Norteamérica:
Durante la navegación por la costa norteamericana, La Anunciata avistó el cabo Hateras, la bahía de San Cristóbal -quizás la de Chesapeake-, la bahía de San Antonio, la del Delaware, y un río que los nautas bautizaron Buena Madre, posiblemente Hudson. Más tarde, cristianaron la isla de San Juan Bautista -Long Island- y un archipiélago que llamaron de Esteban Gómez, posiblemente el situado en la entrada de New Port. Más al septentrión, la carabela superó el cabo de Cod y atravesó la bahía de Plymouth. La costa de Boston fue explorada a distancia, apareciendo en el mapa de Diego Ribeiro -que se hace eco del viaje- topónimos como médano, golfo, río de montañas, etcétera. Finalmente, la expedición retornó desde un expresivo río de la buelta, identificado con el Kennebec. El 21 de agosto de 1525, La Anunciata regresó a La Coruña. Más de cincuenta indios iban a bordo, lo que hace suponer que el número embarcado por Gómez fue muy superior. Los aborígenes, tras permanecer retenidos en el barco durante dos semanas, fueron trasladados a la ciudad gallega y bautizados. Treinat y cuatro fueron confiados a vecinos de La Coruña y otros cuatro a familias de Betanzos.

Ayllón partió de Puerto Plata con cinco barcos hacia mediados de 1526 rumbo a la tierra de Chicora: una nao grande, que era la capitana y otra que llamaban la Bretona e otra que se dice la Chocora e un bergantin, e un patax. En la desembocadura del río Jordán, los expedicionarios intentaron rescatar perlas y levantar un establecimiento, pero lo estéril del terreno y la pérdida de una nave los obligó a seguir cuarenta y cinco leguas más al norte, donde hallaron, junto a un gran río llamado Guale -rebautizado Gualdape-, un sitio apropósito para poblar. Pero la hostilidad de los indios y los tiempos contrarios diezmaron a los españoles, los cuales, en número aproximado a ciento cincuenta, abandonaron la recién creada población de San Miguel de Guadalupe. Entre las defunciones se encontraba la del propio Vázquez de Ayllón. La situación real de la tierra de Chicora sigue siendo motivo de especulación. El profesor Lucena Samoral la sitúa en Carolina; mientras Demetrio Ramos identifica el río Jordán con el Great Peedee, en South Caroline, y el río Gualdape, dibujado en el mapa de Ribeiro (Weimar, 1529) como Río del Príncipe, con el New River Inlet. (Salvador Bernabéu)

Sería difícil imaginar algo menos parecido a sus peligrosas y cuidadosamente planeadas excursiones por las montañas de Sudamérica. Darwin comunicó a sus dos guías que llevasen comida y ropa, pero contestaron que había abundantes alimentos en las montañas y que la piel era suficiente vestido. Y, en efecto, vivían de los productos de la tierra con la mayor facilidad y comodidad. Cuando paraban por la noche, los dos tahitianos construían en pocos minutos una excelente cabaña de bambú cubierta con hojas de plátano; se zambullían en un estanque y como nutrias perseguían con los ojos abiertos a los peces hasta los agujeros y rincones y así los cogían. Cocinaban comidas deliciosas a base de pescado y plátanos envueltos en pequeños trozos de hojas verdes que asaban entre dos piedras calientes, y que ellos mismos comían con satisfacción no disimulada. Nunca vi hombres que llegaran a comer tanto.

Le habían dicho a Darwin que los tahitianos se habían convertido en una raza triste, que vivía atemorizada por los misioneros, pero comprobó que era indudablemente falso. Sería difícil encontrar en Europa a un grupo de personas con rostros la mitad de felices y alegres. Sin embargo ocurrió un pequeño incidente revelador. En las montañas ofreció a sus guías un trago de licor; no se veían con fuerzas para rechazarlo, pero siempre que bebían un poco colocaban un dedo ante la boca y pronunciaban la palabra misionero. Una especie de conjuro, es de suponer, para tranquilizar la conciencia.