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José Saramago (1922-2010):
Novelista, poeta, autor de teatro y periodista portugués, premio Nobel de Literatura, es uno de los escritores más conocidos y apreciados en el mundo. Nació el 16 de noviembre de 1922 en Azinhaga. Cuando tenía tres años su familia se trasladó a Lisboa. Durante su inscripción en la escuela primaria se descubrió que el funcionario del registro había incluido en su partida de nacimiento el apodo con el que era conocida su familia en el pueblo: Saramago. Debido a la falta de medios económicos no pudo acceder a estudios universitarios y se trasladó a una escuela técnica, estudiando para mecánico. Su primer empleo fue como serrador mecánico y luego ejerció otras profesiones como administrativo, editor y traductor. Periodista y miembro del Partido Comunista Portugués, sufrió censura y persecución durante los años de la dictadura de Salazar. Se sumó a la Revolución de los claveles que llevó la democracia a Portugal, en el año 1974. Como periodista, fue redactor y director adjunto del Diario de Noticias de Lisboa. Intelectual escéptico, ha sabido mantener una postura ética y estética por encima de partidismos políticos, siempre comprometido con el género humano. En la actualidad, consagrado como escritor universal, divide su residencia entre Lisboa y la isla española de Lanzarote. Ha recibido menciones, premios literarios (Ciudad de Lisboa, de la Crítica, Luís Vaz de Camões) y títulos de doctor honoris causa por diversas universidades, como la de Manchester (Gran Bretaña) y Castilla-La Mancha, entre otras. En 1998 fue galardonado con el Premio Nobel de Literatura, el primero que se concede a un escritor de lengua portuguesa.

Obra:
Su oficio de escritor comenzó con Manual de pintura y caligrafía (1977), novela que contiene sus ideas éticas y poéticas fundamentales. Sin embargo fue Alzado del suelo (1980) la novela que lo reveló como un gran novelista maduro y renovador. Se trata de una novela histórica, situada en el Alentejo entre 1910 y 1979, con un lenguaje campesino, una estructura sólida, una historia bien documentada, y un estilo humorístico y sarcástico que llamó enormemente la atención en su momento. Siguieron obras de gran interés, como: Memorial del convento (1982), panel rico y colorista del Portugal barroco oscurantista, con un lenguaje irónico y popular; El año de la muerte de Ricardo Reis (1984), libro importante y crucial situado en el año 1936, en el que finge la vuelta de uno de los heterónimos de Pessoa desde Brasil a Portugal para morir; La balsa de piedra (1986), que plantea una poligonal historia de amor con un fondo mítico-alegórico sobre el desmembramiento de la península Ibérica y su viaje por el Atlántico; Historia del cerco de Lisboa (1989), que no llega a ser una novela histórica, pero que se sirve del episodio de la toma de Lisboa por los cristianos en 1147 para reflexionar sobre la vida de la gente sencilla de un barrio sitiado, y El evangelio según Jesucristo (1991), exaltación del amor humano frente al dogmatismo. Sus obras posteriores son Ensayo sobre la ceguera (1995), en la que el autor, desde planteamientos éticos, advierte sobre “la responsabilidad de tener ojos cuando otros los perdieron”; en esta novela, Saramago, escéptico pero solidario, reflexiona sobre el nuevo milenarismo que la humanidad está viviendo y se cuestiona si es posible la esperanza. En 1997 publicó Cuadernos de Lanzarote (1993-1997), un libro curioso en el que, a manera de diario, cuenta la vida cotidiana, pero reflexionando sobre el ser humano, el espacio y el tiempo. Ese mismo año también publicó Todos los nombres, incursión en el mundo kafkiano de la burocracia visto por un sólo personaje, don José, un funcionario que vive una intensa pasión. En 2000 salió a la venta La caverna, una áspera visión de la sociedad de consumo, cuyo título hace referencia a la escena descrita en La República de Platón. Con ella cierra la “trilogía involuntaria” iniciada con Ensayo sobre la ceguera y Todos los nombres. En 2001 publicó una segunda parte de sus Cuadernos de Lanzarote y un cuento infantil escrito 25 años antes titulado La flor más grande del mundo. Sus obras más recientes son las novelas El hombre duplicado (2002), donde traza la búsqueda por parte de un profesor de historia de un individuo exactamente igual a él, del que ha sabido su existencia a través de una grabación en vídeo; Ensayo sobre la lucidez (2004); Las intermitencias de la muerte (2005), y Las pequeñas memorias (2006), una breve autobiografía que cuenta aspectos de la plácida y pobre niñez que vivió el autor, a caballo entre su aldea natal y Lisboa. En esta obra, en la que la literatura deja paso a los meros recuerdos, Saramago aborda temas como la violencia doméstica, el amor adolescente o la relación entre abuelos y nietos. (Encarta)


Acerca de la inmigración en el estrecho de Gibraltar:
Que tire la primera piedra quien nunca haya tenido manchas de emigración en su árbol genealógico... Así como en la fábula del lobo malo que acusaba al inocente cordero de enturbiar el agua del arroyo de donde ambos bebían, si tú no emigraste, emigró tu padre, y si tu padre no necesitó mudar de sitio fue porque tu abuelo, antes, no tuvo otro remedio que ir, cargando la vida sobre la espalda, en busca de la comida que su propia tierra le negaba. Muchos portugueses (¿y cuántos españoles?) murieron ahogados en el río Bidasoa cuando, noche oscura, intentaban alcanzar a nado la otra orilla, donde se decía que el paraíso de Francia comenzaba. Centenas de millares de portugueses (¿y cuántos españoles?) tuvieron que adentrarse en la llamada culta y civilizada Europa de allá de los Pirineos, en condiciones de trabajo infame y salarios indignos. Los que consiguieron soportar las violencias de siempre y las nuevas privaciones, los supervivientes, desorientados en medio de sociedades que los despreciaban y humillaban, perdidos en idiomas que no podían entender, fueron poco a poco construyendo, con renuncias y sacrificios casi heroicos, moneda a moneda, céntimo a céntimo, el futuro de sus descendientes. Algunos de esos hombres, algunas de esas mujeres no perdieron ni quisieron perder la memoria del tiempo en que padecieron todos los vejámenes del trabajo mal pagado y todas las amarguras del aislamiento social. Gracias sinceras les sean dadas por haber sido capaces de preservar el respeto que debían a su pasado. Otros muchos, la mayoría, cortaron los puentes que los unían a aquellas horas sombrías, se avergonzaron de haber sido ignorantes, pobres, a veces miserables, se comportaron como si la vida decente, para ellos, sólo hubiera comenzado verdaderamente y por fin el día felicísimo en que pudieron comprar su propio automóvil. Esos son los que estarán siempre dispuestos a tratar con idéntica crueldad e idéntico desprecio a los emigrantes que atraviesan ese otro Bidasoa más largo y más hondo que es el Estrecho de Gibraltar, donde los ahogados abundan y sirven de pasto a los peces, si la marea y el viento no prefirieron empujarlos a la playa, hasta que la guardia civil aparezca y se los lleve. A los supervivientes de los nuevos naufragios, a los que pusieron pie en tierra y no fueron expulsados, les espera el eterno calvario de la explotación, de la intolerancia, del racismo, del odio a la piel, de la sospecha, del envilecimiento moral. Aquel que antes fue explotado y perdió la memoria de haberlo sido, acabará explotando a otro. Aquel que antes fue despreciado y finge haberlo olvidado, refinará su propia capacidad de despreciar. Aquel a quien ayer humillaron, humillará hoy con más rencor. Y helos aquí, todos juntos, tirándole piedras a quien llega hasta esta orilla del Bidasoa, como si ellos nunca hubieran emigrado, o los padres, o los abuelos, como si nunca hubieran sufrido de hambre y desesperación, de angustia y de miedo. En verdad, en verdad os digo, hay ciertas maneras de ser feliz que son simplemente odiosas. (José Saramago)

Mañana es la única utopía - José Saramago:
Frecuentemente me preguntan que cuántos años tengo... ¡Qué importa eso! Tengo la edad que quiero y siento. La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso. Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso, o lo desconocido. Tengo la experiencia de los años vividos y la fuerza de la convicción de mis deseos. ¡Qué importa cuántos años tengo! No quiero pensar en ello. Unos dicen que ya soy viejo y otros que estoy en el apogeo. Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice, sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte. Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso, para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos. Ahora no tienen por qué decir: Eres muy joven, no lo lograrás. Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma, pero con el interés de seguir creciendo. Tengo los años en que los sueños se empiezan a acariciar con los dedos, y las ilusiones se convierten en esperanza. Tengo los años en que el amor, a veces es una loca llamarada, ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada. Y otras en un remanso de paz, como el atardecer en la playa. ¿Qué cuántos años tengo? No necesito con un número marcar, pues mis anhelos alcanzados, mis triunfos obtenidos, las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones rotas... valen mucho más que eso. ¡Qué importa si cumplo veinte, cuarenta, o sesenta! Lo que importa es la edad que siento. Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos. Para seguir sin temor por el sendero, pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos. ¿Qué cuantos años tengo? ¡Eso a quién le importa! Tengo los años necesarios para perder el miedo y hacer lo que quiero y siento. (José Saramago Portugal, 1922 - 2010)

Algunas frases:
“Los escritores viven de la infelicidad del mundo. En un mundo feliz, no sería escritor” “Ni la juventud sabe lo que puede, ni la vejez puede lo que sabe” “Pienso que todos estamos ciegos. Somos ciegos que pueden ver, pero que no miran” “Solo si nos detenemos a pensar en las pequeñas cosas llegaremos a comprender las grandes” “La derrota tiene algo positivo: nunca es definitiva. En cambio, la victoria tiene algo negativo: jamás es definitiva” “Siempre acabamos llegando a donde nos esperan” “Todo el mundo me dice que tengo que hacer ejercicio, que es bueno para mi salud. Pero nunca he oído a nadie decirle a un deportista: tienes que leer” “Es hora de aullar, porque si nos dejamos llevar por los poderes que nos gobiernan, y no hacemos nada por contrarrestarlos, se puede decir que nos merecemos lo que tenemos” “Las tres enfermedades del hombre actual son la incomunicación, la revolución tecnológica y su vida centrada en su triunfo personal” “El poder real es económico, entonces no tiene sentido hablar de democracia” “No busques trabajo: escribe” “La vejez empieza cuando se pierde la curiosidad”


(*) La ilustre casa de Ramires (1900) fue la última obra de José Maria Eça de Queiroz. Un hidalgo del siglo XIX tiene problemas para reconciliarse con la grandeza de su linaje. Es una novela imaginativa, entremezclada con capítulos de una aventura de venganza bárbara ambientada en el siglo XII, escrita por Gonçalo Mendes Ramires, el protagonista. Se trata de una novela titulada La torre de D. Ramires, en la que antepasados de Gonçalo son retratados como torres de honra sanguínea, que contrastan con la laxitud moral del joven.

 

 

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