Uso del agua:
La escasez de agua dulce es posiblemente el mayor problema con el que se enfrenta el mundo.
Buscando el máximo beneficio inmediato olvidamos la importancia vital que el agua tendrá para la vida de las próximas generaciones.
El planeta contiene la misma cantidad de agua que hace millones de años.
Una persona necesita para vivir cinco litros diarios de agua.
En países desarrollados donde se llega a consumir 400 litros al día son muy pocas las viviendas con sistema doble de cañerías por las que circula agua más o menos depurada.
Desde principios del siglo XX el consumo de agua se multiplicó por cuatro.
En España se consumen 36.000 millones de metros cúbicos al año. El riego acapara el 85%, el consumo doméstico el 10,5% y la industria consume un 3%.
Embalses:
En España hay más de 900 presas que producen un importante impacto en el medio natural.
El territorio español recibe cada año 300.000 millones de metros cúbicos provenientes de lluvias y nieves.
De todo este caudal, una tercera parte (110.000 millones) llega a nuestra correntía (ríos, acuíferos y otras masas).
La enorme presa de Assouan recibió gran número de críticas durante su construcción.
La regulación del Nilo trajo algunas ventajas para asegurar los cultivos , pero el limo que arrastraban las crecidas ya no fertiliza las orillas y la fauna piscícola casi se ha extinguido por falta de alimento.
Es frecuente que las grandes obras hidrológicas tengan importantes consecuencias
ecológicas. Las excesivas extracciones de los ríos que alimentan el Mar de Aral
causaron un enorme desastre en el entorno.
El entorno modificado por los embalses:
Las presas conllevan la desaparición de las praderas ribereñas y con frecuencia de importantes masas boscosas; la interrupción de los movimientos migratorios de las especies piscícolas, que remontan los cauces para desovar; la aparición de bruscas variaciones del nivel de las aguas, que dificultan la reproducción de toda la fauna asociada a este medio; un aumento de la eutrofización (materia orgánica planctónica) que acarrea una disminución o incluso desaparición del oxígeno disuelto en el agua; y la continua erosión de las orillas debido a la subida y bajada del nivel de las aguas, así como por el oleaje que provocan los vientos.
La canalización de los ríos supone dejar prácticamente desnudos los cursos de agua de todo manto vegetal que cubre sus orillas. Por otro lado, la extracción abusiva de agua de los acuíferos, tal como normalmente se hace en España, supone un gravísimo riesgo de sequía. En nuestro país, según datos del Ministerio de Obras Públicas y Urbanismo, el 30% del abastecimiento se hace con aguas subterráneas, mientras que en los países comunitarios como Holanda, Bélgica o Alemania la proporción llega al 98 por ciento. Pero los acuíferos ibéricos son escasos, y aun tan bajo porcentaje de extracción resulta excesivo para su regeneración.
El Plan Hidrológico español, aunque debería obedecer estrictamente a cuestiones científicas, se ve muy afectado por condicionamientos políticos.
Estos erróneos métodos de gestión, junto con nuestras condiciones geográfico-ambientales, han conseguido que tengamos los tres tipos de sequía que establecen los geógrafos: sequía de precipitación, que es la ocasionada por la falta de pluviosidad; sequía de escorrentía, debida a bajos niveles de caudal fluvial; y sequía acuífera, motivada por la escasez de aguas freáticas. Unidas conforman un claro signo de desertización.
Destacamos en los dos tipos de polución hidrológica, la provocada directamente por el consumo humano, y la de origen agrícola e industrial.
A principios de los 90 el 50% de los más de 11 millones de metros cúbicos de aguas residuales urbanas se vertían a los ríos y mares sin depurar. En la misma época Suecia depuraba el 90% de este tipo de aguas.
Uso irresponsable de los ríos:
El agua que contienen los ríos representa
apenas un 0,0001% del total del planeta. Diez de los mayores ríos del mundo están agonizando como resultado del cambio climático, la contaminación y las presas, lo que aumenta
las amenazas de escasez. Cinco de ellos están en Asia: Yangtzé, Mekong, Salween, Ganges e Indo; uno en Europa, el Danubio; dos en América, el río de La Plata y el río Bravo o río Grande; uno en Africa, el Nilo-Lago Victoria; y otro en Australia, el Murria Darling. La deficiente
planificación y la protección inadecuada de las áreas naturales están causando una continua pérdida de caudal. La sexta parte de la humanidad habita en zonas de clima seco donde cerca del 55 % de la población rural y el 40 % de la urbana no puede llegar al agua potable. Según la OMS 1.500 millones de personas carecen
de agua potable, y unos 5 millones mueren al año a causa de enfermedades derivadas del precario acceso y escasa salubridad. El 30 % de los tramos fluviales del mundo industrializado está contaminado.
Egipto:
Una de las primeras civilizaciones que se conocen en la realización de obras de riego, es la egipcia, en la explotación del Valle del Nilo, en la zona árida de peculiares crecidas a comienzo de la época de verano, a diferencia de otros ríos de zonas áridas, donde se producían inmensas inundaciones que fertilizaban las tierras. Ello como consecuencia de la gran longitud del río 6.500 Km., donde las lluvias de invierno de la región de los Grandes Lagos y el deshielo tardío de las nieves de las altas mesetas de Etiopía, produce una avenida que tras cargarse de limos con materia orgánica del Africa Ecuatorial y luego limos ferruginosos de la meseta de Abisinia, llega a las tierras secas de Egipto, produciendo inundaciones pero dándoles vida. Para salvaguardarse de las insuficiencias y los excesos del Nilo, se construyeron todo el sistema de diques y canales, configurándose en cada gran cuenca de riego una región agrícola o provincia con su administración, desde antes de la primera dinastía.
Mesopotamia:
Otro ejemplo de hace unos 5.000 años, es la antigua Mesopotamia, donde el Golfo Pérsico entraba más en las tierras que en la actualidad, hasta la ciudad de Ur que era puerto de mar, desembocando los ríos Tigris, Eúfrates y Karun por separado. Allí se sabe que se puso en explotación por agricultores del país de Sumer y del de Akkad, cultivando trigo con aguas del Tigris y del Eúfrates por medio de multitud de canales. Igualmente se conoce que las ciudades de Unima y Lagash utilizaban también el agua del Eúfrates para el cultivo, pero tras una discusión, Lagash tuvo que prescindir del Eúfrates y realizó un canal para traer las aguas del Tigris, llevando tal cantidad de agua que el exceso llegó al nivel freático que era salobre y con el tiempo llegó a contaminar el terreno, haciéndolo inadecuado para el cultivo.
Agua y clima (Bryson):
Un esponjoso cúmulo estival de varios cientos de metros de lado puede contener sólo de 100 a 150 litros de agua, es decir; como ha explicado James Trefil, «más o menos lo suficiente para llenar una bañera». Puedes hacerte cierta idea del carácter inmaterial de las nubes caminando entre la niebla, que es, después de todo, una nube que no tiene ganas de volar. Citando de nuevo a Trefil: «Si caminas 100 metros entre una niebla típica, entrarás en contacto sólo con media pulgada cúbica de agua, que no es bastante ni siquiera para un trago decente». Así que las nubes no son grandes depósitos de agua. Sólo aproximadamente un 0,035% del agua potable de la Tierra flota alrededor y por encima de nosotros continuamente.
La prognosis de una molécula de agua varía mucho, dependiendo de dónde caiga. Si aterriza en suelo fértil, la absorberán las plantas o volverá a evaporarse directamente en un plazo de horas o días. Pero, si se abre camino hasta la capa freática, puede tardar muchos años en volver a ver la luz del Sol, miles si llega realmente a penetrar muy hondo. Cuando contemplas un lago, estás contemplando una colección de moléculas que llevan allí como media diez años. Se cree que el tiempo de residencia en el mar se acerca más a los cien años. Aproximadamente, un 60% de las moléculas de agua de un chaparrón vuelve a la atmósfera en uno o dos días. Una vez que se evaporan, no pasan en el cielo más de una semana —Drury dice que doce días— sin que caigan de nuevo a tierra como lluvia.
La evaporación es un proceso rápido, como se puede comprobar por el destino de un charco en un día de verano. Incluso algo tan grande como el Mediterráneo se secaría en mil años si no se repusiese el agua continuamente. Ese acontecimiento se produjo hace poco menos de seis millones de años y provocó lo que la ciencia conoce como la Crisis de Salinidad Mesiniana. Lo que pasó fue que el movimiento continental cerró el estrecho de Gibraltar. Cuando el Mediterráneo se secó, su contenido evaporado cayó como lluvia de agua dulce en otros mares, diluyendo levemente su salinidad..., diluyéndolos, en realidad, lo suficiente para que se congelasen áreas mayores de lo habitual. La región de hielo ampliada rechazó más el calor solar e introdujo a la Tierra en una edad del hielo. Eso es al menos lo que sostiene la teoría.
Lo que es seguro, en la medida en que podemos saberlo, es que un pequeño cambio en la dinámica de la Tierra puede tener repercusiones que desbordan nuestra imaginación. Un acontecimiento de ese tipo puede incluso habernos creado, como veremos un poco más adelante.
[Clima:]
El verdadero centro motor del comportamiento de la superficie del planeta son los mares. De hecho, los meteorólogos tratan cada vez más la atmósfera y los mares como un sistema único, y ése es el motivo de que debamos prestarles un poco de atención ahora. Al agua se le da de maravilla la tarea de retener y transportar calor, cantidades increíblemente grandes de él. La Corriente del Golfo transporta a diario una cantidad de calor hacia Europa equivalente a la producción de carbón mundial de diez años, que es el motivo de que Inglaterra e Irlanda tengan unos inviernos tan suaves comparados con los de Canadá y Rusia. Pero el agua también se calienta despacio, y por eso lagos y piscinas están fríos incluso los días más calurosos. Por esa razón tiende a haber un lapso entre el inicio oficial astronómico de una estación y la sensación concreta de que ha empezado. Así, la primavera puede empezar oficialmente en el hemisferio norte en marzo, pero en la mayoría de los lugares no se tiene la sensación de que sea primavera hasta el mes de abril como muy pronto.
Los mares no son una masa de agua uniforme. Sus diferencias de temperatura, salinidad, profundidad, densidad, etcétera, tienen enormes repercusiones en su forma de transmitir el calor de un lugar a otro, lo que afecta a su vez al clima. El Atlántico, por ejemplo, es más salado que el Pacífico, y es bueno que lo sea. El agua es más densa cuanto más salada es, y el agua densa se hunde. Sin su peso suplementario de sal, las corrientes atlánticas continuarían hasta el Ártico, calentando el polo Norte, pero privando a Europa de todo ese agradable calor. El principal agente de transferencia de calor que hay en la Tierra es lo que se llama circulación termohalina[36], que se origina en las corrientes lentas y profundas a gran distancia de la superficie, un proceso que detectó por primera vez el científico-aventurero conde Von Rumford en 1797. Lo que sucede es que las aguas superficiales, cuando llegan a las proximidades de Europa, se hacen más densas y se hunden a grandes profundidades e inician un lento viaje de regreso al hemisferio sur. Cuando llegan a la Antártida, se incorporan a la corriente circumpolar antártica, que acaba conduciéndolas al Pacífico. El proceso es muy lento (el agua puede tardar 1.500 años en llegar desde el Atlántico Norte a la zona media del Pacífico), pero los volúmenes de calor y de agua que se desplazan son muy considerables y la influencia en el clima es enorme.
(En cuanto a la cuestión de cómo pudo alguien calcular lo que tarda una gota de agua en desplazarse de un océano a otro, la respuesta es que los científicos pueden determinar en qué cuantía están presentes en el agua compuestos como los clorofluorocarbonos y calcular el tiempo transcurrido desde la última vez que estuvieron en el aire. Comparando un gran número de mediciones de profundidades y emplazamientos diferentes, pueden cartografiar con razonable precisión los movimientos del agua.)
La circulación termohalina no sólo desplaza el calor de un punto a otro, sino que contribuye también a elevar los nutrientes cuando las corrientes ascienden y descienden, haciendo habitables mayores volúmenes de océano para los peces y otras criaturas marinas. Parece, por desgracia, que la circulación puede ser también muy sensible al cambio. Según simulaciones de ordenador, incluso una dilución modesta del contenido de sal del océano (por un aumento de la fusión de la capa de hielo de Groenlandia, por ejemplo) podría perturbar de forma desastrosa el ciclo.
[Carbono:]
Los mares se hacen favores unos a otros que también nos favorecen a nosotros. Absorben enormes volúmenes de carbono y proporcionan un medio para que éste quede bien guardado. Una de las peculiaridades de nuestro sistema solar es que el Sol arde con un 25% más de luminosidad ahora que cuando el sistema solar era joven. Eso debería haber tenido como consecuencia que la Tierra fuese mucho más cálida. De hecho, como ha dicho el geólogo inglés Aubrey Manning: «Este cambio colosal debería haber tenido unas consecuencias absolutamente catastróficas en la Tierra y, sin embargo, parece que nuestro mundo apenas se ha visto afectado».
¿Qué mantiene, pues, estable y fresco el planeta? Lo hace la vida. Trillones y trillones de pequeños organismos marinos, de los que muchos de nosotros no hemos oído hablar jamás (foraminíferos, cocolitos y algas calcáreas), captan el carbono atmosférico en forma de bióxido de carbono, cuando cae como lluvia, y lo emplean (en combinación con otras cosas) para hacer sus pequeñas cáscaras. Encerrando el carbono en sus cáscaras, impiden que vuelva a evaporarse y a pasar a la atmósfera, donde se acumularía peligrosamente como gas de efecto invernadero. Más tarde, todos los pequeños foraminíferos, cocolitos y demás animales similares mueren y caen al fondo del mar, donde se convierten en piedra calcárea. Resulta extraordinario, al contemplar un rasgo natural asombroso como los acantilados blancos de Dover en Inglaterra, considerar que están compuestos casi exclusivamente por pequeños organismos marinos muertos, pero resulta todavía más notable cuando te das cuenta de la cantidad de carbono que retienen acumulativamente. Un cubo de 15 centímetros de greda de Dover contendrá bastante más de mil litros de dióxido de carbono comprimido que, de no estar allí, no nos haría ningún bien.
Hay en total 20.000 veces más carbono retenido en las rocas de la Tierra que en la atmósfera. Gran parte de esa piedra calcárea acabará alimentando volcanes, y el carbono volverá a la atmósfera y caerá con la lluvia a la Tierra, que es el motivo de que se llame a esto el ciclo a largo plazo del carbono. El proceso lleva mucho tiempo (aproximadamente medio millón de años para un átomo de carbono típico), pero si no hay ninguna otra perturbación colabora con notable eficiencia en la tarea de mantener estable el clima.
Por desgracia, los seres humanos tienen una imprudente tendencia a perturbar ese ciclo incorporando a la atmósfera grandes cantidades de carbono suplementarias, estén los foraminíferos preparados para ello o no. Se ha calculado que, desde 1850, se han lanzado al aire 100.000 millones de toneladas de carbono extra, un total que aumenta en unos 7.000 millones de toneladas al año. En realidad, no es tanto, en conjunto. La naturaleza (principalmente a través de las erupciones volcánicas y la descomposición de las plantas) lanza a la atmósfera unos 100.000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, casi treinta veces más que los humanos con los coches y las fábricas. Pero no hay más que contemplar la niebla que se cierne sobre nuestras ciudades, el Gran Cañón del Colorado o incluso, a veces, los Acantilados Blancos de Dover; para darse cuenta de la diferencia entre una aportación y otra.
Sabemos por muestras de hielo muy antiguo que el nivel «natural» de dióxido de carbono atmosférico (Es decir; antes de que empezásemos a aumentarlo con la actividad industrial) es de unas 280 partes por millón. En 1958, cuando los científicos empezaron a prestar atención al asunto, se había elevado a 315 partes por millón. Hoy es de más de 360 partes por millón y aumenta aproximadamente un cuarto del 1% al año. A finales del siglo XXI se prevé que ascienda a unas 560 partes por millón.
Hasta ahora, los bosques —que también retienen un montón de carbón— y los océanos han conseguido salvarnos de nosotros mismos; pero, como dice Peter Cox de la Oficina Meteorológica Británica: «Hay un umbral crítico en el que la biosfera natural deja de protegernos de los efectos de nuestras emisiones y, en realidad, empieza a amplificarlos». Lo que se teme es que pueda producirse un aumento muy rápido del calentamiento de la Tierra. Muchos árboles y otras plantas incapaces de adaptarse morirían, liberando sus depósitos de carbono y aumentando el problema. Ciclos así se han producido de cuando en cuando en el pasado lejano, sin contribución humana. La buena noticia es que, incluso en esto, la naturaleza es absolutamente maravillosa. Es casi seguro que el ciclo del carbono se restablecerá al final y devolverá a la Tierra a una situación de estabilidad y felicidad. La última vez que lo hizo, no tardó más que 60.000 años.
(Bryson)
TRASLADO DE ICEBERGS POLARES A REGIONES ARIDAS:
Desde hace tiempo el hombre viene desarrollando técnicas para el aprovechamiento del agua, las cuales son cada vez más necesarias en regiones del planeta que padecen sed. Construcción de embalses, desalinización del agua del mar, y, todavía sin resultados positivos, lluvia artificial, son los procedimientos que se han desarrollado hasta la fecha. Y ahora se siguen proponiendo otras posibilidades que alteren el ciclo del agua en beneficio del suministro a la agricultura y el abastecimiento de las ciudades.
"Se han propuesto remolcar icebergs polares, principalmente desde la Antártida hasta las costas continentales áridas. Así, por ejemplo, se podría remolcar un gran iceberg (que contenga 6 kilómetros cúbicos de agua dulce) desde la Antártida al desierto de Atacama en Chile en unos siete meses, con una pérdida de agua del 30 por ciento. El iceberg sería amarrado en su lugar de destino y después fundido o cuarteado para varios fines. Aunque no se ha hecho nada en esta línea, valdría la pena considerar un proyecto piloto para paises en vías de desarrollo, como Chile y Perú. La descarga del Antártico asciende a unos 2.000 kilómetros cúbicos de icebergs por año, un recurso hídrico considerable, por tanto".
Este párrafo lo hemos leído en un artículo de Robert p. Ambroggi, publicado, con el título de "Embalses subterráneos para el control del ciclo del agua", en "Investigación
y Ciencia", edición española de "Scientific American". El autor ha sido consejero de la FAO (Organización para laAlimentación y la Agricultura, de las Naciones Unidas) desde
1961. Trabaja como consultor en el Programa de Desarrollo y en el Programa de Medio Ambiente de las Naciones Unidas. Fue director del Departamento de Recursos Hidrául icos de Marruecos y participa como miembro activo en el Plan Azul Mediterráneo, para el asesoramiento de los gobiernos en el desarrollo y aprovechamiento nacional de los recursos naturales.
El transporte de un iceberg desde las regiones polares a zonas necesitadas de agua es una idea ingeniosa y atrevida.
Se nos ocurre, por supuesto, que es un proyecto plagado de dificultades. El traslado, en sí mismo, debe encerrar difíciles problemas. Y su aprovechamiento, una vez emplazado
en supunto de destino, muchos más, pensamos. ¿Como será posible conseguir un eficaz aprovechamiento del agua que contiene un gran bloque de hielo y su posterior canalización hacia las zonas agrícolas y urbanas? Podemos pensar en una gran dársena con amplia cabida y profundidad, en la cual sería introducido el iceberg para luego extraer de allí el agua del mar.
La masa helada podría ser fundida o dinamitada, para proporcionar un gran caudal de agua.
Es evidente, por otro lado, que una aventura de este genero significaría unos costes elevados, sobre todo en la infraestructura para el aprovechamiento y suministro del
agua. En principio, la empresa puede entojársenos descabellada e irrealizable. Pero el proyecto está ahí, entre las posibilidades propuestas para el aprovechamiento de recursos hídricos. Es un proyecto que, cuando menos merece la pena conocer y, también,estudiar. Por eso lo hemos traído a las páginas de AGUAYRO, imaginando lo bien que resultaríapara Canarias, para islas
como Gran Canaria -superpoblada y tan necesitada de agua- o Lanzarote y Fuerteven~ura siempre sedientas y olvidadas de la lluvia- un caudal tan grande como el que puede proporcionar un iceberg.
Si el proyecto fuera realizable, el agua blanca de un iceberg sería la solución para estas islas. Por ahora, lo consideramos como una idea sobre la que aquí, en el Archipiélago, debemos de reflexionar, sobre la que hemos de reunir la máxima documentación. Mientras, tanto, para todos quede la idea como un sueño, como una esperanza de ver aparecer un día en nuestro horizonte, cual mágico San Borondón, el más blanco de los icebergs polares, que nos trae el, tambien, más deseado de los recursos que en estas islas necesitamos.
(Alfredo Herrera Piqué, 1977)
El tema del aprovechamiento de los icebergs polares comienza a tomar forma en proyectos concretos de gran importancia para la producción de energía eléctrica y para compensar la carencia de agua en paises secos. En el número 91 de AGUAYRO ya publicamos un artículo sobre una iniciativa que podría tenerextraorc!inario interés para las Islas Canarias: el traslado de icebergs desde las regiones polares a regiones necesitadas de agua, como la nuestra, en donde, tras ser ubicados en grandes dársenas o presas en el litoral, podrían aportar un inmenso caudal acuífero. Se trata de un proyecto que, sin duda, tendría que superar grandes obstáculos, pero que, dadas nuestras dramáticas necesidades en este terreno, hemos de tener presente
por los múltiples beneficios que su posible realización entrañaría.
En noticia aparecida recientemente en los periódicos se informa que la construcción de grandes presas en el litoral de Groenlandia "no parece ofrecer grandes dificultades técnicas o
económicas". Esta información se refiere a la utilización de los glaciares e icebergs de aquella región polar para la producción de energía en centrales hidroeléctricas. Por la relación que encierra con un tema que tanto interés tiene para nosotros, reproducimos parte de la información que desde Bruselas proporciona la agencia de información internacional española:
De genial calificaron aquí varios especialistas la idea de obtener energía eléctrica barata en los glaciares de Groelandía, la isla mayor del mundo y donde se generan "icebergs".
Según el geólogo suizo Hans S tauber, el agua de los glaciares puede acumularse en gigantescas presas naturales y ser conducida a centrales eléctricas situadas a la orilla del mar en las costas de la isla.
Por otra parte, una vez que el agua haya generado la electricidad en las turbinas, puede ser cargada en gigantescos buques tanque que la conducirán a paises secos.
El multimillonario suizo Kurt Kolbrunner está dispuesto a financiar una planta piloto y sólo falta la autorización de Dinamarca, de la cual depende Groenlandia, para la puesta en marcha del proyecto. Expertos de la CEE (Comunidad Económica Europea) de la que forma parte Dinamarca consideran genial la idea de los dos suizos, según se comenta en Bruselas, capital de esta Comunidad. Groenlandia es una isla prácticamente cubierta de hie¡o, y tiene una extensión de más de dos millones de kilómetros cuadrados que representa la cuarta parte del Brasil, la misma superficie que Arabia Saudita y el doble de Colombia. En invierno sólo cuenta con 342.000 kilómetros cuadrados sin hielo.
Los deshielos estivales provocan corrientes de agua fría que llegan hasta los trópicos. Los desprendimientos de hielo crean los "icebergs" que se piensa ahora podrían ser transportados
a los países secos y cálidos para obtener agua.
La idea, según los promotores consiste en hacer presas naturales a altitudes de hastá 2.000 metros y conducir el agua hasta las turbinas.
En verano, el sol brilla en Groenlandia durante las 24 horas del día, lo que disuelve el hielo creando gigantescas y tumultuosas corrientes de agua, que se aprovecharán para el proyecto.
En invierno, colectores de tubos, como en las centrales hidroeléctricas, penetran bajo el hielo para recoger el agua.
Según el estudio, la capa de hielo invernal que cubre prácticamente la isla sólo tiene dos metros, bajo los cuales están gigantescos lagos de agua líquida.
Además, las nevadas invernales renuevan constantemente el hielo, por lo que el caudal de agua es inagotable.
Se trata., en definitiva, de un método "barato" de utilizar la naturaleza, pues el agua de todas maneras irá a parar al mar.
La construcción de las presas no parece ofrecer grandes dificultades técnicas o económicas, aseguran los promotores.
Con sólo 40 mil kilómetros cuadrados de superficie se puede por tanto, obtener una energía eléctrica de 80 mil millones de kilowatios hora, Como comparación de consumo se pone a Alemania, que consume 70 mil millones de kilowatios hora.
El transporte de energía se realizaría a través de cables submarinos hacia Europa o América, pero, si esto fuera oneroso para algunas economías, de paises pobres, se podría obtener
en la propia Groenlandia hidrógeno, que se transportaria en barcos".
Evidentemente, las posibilidades que se ofrecen para el aprovechamiento de los icebergs y de sus grandes caudales de agua son inmensas. Las posibilidades que estos planteamientos
representan para nuestro Archipiélago, abren una gran expectativa ante la que no debemos permanecer estáticos. Consideramos que es realmente importante estar cabalmente informados y seguir
con atención el desenvolvimiento de estos proyectos. El agua que pudiera proporcíonar un iceberg para nuestras Islas significaría una realidad económica trascendental para la agricultura, la repoblación forestal y los nuevos establecimientos industriales, con las grandes repercusiones que en nuestra economía tendría todo ello. Hemos de pensar que las grandes ideas siempre han parecido poco menos que irrealizables en sus comienzos, pero que luego han servido de la forma más eficaz a la humanidad. Y hemos de tener presente que la técnica y sus instrumentos constituyen un elemento fundamental para el moderno desarrollo económico.
El entusiasmo y los medios técnicos podrían contribuir, juntos, a que las Canarias pudieran llegar a ser, nuevamente, un vergel, y una región en la que se rompiera la exigencia ahora abierta de nuevo, de la emigración. Como decíamos en el citado número de nuestra revista., se trata de una iniciativa a la que vale la pena de estar muy atentos.
(Alfredo Herrera Piqué, 1977)