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Pearl Harbor:
Sorpresa al amanecer El devastador ataque japonés a Pearl Harbor, la mañana del 7 de diciembre de 1941, provocó la entrada de los EUA a la Segunda Guerra Mundial contra las potencias del Eje. ¿Acaso los EUA soslayaron indicios del ataque, afin de que Japón figurara como agresor? Tal como lo proclamó un diario de Honolulú, el ataque japonés contra Pearl Harbor causó la guerra. E1 almirante Husband E. Kimmel, comandante en jefe de la flota de los EUA en el Pacífico, emplazada en Pearl Harbor, en la isla hawaiana de Oahu, se despertó a las 7:00 de ese domingo. Iba a jugar golf con su colega, el teniente general Walter C. Short. Pero, antes de que pudiera vestirse y desayunar, el almirante recibió el informe de que un destructor que patrullaba la entrada de la bahía había avistado y hundido un submarino enemigo. Aunque abundaban los reportes falsos de submarinos en las zonas aledañas, el almirante prometió ir de inmediato al cuartel general para esperar más noticias. Mientras, en una estación móvil de radar en la costa norte de la isla, a un soldado le sorprendió un eco en el osciloscopio, señal de que más de 50 aviones se acercaban rápidamente a Oahu. A las 7:30, los aviones no identificados estaban a 70 km de la costa. Oahu estaba tan gris por una nube matutina, que los aviones japoneses no vieron la isla hasta que estuvieron sobre ella. Al mando de 140 bombarderos y 43 cazas, que se aproximaban a Pearl Harbor por el oeste y el sur, el comandante Mitsuo Fuchida murmuró que debió ser "la mano de Dios" la que despejó las nubes directamente sobre el blanco. Abajo había una "majestuosa vista, casi inconcebible": siete grandes barcos anclados y en pie de guerra. Un octavo acorazado, el Pennsylvania, y dos destructores estaban en reparación. En la bahía había otros 29 destructores más, nueve cruceros y otras embarcaciones que elevaban el total a 94 buques. Las circunstancias para realizar el operativo parecían ideales. Fuchida sólo lamentó la ausencia de portaaviones. Desde el puente de su barco Oglala, el contraalmirante William Furlong avistó un avión poco antes de las 8:00 sobre el aeródromo de la isla Ford, de Pearl Harbor. Cuando tiró una bomba sobre los hangares, el contraalmirante pensó que se trataba de un error y maldijo en silencio al "estúpido y descuidado piloto" por no asegurar bien el proyectil. Pero cuando el avión cambió de curso para volar ebtre su barco y la isla Ford, reconoció el emblema del Sol Naciente y supo que se trataba de un ataque japonés. La esposa del señor John B. Earle, vecino del almirante Kimmel, preparaba el desayuno cuando oyó una explosión, y corrió hacia el ventanal justo para ver el humo y las Ilamas en los hangares de la isla Ford. Salió de la casa para ver mejor y se le unió el almirante, "totalmente azorado", con el rostro "tan blanco como el uniforme que vestía". Mientras miraban, "con absoluta incredulidad", el acorazado Arizona se elevó del agua y luego se hundió. La primera ola del ataque japonés, efectuada por 183 aviones, fue seguida de una segunda, compuesta por 170 bombarderos que llegaron una hora después desde el sur y el este. Todo ocurrió en dos horas Presuroso en su coche, el almirante Kimmel Ilegó a las 8:05 al cuartel general, justo para ver al acorazado California hundirse tocado por un torpedo. Impotente, contempló cómo los buques caían, uno a uno, bajo el fuego enemigo. El primer ataque terminó a las 8:35. Tras una calma de 20 minutos, se inició el segundo, que concluyó a las 9:55. El saldo fue horrendo: 18 naves, incluyendo los ocho acorazados, estaban hundidos, en zozobra o dañados; infinidad de aviones militares y de la marina destruidos; se perdieron 2 403 vidas y quedaron 1 178 heridos. A diferencia de la situación en el ejército norteamericano, las pérdidas japonesas fueron mínimas: 29 aviones, seis submarinos y quizá menos de 100 bajas. El 7 de diciembre de 1941 fue un día que "perduraría en la infamia", diio el presidente Franklin D. Roosevelt ante el Congreso la tarde siguiente, al solicitar una declaración de guerra. Tras una investigación inmediata del secretario de Marina, Frank Knox, el almirante Kimmel fue relevado de su puesto el 16 de diciembre, así como el general Short. Una comisión investigadora afirmó que ellos no evaluaron correctamente la seriedad de la situación previa al ataque sorpresa y no tomaron las precauciones necesarias para contrarrestarlo. Pero, ¿fueron ellos los verdaderos responsables? Sólo 50 años después se ha comenzado a hallar respuestas a esta pregunta. "Cáncer del Pacifico" Aunque entonces pocos lo notaron, Japón estaba en vías de enfrentarse a los EUA desde una década antes o desde la toma de Manchuria (China), entre 1931 y 1932. En 1937 Japón invadió el norte de China y dos años después se apoderó de la isla Hainan, con la mira puesta en Malaya, Filipinas, y en las Indias Orientales Holandesas (actual Indonesia). Mientras esto ocurría, los EUA no sólo apoyaban al gobierno chino de Chiang Kai-shek sino también al colonialismo de Inglaterra, Francia y Holanda en Asia, en una época en la que los japoneses afirmaban que "Asia es territorio de los asiáticos..." Al hablar con grandilocuencia de "una Gran Esfera de Prosperidad al Este de Asia", los japoneses en realidad perseguían desesperadamente los recursos naturales que tanto faltaban en sus islas para alimentar a su creciente población y para desarrollar con amplitud su potencial industrial. La caída de Francia en 1940 dio a Japón el pretexto para enviar tropas a la Indochina francesa (actual Vietnam), y el 27 de septiembre firmó un pacto con las potencias del Eje, Alemania e Italia. "Me parece cada vez más evidente que tendremos un enfrentamiento", escribió Joseph C. Grew, embajador de los EUA en Tokio, al presidente Roosevelt. "La pregunta crucial es qué sería más ventajoso: tener el enfrentamiento más temprano o más tarde." Roosevelt, que simpatizaba abiertamente con Inglaterra y estaba en contra del Eje, incluyendo a su nuevo aliado en Asia, decretó embargos en las exportaciones de materiales bélicos hacia Japón, exceptuando el petróleo. Este serio incidente entre las dos potencias fue llamado por los japoneses Taihei-yono-gan, "cáncer del Pacífico". En busca de una solución diplomática, Tokio llamó al almirante Kichisaburo Nomura, en ese entonces ya retirado, y lo envió como embajador a Washington en enero de 1941. Mientras Nomura viajaba hacia los Estados Unidos con intenciones de evitar el enfrentamiento entre los poderosos ejércitos, otro almirante japonés comenzaba a formular un plan para iniciar la guerra entre las dos naciones. EI presidente Roosevelt firmó la declación de guerra contra Japón el 8 de diciembre de 1941, un dia después del desastre de Pearl Harbor Declaración de guerra al primer día El 7 de enero de 1941, Isoroku Yamamoto, comandante de la flota naval de Japón, envió un memorándum muy confidencial al ministro de Marina de su país. El almirante Yamamoto sugería que, como el conflicto con los EUA era "inevitable", era necesario dar un golpe fulminante "para decidir el destino de la guerra desde el primer día" Específicamente, propuso un ataque aéreo sorpresa contra la flota de los EUA en Pearl Harbor "en una noche de luna o al amanecer". A mediados de abril el plan de Yamamoto era estudiado; ese mes, la formación de la 1° Flota Aérea le dio la fuerza necesaria para su ataque preventivo. Tres semanas después de que Yamamoto enviara su propuesta al ministro de Marina, el embajador Grew oyó rumores del plan e informó a Washington. La inteligencia naval envió el mensaje de Grew al almirante Kimmel en Hawai, en términos que no daban mucho crédito al informe. Pero el secretario de Marina, Knox, escribió al secretario de Guerra, Henry L. Stimson, que consideraba "muy factible" que las hostilidades entre Japón y los EUA se iniciaran con un ataque sorpresa contra Pearl Harbor, y pidió un plan conjunto del ejército y la marina para contrarrestarlo. Stimson concordó, al igual que el jefe de Estado Mayor, George C. Marshall, quien dijo que su principal interés era proteger a la flota. En Hawai, el general Short pensó de otro modo: la presencia de la flota en Pearl Harbor protegía a sus soldados del enemigo potencial. A pesar de haber descartado la advertencia del embajador Grew, el almirante Kimmel tomó en serio la posibilidad de un ataque japonés contra su flota, pero pensó que la ofensiva muy probablemente se haría con submarinos y no con aviones. Sin saber del plan de Yamamoto, el embajador Nomura presentó sus credenciales al presidente Roosevelt, quien lo recibió cordialmente diciendo que había "suficiente espacio para todos en el Pacífico" y lo instó a desarrollar un acuerdo con el secretario de Estado, Cordell Hull. No fue tan fácil como lo pensó el presidente, pues el expansionismo japonés y su alianza con Alemania e Italia se contraponían a la política exterior de los EUA. Cuando Japón se negó a reconsiderar su posición, Washington tomó medidas económicas adicionales, al congelar los bienes japoneses el 26 de julio y, seis días después, al incluir el petróleo en el embargo. Tokio calculó que, sin gasolina ni petróleo crudo, su industria se paralizaría al cabo de un año. El almirante Yamamoto afirmó que, ante el deterioro de las relaciones entre su país y los EUA; "era aún más urgente" adoptar su plan de Pearl Harbor: "Japón debe asestar un golpe fatal a la marina de los EUA al inicio de la guerra." Ante la amenaza de renuncia de Yamamoto, el comando naval japonés aprobó el ataque sorpresa contra Pearl Harbor. "Morado" sucumbe ante "Mágico" Para asegurarse el éxito, los japoneses necesitaban información precisa y actualizada de la flota en Hawai. El 24 de septiembre el Ministerio del Exterior pidió al consulado japonés en Honolulú que situara en un mapa de Pearl Harbor la posición exacta de cada barco. En camisa hawaiana y acompañado de una geisha, un agente secreto llamado Takeo Yoshikawa observó la flota desde un vuelo turístico sobre Oahu. Desde el otoño hasta el 6 de diciembre, Tokio se mantuvo informado de los movimientos de la bahía y recibió información de la localización precisa de todos los barcos del puerto. Sorprendentemente, Washington sabía que los japoneses observaban a la flota del Pacífico. La correspondencia diplomática de Tokio era transmitida en una sofisticada clave llamada "Morado". Sin que Japón lo supiera, los EUA habían descifrado la clave en el verano de 1940, mediante un sistema decodificador denominado "Mágico". Para julio de 1941 los EUA tenían ocho máquinas de esas. Cuatro estaban en Washington: el ejército y la marina tenían dos cada uno. Otras tres estaban en Londres. Una octava máquina se envió al ejército de los EUA en Filipinas, considerado el puesto más vulnerable del Pacífico. Pero "Mágico" al parecer no logró descifrar las claves navales japonesas, y Washington no se enteró de los mensajes enviados por Yamamoto a la 1° Flota Aérea cuando ésta despegó de Japón hacia su largo viaje rumbo a Hawai. El almirante Isoroku Yamamoto fue el estratega del ataque a Pearl Harbor. Recurrió a la amenaza de renunciar con el fin de ganar apoyo para su audaz plan. Yamamoto pensaba que el ataque permitiría a Jjapón expandirse libremente en el Paciîico. "Esto significa guerra" Las sanciones económicas de los EUA sólo azuzaron la política expansionista japonesa. El embajador Grew consideró el 3 de noviembre que Japón "preferiría el hara kiri nacional antes de ceder a la presión exterior". Japón exigió que los EUA levantaran el embargo, abastecieran petróleo e interrumpieran la ayuda a China, y prometió a cambio retirar sus tropas del norte de Indochina y cesar sus movimientos en el sureste asiático. El secretario Cordell Hull respondió que la propuesta era "ridícula" El 25 de noviembre, el presidente Roosevelt se reunió con su consejo de guerra. Según las notas del secretario de Guerra Stimson, el presidente dijo que Japón quizá atacaría el 1° de diciembre. Stimson escribió que la cuestión central del consejo de guerra era "cómo maniobrar para que ellos disparen el primer tiro sin que nosotros corramos demasiado peligro". Los historiadores revisionistas han usado la declaración de Stimson para demostrar que los EUA querían que Japón iniciara la guerra. El historiador estadunidense Gordon Mr. Prange pasó 37 años investigando Pearl Harbor, mediante entrevistas a sobrevivientes en Japón y los EUA. Los resultados de su estudio exhaustivo se presentaron en varios libros publicados tras su muerte en 1980. En el primero de estos libros, Dormíamos al amanecer, Prange rechazó el punto de vista revisionista. Nadie que haya examinado la masa de evidencia histórica dudaría que los EUA querían mantener la paz con Japón para ayudar a Inglaterra a derrotarr al Eje en Europa. "No hay duda", escribió Prange. "Japón iba a la guerra y aquellos que tenían acceso a "Mágico" lo sabían". El problema de los Estados Unidos no era mantener la paz, sino asegurarse de que Japón se revelara ante los ojos del mundo como el verdadero agresor. Un día después de que Roosevelt se reunió con su consejo de guerra, la flota aérea de Yamamoto partió de Japón. A las 5:50 del 7 de diciembre ya estaba a 350 km de Oahu -punto de inicio del ataque- sin ser detectada. La armada estaba compuesta por seis portaaviones, dos acorazados, tres cruceros y un escuadrón de destructores, además de buquetanques y submarinos. En Tokio, el gobierno japonés redactó un "comunicado final a los EUA", para ser enviado por medio del embajador Nomura el domingo 7 de diciembre a las 13:00, hora de Washington: serían las 7:30 en Honolulú, media hora antes del ataque. En la noche del sábado, el servicio de inteligencia de los EUA interceptó el mensaje, lo descifró e informó de él al presidente Roosevelt, quien dijo: "Esto significa guerra." La instrucción para Nomura de enviar el mensaje precisamente a las 13:00 fue para el oficial de inteligencia, coronel Rufus S. Bratton, un indicio de que los japoneses planeaban algo para esa hora, pero... ¿qué y dónde? Por la mañana del domingo buscó al jefe del Estado Mayor, sólo para enterarse de que el general paseaba a caballo y que regresaría a su oficina a las 11:30. Cuando se le mostró una copia del mensaje japonés, Marshall concordó en que el ataque era inminente y preparó un aviso para todas las posesiones de los EUA en ultramar, que sería enviado "de inmediato por el medio más seguro posible", con prioridad a Filipinas. Como los teléfonos podían estar intervenidos, se decidió enviar el mensaje de Marshall por telégrafo y en clave. La inteligencia de los EUA no quería que Japón supiera que se había descifrado la clave "Morado". Así, el general Short recibió su mensaje sólo hasta después del ataque. "!Tora! !Tora! !Tora!" Al sobrevolar Pearl Harbor a las 7:53 del domingo, el comandante Fuchida gritó por su radio: "!Tora! !Tora! !Tora! " (" !Tigre ! !Tigre ! !Tigre ! "). Era la clave para informar a la marina japonesa que la flota de los EUA había sido tomada por sorpresa. Yamamoto había predicho que la destrucción de la flota desmoralizaría a los EUA al grado de que ya no se opondrían a la expansión japonesa. Sin embargo, cuando la 1° Flota Aérea regresó el 24 de diciembre, el almirante dijo con prudencia que sólo se trataba de la culminación de un operativo: "Deben evitar una vanidosa satisfacción por este éxito inicial", advirtió. "Aún nos esperan rnuchas batallas más." A partir de Ia década de 1930, la marina y ejército de Japón determinaron la política exterior del país. La Gran Esfera de Prosperidad al Este de Asia enarboló la necesidad de recursos naturales de Japón para encubrir su expansión militar. En Tokio marchaban por las calles niños disfrazados de generales y almirantes. Enigma: descifrando las claves alemanas Cuando el acorazado alemán Scharnhorsf zarpó de Noruega en diciembre de 1943 en una misión secreta, ya estaba echada su suerte. Dos días después los ingleses hundieron la nave, una de las tres más grandes de Alemania, gracias a la precisa información que tenían de los movimientos navales enemigos. Muchos submarinos alemanes corrieron una suerte similar: 287 en 1943, más que los hundidos en los tres años anteriores. Falló totalmente el intento de Alemania de cortar la vital línea de suministro de los EUA hacia su aliada Inglaterra. La victoria aliada en el Atlántico norte fue un triunfo del servicio de inteligencia británico. Antes de que estallara la guerra, los ingleses ya sabían de Enigma, una máquina construida en 1923 por el ingeniero alemán Arthur Scherbius para codificar mensajes por medios electromecánicos. Aunque recibieron dos de estas máquinas de sus aliados polacos, los ingleses no pudieron descifrar las claves hasta 1941, cuando capturaron a un submarino alemán que contaba con una máquina codificadora Enigma y los libros de claves para usarla. Los alemanes no supieron de la captura y actuaron con la confianza de poseer las claves más sofisticadas y seguras en existencia. El inesperado botín permitió a Inglaterra descifrar las radiocomunicaciones alemanas. Según algunas estimaciones, el conocimiento preciso de los aliados acerca de las posiciones de los submarinos enemigos cobró 28 mil muertos de los 39 mil tripulantes de submarinos alemanes durante la crucial batalla por el control de la importante zona estratégica del Atlántico norte. Enigma parecía tan inofensiva como una máquina de escribir. Pero en manos inglesas produjo la muerte de miles de marineros alemanes. Ninguna guerra extranjera "Y mientras hablo con ustedes, padres de familia, les aseguro una vez más, como lo hice antes y como lo volveré a asegurar: sus hijos no serán enviados a ninguna guerra extranjera." Promesas electorales como ésta aseguraron la segunda reelección, hasta entonces sin precedente, del presidente Franklin D, Roosevelt el 5 de noviembre de 1940. Los Estados Unidos, desilusionados por el acuerdo de paz tras la Primera Guerra Mundial, se aislaron en las décadas de 1920 y 1930. Durante sus dos primeros mandatos, Roosevelt se preocupó por rescatar al país de la depresión y no pudo hacer nada mientras Europa hacía la guerra. Aunque los EUA se mantuvieron oficialmente neutrales en el conflicto europeo que estalló en septiembre de 1939, simpatizaron claramente con sus aliados de la Primera Guerra Mundial, Inglaterra y Francia, y se pusieron en contra de las potencias del Eje: Alemania, Italia y, desde el del 27 de septiembre de 1940, Japón. Luego de su reelección, Roosevelt firmó el Acta de Préstamo y Arriendo, que le permitió proveer de bienes y servicios a los países cuya defensa se consideraba vital para la de los EUA, lo que favoreció a Inglaterra. En agosto de 1941 el presidente firmó la Carta del Atlántico con el primer ministro ìnglés Winston Churchill, una declaración conjunta de objetivos de paz en la guerra contra el Eie. Estos actos pusieron a Roosevelt bajo los ataques del Congreso y del público en general, mientras marchaban por todo el país manifestaciones contra la guerra. "Salvemos a nuestros hijos" era la consigna del Comite "América Primero", que abogaba por la neutralidad. En octubre de 1941, una encuesta de opinión indicó que el 74% de los estadunidenses se oponía a que los EUA declarasen la guerra a Alemania. Pero el ataque a Pearl Harbor, dos meses después, unió al país con Roosevelt cuando se declaró la guerra contra Japón y sus aliados europeos.
https://web.archive.org/web/20091022225810/http://geocities.com/Augusta/5130/pearlharbor.htm


Banderas nazis en Canarias:
Canarias entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, se convirtió en el lugar donde recalaba obligatoriamente la marina de guerra alemana para hacer prácticas, de tal manera que el 70% de sus naves fondeó en las islas, sin contar con que el otro 30% restante atravesó también sus aguas en algún momento. El estudio La Marina de guerra alemana en las islas Canarias durante el periodo de entreguerras, del historiador José Miguel Rodríguez Illescas, recupera ahora un relato poco conocido de estos movimientos militares, donde incluye fotografías inéditas: desde pancartas saludando a Hitler en las calles de Santa Cruz, agasajos multitudinarios, el regalo por parte del Cabildo de “unas botellas de Tío Pepe y unas pastas” a los alemanes cuando se iban y excursiones al Teide que incluían bailes y canciones tradicionales con banda de música. Rodríguez Illescas —que ha consultado documentos del Centro de Historia y Cultura Militar de Canarias, del Archivo Intermedio Militar de Canarias (AIMC) y de la Embajada de Alemania— recuerda que “la Marina de Guerra Alemana, la Kriegsmarine, nunca fue culpada de genocidio en la II Guerra Mundial, pero sí personalidades puntuales dentro de ella”. El historiador explica que las islas se convirtieron, ya desde el siglo XIX, en objetivo primordial de la estrategia de expansión alemana en África, por lo que Canarias empezó a “formar parte de un entramado vital para la política comercial y militar” del país centroeuropeo. Así, la llegada de barcos alemanes fue constante, alcanzado su cénit con el III Reich. No obstante, Rodríguez Illescas niega que en las islas se construyese una “base nazi, tal y como ha sido creencia popular, porque los agentes aliados” lo impidieron. El final de la mayor parte de los barcos y submarinos que recalaron en Canarias durante el periodo nacionalsocialista fue “funesto, puesto que tras 1945, la mayoría desapareció, como consecuencia de las diversas campañas militares en Noruega, el Atlántico o en el mar Báltico, así como por las incursiones aéreas de los Aliados en los puertos y bases alemanas por Europa”. En octubre de 1935, el crucero Karlsruhe atracó en Tenerife. El capitán Von Siemens invitó a las autoridades a una fiesta, mientras un zepelín cruzaba los cielos ante el regocijo general. “Acudieron autoridades civiles y militares, incluida Alicia Navarro Cambronero, la primera española en ser coronada Miss Europa”. Al día siguiente, Von Siemens leyó a la tripulación un telegrama de Adolf Hitler donde se ordenaba recoger y retirar la bandera alemana e izar la temida esvástica. Los capitanes tenían la labor secreta de evaluar la situación de las comunidades alemanas en el exterior. “Algunas asociaciones sí participaron en los agasajos, pero muchos miembros del partido nazi no lo hicieron por motivos raciales o xenófobos, ya que los hombres y mujeres que se casaban con locales hacían que el nacionalsocialismo perdiera fuerza” por la “mezcla de razas”. El Deutschland llegó en 1939, junto con dos submarinos (el U-27 y el U-30), pero los despidieron “con dos botellas de vino Tío Pepe, medio kilo de galletas surtidas y tres cajas de cigarrillos” que costaron 26 pesetas. Todo lo contrario que con el Schlesien, que llegó en noviembre de 1937. La tripulación y sus oficiales fueron recibidos, otra vez, por las autoridades militares y civiles, bandas de música y la Falange Española, cuyos miembros “dieron la bienvenida a los marinos alemanes al grito de “¡Heil Hitler!', repetido tres veces. A su vez los marinos alemanes respondieron con un ‘¡Franco! ¡Franco! ¡Franco!”. Dos años después, comenzaría la Segunda Guerra Mundial. (Vicente G. Olaya, 2019)

 

 

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