Régimen de Franco             

 

Régimen de Franco y Potsdam:
En la conferencia de Potsdam celebrada en Julio de 1945, las principales potencias mundiales del momento, Estados Unidos representado por Truman, Rusia por Stalin e Inglaterra por Churchill(léase los vencedores), se reunieron para terminar de definir lo que sería el mapa de Europa a partir de aquel momento. En aquella reunión también se habló de España y de que hacer con el “molesto” régimen fascista del general Franco. Esta es una transcripción soviética de lo que allí se habló sobre Franco y su régimen y aunque las versiones únicas y no contrastadas siempre hay que tomarlas con un punto de escepticismo, lo cierto es que la conversación no tiene desperdicio. La conferencia de Postdam comenzó el 17 de Julio y ya el primer día Stalin sacó a colación el tema español.


STALIN: Es necesario examinar la cuestión del régimen de España. Nosotros los rusos consideramos que el presente régimen de Franco en España fue impuesto por Alemania e Italia y que entraña grave peligro para las naciones unidas amantes de la libertad. Opinamos que será bueno crear condiciones tales que el pueblo español pueda establecer el régimen que elija. CHURCHILL: Estamos debatiendo aún las cuestiones que incluir en la agenda. Convengo que la cuestión de España debería ser comprendida en ella. Truman, que había sido nombrado presidente de la reunión, no comentó nada al respecto y se tomó nota para incluir a España entre los asuntos a tratar. Fue el día 19 de Julio cuando el tema de España estaba en la orden del día. Curiosamente, Truman concedió la palabra a Stalin con estas palabras. TRUMAN: Does the Generalissimo wish to speak on the question? Desea el generalísimo hablar sobre la cuestión. NOTA: Stalin se había auto-nombrado mariscal y los anglosajones le daban el nombre de “generalissimo“. Esta palabra junto a “guerrilla“, “junta” o “pronunciamento” fueron adoptadas por el vocabulario militar inglés desde el español. Curiosas las palabras adoptadas ¿no?. STALIN: Se han distribuido copias de la propuesta. No tengo nada que añadir a lo que allí se expresa. CHURCHILL: Señor presidente, el gobierno británico siente odio contra Franco y su gobierno. Donde veo alguna dificultad en adoptar el borrador propuesto por el Generalissimo es su punto primero que trata de la ruptura de toda relación con el gobierno de Franco, que es el gobierno de España. Creo que, considerando que los españoles son orgullosos y más bien sensibles, semejante medida causaría el efecto de unir a los españoles en torno de Franco, en vez de apartarlos de él. […] Por lo que toca a los países que han sido liberados en el curso de la guerra, no podemos permitir que se establezca en ellos un régimen fascista o tipo Franco. Pero aquí tenemos un país que no tomó parte en la guerra, y por eso es por lo que soy contrario a interferir en sus asuntos internos. El gobierno de su Majestad necesitará debatir muy detenidamente esta cuestión antes de decidir romper relaciones con España. TRUMAN: No tengo ninguna simpatía al régimen de Franco, pero no deseo tomar parte en una guerra civil española. Ya estoy harto de guerra en Europa. Nos alegraríamos mucho de reconocer otro gobierno en España en vez del gobierno de Franco, pero pienso que es una cuestión que ha de resolver la propia España. STALIN: ¿Es decir que no habrá cambios en España? […] No estoy proponiendo ninguna intervención militar, ni que desencadenemos una guerra civil en España. Deseo solamente que el pueblo español sepa que nosotros, los dirigentes de la Europa democrática, adoptamos una actitud negativa respecto al régimen de Franco. A menos que lo declaremos así, el pueblo español tendrá motivo para pensar que no somos contrarios al régimen de Franco. Podrán decir que, dado que hemos dejado en paz al régimen de Franco, esto significa que lo apoyamos. La gente entenderá que hemos aprobado, o dado nuestra bendición tácita, al régimen de Franco. Esto constituye un grave cargo contra nosotros. No me agrada estar entre los acusados. CHURCHILL: Ustedes ya no tiene relaciones diplomáticas con el gobierno español y nadie podrá acusarle de lo que dice.


STALIN: Pero lo que si tengo es el derecho y la posibilidad de plantear la cuestión y resolverla. Todo el mundo cree que los tres grandes pueden resolver estas cuestiones. Yo soy uno de los tres grandes ¿Es que no tengo derecho a decir nada sobre lo que está pasando en España acerca del régimen de Franco y el grave peligro que representa para el conjunto de Europa? Cometeríamos una grave falta si ignorásemos esta cuestión y no dijéramos nada sobre ella. No creo que sea necesario aclarar que la insistencia de Stalin no se debe a que esté preocupado por la democracia del mundo o por los españolitos de la posguerra, lo que ocurre es que aparte de su aversión innata hacia el fascismo, sabe perfectamente que con cualquier otro régimen algo se podrá rascar, pero con un régimen fascista, España será un coto cerrado para Rusia. CHURCHILL: Todo gobierno es dueño de expresar sus ideas por su cuenta. Nosotros tenemos antiguas relaciones comerciales con España, que nos proporciona naranjas, vino y otros productos a cambio de nuestras propias mercancías. Si nuestra intervención no diera los frutos deseados, yo no querría que este comercio padeciera daño. Pero, al propio tiempo, comprendo totalmente a actitud adoptada por el Generalissimo Stalin. Franco tuvo el valor de enviar su división azul a Rusia, y entiendo muy bien la posición rusa. España, empero, no nos ha hecho nada a nosotros, ni siquiera cuando podía hacerlo en la bahía de Algeciras. Nadie duda que el Generalissimo Stalin odia a Franco y opino que la mayoría de los británicos comparte su pensar. Sólo deseo subrayar que nosotros no hemos sido perjudicados por él por ningún concepto. STALIN: No es cuestión de perjuicios. Por lo demás, creo que Inglaterra también ha sido perjudicada por el régimen de Franco. Durante mucho tiempo, España puso su costa a la disposición de Hitler para que la usasen sus submarinos. Puede usted decir, por tanto, ha sufrido daños causados por el régimen de Franco en una forma u otra. Pero no deseo que este asunto se valore desde el punto de vista de algún perjuicio. Lo que importa no es la división azul, sino el hecho de que el régimen de Franco es una amenaza grave para Europa. Por eso es por lo que creo que se debe hacer algo contra ese régimen. Si no es adecuada la rotura de relaciones diplomáticas, no insistiré en ella. Pueden encontrarse otros medios. Sólo tenemos que decir que no simpatizamos con el régimen de Franco y que consideramos justa la exigencia de democracia por parte del pueblo español; sólo tenemos que indicarlo y no quedará nada del régimen de Franco. Yo se lo aseguro. Propongo que los ministros de asuntos exteriores debatan si se puede encontrar otra forma más suave o flexible para hacer patente que las grandes potencias no apoyan al régimen de Franco. TRUMAN: Me parece bien. Convengo en pasar el asunto a los ministros de asuntos exteriores. CHURCHILL: Debo oponerme a esto. Creo que este es un asunto que debe ser resuelto en esta reunión. STALIN: Claro que lo resolveremos aquí, pero que los ministros puedan examinarlo antes. TRUMAN: Yo tampoco me opongo a pasar el tema a los ministros para su examen preliminar. CHURCHILL: No lo considero conveniente, porque es un asunto de principios, es decir, de interferencia en los asuntos internos de otros países. STALIN: Esto no es un asunto interno. El régimen de Franco es una amenaza internacional. CHURCHILL: Todo el mundo puede decir esto del régimen de cualquier otro páis. STALIN: No, no hay ningún régimen en país alguno como el de España. No queda régimen como ése en país alguno de Europa. CHURCHILL: Portugal también podría ser condenado por tener un régimen dictatorial. STALIN: El régimen de Franco fue instaurado desde el exterior, por medio de la intervención de Hitler. Franco se comporta de manera provocadora y da asilo a nazis. Yo no planteo ningún problema acerca de Portugal. Así siguió la conversación hasta que Stalin rebajó un poco el tono de las demandas por lo que Truman, deseoso de pasar a otro tema pues España no le interesaba demasiado, dio carpetazo al asunto. El tema se solucionó con ocho líneas en el punto 10º del acta final de la reunión donde consta que Estados Unidos, Rusia e Inglaterra se oponen a la entrada de España en la Organización de Naciones Unidas. (Fuente: Historias con historia | Diálogo: Historia inaudita de España, Pedro Voltes)


El acceso a Gibraltar:
[...] Debo romper una lanza en favor de sir Winston tratando de explicar cómo y por qué no fue sólo él quien decidió mantener a Franco en su dictadura. Vaya por delante que esta polémica me recuerda las discusiones que se daban en Barcelona en los años cuarenta entre los partidarios de que Alemania ganara la Segunda Guerra Mundial y los favorables a los aliados, era la vieja disputa de conservadores contra liberales. En un principio hubo mayoría conservadora y se apostaba por el triunfo del Eje, la ayuda del Führer a la causa franquista no debió de ser ajena a esta preferencia. Permanyer, que, por lo que se deduce de sus escritos, debe de ser liberal como quien esto escribe, ataca a Churchill por no deponer a Franco tras la guerra y propone negarle la estatua en Barcelona. No fue sólo él, sino los vencedores en la guerra, o sea, Estados Unidos, quienes impusieron la continuidad de Franco. Recordemos, ¿quién fue el primer dignatario político importante –con eso descarto a Evita Perón y Salazar– que visitó España tras la guerra? El presidente Dwight D. Eisenhower. En sus memorias Crusade in Europe, publicadas en 1948, Eisenhower explica cómo el desembarco en el norte de África e Italia que le dio la vuelta a la guerra no hubiese sido posible si Franco hubiese cedido a las presiones de Hitler –en Hendaya, sin ir más lejos– y hubiese dejado entrar a los alemanes en España. Hubiesen ocupado el peñón de Gibraltar, cerrado el Estrecho y ahogado a Montgomery en Egipto, sin abastecimiento por mar. Rommel hubiese ganado, los aliados no hubiesen desembarcado en Argelia, Túnez ni Italia, y Eisenhower no hubiese dirigido el desembarco africano desde el mismo peñón de Gibraltar, tal como nos cuenta que hizo en sus memorias. Eisenhower se muestra consciente en su libro del favor que le hizo Franco no dejando pasar a Hitler hasta el Estrecho. Parece de sentido común que si el propio Eisenhower, una vez presidente de Estados Unidos, vino a España, con lo cual le daba el espaldarazo definitivo a Franco, es porque, como dicen ahora, sabía que “le debía una”. Y con eso, no sólo no recomendó quitar a Franco, sino que lo vino a apoyar en los cincuenta y firmó con él el acuerdo de las bases aéreas y navales norteamericanas que aún sigue vigente. El otro motivo para mantener a Franco, cumplido el deber de gratitud, fue la geopolítica de la guerra fría. Con Rusia emergiendo como un coloso tras la guerra, dueña de media Europa, invasora de Berlín, con los partidos comunistas de Grecia e Italia rampantes, a punto de apoderarse del gobierno, los aliados de Yalta prefirieron no darle un peón más a Stalin en el sur de Europa. Les pareció que un sistema democrático en España no sería capaz de resistir la subversión comunista y no querían más inestabilidad en el Mediterráneo ni que el telón de acero comenzase en Sevilla. Pero volvamos a Churchill, que conocía las cosas de España, porque, pese a ser hijo del duque de Malborough –Mambrú se fue a la guerra–, tuvo que escribir como periodista para ganarse la vida: entre 1938 y 1939 escribió diez artículos sobre España y la Guerra Civil, recogidos en el libro Step by step. Si queremos saber qué postura tenía Churchill sobre el conflicto español, en ellos queda meridianamente claro: no le gustaba ninguno de los dos bandos y pensaba que Franco debía ser neutral en la Guerra Mundial o perdería hasta las islas Canarias e incluso ¡Menorca! En ellos se lee la famosa frase, dicha así en este caso: “Here are new structures of national life erected upon blood, sweat and tears”, refiriéndose a España, y añade: “¿Por qué los ideales de religión serían incompatibles con los de libertad y democracia?, en nuestra isla fluyen juntos generosamente, ¿por qué no se mezclarían armoniosamente en la península Ibérica?”. “Cuando acabe la guerra los alemanes e italianos tendrán poca o ninguna influencia sobre la política española. En verdad, el mundo puede ver entonces un ejemplo a gran escala de la ingratitud española, pero de lo más saludable para España”. O bien esta otra que define su postura; enero de 1937: “Lo sucedido justifica la política de neutralidad de Gran Bretaña: primero, se ha visto cuán parejos están ambos bandos en territorios y fuerza de ataque; segundo, ambos lados han enfangado sus causas con crueldades indecibles; tercero, ninguno de los dos bandos, en modo alguno, representa el punto de vista británico”. En fin, mi querido amigo Lluís, si no es por Churchill –y los americanos, claro– además de estar cantando el Cara al sol hubiésemos pasado los años cuarenta y cincuenta marcando el paso de la oca bajo Hitler. [...] (Luis Racionero, 2013)


Un diálogo de sordos que cambió el mundo:
[Conferencia de Yalta, 1945] En cuanto al ejemplo cargado de sentido histórico y nada banal, elegí conversaciones en la isla de Yalta al término de la segunda guerra mundial entre Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña, Franklin D. Roosevelt, presidente de Estados Unidos, y Iosif Stalin, jefe de la URSS. Como se puede comprobar con la lectura del texto de aquella negociación, el intercambio verbal constituyó lo que hoy se tildaría de «diálogo de sordos». Lo que importaba no era entenderse, sino sobrevivir defendiendo acérrimamente los intereses propios. Ni siquiera eso se desprende de las conversaciones de los líderes mundiales de entonces, sino del acuerdo final. Lo cual alerta sobre un aspecto adicional e importante de la evolución del lenguaje: su relevancia surge con la innovación de la escritura y, particularmente, el carácter vinculante de los acuerdos o contratos suscritos. El lenguaje gestual y hablado ha supuesto una introducción prolongada durante millones de años; un divertimento social antes de entrar, realmente, en materia mediante la escritura y los contratos. Suele decirse que el lenguaje es traicionero en clara alusión a que no siempre se dice lo que se quiere decir, ni se entiende lo que se quiere transmitir. Decía Miguel de Unamuno que cuando dos personas se encuentran no hay dos, sino seis personas distintas: una es como uno cree que es, otra como el otro lo ve y otra como realmente es; esto multiplicado por dos da seis. Una cosa es lo que uno dice, otra lo que el otro entiende que ha dicho y otra lo que realmente se quería decir. En la famosa negociación de Yalta, en febrero de 1945, ¿qué papel desempeñó el lenguaje? ¿Qué querían conseguir los participantes? ¿Qué acuerdo alcanzaron? ¿En qué realizaciones se plasmaron sus palabras? ¿Cómo influyó el resultado de esta negociación en la configuración del orden mundial que se instauró durante décadas? Tras la segunda guerra mundial toda Europa oriental y los Balcanes estaban ocupados por los soviéticos y la gran mayoría de los países de la región, con excepción de Grecia, se convirtieron en «democracias populares». La ocupación de esa parte del continente se realizó entre el verano de 1944 y la primavera de 1945. Cuando comenzó la negociación de Yalta, el ejército ruso poseía todos los territorios disputados e intervenía en las disposiciones internas de todos los países invadidos. ¿Qué pretendían los distintos actores con la negociación? Stalin quería redefinir las nuevas fronteras soviéticas. Churchill pretendía recuperar el equilibrio de la vieja Europa devolviendo a Francia, Gran Bretaña y Alemania su papel de viejas potencias mediante la reducción, entre otras cosas, de las exigencias de Moscú en materia de reparaciones posbélicas. Por su parte, Roosevelt buscaba un acuerdo sobre los procedimientos de voto en las Naciones Unidas y quería asegurarse la participación soviética en la guerra contra Japón. El documento top secret de las negociaciones terminaba con la afirmación contundente por parte de Stalin de la necesidad de una Polonia libre y totalmente independiente. En términos más generales, Churchill y Roosevelt aceptaban las fronteras soviéticas y Stalin y sus aliados una Europa que garantizara elecciones libres, así como el establecimiento de regímenes políticos democráticos en toda Europa oriental. El verdadero resultado de la negociación es de sobras conocido. Los intereses de Stalin —no manifestados literalmente en la negociación— quedaron reflejados en la realidad geopolítica de la posguerra; sellaron la decadencia internacional del Reino Unido en beneficio de dos países que se consolidaron rápidamente como las dos potencias más poderosas del planeta: Estados Unidos y la URSS. Cuando un tiempo después los norteamericanos optaron por la política de rearme frente al expansionismo comunista, lo hicieron sobre la base de que el jefe del Kremlin no había cumplido el acuerdo de la negociación de Yalta. En el texto que llevaba el sello top secret antes citado no había ni rastro del detonante que configuró más tarde la política internacional: la larga carrera armamentística que el mundo ha vivido y que, con distintos actores, sigue vigente en la actualidad. Las conversaciones de Yalta muestran la complejidad no sólo del proceso de comunicación, sino la ambigüedad de su herramienta fundamental, el lenguaje, que, lejos de servir para entenderse, fue utilizado en esta ocasión histórica para confundir al futuro adversario y ocultar el designio propio. (Eduardo Punset)


Serrano Súñer:
Nuestros jóvenes y no tan jóvenes tienen desde anoche un nuevo ídolo al que admirar. Es increíblemente guapo, ambicioso e inteligente. Se trata del protagonista de la nueva serie de Telecinco Lo que escondían sus ojos. Un personaje histórico que atesoró mucho poder en nuestro país pero cuyas andanzas son desconocidas para la inmensa mayoría de los españoles. Interpretado por el actor y modelo Rubén Cortada, ese nuevo galán ha subido a los altares de la televisión. Pese a su dudosa calidad, quizás la serie conquiste su objetivo de alcanzar altos índices de audiencia; nada que objetar de no ser porque ese galán, ese personaje fascinante, no es otro que el Himmler español. Ramón Serrano Súñer, cuñado de Franco, tres veces ministro de este, orgulloso fascista y uno de los políticos más sanguinarios del Régimen, ha resucitado en nuestras pantallas rodeado de glamour. Tanto es así que numerosas tuiteras le piropearon durante la emisión y otro internauta le rebautizó ingeniosamente como Jamón Serrano Súñer. La serie se centra en los amoríos adúlteros de quien ejerció como mano derecha del dictador desde 1938 hasta finales de 1942. En esos años, aparte de asaltar alguna que otra cama, Serrano Suñer cometió todo tipo de crímenes que, sin embargo, no veremos por televisión. El "cuñadísimo" se incorporó como ministro del Interior al primer Gobierno que Franco constituyó en Burgos en enero de 1938. En su mente solo había dos objetivos: estrechar relaciones con la Alemania de Hitler y perseguir hasta la muerte a aquellos a los que la "Nueva España" consideraba adversarios políticos. Entre sus "obras" destaca la creación, en abril de ese año, de un organismo encargado de recuperar y clasificar toda la documentación incautada en las sedes de los partidos, sindicatos, asociaciones republicanas… Esa información le permitió encarcelar y asesinar a miles de hombres y mujeres cuyo único delito había sido militar en alguna de esas organizaciones democráticas. También suyo es el mérito, junto a su amigo y aliado Heinrich Himmler, de lograr que la Gestapo y la policía española firmaran un acuerdo de colaboración para perseguir disidentes. Esa cercanía al régimen nacionalsocialista resultó muy estimulante para Franco, que le entregó todo el poder. Lo de menos era si ocupaba la cartera de Gobernación o de Exteriores. Lo cierto es que en Madrid todos le llamaban el "Ministro Presidente". Sin descuidar la represión interior, Serrano Súñer vio en la invasión alemana de Francia la oportunidad de culminar su tarea. Envió a Berlín y a Vichy listados con los nombres de centenares de dirigentes y simpatizantes republicanos que se refugiaban en el país vecino. Decenas de ellos, como el presidente de la Generalitat Lluís Companys o los ministros Zugazagoitia y Peiró fueron capturados por los nazis y entregados a las autoridades franquistas, que no dudaron en fusilarlos. En la cima de su carrera política, Serrano Súñer viajó a Berlín en septiembre de 1940. En las reuniones que mantuvo con Hitler y Himmler se dictó la sentencia de muerte de miles de españoles que habían sido capturados por las tropas nazis. El día que el todopoderoso ministro abandonaba la capital alemana, la Oficina de Seguridad del Reich ordenó a la Gestapo sacarles de los campos de prisioneros de guerra y enviarles a Mauthausen. 5.500 hombres, mujeres y niños españoles morirían en ese y otros campos de concentración nazis por cortesía de Serrano Súñer. En ese tiempo, nuestro héroe también se despreocupó de la suerte de miles de judíos de origen sefardí a los que el régimen franquista pudo haber salvado con solo mover un dedo. Todos ellos acabaron en las cámaras de gas de Auschwitz-Birkenau. Ni estas ni el resto de las víctimas ocuparán un solo segundo en el producto televisivo que se estrenó anoche. Quizás un país como Alemania podría permitirse realizar una serie centrada en los amoríos de Hitler o de Himmler. Allí sus habitantes conocen y asumen su negro pasado. Sus estudiantes visitan con frecuencia los campos de concentración y nadie duda de que ambos personajes fueron unos auténticos monstruos. Y con todo, deberíamos recordar que una película tan impecable, desde el punto de vista histórico, como fue "El Hundimiento", recibió infinidad de críticas de la comunidad judía porque consideraban que "humanizaba" la figura del Führer. No, nosotros no somos Alemania pero somos más chulos que ellos. Aquí son pocos los que conocen el verdadero rostro de personajes como Súñer y, sin embargo, no nos importa pasarnos la Historia por el forro, como pudimos volver a comprobar anoche. En el making off previo que emitió Telecinco, el único supuesto historiador al que dieron voz fue a Alfonso Arteseros. Este documentalista se hizo conocido por hacer apología del fascismo en una serie de programas que presentó en Intereconomía TV llamados "España en la memoria". De hecho, la cadena de Mediaset presentó como declaraciones en exclusiva de Serrano Súñer lo que en realidad eran extractos y descartes de la entrevista que Arteseros emitió en la televisión ultraderechista. Es cierto que, entre multitud de especialistas en información rosa, también apareció el periodista Fernando Rueda introduciendo algunas píldoras sobre la ideología nazi del personaje; pero el resultado final fue de una equidistancia intolerable. El propio actor que interpreta al ministro resumió sin quererlo, ni probablemente saberlo, esa perversa lógica: «Serrano Súñer podía equivocarse o no pero al menos tomaba decisiones». El capítulo solo empeoró lo visto en el making off. Súñer aparece displicente ante el que, en realidad, fue un gran amigo, el ministro de Exteriores del Reich Joachim Von Ribbentrop. Una sola vez alude a la represión… el ministro encargado de la represión; y es para interceder ante Franco y pedirle que no ejecute a los republicanos apresados en Francia. Igual de insostenibles, históricamente hablando, son las supuestas intrigas entre falangistas, militares, diplomáticos alemanes y británicos. El trabajo de documentación parece haber sido realizado, al alimón, entre un grupo de aficionados y miembros de la Fundación Francisco Franco. Y así, el asesino se presenta ante la millonaria audiencia como un cordero cuyo único defecto es desear a la mujer del prójimo. Desconozco, y no me importa, si la serie es fiel a la relación entre Súñer y la marquesa de Llanzol, pero en lo demás supone una tergiversación histórica injustificable y un verdadero insulto para las víctimas de este carnicero. (Carlos Hernández, 23/11/2016)


Diccionario biográfico:
La versión digital del Diccionario biográfico español enmendará el error que más ha hecho correr ríos de tinta sobra la obra. Franco será definido como dictador, según explicó la nueva directora de la Real Academia de la Historia, Carmen Iglesias, a la cadena SER. En la entrada de Franco en el citado libro se puede leer: "Montó un régimen autoritario, pero no totalitario, ya que las fuerzas políticas que le apoyaban quedaron unificadas en un Movimiento y sometidas al Estado". Luis Suárez, el autor, es un experto en Historia Medieval que tuvo acceso a los fondos de la Fundación Francisco Franco casi en exclusiva hasta que fueron digitalizados con subvención pública La consulta en línea de la obra (50 tomos en su modalidad impresa) podría ser posible a finales de año. La intención inicial de Iglesias, según avanzó nada más ser elegida para sustituir a Gonzalo Anes al frente de la institución, es que la consulta de algunas partes pueda ser gratuita en la web aunque no la totalidad de la obra, que incluye unas 40.000 biografías. Tras la gran polémica desatada por las definiciones sesgadas y poco rigurosas de los principales personajes del siglo XX español, en junio de 2011 la Real Academia de la Historia creó una comisión para revisar y corregir la obra, forzada en parte por Ángel Gabilondo, entonces ministro de Educación, y en parte por las presiones de los grupos políticos parlamentarios, que decidieron paralizarle la subvención mientras no se revisasen sus contenidos. Esta comisión estaba formada por cuatro académicos (Carmen Iglesias, Carmen Sanz Ayán, Vicente Pérez Moreda y Faustino Menéndez Pidal) y dos historiadores externos, Juan Pablo Fusi y José Varela Ortega. Tras haber examinado 500 voces de personajes nacidos entre 1875 y 1931, especialmente militares, políticos y eclesiásticos, concluyeron que una debería excluirse, 14 revisarse “enteramente” y 16 “habrán de retocarse”. Cuatro fueron consideradas “de contenido opinable”. A pesar del tiempo transcurrido, ninguna de estas propuestas se ha materializado aún, aunque tal vez podrían concretarse ahora en la versión digital. La biografía más controvertida fue la de Franco, redactada por Luis Suárez, académico e historiador especializado en la Edad Media, muy cercano a la Fundación Francisco Franco. Pero el escaso rigor científico salpicó a muchas otras. La nueva directora de la RAH no tiene dudas sobre la naturaleza del régimen franquista. Lo dejó claro el pasado diciembre en su primera rueda de prensa, nada más salir elegida para sustituir a Gonzalo Anes, fallecido en marzo de 2014: “¿Que el franquismo es una dictadura? Todo el tiempo. Cuando yo entré en la Universidad sabías que te la jugabas si te metías en política”. El lunes abundó en esta idea: “Con lo de Franco, yo creo que hubo un momento de crispación exagerada, pero que es una dictadura no hay ninguna duda, es una dictadura autoritaria, pero hay que distinguir siempre entre las dictaduras y los totalitarismos”. La polvareda levantada por la definición de Franco llegó al Congreso de los Diputados y al Gobierno en 2011. El ministro de Educación de entonces, Ángel Gabilondo, ordenó suspender la financiación pública del Diccionario mientras no se corrigiesen los errores, que salpicaban sobre todo a personajes del siglo XX español, a veces por el sesgo ideológico y a veces por la simple chapucería. Algunas definiciones fueron firmadas por instituciones como la Casa Real, que redactó las voces del entonces Príncipe y las infantas Elena y Cristina, o extraídas de páginas web como la de la ex ministra Bibiana Aído. Entre otras perlas que contaminaron el trabajo, figuran las reseñas de Escrivá de Balaguer, obra también de Luis Suárez: “El 14 de febrero de 1943, mientras celebraba la santa misa, el Señor le hizo ver al padre Escrivá la solución jurídica que iba a permitir la ordenación de sacerdotes a título del Opus Dei”. O las de Esperanza Aguirre, escrita por un antiguo colaborador suyo, y el militar golpista Alfonso Armada, redactada por su yerno. Precisamente la inclusión de biografías de personajes vivos es uno de los aspectos que ha contrariado a Carmen Iglesias desde el origen de la obra. La versión digital dividirá los bancos de datos de vivos y muertos. “A algunos no nos gustaba que se hubieran mezclado, porque los que viven no han acabado las biografías”, señaló en diciembre. Tras el bochorno y la indignación que suscitaron algunas reseñas (una minoría que dañó injustamente el trabajo impecable de numerosos biógrafos), se constituyó una comisión para buscar una salida a una obra, que había recibido 6,4 millones de euros de fondos públicos (de Educación e Industria). En esta comisión figuraban, entre otros, la actual directora de la casa, y los historiadores externos (José Varela Ortega y Juan Pablo Fusi, que después sería elegido académico). Tras examinar 500 voces de personajes nacidos entre 1875 y 1931, especialmente militares, políticos y eclesiásticos, concluyeron que una debería excluirse, 14 revisarse “enteramente” y 16 “habrán de retocarse”. Cuatro fueron consideradas “de contenido opinable”. Un estudio externo fue realizado por el profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza José Luis Ledesma, por encargo de la Asociación de Historia Contemporánea. Ledesma seleccionó a los 50 protagonistas del siglo XX más citados en ensayos históricos y cotejó sus biografías con las recogidas en el Diccionario. Concluyó que un 20% carecían de la necesaria solvencia. Aunque en algún momento la RAH señaló que incorporaría nuevas versiones a las definiciones o que las corregiría, finalmente en los 50 tomos impresos, que están ya en la calle, no se introdujeron cambios. Tras la llegada al Gobierno del PP, la RAH recuperó la subvención anual para el Diccionario biográfico. El ministro José Ignacio Wert llegó a anunciar que habría 30 correcciones en el Congreso en 2012. Estas modificaciones podrían incluirse finalmente en la versión digital.

Perlas sobre Franco: - "Francisco Franco pronto se hizo famoso por el frío valor que sobre el campo desplegaba". - "Una guerra larga de tres años le permitió derrotar a un enemigo que en principio contaba con fuerzas superiores. Para ello, faltando posibles mercados, y contando con la hostilidad de Francia y de Rusia, hubo de establecer estrechos compromisos con Italia y Alemania". - "Montó un régimen autoritario pero no totalitario". (El País 2015)

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