Spencer             

 

Herbert Spencer (1820-1903):
Teórico social inglés, considerado el padre de la filosofía evolucionista. Spencer destacó por sus investigaciones sobre el cambio social desde la perspectiva evolucionista (véase Darwinismo social). Nació en Derby y su formación fue autodidacta. En sus lecturas conoció la teoría de la evolución expuesta a finales del siglo XVIII por el naturalista francés Jean Baptiste de Lamarck; teoría hoy desacreditada, postulaba que los rasgos adquiridos por un organismo eran hereditarios. Las teorías de Lamarck influyeron profundamente en la obra de Spencer. En 1851, Spencer publicó su obra La estática social, en la que destacaba la necesidad de la libertad individual y la suprema importancia de la ciencia. En Principios de psicología (1855) sostenía que toda materia orgánica tiene su origen en un estado unificado y que las características individuales se desarrollan de forma gradual por evolución. Casi al mismo tiempo ideó un sistema filosófico basado en su teoría de la evolución que abarcaría e integraría todas las áreas existentes del conocimiento, y al que denominó Filosofía sintética. La primera entrega, Primeros principios, se publicó en 1862; a continuación aparecieron Principios de biología (2 volúmenes, 1864-1867), una edición ampliada de Principios de psicología (1870-1872), Principios de sociología (3 volúmenes, 1876-1896) y Principios de ética (2 volúmenes, 1892-1893). Otra obra importante de Spencer es Ensayos científicos, políticos y especulativos (3 volúmenes, 1891), donde estudió el impacto general de la teoría de la evolución sobre el pensamiento científico, político y filosófico. A pesar de que Spencer no logró crear escuela, su ambicioso intento de sistematizar todo el conocimiento dentro del marco de la ciencia moderna, y especialmente en términos de la evolución, le ha hecho merecedor de figurar entre los principales pensadores de finales del siglo XIX.

Darwinismo social:
Teoría que establece que el desarrollo de los seres humanos y las sociedades se ajusta al patrón descrito por Darwin en su teoría de la evolución por selección natural. Los seguidores del darwinismo social sostienen que las personas y grupos sociales, así como los animales y las plantas, compiten por la supervivencia, en la cual la selección natural es resultado de la “ley del más fuerte”. Algunos rechazan la intervención de los gobiernos en los asuntos relacionados con la competencia entre las personas y se muestran a favor del laissez-faire como doctrina política y económica. El darwinismo social se originó en Inglaterra durante la segunda mitad del siglo XIX, después de que Darwin aplicara sus teorías de la selección natural a los seres humanos en su obra La descendencia humana y la selección sexual (1871). Sin embargo, fue el sociólogo inglés Herbert Spencer quien formuló el principio sobre la “supervivencia de los más aptos” seis años antes que Darwin. En su obra La estática social (1851) y en otros estudios, Spencer defendió que a través de la competencia la sociedad evolucionaría hacia la prosperidad y libertad individuales, una teoría que ofrecía la posibilidad de clasificar a los grupos sociales según su capacidad para dominar la naturaleza. Desde este punto de vista, las personas que alcanzaban riqueza y poder eran consideradas las más aptas, mientras que las clases socioeconómicas más bajas, las menos capacitadas. Esta teoría fue utilizada por algunos como base filosófica del imperialismo, el racismo y el capitalismo a ultranza. El darwinismo social tuvo una gran influencia a principios del siglo XX, aunque fue perdiendo popularidad después de la I Guerra Mundial. Durante las décadas de 1920 y 1930 fue duramente criticado por contribuir al auge del nazismo (véase Nacionalsocialismo). En esa misma época, los avances en la antropología desacreditaron esta teoría; los antropólogos Franz Boas, Margaret Mead y Ruth Benedict mostraron que la cultura es intrínseca a los seres humanos. La eugenesia fue también desacreditada después de que sus argumentos fueran utilizados por Adolf Hitler para justificar la existencia de una “raza superior”; por ello la genética profundizó más en sus planteamientos científicos. Hoy, sin embargo, la sociobiología, que defiende el determinismo genético —y que algunos consideran una nueva versión de darwinismo social—, intenta explicar el cambio social y cultural en términos evolutivos.

Laissez-faire:
[dejad hacer], doctrina económica que propugna una política de no intervención del gobierno en los asuntos económicos y defiende el capitalismo, la libre competencia y las preferencias naturales de los consumidores como principales fuerzas que permiten alcanzar la prosperidad y la libertad. Surgió a finales del siglo XVIII como doctrina económica del emergente liberalismo, ante los impuestos al comercio y el control estatal ejercido por las monarquías absolutistas europeas en virtud de las teorías del mercantilismo, dominante durante la edad moderna. En Europa occidental, durante el siglo XVIII, los pensadores económicos opinaban que el orden natural, sin regulaciones ni ajustes, era el mejor sistema para conseguir el máximo bienestar para todos. En Francia, los primeros economistas, conocidos como fisiócratas, desarrollaron por primera vez la teoría del laissez-faire, que establecía que no debía interferirse en las relaciones comerciales. Sin embargo, el principal exponente del capitalismo del laissez-faire fue el escocés Adam Smith, quien creía que el bienestar individual era el fundamento del poder de una nación. En su obra La riqueza de las naciones (1776), defendía una política de libre comercio según la cual la “mano invisible” de la competencia podría actuar como reguladora de la actividad económica. La defensa que Smith hacía de la empresa privada como mejor estímulo para la distribución equitativa de la riqueza fue ganando adeptos a principios del siglo XIX, debido, en parte, a las revoluciones liberales que se sucedieron en Europa. Sus teorías fueron ampliadas por una escuela de economistas británicos encabezados por David Ricardo y John Stuart Mill. Los principios del laissez-faire y del libre comercio atrajeron a la creciente clase capitalista de la Revolución Industrial. Estos propietarios y comerciantes deseaban verse libres de la regulación y de los impuestos establecidos por los gobiernos para buscar su propio interés. Vencedoras en el primer tercio del siglo XIX, las políticas del laissez-faire provocaron abusos, especialmente por el empleo de mano de obra infantil. Paulatinamente se fueron asociando más empresas para controlar la producción y los precios en beneficio de sus propietarios. Así, la competencia —fundamento básico del sistema del laissez-faire— desapareció. Esta tendencia hacia el monopolio, hizo que se empezara a reclamar una reforma. A finales del siglo XIX, en todo el mundo occidental se fueron restableciendo los controles gubernamentales. Las restricciones económicas estatales y el crecimiento del socialismo durante el siglo XX no han podido erradicar los principios básicos individualistas de la filosofía del laissez-faire. La teoría resurgió durante las décadas de 1980 y 1990, especialmente debido al monetarismo, por lo que en esos años se reanudaron las privatizaciones de industrias controladas por el Estado y se ha disminuido el papel del sector público. (Encarta)


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