Felicidad: Citas:
He cometido el peor pecado que uno puede cometer. No he sido feliz.
Carecer de algunas de las cosas que uno desea es condición indispensable de la felicidad.
Los hombres olvidan siempre que la felicidad humana es una disposición de la mente y no una condición de las circunstancias.
La felicidad es una estación de parada en el camino entre lo demasiado y lo muy poco.
El hombre más feliz del mundo es aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio.
El que cae desde una dicha bien cumplida, poco le importa cuán hondo sea el abismo.
Existe un solo procedimiento para ser feliz merced al corazón, y es no tenerlo.
El hombre feliz es el que vive objetivamente, el que es libre en sus afectos y tiene amplios intereses, el que se asegura la felicidad por medio de estos intereses y afectos que, a su vez, le convierten a él en objeto de interés y el afecto de otros muchos.
El hombre, por lo común, sólo sabe reconocer su felicidad en la medida de la desgracia que ha experimentado..
Es muy difícil hacer bella la felicidad. Una felicidad que sólo es ausencia de desdicha es cosa fea.
Podría hacerse a mucha gente feliz con toda la felicidad que se pierde en este mundo.
Queremos ser más felices que los demás, y eso es dificilísimo, porque siempre les imaginamos mucho más felices de lo que son en realidad.
He sospechado alguna vez que la única cosa sin misterio es la felicidad, porque se justifica por sí sola.
No hay medicina que cure lo que no cura la felicidad.
No son las riquezas ni el esplendor, sino la tranquilidad y el trabajo, los que proporcionan la felicidad.
La única manera de ser feliz es que te guste sufrir.
La clase de felicidad que necesito es menos hacer lo que quiero que no hacer lo que no quiero.
Hay dos maneras de conseguir la felicidad, una hacerse el idiota; otra serlo.
Quien busca la felicidad fuera de sí es como un caracol que caminara en busca de su casa.
La felicidad del cuerpo se funda en la salud; la del entendimiento, en el saber.
No está la felicidad en vivir, sino en saber vivir.
Nadie puede ser feliz si no se aprecia a sí mismo.
No hay deber que descuidemos tanto como el deber de ser felices.
Toda la felicidad que la humanidad puede alcanzar, está, no en el placer, sino en el descanso del dolor.
La felicidad que da el dinero está en no tener que preocuparse por él.
Una de las ventajas de no ser feliz es que se puede desear la felicidad.
Si el dinero no te da la felicidad devuélvelo.
No eres ambicioso: te contentas con ser feliz.
La felicidad es mejor imaginarla que tenerla.
La felicidad radica, ante todo, en la salud.
Bebed porque sois felices, pero nunca porque seáis desgraciados.
No llames jamás feliz a un mortal hasta que no hayas visto cómo, en su último día, desciende a la tumba.
La felicidad general de un pueblo descansa en la independencia individual de sus habitantes.
Si nos bastase ser felices, la cosa sería facilísima; pero nosotros queremos ser más felices que los demás, y esto es casi siempre imposible, porque creemos que los demás son bastante más felices de lo que son en realidad.
La felicidad es un sentimiento fundamentalmente negativo: la ausencia de dolor.
El cuarenta por ciento de la felicidad depende de los genes.
La felicidad recupera en altura lo que le falta en longitud.
La felicidad no necesita ser transmutada en belleza, pero la desventura sí.
Así como la desgracia hace discurrir más, la felicidad quita todo deseo de análisis; por eso es doblemente deseable.
La felicidad de los grandes consiste no en sentirse felices, sino en comprender cuan felices piensan otros que han de ser ellos.
¡La felicidad! No existe palabra con más acepciones; cada uno la entiende a su manera.
Cuando se es feliz, queda mucho por hacer: consolar a los demás.
La felicidad no está en la ciencia, sino en la adquisición de la ciencia.
La felicidad no es cosa fácilmente digerible; es, más bien, muy indigesta.
La dicha no es más que sueño, y el dolor la realidad.
El saber es la parte más considerable de la felicidad.
Nadie es feliz sino por comparación.
La felicidad es una cosa monstruosa. Quienes la buscan encuentran su castigo.
No entiendo por qué el que es dichoso busca mayor felicidad.
Un hombre feliz es un bien común.
He cometido el peor de los pecados, quise ser feliz.
Si eres feliz, escóndete. No se puede andar cargado de joyas por un barrio de mendigos. No se puede pasear una felicidad como la tuya por un mundo de desgraciados.
Existen dos maneras de ser feliz en esta vida, una es hacerse el idiota y la otra serlo.
La felicidad está en la ignorancia de la verdad.
El hombre feliz es más raro que un cuervo blanco.
Prójimo:
Esfuerzo:
Vida simple:
Amor:
Elusividad:
Temporalidad:
Victoria Camps:
Cataluña:
Combinemos este país con su libro. Si este país fuera una persona, ¿sería una persona feliz? Nunca lo ha sido. La felicidad, y esta es la tesis del libro, es una búsqueda. Lo importante es la expectativa de felicidad, la insatisfacción que, frente a lo que hay, te hace buscar una vida colectivamente mejor. Esto es lo importante, más que pensar si realmente tenemos lo que queremos. Eso es autocomplacencia, algo contraproducente para seguir mejorando. La felicidad habría que borrarla como concepto, yo insisto mucho en la búsqueda.
Leonardo Sciascia dijo en EL PAÍS que la felicidad es un instante… Bueno, también. Hay momentos de plenitud, pero son momentos… Este es un libro de filosofía. A mí lo que me interesaba era vincular la felicidad con la ética. Los filósofos lo han hecho con la idea de buscar una vida mejor. Obrar bien y ser feliz es casi lo mismo, decía Aristóteles. Esa es la base que nos mantiene ante un horizonte de felicidad, un horizonte, no una realidad. “El imposible necesario”, que decía Julián Marías.
Cita a Montaigne, que a pesar de haber sido desgraciado… Sin embargo, fue también un hombre feliz. La filosofía está llena de ejemplos de ese tipo. La realidad es a veces un cúmulo de desgracias que sin embargo se pueden superar. Es algo muy estoico, aunque en ocasiones ese pensamiento se base en la resignación. Séneca llega a decir que ante la muerte de un hijo hay que hacer como si no pasara nada. Y no es eso tampoco. Sí que es verdad que buscar la felicidad no es obviar la desgracia, sino aprender a confrontarla. En la vida hay cosas cuyo cambio depende de nosotros y cosas que no podemos cambiar.
Muerte:
Y evitar mientras, como decía Montaigne, “los motivos de enojo”… A veces lo hace cuando sus criados no hacen las cosas perfectas; le gusta referirse a la vida cotidiana y a las dolencias como ejemplos de pensamiento. No dar importancia a las cosas que no la tienen es un aprendizaje que todo el mundo tiene que hacer y que no todo el mundo sabe afrontar… Spinoza parte de la idea de perseverar en el ser, dar de sí todo lo que se puede para lograr alegría. Los que nos deprimen impiden la alegría de vivir, que el gozo sostenido de vivir se siga manteniendo.
Duda:
Nunca, en verdad, vacilé en la convicción de que la felicidad es la prueba de toda regla de conducta y el fin de la vida.
Algún día en cualquier parte, en cualquier lugar indefectiblemente te encontrarás a ti mismo, y ésa, sólo ésa, puede ser la más feliz o la más amarga de tus horas.
La felicidad es interior, no exterior; por lo tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos.
¿Por qué buscais la felicidad, oh, mortales, fuera de vosotros mismos?
Todo lo que la tierra da y todo aquello que se llama felicidad sólo es un juguete de la suerte; lo que nosotros somos, eso sólo nos pertenece.
El ánimo gozoso hace florida la vida; el espíritu triste, marchita los sucesos.
La felicidad es la certeza de no sentirse perdido.
Hijo mío, la felicidad está hecha de pequeñas cosas: Un pequeño yate, una pequeña mansión, una pequeña fortuna…
Ponemos más interés en hacer creer a los demás que somos felices que en tratar de serlo.
La puerta de la felicidad se abre hacia dentro, hay que retirarse un poco para abrirla: si uno la empuja, la cierra cada vez más.
Hacer felices a otros hombres: no hay nada mejor ni más bello.
No hay más que una manera de ser feliz: vivir para los demás.
El deber tiene una gran similitud con la felicidad de los demás.
La sociedad está obligada a hacer feliz a todos la vida.
Siempre habrá un perro perdido en alguna parte que me impedirá ser feliz.
La verdadera felicidad consiste en hacer el bien.
No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz.
El procedimiento más seguro de hacernos más agradable la vida es hacerla agradable a los demás.
Vivir para los demás no es solamente una ley de deber, sino también una ley de felicidad.
Todo el mundo desea ser feliz, pero no que lo sea todo el mundo.
Desciende a las profundidades de ti mismo, y logra ver tu alma buena. La felicidad la hace solamente uno mismo con la buena conducta.
No tenemos más derecho a consumir felicidad sin producirla, que a consumir riqueza sin producirla.
Si deseas felicidad de los demás, sé compasivo. Si deseas tu propia felicidad, sé compasivo.
El hombre más feliz es el que hace la felicidad del mayor número de sus semejantes.
La felicidad es un artículo maravilloso: cuanto más se da, más le queda a uno.
El bien de la humanidad debe consistir en que cada uno goce al máximo de la felicidad que pueda, sin disminuir la felicidad de los demás.
Lo horrible de este mundo es que buscamos con el mismo ardor el hacernos felices y el impedir que los demás lo sean.
La manera de conseguir la felicidad es haciendo felices a los demás.
Hay una especie de vergüenza en ser feliz a la vista de ciertas miserias.
La felicidad es una actividad. Aristóteles.
El secreto de la felicidad no es hacer siempre lo que se quiere sino querer siempre lo que se hace.
Felicidad no es hacer lo que uno quiere sino querer lo que uno hace.
Sólo hay felicidad donde hay virtud y esfuerzo serio, pues la vida no es un juego.
El verdadero secreto de la felicidad consiste en exigir mucho de sí mismo y muy poco de los otros
¡Dejadme escapar de la mentirosa y criminal ilusión de la felicidad! Dadme trabajo, cansancio, dolor y entusiasmo.
Si quieres comprender la palabra felicidad, tienes que entenderla como recompensa y no como fin.
¿Qué es la felicidad sino el desarrollo de nuestras facultades?
Dad al hombre salud y metas a alcanzar y no se detendrá a pensar sobre si es o no feliz.
La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, que pueden ocurrir pocas veces, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días.
Mi felicidad consiste en que sé apreciar lo que tengo y no deseo con exceso lo que no tengo.
La vida nos enseña que no podemos ser felices sino al precio de cierta ignorancia.
Es quizás más afortunado disfrutar coleccionando caracolas que el haber nacido millonario.
¡Qué felices serían los campesinos si supieran que son felices!
La felicidad reside en los gustos y no en las cosas; somos felices cuando tenemos lo que nos gusta y no cuando tenemos lo que los demás encuentran agradable.
Esperar una felicidad demasiado grande es un obstáculo para la felicidad.
Muchas personas se pierden las pequeñas alegrías mientras aguardan la gran felicidad.
La felicidad es tanto mayor cuanto menos la advertimos.
Si quieres ser feliz, como me dices, no analices, muchacho, no analices.
Ser estúpido, egoísta y estar bien de salud, he aquí las tres condiciones que se requieren para ser feliz. Pero si os falta la primera, estáis perdidos.
Las personas felices no tienen historia.
La felicidad siempre viaja de incógnito. Sólo después que ha pasado, sabemos de ella.
La felicidad es darse cuenta que nada es demasiado importante.
La felicidad consiste, principalmente, en conformarse con la suerte; es querer ser lo que uno es.
La felicidad no consiste en adquirir y gozar, sino en no desear nada, pues consiste en ser libre.
Sólo un idiota puede ser totalmente feliz.
La felicidad no es nunca grandiosa.
El hombre feliz es aquel que siendo rey o campesino, encuentra paz en su hogar.
La felicidad para mi consiste en gozar de buena salud, en dormir sin miedo y despertarme sin angustia.
¿Qué hace falta para ser feliz? Un poco de cielo azul encima de nuestras cabezas, un vientecillo tibio, la paz del espíritu.
La felicidad está más con el pobre que considera que tiene bastante que con el rico, que nunca cree que tiene bastante.
La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar.
La suprema felicidad de la vida es saber que eres amado por ti mismo o, más exactamente, a pesar de ti mismo.
Lo mejor que podemos hacer en favor de quienes nos aman es seguir siendo felices.
Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame.
Creedlo, para hacernos amar no debemos preguntar nunca a quien nos ama: ¿Eres feliz?, sino decirle siempre: ¡Qué feliz soy!
Felicidad es el sueño del amor y tristeza su despertar.
Nada nos puede impedir sentir esta maravillosa felicidad de ser preferidos a otros.
¡Qué cosa tan extraña es la felicidad! Nadie sabe por dónde ni cómo ni cuándo llega, y llega por caminos invisibles, a veces cuando ya no se le aguarda.
Buscamos la felicidad, pero sin saber dónde, como los borrachos buscan su casa, sabiendo que tienen una.
Ningún hombre es feliz a menos que crea serlo.
Con frecuencia, algunos buscan la felicidad como se buscan los lentes cuando se tienen sobre la nariz.
La felicidad no es un ideal de la razón, sino de la imaginación.
La felicidad no es algo que se experimenta sino algo que se recuerda.
No vivimos nunca, sino que esperamos vivir; y disponiéndonos siempre a ser felices, es inevitable que no lo seamos nunca.
¿Cuál es la felicidad que no tiene algo de pena?
Sería muy poco feliz si pudiera decir hasta qué punto lo soy.
¿Hasta cuándo vamos a seguir creyendo que la felicidad no es más que uno de los juegos de la ilusión?
Pregúntate si eres feliz y dejarás de serlo.
Nunca somos tan felices ni tan infelices como pensamos.
Cada uno es tan infeliz como cree.
Cuán feliz era yo cuando era una infeliz.
Hay momentos en los que todo va bien: no te asustes, no duran.
La felicidad ininterrumpida aburre: debe tener alternativas.
No existe la felicidad. A lo largo de la vida hay briznas de dicha que se deshacen como pompas de jabón.
Estando siempre dispuestos a ser felices, es inevitable no serlo alguna vez.
Todo se soporta en la vida, con excepción de muchos días de continua felicidad.
Cuando uno dice que sabe lo que es la felicidad, se puede suponer que la ha perdido.
El destino de los hombres está hecho de momentos felices, toda la vida los tiene, pero no de épocas felices.
Hay algo particular en la cara de Victoria Camps, catedrática de Ética en la Universidad de Barcelona, ciudad en la que nació en 1941. Da la impresión de que, pase lo que pase, ese rostro siempre guardará cierto optimismo, una sonrisa para los tiempos oscuros, una esquina de felicidad. La encontramos en su casa de Sant Cugat, cerca de la Autónoma, donde enseña. Es una casa como de piedra que recibe a los visitantes con una flecha muy conveniente: este es el camino de la puerta. Acostumbrada a aclarar las cosas, y a hablar claro, es probable que la flecha haya sido más ocurrencia suya que de su marido, el académico Francisco Rico, más dedicado a las artes literarias del Renacimiento. Él está en la casa cuando llegamos y (como en las novelas de Javier Marías en las que ha sido personaje) tiene una fugaz aparición en la propia conversación, primero porque salió al pasillo a saludar en plena tarea de su afeitado, con el torso desnudo y su sonrisa conocida, y luego para entregar un libro de su producción. En la cara de Victoria Camps ambas presencias fueron respondidas por la facilidad que tiene su rostro para permanecer siempre con ciertas esquinas felices. Y de la felicidad van su último libro, La búsqueda de la felicidad (Arpa), y esta entrevista, a la que atiende, naturalmente, como filósofa, autora de otros tratados sobre la ética y la política, y no como recién nombrada miembro del Consejo de Estado. Aunque en este último puesto, ella, que fue senadora socialista en un tiempo, está obligada a buscar cierta felicidad para los ciudadanos, su investigación va en el libro en busca de materiales clásicos sobre el más difícil y perseguido de los logros humanos, el bienestar también llamado felicidad.
A Doris Lessing le horrorizaba que le preguntaran por declaraciones anteriores… Me pasa lo mismo, pero no soy Doris Lessing…
Pero para esta entrevista estuve mirando algunas cosas que dijo antes. Qué horror.
Por ejemplo, sobre el franquismo. Decía que esa mentalidad ya no existía. ¡¿Ves?! Fíjate cómo estamos.
¿Qué ha pasado para que haya otra vez ese pozo? No sé si es exactamente la vuelta del franquismo, pero sí es cierto que se abre paso de nuevo una mentalidad reaccionaria, literalmente: volver al pasado para eludir los problemas que tenemos hoy. Por ejemplo: ¿se empieza a hablar de violencia de género? Pues la borramos y decimos que no es violencia de género. ¿Molestan las autonomías? Pues regresamos a lo anterior. Típicamente reaccionario, un pensamiento de vuelta al pasado, decir: “Ya estábamos bien antes”.
¿Cómo se arregla? La política tiene que arreglar muchas cosas, tiene que examinarse a sí misma. La democracia representativa está en crisis, la gente no se siente representada, pierde expectativas de vida. Ha habido una fuerte crisis y las propuestas no han cuajado bien. Partidos como Podemos vuelven a ser los partidos de siempre. Los populismos de derechas representan esta vuelta al pasado. No hay una renovación que nos ayude a entender qué debe ser la democracia hoy y a afrontar una democracia que no es perfecta. Ni puede serlo porque nada lo es. A veces idealizamos y pensamos que todo hay que destruirlo porque nada llega a lo ideal. Pero lo ideal no existe.
Reiteradamente advierte que la izquierda ha de espabilar… Y lo sigo diciendo. La socialdemocracia todavía tiene un potencial fuerte que no se aprovecha. Me parece que hay falta de coraje, y en política la valentía es una virtud fundamental; es además la primera virtud griega. La izquierda no se atreve a hacer propuestas, a tomar decisiones que no son populares, contra los paraísos fiscales, las reformas tributarias, todo aquello que permita mantener el Estado de bienestar por encima de todo. No se atreve, y la socialdemocracia se está difuminando, desvaneciendo.
La palabra “bienestar” está bien presente en su libro… Pero vayamos a Cataluña, que forma parte de un gran número de sus intervenciones públicas. Dejó dicho usted que era imposible que se fuera de España… Y se está demostrando. Ramón Jáuregui, eurodiputado socialista, dijo en un buen artículo que publicó en La Vanguardia algo que yo estaba pensando: no se puede empezar por el tejado, que es lo que han hecho los políticos independentistas. No puedes empezar preguntándole a la gente si se quiere independizar sin calcular los costes y las consecuencias de la independencia. Es lo que ha pasado con el Brexit: primero se pregunta, la pregunta sale mal y negociarlo es un caos del que no salen. Los independentistas catalanes, decía Jáuregui, deberían aprender de lo que ha ocurrido con el Brexit. Aquí no hemos llegado tan lejos, pero ha sido porque no ha habido referéndum legal, serio. Pero insistir en el referéndum me parece un disparate: es insistir en unos principios políticos dogmáticos sin pensar en las consecuencias.
¿Qué depende de nosotros? Casi todo, menos la muerte, el envejecimiento, el ciclo vital…, que también se está intentando cambiar. Todo lo demás lo podemos ir solucionando, sobre todo a nivel individual. A nivel colectivo es mucho más complicado.
El envejecimiento además puede ser un lenitivo, no sólo un dolor, dice en el libro. Sí, podría serlo, pero no me lo creo demasiado. A mí la vida eterna no me convence en absoluto. Esa fantasía no me convence a mí ni a casi nadie.
Le da hasta cierto repelús eso de conservarse para siempre… ¡Sería horroroso! La crioconservación, que ya se vislumbra como una posibilidad de mantener congeladas a personas clínicamente muertas para resucitarlas cuando se pueda curar su enfermedad, me parece absurda.
De lo inevitable, ¿qué le da miedo? Miedo no. Se trata de aprender, verse capaz de afrontarlo sin que te venza la incapacidad de seguir viviendo.
En Cabaret, la película que retrata el ascenso del nazismo a partir de la novela de Christopher Isherwood, se ve a unos adolescentes felices de seguir el dogma. ¿El dogma ayuda a la felicidad? Diría que es un agarradero. Por ejemplo, con el dogma religioso de creer en otra vida, la vida feliz se pospone a otro mundo, de modo que así tienes la seguridad de que no depende de ti… Es una forma de resolver el problema a través de una fe en algo. Todos los fanatismos se basan en eso; hablamos de fanatismos religiosos, pero hoy podríamos hablar de fanatismos políticos: hay muchos. Uno de ellos, pensar que la independencia trae la felicidad…
O que es posible resucitar la dictadura porque esta no tenía duda con respecto a lo que era España… Mi libro anterior se llamaba Elogio de la duda. La duda es muy saludable para luchar contra los extremismos. Y los extremismos siempre son muy dogmáticos. A nadie le gusta vivir en la duda, en la incertidumbre. A la gente no le gusta vivir sin saber, sin que le den fórmulas, recetas, seguridades.
Y la duda es muy nutritiva… Es el ejercicio de poner en cuestión. No diría que todo, porque esa duda metódica cartesiana no nos sirve, pero sí es un ejercicio que obliga a no aceptar de entrada todo lo que viene dado y todo lo que nos dicen.
Usted escribe sobre el gobierno de los afectos: la envidia, la intransigencia, la negación del otro, la venganza, el miedo. ¿Tienen edad y van y vienen como el tiempo, o siempre están ahí los mismos enemigos? Son las grandes pasiones, y son las mismas desde Aristóteles. La ética consiste en aprender a gobernar la ira, la vergüenza o la indignación porque son emociones buenas para actuar. Si una persona se indigna contra la injusticia, lucha contra ella; si no se indigna, no hace nada.
De nuevo Aristóteles. En su Ética a Nicómaco dice que la política es para hacer el bien. Pero en su ejercicio es evidente que los políticos buscan el mal del otro… Pero las pasiones no deben desaparecer de la política, son buenas para ejercerla. La prueba, por ejemplo, fue el movimiento de los indignados. Aquella ira produjo una serie de cambios en política, afortunados o no, pero hubo cambios. Se habla de la política del miedo. Pues el mismo miedo puede ser bueno. A mí me habría gustado que hubiera más miedo a Vox, por ejemplo, que se ha presentado de una manera que no ha suscitado miedo en la gente. Y la gente debió estar prevenida. El miedo no debe desaparecer nunca. El odio, sí. Spinoza decía: “El odio nunca puede ser bueno”. El odio es un afecto triste en todos los sentidos.
Escribe sobre los malos tiempos. Siempre se habla de los malos tiempos últimamente. ¿Cuánto duran los malos tiempos? Sobre todo, tienen que ver con la economía. Cuando esta va bien, la gente disfruta de un cierto bienestar, la vida funciona. Pero los tiempos no son nunca buenos del todo…
Desde el punto del objeto de su estudio, la felicidad, ¿qué caracterizaría este tiempo en España? Es muy difícil hablar colectivamente de si estamos alegres o tristes. El individualismo ha entrado tanto en la vida de las personas que lo vemos todo uno a uno… Nos entristecen las noticias, pero ¿cuánto dura eso?
¿La tristeza es también un instante? Es un instante sobre todo aquello que no afecta personalmente al individuo. Las noticias son pasajeras, volátiles. Es lo que produce el mundo de la imagen: en cuanto desaparece el objeto de la tristeza, ya no te acuerdas más.
Rescata del pesimista Schopenhauer su lectura del libro El arte de ser feliz y su metáfora de los puercoespines. ¡Y de los elefantes! Cuando los puercoespines pasan frío se juntan, pero si se juntan demasiado se pinchan. Tienen que mantener una distancia razonable para calentarse mutuamente. Y las personas debemos hacer algo parecido, dice Schopenhauer. Sobre los elefantes dice que nos pasa como a ellos: cuando se les doma, primero se revuelven y no se dejan, y finalmente se agachan y son domados. Aunque el ser domado venga de nosotros mismos, se produce la misma trayectoria.
¿Y qué hace con nosotros la envidia? Es un sentimiento ambivalente. Spinoza diría que es una pasión triste que nos corroe. Pero hay filósofos, como John Rawls, que dicen que es el principio de la justicia: si no lo hubiera entre las personas, no buscaríamos la justicia. El pobre envidia lo que tiene el rico, y esa envidia puede ser sana si hace luchar por un mundo más justo.
¿Cómo se puede luchar contra la maldad de algunos sentimientos, como la envidia o la tristeza? Uf, es la pregunta más difícil. No hay fórmulas. La educación es un instrumento, la disciplina, el esfuerzo, la lucha contra lo que los filósofos han llamado “las pasiones desordenadas”. Si se aprovecha ese convencimiento, puede ser una fuente de aprendizaje.
“Un mundo feliz sería aquel que mantuviera vivas las expectativas de seguir viviendo. Si hubiera condiciones para vivir mejor, eso sería estar cerca de la felicidad”
¿Qué sería para usted un mundo feliz?. Un mundo que mantuviera vivas las expectativas de seguir viviendo. ¿Qué podría mantenerlas a cualquier edad, en cualquier momento, en cualquier circunstancia? Creo que para eso no hay respuestas ni fórmulas: depende de cada uno. La libertad es importante para apreciar qué es lo que mantiene las expectativas de vida altas. Es importante también tener unas condiciones materiales suficientes para que podamos preocuparnos de algo más que de la mera supervivencia. Si hubiera condiciones para vivir mejor, eso equivaldría a estar cerca de la felicidad.
(Entrevista de Juan Cruz, 2019)
