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Canarias: Conquista:
Conquista de Gran Canaria:
El primer objetivo era Gran Canaria. En ella desembarcaron el 24 de junio por el puerto de las Isletas y sin la menor oposición de los nativos establecieron, en la margen izquierda del Guiniguada, el campamento que se llamó El Real de Las Palmas. A sus espaldas quedaba una isla bastante poblada y hostil. Los canarios no aceptaron con pasividad la presencia de la tropa invasora. A los pocos días Doramas, Maninidra y Adárgama, con sus hombres del sur, efectuaron un ataque que puso en verdadero apuro al campamento, pero Juan Rejón logró herir y hacer prisionero a Adárgama, suceso que decidió la retirada de los atacantes. A este primer enfrentamiento siguieron otros que obligaron a una permanente alerta en el reducto. Pero tras sus parapetos también se producían luchas como consecuencia de las discordias surgidas entre Rejón, el deán Bermúdez y el gobernador Pedro de Algaba, cuyo desenlace fue la decapitación de este último, el cese de Rejón, el destierro de Bermúdez y el nombramiento de Pedro de Vera para proseguir la conquista. Desaparecidas las rivalidades y banderías del Real de Las Palmas las tropas castellanas, bajo el mando de su nuevo capitán, adquirieron una belicosidad y endurecimiento notables y pronto se palparon los resultados: en la batalla de Arucas fue muerto por la espalda el valeroso Doramas y en Gáldar cayeron prisioneros el guanarteme Thenesor Semidan, Maninidra y otros notables, contratiempos que quebrantaron gravemente la mora! de la resistencia. El guanarteme fue llevado ante los Reyes Católicos, bautizado y apadrinado por el propio don Fernando, recibiendo el nombre de Fernando Guanarteme. De regreso a la isla intervino en numerosas ocasiones como mediador entre los dos bandos, tratando de convencer a sus antiguos subditos de la inutilidad de la resistencia. Los últimos episodios bélicos de esta desigual contienda fueron la victoria obtenida por Bentejui, que le costó la vida a Miguel de Mújica y a doscientos de sus soldados, en enero de 1483, y el sacrifio heroico del faican y Bentejui que, al ver que no era posible proseguir la lucha, prefirieron morir antes que rendirse y se arrojaron al abismo, estrechamente abrazados, al grito de ¡Atis Tirma! La conquista, que se había iniciado el 24 de junio de 1478, no finalizó hasta el 29 de abril de 1483. Lo que en la mente del obispo Frías y de los predicadores de la indulgencia prometía ser una ocupación pacífica, incruenta, se transformó en una guerra que duró cinco años y que produjo mucho dolor y mucha sangre. La defensa del derecho a la libertad y a un trato humanitario de los indígenas constituyó la gran preocupación del obispo don Juan de Frías; pero tuvo enfrente, siempre, a Pedro de Vera que llegó a amenazar al prelado, si seguía incordiando, con quitarle la mitra y colocar sobre su cabeza un casco candente.

Conquista de La Palma:
El nombre del obispo don Juan de Frías es necesario recordarlo de nuevo al hablar de la conquista de La Palma. También en esta isla se propuso el prelado realizar una penetración pacífica valiéndose de una palmera, llamada Francisca, que residía en Gran Canaria y que por encargo de Frías y el Cabildo Eclesiástico se trasladó a su isla natal logrando convencer a cinco de sus reyezuelos para que vinieran con ella a Las Palmas; aquí fueron instruidos en la fe cristiana, bautizados y devueltos a sus pequeños reinos con la misión de difundir la nueva religión. Cuando este plan empezaba a dar sus frutos entra en escena Alonso Fernández de Lugo, experto capitán que a las órdenes de Pedro de Vera había desempeñado brillante cometido en la campaña de Gran Canaria. Él fue quien, con astucia, logró hacer prisioneros a Fernando Guanarteme, Maninidra y otros isleños principales. Lugo marchó a la Corte, que entonces se encontraba en los aledaños de Granada, y gestionó y obtuvo de los Reyes Católicos el honroso y lucrativo encargo de capitanear la conquista de La Palma. A tal fin concertó préstamos, estableció pactos y pudo organizar una modesta expedición que zarpó de Cádiz en el verano de 1492, pocos meses antes de que Colón se hiciera a la mar desde el puerto de Palos de Moguer. Como la recluta peninsular no fue muy numerosa, quizá intencionadamente, al llegar al Real de Las Palmas completó su ejército incorporando al mismo a parientes y amigos, conquistadores con ganas de nuevas aventuras y canarios deseosos de hacer méritos para mejorar su suerte. Entre estos últimos se alistaron don Fernando Guanarteme, Maninidra y una nutrida representación de aborígenes de las islas sometidas. Con sus novecientos hombres llegó Lugo frente a Tazacorte el 29 de septiembre, día de San Miguel. El desembarco se hizo sin la menor oposición y enseguida comenzó a establecer pactos de amistad con algunos caudillos que le aseguraron el abastecimiento de la tropa. La campaña fue casi un paseo militar, salvo la fuerte oposición que le hizo Tanausú, jefe del cantón de Aceró. Para reducirlo concertó con él un encuentro pacífico, pero cuando se acercaba el isleño al campamento castellano quebrantó el capitán su palabra y le hizo prisionero junto con sus leales. La isla quedó sometida el 3 de mayo de 1493. Tanausú, lleno de pesadumbre, se dejó morir de hambre cuando le llevaban encadenado a la Península.

Conquista de Tenerife:
Con la rápida campaña de La Palma había adquirido Lugo un innegable prestigio ante la Corte, que se tuvo en cuenta al encargársele la conquista de Tenerife. En esta isla la predicación evangélica había sido menos intensa que en las dos anteriores (Gran Canaria y La Palma); sin embargo, en una cueva costera conservaban los guanches una imagen de la Virgen que había sido dejada en aquel lugar por los frailes que misionaron en Tenerife a mediados del siglo XV. Rematada totalmente la ocupación de La Palma comenzó Lugo los preparativos para la expedición invasora de Tenerife. En su ejército se alistaron otra vez peninsulares y canarios de las diferentes islas, formando estos últimos una fuerza que sería empleada por don Alonso como avanzadilla política y dialogadora, en unas ocasiones, y como tropa sufrida y experimentada en las situaciones de apuro. A la cabeza de los isleños figuraron de nuevo don Fernando Guanarteme y Pedro Maninidra. Al pisar Lugo Tenerife, el primero de mayo de 1494, se encontraba la isla dividida en nueve reinos o tribus que se denominaban: Tegueste, Tacáronte, Taoro, Icod y Daute en el norte; Adeje, Abona y Güimar en la parte sur y Anaga al este. La política que se propuso seguir el conquistador fue la de concertar pactos con los menceyes que se mostraron propicios y los consiguió, de manera especial, con los de Anaga y Güimar. Pero de todos ellos era Benitomo, mencey de Taoro, el más influyente, poderoso y hostil a la invasión y las proposiciones de paz y amistad que se le formularon fueron rechazadas. El fracaso de las negociaciones obligaron a realizar una penetración armada en el menceyato de Taoro, operación que aprovechó Benitomo para tender una emboscada; cuando Lugo se dio cuenta y quiso retirar sus fuerzas fue atacado por una embravecida guerrilla de guanches, oculta en lo alto del barranco de Acentejo, que le ocasionó un tremendo descalabro, muriendo en la refriega seiscientos soldados peninsulares y trescientos isleños de los que militaban en el ejército castellano. Lugo, que resultó herido, al ver tan mermada su tropa decidió reembarcar hacia Gran Canaria, abandonando de momento la operación. Sanado de sus heridas y recuperadas y reforzadas sus tropas volvió a zarpar con rumbo a Añaza el 2 de noviembre del mismo año de 1494. En la noche del 13, con el mayor silencio y protegidos por la oscuridad, avanzaron sus tropas hacia La Laguna. Al amanecer se dieron cuenta los guanches de que el enemigo estaba casi frente a ellos y, recordando con orgullo la matanza de Acentejo, presentaron batalla. La lucha fue durísima y la victoria castellana la decidió la intervención de don Fernando Guanarteme al frente de sus canarios. En el encuentro murieron el mencey Benitomo y su hermano Cliimencliia, este último fue rematado por un soldado canario cuando se encontraba malherido en el suelo. Muerto Benitomo le sucedió en el menceyato su hijo Bentor. Con él celebró nueva entrevista don Fernando Guanarteme para pactar una rendición, pero nada consiguió porque era tan duro y entero como su padre. Bentor entonces pidió ayuda a los menceyes de Tacáronte, Icod y Daute y todos se prepararon para la batalla, que sería la decisiva. Esta tuvo lugar el 25 de diciembre de 1495, en el mismo paraje en que Lugo había sido derrotado año y medio antes; el barranco de Acentejo pero en esta ocasión el triunfo fue para las tropas castellanas y con él terminó, prácticamente, la conquista de Tenerife. Bentor, el último caudillo de la resistencia, prefirió morir antes que rendirse y se arrojó ai vacío desde un alto risco. A la conquista de La Palma y Tenerife cooperaron no sólo los canarios de las islas ya sometidas, sino los propios palmeros y tinerfeños que tiabitaban en los bandos de paces, o sea: en territorios que habían pactado amistad con los conquistadores desde la primera hora. Estos episodios se olvidan frecuentemente, o se pasan por alto, a pesar de haber significado tanto psicológica y militarmente. (JMA, Breve historia de las Islas Canarias, 1991)


José Miguel Alzola (1913-2014):
Fue miembro de la Real Academia Canaria de Bellas Artes, Presidente de El Museo Canario (1972–1987) y miembro de otras instituciones culturales, como el Instituto de Estudios Canarios. Premio Canarias de Patrimonio Histórico en 1999, fue nombrado Hijo Predilecto de la isla de Gran Canaria y de la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. Destacó por su trabajo de investigación y su dilatada labor en algunas de las principales instituciones culturales de Canarias. En sus numerosas obras trató con especial incidencia muchos aspectos de la religión en Canarias, historia del arte, biografías, historia local y etnografía.

 

 

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