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Cine erótico:
La edad de oro del cine erótico hasta Hardcore:
Rita Hayworth cantando Put the Blame on Mame en su mítica Gilda (Charles Vidor, 1946), puede considerarse lo más parecido a algo erótico de cuanto se grabó en Hollywood entre los años Cuarenta y Cincuenta. Por su parte, el español Luis Buñuel hizo, durante su estancia en México, su pequeña aportación personal al género con algunos melodramas ligeros, más centrados en las obsesiones y rarezas sexuales de sus personajes que en activar la libido del público. Así pues, se observaba un panorama bastante desolador para el erotismo en aquella fechas, que, no obstante, iba a experimentar por fortuna una auténtica revolución, en breve...

La edad de oro del cine erótico Habría que esperar hasta los años Sesenta y, sobre todo, Setenta para que el género erótico lograra hacerse un hueco, por derecho, en el celuloide internacional. No en vano, estas dos décadas son consideradas como la "edad de oro" del erotismo en el cine. Curiosamente, coincide esta golden age con el momento en que aparece por vez primera el sistema de clasificación de películas por edades, lo que contribuirá a que el cine erótico pueda ser comercializado y exhibido legalmente. Nace la gran ola del erotismo italiano y francés, cuyas industrias cinematográficas, dirigidas por empresarios con buen olfato para los negocios, empezaron a apostar fuerte por este género, considerado hasta entonces como "maldito". Y es que, como suele decirse, el pecado atrae, y ese carácter “prohibido” propio del erotismo proporcionará inmensos beneficios a los productores que supieron dejar a un lado los escrúpulos moralistas para exigir, cada vez más, desnudos y escenas realistas de sexo a sus actores. Esta renovación dará desde adaptaciones de clásicos de la literatura erótica como las célebres Historia de O -Just Jaeckin (1975) y Casanova - Fellini (1976), o la chocante Saló: Los 120 días de Sodoma, de Pier-Paolo Pasolini (1975), inspirada en la obra del marqués de Sade, hasta creaciones únicas, como las míticas El último tango en París -Bertolucci (1973), y El Imperio de los sentidos - Oshima (1976).

Paul Schrader y Hardcore:
Esta edad dorada verá su cierre, paradójicamente, con una cinta magnífica, colosal, pero que, en gran medida, y pese a su fuerza visual y carácter explícito, no puede ser considerada cine erótico propiamente dicho: Hardcore, un mundo oculto (1979). Paul Schrader, su guionista y director, fue acusado de racista, fascistoide y sensacionalista, entre otros calificativos que mejor no poner aquí, tras presentar esta genial película sobre la odisea de un hombre viudo, ultraconservador y calvinista, del Midwest en busca de Kristen, su hija perdida, escapada del hogar para hacer carrera en Hollywood como actriz, aunque finalmente fagocitada por el mundo del porno. La leyenda negra -al parecer, totalmente cierta- dice que Schrader en persona se sumergió durante meses en lo más profundo y oscuro de los barrios marginales de Los Angeles para documentarse bien, conociendo el submundo que quería retratar, con brutal realismo, en su obra: chulos negros, prostitutas adolescentes comidas por la heroína (y quizá, también, por los primeros golpes silenciosos del SIDA), babosos cincuentones introduciendo dólares entre los muslos de demacradas strippers,... El conocimiento de primera mano de aquel mundo oculto acabará, curiosamente, humanizando a Jake, el protagonista, el buen papá interpretado por un insustituible George C. Scott, al tomar conciencia de la angustia de su hija, y entender por primera vez las razones de su fuga, escapando de la cerrada y retrógrada sociedad de su Kansas natal.

Presunta autobiografía
Tras escribir guiones tan brillantes como el de Taxi Driver (1976) y debutar exitosamente como director en Blue Collar (1978), Schrader se entregó por completo a Hardcore, proyecto producido por su amigo John Milius, y que parece tener mucho de autobiografía o confesión personal. Schrader nació en una familia de ultra-conservadores profundamente religiosos, que no le permitieron ver películas hasta los dieciocho años. Sabiendo esto, resulta inevitable comparar al director de Hardcore con su protagonista, Jake Van Dorn. Más aún teniendo en cuenta que, posiblemente, el viaje juvenil de Schrader a Los Angeles para iniciarse en el cine pudo resultarle una experiencia emocionalmente dura. Así, las dolorosas pero importantes lecciones de vida que el personaje de Scott, Jake, tiene que aprender forzosamente (o encajar a las malas), en la búsqueda de su hijita, probablemente tienen mucho que ver con los palos que el mismo Schrader se llevó en sus comienzos como cineasta.

¿Erotismo o crítica del erotismo? Paul Schrader, aún joven, aún no ha definido totalmente su estilo en Hardcore, aunque su esencia ya está ahí, latente: narración sobria, pero bien hilvanada; planos altamente descriptivos que introducen al espectador progresivamente en el infierno de Jake; golpes recurrentes de violencia explícita; personajes bien perfilados, consistentes, víctimas de sentimientos contradictorios y fuertes pasiones; fotografía e iluminación bien adaptadas al ambiente (neones y penumbras para la ciudad, luz neutra y suave en el entorno rural),... Un metraje que puede considerarse, básicamente, un detallado muestrario de perversiones, a excepción del final, emocionante happy end en el que padre e hija se reconcilian. Moraleja: el amor familiar vence al vicio. No obstante, un desenlace que, según se dice, no corresponde con el que Schrader tenía, en principio, proyectado. Al parecer, el guión original, luego retocado por los mandamases de producción, acababa con la joven quedándose con la gentuza que la explota sexualmente, pues prefiere a esos canallas antes que regresar al mediocre Kansas de su infancia. Hardcore tiene la ventaja añadida de funcionar como documental, altamente realista, sobre el porno duro que le da título. Pero no es ciertamente, a nuestro entender, cine erótico propiamente dicho. Si los argumentos del cine erótico tienen por eje el deseo, la atracción sexual y el sexo, pero de forma velada -sugiriendo más que enseñando claramente-, esta película, aun contando con escenas calificables como eróticas sensu stricto, no centra su temática en el deseo, sino en las angustiosas aventuras de un desdichado puritano en busca de su hija y su metamorfosis hasta convertirse en otra persona, distinta a aquélla que salió del pueblo.


Wakamatsu y el cine erótico pinku-eiga de Japón
Koji Wakamatsu (1936) es un cineasta japonés muy conocido en su país desde hace décadas, y desde 1967 en Occidente, tras ser premiado en el Festival de Cannes, por su chocante película Violated Angels ("Ángeles violados"), con la que la crítica occidental reconocía por primera vez el trabajo de un auténtico poeta erótico visual. Nace un genio del cine erótico Nacido en 1936, estudió Agronomía durante su juventud, para después convertirse en miembro de una banda yakuza de Shinjuku (Tokio). Sus relaciones con la mafia le permitieron trabajar en los cincuenta como ayudante de dirección en la televisión japonesa, donde surgió su pasión por el cine, especialmente por el rodaje de películas eróticas de serie B. En este ambiente consiguió sus primeros contactos con las productoras. En 1963, dirigió su primer filme, Sweet Trap, sorprendente éxito de taquilla que le permitiría dirigir veinte cintas más hasta 1965, a un ritmo frenético. Pero Wakamatsu pronto se vio condenado a ser un proscrito, perseguido frecuentemente por la censura en muchos países extranjeros, como China y EEUU, aunque no en Japón, donde, aunque criticado a menudo por su carácter escandaloso, no ha tenido nunca problemas serios para proyectar sus cintas. ¿Qué mostraba en sus filmes para recibir tamaño trato, mientras gran parte del público le adoraba? Bueno, en primer lugar se trataba de pinku eiga, un género que aborda, desde sus nacimiento en 1962 -con la película Nikutai No Ichiba ("Mercado de carne") del pionero Satoru Kobayashi- historias de jóvenes rebeldes con muchas drogas, tono erótico explícito (aunque sin mostrar genitales), obscenos devaneos sadomasoquistas y fetichistas, metraje breve, actores amateurs y bajo presupuesto. Sin embargo, Wakamatsu impregnaba sus cintas de sus reflexiones personales sobre la realidad política de su país, entre modosos desnudos y temáticas violentas. Algo incómodo para muchos políticos, ciertos sectores privilegiados, y para los críticos cinematográficos más mainstream.

Renovación del pinku-eiga La llegada de Wakamatsu al pinku eiga significaría para el género un toque sumamente personal, renovador, un soplo de aire fresco al asociar por primera vez lo erótico a lo político. Sus primeras películas durante los años sesenta lo muestran ya como un creador revolucionario: Dulce trampa, Mujeres salvajes, Estrategia erótica... En 1965, ante su increíble éxito, pudo fundar su propia productora, filmando Secrets Behind The Wall que fue seleccionada por el Festival de Berlín -entre grandes escándalos-, historia de un joven voyeur inmerso en una sociedad incapaz de darle un futuro, crítica de la sociedad japonesa contemporánea. Un año después ruedaTaiji ga Mitsuryo Suru Toki (The Embryo Hunts In Secret), en la cual un hombre secuestra, tortura y abusa sexualmente de una mujer, que finalmente logra escaparse y asesinar a su captor. Por entonces, Wakamatsu empezó a sentirse atraído por la extrema izquierda japonesa. Con ello, su erotismo sadomasoquista, lleno de guiños a la obra del Marqués Sade, se transformará plenamente en mensaje político, como se aprecia en películas tan logradas como Violated Virgin o Ecstasis of the Angels. Entonces, pasó a coguionizar y trabajar como productor ejecutivo en el film de Nagisa Oshima El imperio de los sentidos, tras cuyo sonoro éxito, se producirá un período largo de silencio, un vacío creativo que se ha prolongado hasta fechas recientes. El erotismo político rezuma por doquier en la producción de Koji Wakamatsu, y especialmente en aquélla de los años 1960-1971, por ejemplo en United Red Army (1971), estrenada por primera vez en Europa (Francia) en 2010. En 2010 volvió a ser noticia mundial tras el estreno, ante el público galo, de su última película Caterpillar ("Gusano", traducida en castellano como El soldado Dios), sobre un militar japonés que vuelve a casa tras la Segunda Guerra Mundial, lleno de condecoraciones pero brutalmente mutilado de brazos y piernas, obsesionado por las violaciones colectivas que él mismo realizó durante la guerra, y totalmente privado de libertad por su esposa, con la que acaba desarrollando curiosas relaciones sadomasoquistas.

Sexo y política La relación sexo-política en el pinku-eiga de Wakamatsu es algo indefinible, un fenómeno que él mismo reconoce no saber explicar bien. Es su forma de expresar ideas, a través de ambos elementos. "El artista –asegura- tiene una idea y simplemente quiere expresarla, no explicarla, aunque el público por supuesto tiene todo el derecho de hacer interpretaciones sobre su obra". El cine de Koji Wakamatsu tiene como eje un vasto imaginario político de guerrilleros y militares exaltados que contrastan con la frivolidad de chicas reprimidas sexualmente o humilladas, voyeurs, la ridiculez de adolescentes acomplejados y mutilados, y diversos personajes de aspecto anodino pero con lados siniestros que explotar. Su estancia en Palestina en los sesenta, interesado por la lucha guerrillera en la región, le dio la inspiración para The Red Army: Declaration of World War (1971), que le granjearía la consideración de peligroso en algunos países por “vínculos con el terrorismo”. Sin embargo, muchos críticos vieron en Red Army, más bien, una crítica contra la mecánica de las guerrillas, tema recurrente a lo largo de su carrera. Secrets Behind the Wall (1957), elogiada en Berlín, fue considerada en Japón una “vergüenza nacional”. Esta singular película arranca con una pareja fornicando bajo un cartel de Stalin, mientras ella repite que “se muere” por una cicatriz de su amante, y luego pasa a centrarse en el verdadero protagonista, un vecino voyeur. La alabada Ecstasy of the Angels (1972) supone la anarquía sexual total sublimada en una guerrilla, que roba explosivos de un cuartel norteamericano, y cuyos miembros acabarán desatando una frenética euforia sexual, que les lleva a la muerte. En Cycling Chronicles, que acaba con un adolescente alienado asesinando a su madre, llama la atención la banda sonora, especialmente la voz del cantante Kazuki Tomokawa que aúlla y gime, expresando lo que siente el joven. Estas escenas dan buena cuenta del tipo de ideas de este polifacético director nipón de 75 años, enamorado de su profesión y orgulloso de su trabajo, empeñado en mostrarnos los intentos fallidos de subvertir el orden a través de la política a través de una original codificación sexo-violencia. (Juan Antonio Cantos Bautista | suite101 2013)

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