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Salinas:
En Lanzarote llego a haber 25 salinas.

Construcción de la salina Los Agujeros (Lanzarote):
[Eugenio Delgado explica su construcción empleando camellos para transportar la tierra de relleno] [...] “Los peones estaban picando la tierra, que había que picarla con un pico, y yo daba los viajes con el camello, vaciaba el serón y volvía a llevarlo, y la gente volvía a llenarlo. Yo no hacía sino los viajes con los camellos”. La tierra se mojaba y se aplanaba “con un rolín del que tiraban dos hombres y uno atrás empujando, para que el barro endureciera. Cuando tenía dos días ya se secaba mucho y había que meterle agua, se deja el fondo cubierto de agua para que no se estallara”. Junto con los cocederos, lo primero que se hizo fue el pozo para sacar agua y después las salinas. “El primer molino fue de vela, tenía ocho aspas de vela, unas velas pequeñas que no resultaba porque el molino necesitaba más potencia. Tenía que venir un vientito un poco rápido para que trabajara; si había poco viento, arrancaba y cuando llegaba a sacar arriba el agua se paraba. Entonces quitó mi padre el molino ese de vela y puso uno de aspas de hierro. Después compró otro molino chico en Arrieta, de una bombita pequeña, y más tarde hizo dos más con bomba de 20 centímetros”, continúa explicando.

Salinas de Fuencaliente

Elevación de agua mediante molinos:
Los cuatro molinos lucen sus quietas estructuras junto a las paredes y aguas de las salinas, inactivos “hace más de veinte años”, pero aún sale el agua del primero de los pozos gracias a un motor de gasoil. Tiene una profundidad de 14 metros. “Se vio al llegar al agua que ya había jameo*, y cada vez que subía y bajaba la marea sacaba más entullo* para que siempre tuviera agua el pozo. Entonces, con marea vacía se quedaba con 20 ó 30 centímetros de agua y a marea llena cogía casi dos metros”. El agua subía con los molinos hasta los cocederos, primero al que llama cocedero madre, que está un poco más alto, y “de allí iba de un cocedero a otro para ir calentando: a lo mejor estaba cuatro días en uno, seis días en otro, hasta que había que gastarla en las salinitas [cada tajo tiene aquí 10 ó 20 salinas]”.

Transporte en veleros:
El almacén para depositar la sal lo construyeron enterrado, por debajo del nivel de las salinas, “para no estar emparvando sal, sino que se llegaba y se vaciaban primero las cestas, que había que cargar al hombro, después las carretillas con rueda de hierro hasta que empezaron a venir esas de la rueda de goma”. La producción anual era de siete a ocho mil fanegas, aunque un año alcanzaron las diez mil fanegas. El tío de Eugenio, que vivía en La Palma, era quien la vendía allí casi toda. En camiones que la llevaban a embarcar a los puertos de Arrieta y Arrecife, o directamente frente a Los Agujeros, donde fondeaban barcos de vela “con motorcitos auxiliares” como la Evelia o el San Miguel de La Palma, viajaba hasta Santa Cruz de La Palma. Los sacos de 50 kilos los tiraban entre dos hombres sobre la cubierta de unas lanchas desde el borde de las rocas, donde todavía hoy se ve los restos de una pequeña obra que facilitara el acceso hasta el borde del mar: “nos gastamos un par de sacos de cemento para fondear los hombres los pies”. También las factorías de Lloret y Llinares en Arrecife compraban la sal de Los Agujeros. El tiempo que se tardó en construir estas salinas es difícil de precisar, dice Eugenio, “porque todos los años iba después haciendo un poco: en invierno, cuando no había sal que coger, hacía a lo mejor cien salinas, o cincuenta. Se empezó con media docena de cocederos y unas 430 salinas haciéndose seguidas. Después, se fue haciendo más y llegó a haber más de veinte cocederos y 1.700 salinas”. Su producción no se interrumpe sino unos pocos meses al año. “La zafra empieza en febrero, hasta que llueva: cuando pasa septiembre, la sal ya no cuaja tanto, es mucha menos; octubre puede ser un mes bueno de sal si no llueve, porque como viene el agua curtida de atrás, se hace. Pero noviembre, diciembre y enero son meses que no se hace sal”. (Yuri Millares)

 

 

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