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Cabotaje: Capitán de Armas:
Nº 12. En el año 1947, Juan Umpierrez vuelve de cumplir el servicio militar, piensa en seguir con lo único que sabe, dedicar su vida al mar. La experiencia de la rutina militar y la dureza de la misma lo han curtido, se siente más fuerte y voluntarioso. Vuelve a Lanzarote pensando en comenzar cuanto antes una nueva vida. Ofrecer a su mujer y la familia un futuro mejor. Como siempre ha pensado, es importante buscar nuevos horizontes, salir de la isla o encontrar un trabajo que dé estabilidad. Su fortaleza lo hace ser autodidacta, quiere aprender, llenarse de cosas nuevas. Se esfuerza en su objetivo. No tuvo la oportunidad de asistir a la escuela siendo pequeño, por eso, es su esposa Josefa quien le enseña a leer y escribir. Su conocimiento de la vida marina lo coloca en la empresa de Antonio Armas Curbelo, una empresa canaria de cabotaje que traslada mercancía entre las islas. El primer destino como responsable de un barco de esta compañía lo lleva a patronear el “San Bartolomé” más conocido en Gran Tarajal como el “Bartolo”, un pequeño navío pailebot reconvertido al cabotaje, que antes había servido como pesquero en las costas del Sahara. Pertenecía a David Martín que a su vez era patrón del mismo, luego fue adquirido por Antonio Armas. Este barco hacía servicio entre las diferentes islas trasladando mercancía y aprovisionando a los faros que existen en ellas. Este es un dato que nos demuestra el papel que jugaban los faros para la seguridad de la navegación entre las islas. El farero vivía apartado del mundo, esperando que le llegaran los suministros y las noticias a través del barco. Después de enlazar las islas y la costa saharaui (Cabo Jubi, El Aaiun y Villa Cisneros), el Bartolo se destina al transporte marítimo entre Las Palmas de Gran Canaria y Gran Tarajal. Se mantiene en servicio patroneado por Juanito hasta que éste es trasladado al Marijé, un nuevo barco que también hace la misma ruta. El Bartolo encalla en Jandía en noviembre de 1962, Juanito ya no era su patrón. Desde el punto de vista humano, para la gente del pueblo, la pérdida del barco tuvo un halo de tristeza. Durante muchos años nos acostumbramos a verlo llegar por la mañana y partir por la noche. El Marijé, aunque no era mucho mayor que el Bartolo, nos pareció un barco más bello y moderno. Además, mientras el primero era de madera, este era de hierro, con una estructura y diseño diferente. Aunque desde el punto de vista de la marinería, poco cambió, sobre todo en las relaciones personales ya que casi todos eran vecinos de Gran Tarajal y majoreros. Las relaciones personales jugaron un papel primordial en la vida diaria de Gran Tarajal en aquella época. Juanito “El Patrón” que se instala en el pueblo en 1957, era un miembro más de la comunidad, se respetaba su seriedad y compromiso. Es indudable que era un verdadero “lobo de mar”, que tenía un gran conocimiento del arte de gobernar un barco. Sobre todo ello, tenemos que resaltar su buen corazón y su disponibilidad a favorecer a sus vecinos. No cualquiera tenía la posibilidad de pagarse un billete en el Correillo. Sin la ayuda de Juanito, muchos no hubiesen podido viajar a Gran Canaria, otros habrían perdido la oportunidad de ir a visitar un médico, enviar sus hijos a estudia o realizar alguna compra necesaria. Todos sabíamos que siempre estaría la amabilidad del patrón para darnos un hueco en sus barcos. Los años 50 y 60 del siglo pasado fueron el florecimiento de la economía en Gran Tarajal. Era el puerto más importante de la isla en cuanto a exportación. El producto estrella era el tomate. Durante la zafra, se trabajaba a destajo, algunas veces día y noche. El pueblo aumentaba en número de personas, venía gente de todos los pueblos de la isla a trabajar en los almacenes de empaquetado. Los domingos tanto la iglesia como la calle Matías López se llenaban de gente, una buena excusa para buscar novia o novio. Otros productos exportables fueron la piedra de cal, los quesos y la alfalfa. También Jamete llegó a utilizar los servicios de los barcos de Armas para enviar ganado al Sahara, Juanito tiene bastantes anécdotas de su gran relación con él en aquella época. Desde Gran Canaria se traía cualquier producto necesario en la isla, sobre todo relacionado con la industria del tomate. Por la importancia del tomate, existía una gran competencia entre las dos compañías navieras que hacían el trayecto. La hora de llegada de la carga al Puerto de la Luz tenía una vital importancia. Es una buena ocasión para relatar una anécdota que demuestra esa lucha sana entre las empresas y el carácter de nuestro patrón. Ese día cargaban tomate el Marijé de Armas y La Evelia, de la naviera Medina, patroneada por Juan Carrasco. A media tarde, los primeros reciben de la naviera la orden de llegar temprano al Puerto de la Luz para trasbordar la mercancía al barco que la transportará a Inglaterra. Insisten en que el Marijé debe ser el primero en llegar. Intentan buscar al patrón que no aparece por ninguna parte. Se había ido con algunos amigos fuera de Gran Tarajal. Parece que la comida fue acompañada por algunas copas que retrasó la vuelta al pueblo. La tripulación al ver que el jefe no llegaba decidió partir sin él. Se decidió que los responsables de comandar el barco fueran Ramón Delgado que era contramaestre y Paco de la Hoz, mecánico. Los dos barcos salieron a la misma hora, aunque el Marijé rápido cogió la delantera. Cuando apenas se divisaba en la lejanía la luz de los barcos llegó Juanito al muelle. El cabreo fue monumental, gritó, lanzó improperios, se desesperó y acabó tirándose al agua. Quizá en su desesperación pensó que podría llegar al barco. Recuerdo este momento de una manera clara, todo el barrio pendiente de la escena mirando hacia el muelle. Cada uno tenía su opinión sobre lo que había ocurrido, algunos decían que había enloquecido, otros se preguntaban porque el barco había partido sin él, pero sin ninguna duda, todos estaban preocupados por lo ocurrido. El disgusto le costó una angina de pecho de la que pronto se recuperó. Desde luego, es indudable que carácter tenía. Juan Umpierrez siempre estuvo al servicio de la empresa Armas. Tenía el aprecio, el respeto y la confianza de D. Antonio el dueño de la compañía. Después del Bartolo y el Marijé, capitaneó al Golondrin, y al Puerto Burriana que siguieron haciendo la misma ruta mientras se mantuvo en alza la industria tomatera. Luego se trasladó a Barcelona, donde ocupó el puesto de primer oficial en el volcán de Yaiza con el que hacían la ruta desde esa ciudad hasta Oran en Argelia, llevando cargamentos de huevos. Más tarde vuelve a hacer ruta entre las islas en el Volcán de Tisalaya y el Puente Canario. En 1989 la jubilación lo apartó de lo que había sido su vida, la navegación y los barcos. En aquellos difíciles tiempos de necesidades en el pueblo, la ayuda desinteresada de Juan Umpierrez hacia sus conciudadanos debería ser inolvidable. La historia de los pequeños pueblos como Gran Tarajal la escriben las personas sencillas. Lo menos que podría hacerse es un reconocimiento a su contribución al desarrollo de las relaciones entre las islas, pero sobre todo al fortalecimiento de las relaciones comerciales de Gran Tarajal con otros puertos del entorno. Como él me decía hace poco, “aunque nunca quise nada de ellos, hay personas a las que ayudé y después miraban hacia otro lado”. Juanito, por su trabajo y abnegación se ganó el respeto y la admiración de todas las personas que de una manera u otra tuvieron relación con él. Bachir Ahmed Aomar, octubre 2019.

 

 

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