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Puerto de la Cruz: Edificaciones:
Castillo San Felipe:
Situado junto a Playa Jardín, es un fortín construido en el siglo XVII, de tipo colonial, que defendió el Puerto Viejo de los ataques de corsarios y piratas. Fue uno de los cuatro fortines que en la antigüedad defendieron la ciudad. Esta fortaleza constituye el bastión defensivo militar más importante de la ciudad, construido a mediados del siglo XVII para la defensa de los navíos que buscaban refugio en el embarcadero del Puerto. Se halla situado en la desembocadura del barranco de San Felipe, a unos 900 metros del casco urbano. Sus obras comenzaron en 1641 y finalizaron en 1655. Su estructura tiene forma de pentágono irregular y su parapeto es de mampostería. Aparte de baluarte, a lo largo de su historia ha sido lazareto, enfermería, depósito, ciudadela, sociedad de tiro y restaurante. En la década de los noventa fue restaurado por el Ayuntamiento y convertido en centro cultural municipal y escenario privilegiado para conciertos musicales y exposiciones artísticas. A 50 metros del Castillo se conserva el antiguo almacén de pólvora o Polvorín.

Antigua Casa de la Real Aduana:
Es el edificio civil más antiguo que se conserva en el Puerto de la Cruz y elemento indispensable en las mejores fotos del entorno del viejo muelle pesquero. De estilo tradicional canario, fue fundada en 1620 por la familia Franchy. Posteriormente fue arrendada a la Real Hacienda para acomodar en ella las dependencias de la Aduana y como residencia de los almojarifes o administradores, hasta 1833 que este departamento pasó a Santa Cruz de Tenerife. Alrededor de la Casa de la Aduana existió, desde 1708 y hasta principios del siglo XX, la Batería de Santa Bárbara, de la que sólo se conserva la escalerilla de piedra para bajar al mar, construida en 1741. La pequeña fortificación constaba además de un muro empalizada, una garita y casilla-polvorín. Estaba artillada con cuatro cañones para la defensa de los barcos que fondeaban en la zona del Limpio de las Carabelas, cerca de la punta del muelle viejo. Ante la gran cantidad de buques que llegaban para cargar fruta, el alcalde solicitó a la primera autoridad militar el derribo de la empalizada y la garita para que de esta forma pudieran maniobrar mejor los camiones que trasladaban tales mercancías. En 1997 el Cabildo de Tenerife compró la casa a la familia Baillon, la restauró y la ha convertido en centro sociocultural y de exposiciones.

Iglesia de Nuestra Señora de la Peña de Francia:
El crecimiento demográfico y económico de la ciudad a lo largo del siglo XVII va a permitir la construcción de la actual Iglesia parroquial sobre el solar que ocupaba la primitiva ermita. Las obras, que terminaron en 1697, se llevaron a cabo gracias a las donaciones de los feligreses, teniendo la burguesía comercial un papel destacado en la financiación de la misma. En 1898 se construyó la torre de estilo neogótico sustituyendo a la antigua fachada con dos pequeños balcones de tea. De planta sencilla y forma rectangular, posee tres naves separadas por columnas de tipo toscano-romano y arquería de medio punto. Posteriormente se le añadieron varias capillas que no guardan simetría entre sí. Su techumbre es muy similar al otro conjunto religioso de la ciudad, el de San Francisco, con artesanado mudéjar y techo de teja árabe a dos aguas. El retablo mayor, recientemente restaurado, fue terminado en 1710 y retocado posteriormente en diversas ocasiones, siempre dentro de una estética barroca. La imagen de Nuestra Señora de la Peña de Francia, que parece ubicarse dentro de la escuela genovesa, se encontraba en la parroquia desde 1621 y fue entronizada, según la tradición, por el regidor Antonio Lutzardo de Franchi. Esta imagen cuenta entre sus pertenencias con un manto regalado por la poetisa cubana Dulce María Loynaz, que fuera Premio Cervantes 1992 y entre cuyas obras figura el libo Un verano en Tenerife. En el rico patrimonio artístico de la parroquia destacan cuatro lienzos del pintor portuense Luis de la Cruz y Ríos (1776-1853), considerado en su época uno de los mejores miniaturistas de España. Sus lienzos rematan el retablo neoclásico de la capilla del Gran Poder. También merece especial atención la Cruz, símbolo de la Ciudad, obra en madera forrada de plata. El retablo barroco del Sagrado Corazón fue regalado en 1700 por el comerciante irlandés Bernardo Valois. En este templo se guardan las veneradas imágenes del Gran Poder de Dios y la Virgen del Carmen, en cuyo honor se celebran cada mes de julio las fiestas mayores del municipio.

Ermita de San Amaro:
La ermita de San Amaro, la más antigua del municipio. Construida en 1591, su función originaria fue la cristianización de unos lugares de profundo valor espiritual para la población aborigen como eran el “Llano del Bailadero” y la necrópolis de la “Ladera de Martiánez”. La ermita fue construida por los propios vecinos del lugar, ya que por aquel entonces no existía ningún recinto consagrado al culto religioso en el reducido núcleo poblacional de la Caleta de la Araotava. Las fiestas de San Amaro fueron aquí muy famosas durante el Antiguo Régimen. En 1713 la ermita amenazaba ruina y sus mayordomos acordaron cedérsela a Valois, dándole a tributo perpetuo las tierras pertenecientes a ella, con la condición que la restaurase. De esta forma la consiguió adscribir a su hacienda. Desde 1593 era atendida por la comunidad religiosa de los dominicos, pertenecientes al Convento de San Benito de la Villa.

Iglesia de San Francisco y Ermita de San Juan:
Esta iglesia y la anexa ermita de San Juan Bautista forman en la actualidad una sola edificación. La ermita, situada en la calle a la que da nombre, es junto con la de San Amaro, en La Paz, los dos inmuebles más antiguos que existen en el municipio. Fue edificada entre 1599 y 1608 por el alarife Juan de Tejera. A su lado está la iglesia de San Francisco, que es lo único que se conserva del antiguo convento franciscano. El templo se construyó a partir de 1609 sobre una pequeña ermita que con igual advocación existió en el lugar. De su variado patrimonio religioso y artístico destaca las imágenes de San Juan Bautista, del siglo XVII y atribuida a Andrés de Ocampo, y la del Cristo de la Misericordia, única obra conocida del artista tinerfeño Domingo Pérez Donis, de la primera mitad del siglo XVII, con los brazos articulados para poder realizar la ceremonia del descendimiento. En el solar que ocupó el antiguo convento hoy se levanta el Parque de San Francisco, auditorio municipal con capacidad para 2.000 personas donde se celebra la mayoría de eventos musicales, teatrales y festivos de la ciudad. (Fuente: CIT)

 

 

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