Vendimia Malvasía hacia Inglaterra:
[Conflicto de Tenerife con comerciantes británicos (s.XVIII)]
Los alborotos de La Orotava y Garachico:
El derrame:
En el primer mes del verano de 1666 se exteriorizan mediante diversos actos (cedulones, manifestaciones, violencia contra bienes ingleses...) el malestar existente, alentados por sectores de la clase dominante -cosecheros, buena parte del Cabildo- en colaboración con un amplio sector eclesiástico, regular y secular. La torpe actuación de Puertollano en los comienzos de su mandato, obsesionado por hacer prevalecer el principio de autoridad y aviesamente informado por el rencoroso Quiñones, contribuyó a exacerbar los ánimos. La manifestación más conocida es, sin duda, el episodio conocido como derrame del vino en Garachico, historiado desde Viera. Pero otros aspectos han quedado más en la sombra, y aún falta suficiente información acerca de los mismos. Puertollano tiene un primer enfrentamiento, que le sirve de advertencia, con un importante sector de la clase dominante, compuesto por una selecta representación de la oligarquía orotavense encabezado por el teniente de la Villa, que mediante carta de 19 de junio le comunica que el día anterior los mercaderes Ricardo Owen y Ricardo Casby se habían revelado como factores de la Compañía, coaccionando incluso al maestre de una embarcación para que no comerciase con D.Thomas ni J.Smith por ajenos al monopolio, por lo que entendían los firmantes que se imponía un castigo para los citados mercaderes. Además Owen portaba una orden real británica que conminaba a Smith a comparecer en su país acusado de haber hablado con falta de respeto del despacho fundacional de la Compañía. El general, que venía más preparado para imponer la autoridad a toda costa que para resolver complejos problemas, responde dura y altivamente prohibiendo ese tipo de "juntas", pues sólo eran legales las sesiones de Cabildo. Como no cabía replicar directamente, se hace de forma anónima: el 22 de junio aparecen al alba unos cedulones en varias esquinas de esa Villa apelando a la conciencia vecinal para despertar del letargo en que estaban sumidos. Además de acusar a Quiñones de introductor de la Compañía, se aseguraba que se iba a consolidar con el nuevo general, y que era preciso expulsar a los ingleses (Owen, Quesby, Ricardo Elis, Thomas Sanders), que estaban actuando a modo de tribunal para presionar a otros ingleses de secundar a la Compañía. Sin embargo, Puertollano resta importancia a estos cedulones, o al menos así se lo comunica al teniente de La Orotava. Se equivocaba, sin embargo, en su valoración de la gravedad de la situación y de la firmeza con que estaba dispuesta a actuar la población.

Embarque Uno de los acontecimientos más famosos de todo este crítico período acontece en la ciudad portuaria de Garachico en la madrugada del 3 de julio, cuando una "multitud de gente" se introduce violentamente en 3 bodegas y derrama 54 pipas de malvasía, haciendo lo propio en la caleta subsidiaria de Interián, próxima al lugar, donde rompen utras 41 pipas que se iban a embarcar en dos barcos, pertenecientes todas a a los mercaderes D.Thomas, J.Smith y Juan Faniel. Los amotinados fijan papeles en algunas esquinas del pueblo, explicando sus quejas. Estos cedulones difieren de los orotavenses en su diferente y más compleja redacción, pues los de la Villa, en forma de verso, presentaban un un contenido más escueto y un cierto sabor anglófobo. Los de Garachico son una especie de representación dirigida expresa y solemnemente al Capitán General, Justicia y Regimiento, jueces eclesiásticos, caballeros, religiosos y vecinos en general. En ellos muestran una clara voluntad negociadora y se tiende la mano a la nación inglesa y su monarca, de quien dicen que ha sido engañado por algunos al autorizar la Compañía, por lo que se debían continuar las gestiones para su desaparición; por otro lado, justifican su acción ante la dejadez o ineficiencia de las autoridades, y descubren los móviles concretos e inmediatos del derrame: la urgencia de expulsar a los nuevos factores descubiertos en La Orotava, y la fundada sospecha de que algún vecino "haze hace las partes de la Compañía", materia que exigía un esclarecimiento "y de serlo pague su débito alpasso de tan atrós maldad". Posiblemente se pensase que algunos mercaderes bien vistos por el Cabildo, como Thomas o Smith, estuviesen obrando en secreto para el monopolio o quebrantando las prohibiciones decretadas por el Concejo. Más adelante se volverá sobre la continuida del comercio con Inglaterra y sus dominios utilizando terceros puertos. [...]

Primeras pesquisas:
Es difícil descubrir toda la trama de implicados, aunque está clara la participación -como autores, instigadores o encubridores- de las autoridades locales y de los regidores presentes en el lugar o en la comarca, así como del clero y, en general, de toda una población que se resiste a proporcionar datos. Lo que sí está probado es la implicación del regidor y gran hacendado y Capitán D. Juan Francisco Interián de Ayala, el autor del memorial de 1665 presentado en cabildo, que incluso se autoinculpa ante la Inquisición. Puertollano recibe la primera noticia sobre los sucesos de Garachico el 5 de julio, cuando se hallaba escribiendo un largo informe a la Regente acerca de la anómala situación en Tenerife, motivada sobre todo por la Compañía. En él exponía lúcidamente los motivos de la aparición de ésta, la importancia central de Tenerife en el Archipiélago ("de cuya conservazión dependen las demás"), y queda patente su postura totalmente contraria al monopolio, fundada en razones de estado, hacendísticas, políticas y sociales: las islas podrían convertirse en dependientes de Inglaterra, se reducirían las rentas públicas y eclesiásticas, y se incrementaría el peligro de invasión británica. Además de recomendar la erradicación de la Compañía, se mostraba insistente en la necesidad de medidas de castigo (expulsión) para con algunos protagonistas de pasadas disensiones con Quiñones: D. Benito Viña y D. Juan Francisco Interián, contra quienes solicitaba medidas expeditivas, sin utilizar cauces ordinarios que se verían obstruidos por las buenas relaciones y complicidad que generarían estos personajes. Advertía incluso D. Gabriel Laso que estaba dispuesto a expulsar a Viña y a otros si antes de llegar una respuesta de la Corte "creçieren estos mobimientos y considerase es preciso ataxar su corrientte". Al menos el 10 de julio se hallaba Puertollano en Garachico "con gran demostraçión de enojo" para averiguar el asunto del derrame, proclamando que ahorcaría y degollaría a los partícipes. Rápidamente cunde el pánico, y algunos ministros (familiares) de la Inquisición, previendo una oleada de detenciones, declinan jurisdicción ante el comisario del S.O. en Daute, fray Francisco Jorge Suárez -al tanto de los hechos y posiblemente interesado de alguna forma en los mismos, pues es uno de los firmantes de la carta dirigida al Cabildo un año atrás-, quien se ve desbordado y solicita instrucciones a sus superiores en Las Palmas, y desde allí a los pocos días se le remite un formulario para que pueda proceder en caso de conflicto de competencias. La estancia del Capitán General en el puerto duró tres días, sin comportarse en sus pesquisas con la violencia que se temía ni originase por entonces problemas competenciales. En concreto, quienes se habían acogido a la autoridad del S.O. eran dos individuos muy significados: D. Juan Interián de Ayala (familiar del S.O. desde 1649) y D. Sebastián Prieto del Hoyo. Y no les faltaba razón para tal decisión, a pesar del afectado sosiego que había manifestado en su visita el militar. Así, el presbítero licdo. Gaspar Sánchez había oído a muchas personas que Puertollano había amenazado con castigar y desterrar a El Hierro a Interián, y asimismo tenía en mente proceder contra otros regidores, pero mostraba particular encono con D.Juan, seguramente en razón del protagonismo señalado en protestas precedentes. En cuanto a D.Benito Viña, también en la lista negra del general, pretendía mandarlo a Lanzarote. Para mejor escapar a las iras del militar, Interián se delata como autor del derrame del vino ante los inquisidores, quienes en uso de su jurisdicción decretan su prisión y le dan por tal su propia casa, pensando que de ese modo conjuraban el peligro. Pero esta "solución", que D. Gabriel Laso consideraría una burda artimaña, no colmaba los deseos de venganza ni el afán de hacer valer su autoridad, ni el paso de los meses significó el olvido ni la atenuación de su inquina persecutoria contra Interián. Prefirió aguardar a que se apaciguasen los ánimos y decreciese el favor popular hacia los principales implicados, o a disponer de un mayor número de pruebas para incoarle proceso. Según Darias y Padrón, el general no procedió con todo rigor contra los instigadores del derrame debido a las presiones y amenazas de que fue objeto: en particular se refiere a los acontecimientos de La Orotava, donde D. Benito Viña se resistió a su prisión auxiliado por el clero local, que asimismo se enfrentó al obispo, a quien consideraban cómplice de Puertollano, razón por la que ambos fueron zaheridos en pasquines y libelos, en los que ya eran verdaderos maestros los conspiradores. [...]

Crecimiento de la anglofobia:
El grupo de regidores disidentes o no concordantes con la mayoría lo son en esta ocasión por su radicalización frente al auto del general respecto a los mercaderes ingleses, pero son tan firmes o más que los otros capitulares en cuanto a la postura a adoptar sobre la Compañía, mostrando diferencias de matiz y una excelente información proveniente sobre todo de correspondencia particular con vecinos afincados en Londres. Es D. Francisco Valcárcel el que más se extiende en su disertación en el cabildo, revelando que todas las cartas recibidas coincidían en la gravedad de la materia y en aconsejar lo que se había de hacer. Sintetiza su contenido manifestando que "con evidençia clara los navíos que an salido con capa que yban a otros puertos y reynos avisa dicho señor embajador entraron en Londres, y por más que quieran colorear que por vía de apresados pararon allí, no es de creer". A estas lturas eran visibles los perjuicios que la crisis estaba ocasionando a la economía insular. Quizá para atraer aún más al sector clerical, hace hincapié Valcárcel en el daño que suponía para la religión y al clero, "pues las parochias les falta de su rentta más de la mitad las terçias reales, y adelante yrá en mayor diminuçión". Por otra parte, como se sabe que la Compañía estaba ya asentada en La Palma, insiste el regidor en escribir al Cabildo de esa isla, a D. Juan de Carvajal (ex-Regente), al Adelantado, al Cabildo de Canaria -aunque no hay malvasía allí-, pues los navíos que venían a cargar a Tenerife hacían primero escala en G. Canaria con sus manufacturas y bastimentos. Como las ayudas parecían pocas en la ocasión, era partidario de escribir al capitán D. Bartolomé de Molina y Llerena, natural de la isla, residente en Amberes, para que se interesase sobre si llegaba malvasía a Londres. Otro destacado regidor, D. Francisco Fiesco, indicaba que estaba claro que el vino conducido a Inglaterra y reinos vecinos era controlado por la Compañía, que lo llevaba a Londres, y que también era cierto que ésta había dado instrucciones a los capitanes y maestres que llegasen a los puertos de la isla para que no recibiesen carga si no era de su cuenta, y un ejemplo claro fue la acción de Ricardo Casbi y Ricardo Owen en el Puerto de la Cruz, como constaba de la cabeza de proceso que se hizo contra ellos. Es partidario de que se prohiba la saca del malvasía a Inglaterra o partes vecinas del norte.

Ante las demandas del Concejo, Puertollano, que coincide con su planteamiento, responde que necesitaba más tiempo para reflexionar sobre los acuerdos, pero que su deseo era "condescender con lo decretado". la verdad es que el general se amoldaba a las súplicas del Cabildo. Este era consciente de que todos los mercaderes ingleses en la isla estaban comerciando para la Compañía, y acuerda el 21 de julio que el procurador mayor se querelle contra ellos. (José Miguel Rodríguez Yanes)

 

 

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