. Se presentaron unos trescientos ancianos, pero muy pocos conservaban el documento que les extendió Von Lettow tantos años antes. Un funcionario alemán tuvo una feliz idea: entregó a cada anciano un bastón y seguidamente les ordenó en alemán formar, presentar armas, marchar, apuntar… Ni uno solo había olvidado la instrucción recibida cincuenta años atrás y ningún intruso había osado hacerse pasar por uno de aquellos que seguían siendo reverenciados como héroes. Las pensiones fueron pagadas y Lettow pudo, de manera póstuma, ver cumplido su deseo de saldar la última deuda con sus soldados. Cuentan que hasta hace pocos años aún podía encontrarse en Tanzania a algún anciano que se presentaba diciendo ‘Mimi ni askari mdaichi’: ‘Soy un soldado alemán’. Fuentes: “El Sueño de Africa” de Javier Reverte (www.hermanotemblon.com)


Reparto de Africa (Galeano):
Este es un breve y exquisito relato de #EduardoGaleano sobre el reparto de #África, que el escritor uruguayo incluyó en uno de sus últimos libros "Espejos: Una Historia Casi Universal' publicado en el 2008, en el que hace una revisión de la historia de la humanidad desde los hechos y las personas menos conocidas, desde la perspectiva de la cotidianidad del hombre de la calle. Esos libros de lectura imperdible, "África servida en la mesa de Europa".

"Siguiendo los pasos de Inglaterra, un buen día Europa descubrió que la esclavitud era ofensiva a los ojos de Dios. Entonces Europa emprendió, África adentro, la conquista colonial. Antes, los hombres de las tierras frías no habían pasado más allá de los puertos donde compraban negros, pero en esos años los exploradores se abrieron paso en las tierras calientes, y tras ellos llegaron los guerreros, montados en los cañones, y tras ellos los misioneros, armados de cruces, y tras ellos los mercaderes. Las cataratas más prodigiosas y el lago más inmenso del África se llamaron Victoria, en homenaje a una reina no muy africana, y los invasores bautizaron ríos y montañas, creyéndose el cuento de que descubrían lo que veían. Y ya no se llamaron esclavos los negros sometidos al trabajo esclavo. En 1885, en Berlín, al cabo de un año de mucho pugilato, los conquistadores pudieron ponerse de acuerdo en el reparto. Tres décadas después, Alemania perdió la primera guerra mundial y de paso perdió también las colonias africanas que le habían tocado: británicos y franceses se repartieron Togo y Camerún, la actual Tanzania pasó a manos británicas y Bélgica se quedó con Ruanda y Burundi. Para entonces, ya hacía rato que Friedrich Hegel había explicado que África no tenía historia y que sólo podía resultar interesante para el estudio de la barbarie y el salvajismo, y otro pensador, Herbert Spencer, había sentenciado que la Civilización debía borrar del mapa a las razas inferiores, porque sea humano o bruto, todo obstáculo debe ser eliminado. Se llamaron era de paz mundial las tres décadas que desembocaron en la guerra de 1914. En esos dulces años, la cuarta parte del planeta fue a parar al buche de media docena de naciones".

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