Palestina: Historia             

 

Bandera de Egipto izada en el canal

Palestina: Historia:
Los cananeos fueron los primeros habitantes conocidos de Palestina. Durante el tercer milenio a.C. se establecieron en diversas ciudades-estado, una de las cuales fue Jericó. Desarrollaron un alfabeto a partir del cual se derivaron otros sistemas de escritura; por otro lado, su religión tuvo una importante influencia en las creencias y prácticas del judaísmo, y, más tarde, en el cristianismo y el islam. Su localización —en el centro de las rutas que unían tres continentes— convirtió a Palestina en punto de encuentro de influencias religiosas y culturales procedentes de Egipto, Siria, Mesopotamia y Asia Menor. Fue también el campo de batalla natural de las grandes potencias de la región y estuvo sujeta a la dominación de los imperios vecinos, empezando por Egipto, en el tercer milenio a.C. La hegemonía egipcia y la autonomía cananea padecieron durante el segundo milenio a.C. las invasiones de pueblos tan diversos como los amorreos, los hititas y los hurritas. No obstante, estos invasores fueron derrotados por los egipcios y absorbidos por los cananeos, cuyo número en esa época pudo haber ascendido hasta los 200.000 habitantes aproximadamente. A partir del siglo XIV a.C., cuando el poder egipcio comenzó a debilitarse, aparecieron nuevos invasores: los hebreos, un grupo de tribus semitas procedentes de Mesopotamia, y los filisteos (en hebreo, pelishtim), un pueblo egeo de raza indoeuropea que dio su nombre a la región.

El reino israelita:
Las tribus hebreas probablemente emigraron a la región siglos antes de que el profeta hebreo Moisés liberara a su pueblo de la servidumbre en Egipto (1270? a.C.), y su sucesor Josué conquistara la mayor parte de Palestina (1230? a.C.). Los conquistadores se establecieron en el área montañosa del país, pero no fueron capaces de conquistar todo el territorio. Los israelitas, una confederación de tribus hebreas, derrotaron finalmente a los cananeos alrededor del año 1125 a.C. pero no ocurrió lo mismo con los filisteos. Éstos habían establecido un Estado propio en la costa meridional de Palestina y controlaban varias ciudades al norte y al este. Con una organización militar superior y gracias al uso de armas de hierro, derrotaron severamente a los israelitas en torno al año 1050 a.C. La amenaza filistea obligó a los israelitas a unirse y a establecer una monarquía. David, el gran rey de Judá e Israel, derrotó a los filisteos poco después del año 1000, con lo que éstos últimos y los cananeos fueron finalmente asimilados. La unidad de Israel y la debilidad de los imperios adyacentes permitió a David establecer un gran reino independiente, cuya capital fue Jerusalén. Bajo su hijo y sucesor, Salomón, Israel disfrutó de paz y prosperidad, pero a su muerte en el año 922 a.C. el reino fue dividido en dos: Israel, al norte, y Judá, al sur. Cuando los imperios cercanos reanudaron su expansión, los israelitas, divididos, no pudieron mantener durante más tiempo su independencia. Israel cayó ante Asiria en los años 722 y 721 a.C., y Judá fue conquistado en el año 586 a.C. por Babilonia, que destruyó Jerusalén y exilió a gran parte de los judíos que la habitaban.

El dominio persa:
Se permitió a los judíos mantener su identidad nacional y religiosa en el exilio; algunos de sus mejores escritos teológicos y muchos libros históricos del Antiguo Testamento fueron escritos durante este periodo. El recuerdo de la tierra de Israel estaba patente en sus escritos. Cuando Ciro II el Grande de Persia conquistó Babilonia en el año 539 a.C. les permitió regresar a Judea, un distrito al sur de Palestina. Bajo el dominio persa los judíos recibieron una considerable autonomía. Reconstruyeron las murallas de Jerusalén y codificaron la ley mosaica, la Torá, que se convirtió en el código de la vida social y la práctica religiosa. Los judíos creían que estaban vinculados a un dios universal, Yahvé, por un pacto; de hecho, su concepto de un dios ético es quizás su contribución más grande a la civilización mundial.

La provincia romana:
A la dominación persa de Palestina le siguió el gobierno griego cuando Alejandro III el Magno de Macedonia conquistó la región en el año 333 a.C. Los sucesores de Alejandro, miembros de la dinastía Tolemaica de Egipto y de la Seléucida de Siria, continuaron gobernando la zona. Estos últimos intentaron imponer la cultura y religión helenística (griega) a la población. En el siglo II a.C., sin embargo, los judíos, dirigidos por la familia de los Macabeos, se rebelaron y organizaron un estado independiente (141-63 a.C.) hasta que Cneo Pompeyo Magno conquistó Palestina para Roma y la convirtió en una provincia gobernada por dirigentes judíos. Durante el reinado del rey Herodes el Grande (37-4 a.C.), nació Jesucristo, la figura principal de la religión a la que da nombre. Estallaron dos revueltas judías contra la dominación romana (del año 66 d.C. al año 73 y del año 132 al año 135), pero fueron reprimidas. Después de la segunda, la destrucción de Jerusalén y la dura represión sobre los judíos provocó su diáspora hacia otros territorios. Judea pasó a llamarse Palestina. Palestina recibió una atención especial cuando el emperador romano Constantino I el Grande legalizó la actividad de la hasta entonces perseguida Iglesia cristiana en el año 313 d.C a través del denominado Edicto de Milán. Su madre, Elena, visitó Jerusalén, y Palestina, en tanto que núcleo principal de Tierra Santa, se convirtió en el centro de las peregrinaciones cristianas. La consecuencia de esto fue una época dorada de prosperidad, seguridad y desarrollo de la actividad cultural. La mayor parte de la población se helenizó y cristianizó. No obstante, el gobierno bizantino fue interrumpido durante una breve ocupación persa (614-629) y finalizó por completo cuando los ejércitos musulmanes conquistaron Jerusalén en el año 638 d.C.

El califato árabe:
La conquista árabe inició 1.300 años de presencia musulmana en lo que entonces se conocía como Filastin. Palestina era un territorio sagrado para los musulmanes porque el profeta Mahoma había designado Jerusalén como la primera qibla (o quibla, dirección hacia la que los musulmanes dirigen sus plegarias; con posterioridad y hasta la actualidad, la oración debe efectuarse con los fieles orientados hacia la ciudad de La Meca) y porque se creía que había ascendido al cielo en un viaje nocturno desde el lugar donde se alzó el templo de Salomón, en el que más tarde se construyó la cúpula o mezquita de la Roca. Jerusalén se convirtió así en la tercera ciudad sagrada del islam. Los gobernantes musulmanes no obligaron a los palestinos a adoptar su religión; de hecho, pasó más de un siglo antes de que se convirtiera la mayoría al islam. Los cristianos y judíos eran considerados ‘pueblos del Libro’. Se les concedió el control autónomo de sus comunidades y se les garantizó seguridad y libertad de culto. Tal tolerancia (con raras excepciones) no ha sido habitual a lo largo de la historia de las religiones. La mayor parte de los palestinos adoptaron la cultura árabe e islámica. Palestina se benefició del comercio entre los territorios musulmanes y de su trascendencia religiosa durante el gobierno de la primera dinastía musulmana, los Omeyas de Damasco. Cuando el califato pasó a manos de los Abasíes de Bagdad en el año 750, Palestina quedó olvidada. Sufrió desórdenes y la dominación sucesiva de los selyúcidas, los fatimíes y los cruzados europeos (véase Califato; Cruzadas). Con todo, participó del esplendor de la civilización musulmana del momento, en concreto, en lo relativo a la ciencia, el arte, la filosofía y la literatura. Con posterioridad, Palestina decayó bajo el reinado de los mamelucos y comenzó su decadencia.

El dominio otomano:
Los turcos otomanos de Asia Menor derrotaron a los mamelucos en 1517 y, con pocas interrupciones, gobernaron Palestina hasta 1917. El país quedó dividido en varios distritos (denominados sanjaks o sanjacados), como el de Jerusalén. La administración de estos distritos se confió en su mayor parte a los palestinos arabizados, descendientes de los cananeos y de los colonizadores posteriores. No obstante, las comunidades cristiana y judía recibieron una amplia autonomía. Palestina participó del esplendor del Imperio otomano durante el siglo XVI, pero perdió toda importancia con la decadencia de éste en el siglo XVII —lo que afectó a la actividad económica en el territorio y provocó el consiguiente descenso demográfico—, que continuó hasta el siglo XIX. En esa época, las potencias europeas, en busca de materias primas y mercados, y llevadas también por intereses estratégicos, llegaron a Oriente Próximo, estimulando el desarrollo social y económico. Entre 1831 y 1840, Mehmet Alí, el virrey (pasa) de Egipto, partidario de la modernización, expandió su área de influencia hasta Palestina. Sus reformas políticas supusieron la eliminación del orden feudal, el incremento de la agricultura y la mejora de la educación. El Imperio otomano reafirmó su autoridad en 1840 e instituyó sus propias reformas. A partir de 1880 colonos alemanes e inmigrantes judíos llevaron a la zona la maquinaria moderna y el capital que la región necesitaba urgentemente. El auge del nacionalismo europeo durante el siglo XIX, y especialmente la intensificación del antisemitismo a partir de 1880, estimuló a los judíos europeos a buscar refugio en su “tierra prometida”, Palestina. El escritor y periodista Theodor Herzl, autor de El estado judío (1896), fundó la Organización Sionista Mundial en 1897 para resolver el “problema judío” en Europa (véase Sionismo). Como resultado, la emigración judía a Palestina se incrementó de manera espectacular. En 1880, los árabes palestinos constituían alrededor del 95% de una población total de 450.000 habitantes. No obstante, algunos dirigentes palestinos reaccionaron con alarma ante la emigración, la compra de terreno y las reivindicaciones judías, y desde entonces se convirtieron en inexorables opositores al sionismo.

El mandato británico:
La promesa que los británicos hicieron a los dirigentes árabes, en especial a través de la correspondencia mantenida (1915-1916) con Husein ibn Alí —gran jerife (perteneciente a la familia de Mahoma) de La Meca—, de conceder la independencia de sus territorios tras la conclusión de la I Guerra Mundial, permitió la expulsión de los turcos de Palestina entre 1917 y 1918. Los británicos, sin embargo, no mantuvieron sus promesas a los árabes. Así, en el tratado secreto Sykes-Picot firmado con Francia y Rusia en 1916, Gran Bretaña se comprometía a dividir y gobernar la región con sus aliados. Posteriormente, a través de la Declaración Balfour (1917), Gran Bretaña garantizó a los judíos (cuyo apoyo económico necesitaban para mantener el esfuerzo bélico) un “hogar nacional” judío en Palestina. Esta promesa se incorporó posteriormente al mandato conferido a Gran Bretaña por la Sociedad de Naciones en 1922. Durante su mandato (1922-1948) los británicos encontraron difícil reconciliar las promesas hechas a ambas comunidades. Las organizaciones sionistas mantuvieron la emigración judía a gran escala y algunos hablaron de la constitución de un Estado judío en toda Palestina. Esta actitud provocó el rechazo de los palestinos, temerosos de ser desposeídos de sus territorios por los sionistas; hubo ataques antisionistas en Jerusalén (1920) y Yafo (1921). En 1922, una declaración británica rechazó las reivindicaciones sionistas sobre toda Palestina y limitó la inmigración judía, pero reafirmó el apoyo al “hogar nacional judío”. Los británicos propusieron establecer un consejo legislativo, pero los palestinos rechazaron este consejo por considerarlo discriminatorio. Después de 1928, cuando la inmigración judía se incrementó ligeramente, la política británica a este respecto osciló bajo las conflictivas presiones arabe-judías. La afluencia de judíos procedentes de Europa central aumentó bruscamente tras la llegada del régimen nazi a Alemania en 1933; así, en 1935 casi 62.000 judíos entraron en Palestina. El temor a la dominación judía fue la principal causa de la revuelta árabe que estalló en 1936 y continuó intermitentemente hasta 1939. En esa época Gran Bretaña había restringido de nuevo la inmigración y la adquisición de tierras por parte de los judíos.

Después de la II Guerra Mundial:
La lucha por el control de Palestina, que se mitigó durante la II Guerra Mundial, se reanudó en 1945. Los horrores del Holocausto despertaron la simpatía mundial por los judíos europeos y por el sionismo, y, a pesar de que Gran Bretaña aún rechazaba admitir a los 100.000 judíos supervivientes en Palestina, muchas víctimas de los campos de concentración nazis consiguieron entrar ilegalmente. Varios planes para resolver el problema palestino fueron repudiados por ambas partes. Finalmente, los británicos declararon el mandato impracticable y traspasaron el problema a la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU) en abril de 1947. Judíos y palestinos se prepararon para un enfrentamiento. Aunque los palestinos superaban a los judíos en número (aproximadamente 1.300.000 frente a 600.000 respectivamente), éstos últimos estaban mejor preparados. Tenían un gobierno semiautónomo, dirigido por David Ben Gurión, y su milicia, la Haganá (Fuerza de Defensa Judía), estaba bien entrenada y tenía experiencia. Los palestinos, por otra parte, nunca se habían recobrado de la fallida revuelta árabe, y la mayoría de sus dirigentes estaban en el exilio. El muftí de Jerusalén, su principal portavoz, se negó a aceptar el plan de la ONU elaborado en noviembre de 1947 y que establecía la división de la zona en dos estados, uno árabe y otro judío, mientras que los judíos lo aceptaron. En la lucha militar posterior, fueron derrotados los palestinos. El Estado de Israel fue establecido el 14 de mayo de 1948. Cinco ejércitos árabes, que acudían en ayuda de los palestinos, atacaron Israel inmediatamente. Las fuerzas hebreas derrotaron a los contingentes militares árabes, e Israel amplió su territorio. Jordania, por su parte, se anexionó la orilla oeste del río Jordán y Egipto ocupó la franja de Gaza. La guerra condujo al exilio a 780.000 palestinos, temerosos de las posibles represalias o expulsados ante la llegada de los inmigrantes judíos procedentes de Europa y del mundo árabe. Los palestinos se distribuyeron por los países vecinos, en especial Jordania, donde mantuvieron su identidad nacional y el deseo de regresar a su patria. En 1967, durante la guerra de los Seis Días librada entre Israel y los países árabes vecinos, Israel conquistó Cisjordania y la franja de Gaza, además de otras áreas. En 1993, tras décadas de conflictos violentos entre palestinos e israelíes, los dirigentes de cada bando aceptaron la firma de un histórico acuerdo de paz. Yasir Arafat, dirigente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), y el primer ministro israelí Isaac Rabin se reunieron en los Estados Unidos el 13 de septiembre de 1993, para firmar el acuerdo de paz para la región. El plan contemplaba la autonomía de los territorios ocupados por Israel, que debía iniciarse en la franja de Gaza y Jericó. La administración palestina sobre parte de estas áreas comenzó en mayo de 1994. Las elecciones celebradas en los territorios autónomos palestinos reafirmaron la dirección de Yasir Arafat y de la OLP, pero las actitudes intransigentes de extremistas judíos (asesinato del primer ministro israelí Isaac Rabin en noviembre de 1995) y del grupo palestino Hamas (que ha llevado a cabo atentados terroristas indiscriminados en las principales ciudades de Israel) han puesto varias veces en peligro todo lo acordado en ese primer tratado de paz global y todos los que le siguieron. En ese contexto de avance hacia la plena pacificación de la región, a finales de octubre de 1999 (con cinco años de retraso) los territorios palestinos de Gaza y Cisjordania bajo control de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) quedaron unidos a través de una carretera de 44 kilómetros de longitud que atraviesa territorio israelí desde el puesto de Erez (al norte de la franja de Gaza) hasta la ciudad autónoma de Tarqumiyah (en Cisjordania). Su apertura supuso el fin de la incomunicación que habían sufrido durante años tres millones de palestinos de ambos sectores ocupados por Israel en 1967. Entre agosto y septiembre de 2005, en virtud del denominado Plan de Desconexión promovido por el gobierno de Ariel Sharon, Israel desmanteló los asentamientos de los colonos judíos establecidos en Gaza, y procedió a la retirada de la franja de todos sus efectivos militares; se ponía así fin a una situación que perduraba desde la guerra de los Seis Días. La franja de Gaza pasó a depender de la ANP (aunque Israel conservó el control de las aguas jurisdiccionales, del espacio aéreo y de las fronteras).


Sabra y Chatila:
Los días 15, 16 y 17 de septiembre de 1982, el campo de refugiados palestinos de Sabra y el barrio de Chatila se tiñeron de sangre: las milicias de la Falange Libanesa, con el apoyo logístico del ejército israelí, masacraron, según el periodista israelí Amnon Kapeliouk, entre 3.000 a 3.500 palestinos. Una masacre planeada .El 6 de junio de 1982, Israel utiliza de pretexto el atentado perpetrado contra su embajador en Londres, Shlomo Argov, y cumple con su plan de invadir el sur del Líbano para acabar con la guerrilla de la OLP, y eso a pesar de que el Mossad ya había informado al gobierno de Menahem Begin de que el autor era el grupo palestino de Abu Nidal, enemigo de Arafat. .En el mes de Agosto: EEUU, con el fin de proteger a Israel, llega a un acuerdo con Yaser Arafat para que la dirección de la OLP y sus guerrilleros abandonen Beirut. .1 de septiembre: los marines de EEUU son desplegados en el Líbano para supervisar la salida de la OLP y garantizan por escrito la seguridad de cientos de miles de civiles palestinos refugiados en el Líbano. Arafat es enviado a Grecia y cientos de fedaínes palestinos son repartidos entre varios países árabes. .10 de septiembre: los marines de EEUU, tras asegurarse también de la retirada de las tropas sirias, abandonan el Líbano, abandonan este país. .14 de septiembre: es asesinado el presidente católico-maronita del Líbano, Bashir Gemayel, del Partido de la Falange Libanesa, y aliado de Israel. El supuesto autor Habib Shartouni era un cristiano maronita del Partido Social Nacionalista de Siria. ¿A quién beneficiaba la desaparición de Gemayel? ¿A Siria de Hafiz al Assad que pretendían provocar la salida de OLP del Líbano? ¿A sus rivales dentro del partido falangista como Samir Geagea y a Amine Gemayel, su hermano que le sustituye en la presidencia como si esto fuese una monarquía feudal? ¿A Israel que así presentaba a Siria y palestinos como terroristas? Con este magnicidio fracasa el plan israelí de hacerse con el control del Líbano en alianza con la Falange, por lo que pone en marcha el plan B: .15 de septiembre: una turba de 150 hombres falangistas (con un historial lleno de de atrocidades contra los palestinos), equipados con machetes, armas de fuego y tanques asaltan Sabra Y Chatila atacando a miles de niños, ancianos, mujeres y discapacitados, “vengando el asesinato de su líder”, afirman. Durante tres interminables días, estas fuerzas fascistas despojadas de piedad, de compasión, de empatía, con una brutalidad inusitada, golpearon, torturaron, mutilaron y violaron a las mujeres antes de matarlas, mientras Ariel Sharon, al mando del ejército israelí (que irónicamente lleva el nombre de Tsahal “ejército defensivo”, para confirmar el dicho “dime de qué presumes, y te diré de qué careces), rodeaba con tanques el campo de refugiados palestinos de Chatila y el vecino barrio de Sabra en Beirut Occidental, cerrando las salidas para impedir la huida de aquella gente aterrorizada. ¿Desde cuándo se puede matar a unas 3.500 personas inocentes por la muerte de una persona? ¡Hasta el código primitivo de Hammurabi propone el “ojo por ojo”, para evitar los castigos colectivos! Este mismo día, Israel viola el acuerdo de alto al fuego, y cumple con su plan de ocupar el oeste de Beirut, que incluyen los campos. La justificación de Begin ante el enviado estadounidense Morris Draper es que, si no lo hubieran hecho, “podría haber pogramos” en el Líbano, aunque no le contó que iban a ser ellos mismos quienes llevarían a cabo este nuevo capítulo de la limpieza étnica palestina. El día 16, Israel les entrega a los ‘falangistas buldóceres’ para eliminar los cuerpos de las víctimas, mientras decenas de supervivientes malheridos son trasladados a un estadio de fútbol para ser interrogados por los agentes de inteligencia israelíes. Después, algunos de los secuestrados fueron hallados ejecutados. Israel con esta ‘pedagogía del terror’ pretendía no sólo impedir que los palestinos se organizaran para recuperar sus tierras ocupadas, sino erradicar la cantera de luchadores de la OLP, y transformar al Líbano en un aliado gobernado por la extrema derecha católica. .18 de septiembre: Draper envía un mensaje a Sharon declarando que “deberían estar avergonzado. La situación es terrible. Están matando a niños. Usted tiene el control absoluto de la zona, y por lo tanto responsable de la situación”. Pero, su “indignación” sólo fue verbal. Con tan sólo una llamada telefónica de Reagan, Begin se hubiera visto obligado a parar aquella carnicería y no lo hizo. .Tras la masacre, EEUU envía a los marines de vuelta al Líbano: así podrá vigilar las actividades de miles de hombres armados del grupo Hezbolá, el partido de dios, respaldados por Ruhollah Jomeini, quien había repudiado a Arafat, por no tener el programa de instalar un Estado Islámico en la futura Palestina reconquistada, y por su alianza con los ateos palestinos en la OLP. Ante el horror, el mundo miró para otro lado. Hasta hoy, ningún dirigente de ningún país del mundo, ni de los estados árabes o musulmanes, han visitado las fosas comunes de cerca de 600 víctimas. Los responsables de esta mascare se quedaron impunes. Incluso, Sharon, “el Carnicero de Beirut”, consiguió con esta limpieza hacer carrera política: será ministro y llegará a ser el primer ministro de Israel (2001- 2006). Y el dato: en enero de 2002, el líder falangista que dirigió la operación de la masacre, Elie Hobeika, es asesinado en un atentado en Beirut. Había anunciado que estaría dispuesto a testificar contra Sharon (entonces primer ministro) en un posible juicio por crímenes de guerra en Bélgica. ¡No se encontró a su asesino! EEUU e Israel, con el respaldo de sus aliados europeos, árabes y otros, siguen avanzado en su proyecto del Nuevo Oriente Próximo que, destruyendo a naciones y estados enteros (Irak, Yemen, Libia y Siria), pretenden configurar un mapa a la medida de sus intereses. Mientras, miles de familias palestinas huirán de un país a otro en busca de un cobijo, víctimas de los infames intereses de Estados, partidos y grupos. (Nazanín Armanian, 18/09/2017)

 
Tropas movilizadas Jean Bart    

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