Odiseo             

 

Acrópolis: Partenón Ulises/Odiseo:
De los asaltantes de Troya Odiseo es el que realizó el viaje de regreso a su hogar más famoso y largo. El segundo poema de Homero está dedicado a su descripción. El poema, casi tan grandioso como la Ilíada (e incluso más popular), es la Odisea. Los diez años que Odiseo pasó errante por el Mediterráneo, están llenos de fantásticos relatos. Uno de los primeros altos que hizo en su viaje fue en un país donde los moradores comían un fruto llamado loto. Quien comía de él olvidaba todo excepto el placer de esta comida, y sólo le quedaban deseos de quedarse a vivir allí. Algunos de los acompañantes de Odiseo comieron loto, y tuvieron que ser arrastrados a los barcos por los demás. La planta es completamente mitológica, pero llevan su nombre varios tipos de nenúfares. Odiseo y sus hombres pasaron luego a una isla en la que vivían enormes Cíclopes. Uno de ellos, que era un antropófago llamado Polifemo, capturó a Odiseo y a doce de sus hombres, se los llevó a su caverna y empezó a comérselos, dos en cada comida. Odiseo consiguió engañar al Cíclope y le hizo beber vino para que se emborrachase. Cuando el Cíclope estaba durmiendo, Odiseo consiguió sacarle el único ojo que tenía. Luego, él y sus hombres se agarraron al vientre de las ovejas de Polifemo, mientras éstas salían de la caverna. El Cíclope, ya ciego, no se dio cuenta de ello aunque comprobaba con las manos lo que salía, y de este modo lograron escapar. Por la fama de esta historia, el nombre de «Polifemo», a veces se utiliza para denominar algo muy grande, y una polilla de gran tamaño, lleva también por nombre el de «polilla Polifemo». Polifemo era hijo de Poseidón, y tras la aventura, éste último envió constantes tormentas sobre Odiseo. Finalmente, Odiseo consiguió llegar a una isla donde moraba Eolo, dios de los vientos. Eolo le entregó un odre en el cual estaban encerrados todos los vientos, excepto el viento del oeste. Si Odiseo conservaba cerrado el odre, sólo soplaría el viento del oeste que le llevaría hasta Itaca. Cuando se encontraban ya a la vista de Itaca y podían incluso divisar el humo de los hogares junto a la costa, Odiseo, exhausto, cayó dormido. Sus hombres, también fatigados, pensaron que aquel misterioso odre podría contener vino. (En modo alguno podían creer que guardase los vientos.) Lo abrieron e inmediatamente se esparcieron los vientos, desencadenándose una tempestad que llevó los barcos otra vez mar adentro, irremisiblemente perdidos. Existen referencias de Eolo en varias palabras. Un «arpa eolia», por ejemplo, es una caja sonora con cuerdas que produce suaves sonoridades cuando el viento pasa a través de ella. Las arenas amontonadas por el viento reciben el nombre de «arenas eólicas». Eolo era considerado el padre de los vientos, cada uno de los cuales estaba gobernado por un semidiós. Boreas era el rudo viento del norte y nuestra palabra «boreal» significa, en consecuencia, «norte». Para los griegos, el viento más favorable era el del oeste. No traía el frío del norte ni el calor de los desiertos del sur, sino que soplaba con suavidad. El nombre griego de este viento era Céfiro, y todavía lleva este nombre cualquier brisa suave. La siguiente aventura de Odiseo fue un desastroso encuentro con otro grupo de gigantes antropófagos, los Lestrigones, que destruyeron todas las naves de Odiseo, excepto una. Con esta nave, Odiseo llegó a una isla denominada Ea, donde vivía una maga muy bella llamada Circe, hija de Helio. Podía transformar a los hombres en animales, al parecer para divertirse, y convirtió a los hombres de Odiseo en cerdos. Odiseo era inmune a los hechizos de Circe gracias a que Hermes le había entregado una flor denominada moly, que le protegía cuando la olía. La planta es completamente mítica, pero el nombre ha pasado a algunas especies de la familia de los ajos. (Realmente, es cierto que el olor de ajo puede alejar en las mujeres bellas el deseo de embelesar a uno.) Odiseo obligó a Circe a devolver a sus hombres su forma natural, y pasó unos días en la isla, descansando placenteramente del largo viaje. Pero se dio cuenta de que tenía que intentar de nuevo el regreso a su hogar y, siguiendo el consejo de Circe, bajó a Hades para conocer el oráculo de un adivino que debía indicarle cómo hacerlo. (Los escritores griegos sentían predilección por llevar a sus héroes a Hades. Teseo, Orfeo y Heracles ya habían visitado Hades.) Después de coronar con éxito esta visita, Odiseo pasó navegando por delante de las Sirenas. Protegió a sus hombres tapándoles los oídos con cera para que no pudiesen escuchar las canciones de la Sirena. Él mismo ordenó a sus hombres que le ataran al mástil y les hizo prometer que no le desatarían a pesar de sus ruegos. Y, aunque se lo pidió ardorosamente, no le desataron. Una de las Sirenas, llamada Parténope, se sintió tan decepcionada con su fracaso en atrapar a Odiseo, que se arrojó al mar y murió. Las olas la llevaron hasta las playas frente a la ciudad de Nápoles, que a veces recibió de los poetas el nombre de «Parténope». En 1799, las tropas francesas conquistaron Nápoles y establecieron allí la república. Sólo permanecieron allí algunos meses, pero mientras duró la ocupación, la denominaron «República de Parténope». Abandonadas las Sirenas, Odiseo tuvo que pasar por entre dos peñas. En una de ellas, se asentaba un monstruo llamado Escila, otra de las hijas de Equidna. Tenía cuerpo de mujer, pero en su parte inferior salían seis largos cuellos que terminaban en cabezas de perros aulladores. Bajo la otra roca, vivía un monstruo, hija de Gea, llamada Caribdis. Tres veces al día se zambullía en el mar provocando un terrible remolino que engullía cuanto quedaba a su alcance. Odiseo tuvo que elegir a cuál de, las dos rocas se acercaría. Desde entonces, la elección entre dos peligros es pasar «entre Escila y Caribdis». (Se supone que Escila y Caribdis estaban situadas en el angosto estrecho de Mesina, que separa Italia de Sicilia. Por supuesto que allí no existen monstruos, pero sí una fuerte corriente arremolinada. En él lado de Italia, todavía existe una, roca llamada «Escila», mientras que la del lado de Sicilia, se llama «Caribdis».) Volvamos a Odiseo. Éste decidió que ante el peligro de perder el navío en manos de Caribdis era preferible correr el riesgo de Escila. Perdió a seis hombres, que murieron en la boca de cada una de las seis cabezas del monstruo. Desembarcaron luego en la isla del Sol, donde Helio tenía sus rebaños (los «rebaños del Sol»). Circe les había advertido que no comiesen carne de los rebaños, pero como el tiempo pasaba sin que pudiesen desplegar velas por falta de viento, la tripulación estaba desesperadamente hambrienta, y desobedeciendo las órdenes de Odiseo, sacrificaron reses y se las comieron. Como consecuencia, cuando el navío pudo finalmente partir, Poseidón tenía permiso para levantar una tempestad que destruyese este último navío. Sólo Odiseo pudo sobrevivir, porque no había comido de aquellas reses. Solitario y a merced de las olas, Odiseo arribó a las costas de la isla de Ogigia, donde la ninfa Calipso, le retuvo prisionero durante siete años. Pero echaba tan de menos su hogar, que al final Calipso le dejó partir. Se construyó una balsa con la que llegó a la tierra de los Feacios. Eran grandes navegantes y se encargaron de llevarle, por fin, hasta Ítaca. Al llegar a Ítaca era el único superviviente de todos cuantos habían marchado junto con él hacia Troya veinte años atrás, y de cuantos habían salido de Troya con él, en dirección a sus hogares, diez años antes. Durante aquel lapso de tiempo hasta el retorno de Odiseo, era natural que hubiese circulado por Ítaca el rumor de que había muerto. Más de un centenar de nobles de la isla y de territorios cercanos habían intentado persuadir a Penélope que se casara con uno de ellos, para que el nuevo esposo se convirtiera en el nuevo rey. Penélope los rechazó porque quería permanecer fiel a Odiseo y estaba segura de que todavía vivía y que regresaría algún día. (Su nombre sirve hoy en día para designar a una esposa modesta y fiel, mientras que el de Clitemnestra es usado como modelo de esposa infiel). Penélope tuvo que echar mano de argucias. Por ejemplo, les dijo que tenía que tejer la mortaja del anciano padre de Odiseo, Laertes, antes de casarse de nuevo. Empezó el trabajo, pero por la noche deshacía cuanto había tejido durante el día. Por esta razón, un trabajo que parece no tener nunca fin recibe el nombre de «telar de Penélope». Finalmente, la treta fue revelada a los que la cortejaban por una sirvienta desleal, y todos ellos incrementaron sus amenazas. Telémaco, el hijo de Odiseo, era efectivamente el heredero del trono, pero era pobre. La única persona que tenía para ayudarle era un anciano consejero que Odiseo le había dejado. Este anciano se llamaba Méntor y, actualmente un «mentor» es un consejero. «Monitor» significa lo mismo o bien alguien que tiene el encargo de alertar contra un peligro que se acerque y es palabra derivada de aquélla. Telémaco, temiendo que sería matado y no viendo salida a sus problemas si Odiseo no regresaba, decidió, de acuerdo con el consejo de Méntor, visitar a algunos de los antiguos amigos de su padre para preguntarles si tenían noticias de éste. Visitó Esparta donde encontró a Menelao y Helena, que ya habían regresado sanos y salvos de sus aventuras. También visitó a Néstor, todavía vivo, aunque más anciano que nunca, y que era el único griego que había regresado a su hogar sin dificultades. Pero no había noticias de Odiseo, y el hijo tuvo que regresar a su casa descorazonado. Pero el viaje había sido favorable a los designios de mantenerle apartado para que los pretendientes pudiesen planear su asesinato. Pero al regresar, Odiseo ya había desembarcado. Odiseo fue alimentado y curado por Eumeo, un porquerizo fiel que, sin embargo, no le reconoció. Odiseo se disfrazó de mendigo y se mezcló con los criados en las salas donde los pretendientes se habían reunido para conocer el curso de los acontecimientos. Por aquellos días, Penélope se había visto obligada a abandonar su argucia, y tuvo que aceptar casarse con el pretendiente que fuese capaz de arrancar el arco de Odiseo y lanzar certeramente una flecha contra una diana previamente fijada. (Penélope tenía la esperanza de que ninguno de los pretendientes podría competir con la fuerza heroica de Odiseo.) Los pretendientes fracasaron en su intento de arrancar el arco. El supuesto mendigo (que ya había revelado su identidad a Eumeo y a Telémaco) solicitó que le diesen la oportunidad de intentarlo, y entre ironías, le fue concedida. Con toda facilidad consiguió arrancar el arco, tras lo cual, junto con Telémaco, Eumeo y unos cuantos criados fieles, cogió por sorpresa a los pretendientes y los mató. Al final volvían a reunirse Odiseo y Penélope. El anciano padre de Odiseo, Laertes, ayudó a establecer la paz con los padres de los pretendientes, y aquí da fin la Odisea. (I.A.)

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