Modelo socioeconómico USA y miedo             

 

Modelo socioeconómico USA y miedo: Tony Judt:
Los ciudadanos de los Estados del bienestar de Europa Occidental presentan unos niveles de felicidad más altos que nosotros, y ciertamente están más sanos y viven más tiempo. Es difícil creer que cualquier sociedad quiera en realidad que sus miembros regresen a un estado prehobbesiano: que tengan una vida solitaria, pobre, salvaje y corta. En Estados Unidos, el debate sobre la socialdemocracia, y es un argumento real, tiene que centrarse en la libertad. Pero, aun así, hay algunas cosas en las que la sociedad estadounidense no es libre debido a la ausencia de ciertos bienes públicos. Y algunos de ellos pueden proporcionarse sin controversia ninguna. Como los parques urbanos. Si uno no puede ir a algún sitio seguro a sentarse cuando está cansado, es menos libre que el que sí puede hacerlo. Los europeos tienen una cosa de la que los estadounidenses hace tiempo que carecen: seguridad económica, seguridad física, seguridad cultural.

En el mundo cada vez más abierto de hoy en día, en el que ningún gobierno ni ningún individuo puede garantizar que está libre de competencia o amenazas, la seguridad se está convirtiendo en un bien social por derecho propio. El cómo proporcionaremos esa seguridad, y con qué coste para nuestras libertades, va a constituir una cuestión crucial en este nuevo siglo. La respuesta europea es centrarse en lo que hemos dado en denominar seguridad «social»; la respuesta angloamericana ha preferido limitarse a la búsqueda y captura. Está por ver qué será más eficaz a largo plazo. Semánticamente, es interesante el hecho de que «seguridad social» y «seguridad nacional» signifiquen dos cosas completamente distintas. Mientras que en la práctica política estoy convencido de que la gente que se siente segura en varios aspectos de su vida se siente menos amenazada frente a los impactos externos. Creo que los estadounidenses son vulnerables a la política del terror precisamente porque elimina el único sentido en el que creen que están seguros, esto es… Físicamente. Creo que eso es absolutamente cierto. Hemos vuelto a entrar en una era del miedo. Atrás ha quedado la sensación de que las habilidades con las que uno cuenta al empezar en una profesión o un trabajo serán habilidades importantes para toda su vida laboral. Atrás ha quedado la certidumbre de que después de una trayectoria laboral exitosa espera una jubilación cómoda. Todas estas inferencias demográfica, económica y estadísticamente legítimas del presente respecto al futuro —que caracterizaron la vida americana y europea durante las décadas de la postguerra—, han quedado borradas del mapa.

De modo que la era del miedo en la que ahora vivimos consiste en el temor a un futuro desconocido, así como a unos extranjeros desconocidos que pueden venir y lanzarnos bombas. El temor de que nuestro gobierno ya no puede controlar más las circunstancias de nuestras vidas. Ya no puede convertirnos en una comunidad cerrada contra el mundo. Ha perdido el control. Esa parálisis del miedo, que yo creo que los estadounidenses experimentan muy intensamente, se vio reforzada por la toma de conciencia de que la única seguridad que creían tener ya no la tenían. Esta fue la razón por la que muchos estadounidenses se mostraron dispuestos a unir su suerte a la de Bush durante ocho años: ofreciendo su apoyo a un gobierno cuyo atractivo radicaba exclusivamente en la movilización y la explotación demagógica del miedo. A mí me parece que el resurgimiento del miedo, y las consecuencias políticas que entraña, constituye el mejor de los argumentos a favor de la socialdemocracia: tanto como protección para los individuos frente a las amenazas a su seguridad reales o imaginarias, como protección para la sociedad frente a las amenazas muy probables a su cohesión, por una parte, y a la democracia por otra. Recordemos que, sobre todo en Europa, los que han tenido más éxito a la hora de movilizar estos miedos —a los extranjeros, a los inmigrantes, a la incertidumbre económica o la violencia— son principalmente los políticos convencionales, anticuados, demagogos, nacionalistas y xenófobos. La estructura de la vida pública estadounidense hace más difícil que gente así llegue a hacerse con el gobierno, uno de los aspectos en el que Estados Unidos ha sido especialmente afortunado. Pero el Partido Republicano actual ha comenzado a movilizar precisamente estos miedos en épocas muy recientes y bien puede ser que estos le lleven de nuevo al poder.

[¿Socialdemocracia en EE.UU.?:]
El siglo XX no fue necesariamente como nos han enseñado a verlo. No fue, o no fue solo, la gran batalla entre la democracia y el fascismo, o el comunismo y el fascismo, o la izquierda contra la derecha, o la libertad contra el totalitarismo. Mi percepción es que durante gran parte del siglo nos dedicamos a debatir, implícita o explícitamente, sobre el surgimiento del Estado. ¿Qué tipo de Estado quería la gente? ¿Estaban dispuestos a pagar por él y cuáles querían que fueran sus propósitos? Desde esta perspectiva, los grandes vencedores del siglo XX fueron los liberales del siglo XIX, cuyos sucesores crearon el Estado del bienestar en todas sus posibles formas. Ellos consiguieron algo que, todavía en la década de 1930, parecía casi inconcebible: forjaron unos Estados democráticos y constitucionales fuertes, con una fiscalidad alta y activamente intervencionistas, que podían abarcar sociedades de masas complejas sin recurrir a la violencia o la represión. Seríamos unos insensatos si renunciáramos alegremente a este legado. De modo que la elección a la que nos enfrentamos en la siguiente generación no es entre el capitalismo y el comunismo, o el final de la historia y el retorno de la historia, sino entre la política de la cohesión social basada en unos propósitos colectivos y la erosión de la sociedad mediante la política del miedo. ¿Ese planteamiento es defendible? Si esa es la cuestión, ¿importa lo que los intelectuales opinen a este respecto? ¿Merece la pena discutirse? Nuestras dos preocupaciones a lo largo de esta conversación han sido la historia y los individuos, el pasado y las formas en que la gente descubrió ese pasado, moral o intelectualmente. ¿Existe una salida? La socialdemocracia parece de hecho tenerlo muy difícil en Estados Unidos, o tal vez en general. Quiero decir, aunque nos fijemos en el caso de Europa, el único sitio donde podría decirse que ha alcanzado dimensiones importantes, los socialdemócratas llegaron a un compromiso con los liberales después de la Primera Guerra Mundial, o en torno a la Primera Guerra Mundial, y luego los democristianos llegaron a un compromiso con los socialdemócratas, o más bien asumieron su programa, tras la Segunda Guerra Mundial, mientras que los estadounidenses, entretanto, llegaron a un compromiso con algunos países europeos bajo la forma del Plan Marshall. Lo que tú sugieres es que todo eso no habría sido posible… Sin las dos guerras mundiales. Sin las dos guerras mundiales y una cierta legitimación divina al final. Pero nadie nos derrotará en una guerra si se libra en nuestro propio continente, y nadie nos ofrecerá un Plan Marshall. Lo que hacemos, ya sea en materia de sanidad, o de vender el país a China, lo hacemos por nosotros mismos. Ese argumento no impide plantear la defensa. Pero es un argumento para plantear la defensa históricamente. La historia entera de Estados Unidos es de un comprensible aunque mal enfocado optimismo. Pero gran parte de la base para ese optimismo —para esa buena fortuna de América que llevó a Goethe a hacer su famoso comentario sobre la suerte de América— ya ha quedado atrás. Los países, los imperios, incluso el imperio americano, tienen historias, y esas historias les confieren una cierta forma. Algunas de ellas, que durante mucho tiempo fueron consideradas profundas verdades sobre Estados Unidos, son fruto del azar histórico: combinaciones de espacio, tiempo, oportunidad demográfica y acontecimientos mundiales. Los años del boom de la sociedad industrial americana no duraron más que un par de décadas, y lo mismo puede decirse de la sociedad de consumo americana de la postguerra. Si nos fijamos en la historia de las últimas dos décadas observamos algo muy distinto: una historia de estancamiento sociológico y económico americano camuflado por las extraordinarias oportunidades de una reducidísima minoría, que como consecuencia desvirtúan esa media que ofrece la apariencia de un continuado crecimiento.


Estados Unidos ha cambiado, y es importante que nos demos cuenta de que este cambio abre unas posibilidades nuevas en lugar de cerrarnos a ellas. Ese mismo optimismo y exceso de confianza que en un momento dado funcionaron a nuestro favor, hoy en día constituyen una desventaja. Estamos en declive, pero con la carga de la retórica de la eterna posibilidad: una combinación peligrosa, dado que fomenta la inercia. Como ya he señalado, Estados Unidos ha tenido la mala suerte de no haber sufrido una verdadera crisis catártica. Ni la guerra de Irak de 2003 ni la explosión de la crisis financiera de 2008 han cumplido esa función. Los estadounidenses están confusos y enfadados por todo lo que ha parecido salir mal, pero no lo suficientemente asustados para hacer algo al respecto —o producir un líder político capaz de movilizarles en esa dirección—. En algunos aspectos curiosos, el hecho de ser un país tan viejo —nuestra constitución y acuerdos institucionales se cuentan entre los más anticuados de las sociedades avanzadas— es la causa de no haber podido superar estos obstáculos. Ningún intelectual que participe en el debate público estadounidense llegará muy lejos si se limita a los ejemplos o las cuestiones europeas. Así que, si queremos pedir a los estadounidenses que reflexionen sobre los atractivos que tiene la socialdemocracia para ellos, yo partiría de unas consideraciones puramente americanas. ¿Cui bono? ¿Quién se beneficia de ello? Las cuestiones relativas al riesgo, la equidad y la justicia que suelen invocarse en Estados Unidos a favor de una política social regresiva deberían ser invocadas a favor de una política social progresiva. No sirve de nada decir que está mal que Estados Unidos aplique una mala política de transporte o que debemos invertir más en una atención sanitaria universal: nada es bueno por sí mismo en este país, ni siquiera la sanidad o el transporte. Tiene que haber una historia, y tiene que ser una historia americana. Tenemos que ser capaces de convencer a nuestros conciudadanos de las virtudes del transporte masivo o de la sanidad universal, o incluso de una fiscalidad más equitativa (es decir, más alta). Tenemos que reformular el debate sobre la naturaleza del bien público. Va a ser un camino largo. Pero sería irresponsable pretender que existe una alternativa seria. (Tony Judt, 2012)


Obama y los negros:
BlackLivesMatter, la vida de los negros importa en español, es el lema del movimiento negro que hoy desafía al sistema en EEUU que, paradójicamente, lo dirige un presidente negro. Los últimos asesinatos de los jóvenes negros desarmados por la policía y el sentimiento de frustración que invade la comunidad negra por la inacción de Barack Obama, manifiestan una profunda tensión social. Al final, Obama sólo encarnaba una lucha simbólica: el espejismo de que los negros habían tomado el poder, que devastó y neutralizó a las organizaciones negras. La primera Cumbre de cerveza puso fin a la ilusión de una América postracial: Obama, que recordaba al rey de España cuando pedía perdón por ir a matar elefantes cuando la crisis azotaba a sus súbditos, se bebió una cerveza en el jardín de la Casa Blanca con un policía blanco racista al que había reprochado por detener a un profesor negro cuando éste entraba en su domicilio situado en un barrio rico, confundiéndole con un ladrón. A partir de entonces, Obama ignoró el profundo racismo imperante en la sociedad, para salvarse de los brutales ataques racistas. No obstante, se equivocó. Karl Marx trató el tema de la esclavitud racializada de EEUU y la creación de este Estado sobre la alianza entre los esclavistas y los capitalistas (¡los bancos, como J.P. Morgan, aceptaban esclavos como garantía de préstamos!), a la vez que Abraham Lincoln, el “salvador de los esclavos”, planeaba expulsarlos, enviándoles a Liberia: podrán ser iguales, pero fuera de EEUU. La esclavitud abolida en 1899 fue sustituida por un Apartheid institucional, respaldado por la organización terrorista de Ku Klux Klan. Hoy hay más hombres negros en la cárcel y en libertad condicional de los que había esclavizados en el siglo XIX. La construcción de una imagen negativa de África y sus gentes en EEUU fue una estrategia sofisticada: consiguió que los mismos afros sintieran desprecio hacia sí mismos, señaló Malkom X. Tanto que el cantante Mickel Jackson, desde el odio hacia su piel y sus rasgos, se sometió a la tortura de las máquinas blanqueadoras de última generación hasta morir. El control sobre los incivilizados negros será rotundo: en Ferguson, con el 60% de los vecinos afros, el alcalde y el jefe de la policía son blancos y sólo tres de los 53 policías son ciudadanos negros. Los activistas negros pronto se percatarán de que los lazos de clase están por encima de los de raza, etnia y religión; Obama, como miembro de la burguesía, salvará primero los intereses de su clase; y la gestión del poder seguirá en manos blancas, aunque sean cubiertas con guantes negros. Colin Powell, Condoleezza Rice o Barack Obama no son más que servidores de un sistema que, tanto dentro como fuera del país, utiliza ataques preventivos contra las personas desarmadas de todos los colores, justificándolos con el argumento del choque de las civilizaciones. Barack Obama, el Gatopardo, nunca propuso una reforma del sistema ‘semi apartheid multidimensional’ en el que viven los afroamericanos, es decir, el 13% de la población del país. Su desafío era a nivel personal, que no social: el hijo de un padre musulmán y además negro, había logrado entrar en una Casa Blanca, levantada por esclavas y esclavos negros. Y allí terminaba su misión, a pesar de que él mismo había sido objeto de duros insultos racistas. Si no, ¿cómo se explica que a pesar de tener el apoyo contundente de la sociedad y del mundo, Obama pidiera inacción a las víctimas del racismo y llegase a deslegitimar sus frustraciones? En vez de abordar el odio racial en EEUU, se centró tanto en los logros al respecto, que llegó a irritar a los líderes negros. A estas alturas, se sabía que la preocupación del matrimonio Obama por las niñas nigerianas secuestradas no era por solidarizar con las hermanas africanas: en 2014 cerca de 683.000 mujeres estadounidenses, en su mayoría negras y pobres, habían sido raptadas y/o violadas, sin preocuparles en absoluto.

Las cifras de la segregación:
El mapa genético de EEUU muestra que la violencia policial contra los negros es sólo uno de los barómetros de discriminación racial: .De los 50 millones de personas que viven bajo la línea de la pobreza, el 12,7% son blancos no hispanos, y los 26,2%, negros. Aquí, unas 200 familias, todas blancas, suman un patrimonio de 1,3 billones de dólares. .De entre las 18 millones de mujeres que viven en la pobreza, las negras doblan la cifra de las blancas. Luego, las de piel oscura, las ancianas y las del colectivo LGBT, se presentan como las más desheredadas de todas. .La pobreza infantil general se redujo en un 20% durante los años 2010 y 2013, pero el de los niños negros se mantuvo. .El ingreso medio de los hogares blancos es de 91.000 dólares, el de los negros 7.000. .El desempleo de los negros es doble que el de los blancos, a pesar de que tengan un mejor curriculum. .Cerca del 80% de las personas retenidas y cacheadas en la calle por la policía es negra. .Un hombre negro tiene seis veces más probabilidades de ir a la cárcel que uno blanco. Hay más jóvenes negros en la cárcel que en la universidad. Por el mismo delito, los negros pasan mayor tiempo en la prisión que un delincuente blanco. .Un chaval negro de entre 15 y 19 años, tiene 21 veces más probabilidades de ser asesinado por la policía que uno blanco. .Este país, con sólo el 5% de la población mundial, alberga el 25% de los presos del mundo. Y los afros, que sólo son el 13% de sus habitantes, componen casi la mitad de los presos. Uno de cada 15 varones negros (y 1 de cada 36 hombres latinos) están actualmente encarcelados. Lo cual significa que EEUU tiene más presos negros de los que tenía la Sudáfrica del Apartheid en proporción a su población. .Los menores negros son el 60% de los niños presos. .Aunque la esperanza de vida de los negros haya aumentado (como en todo el mundo, salvo en Afganistán, que ha caído de 44 a 41 años tras invasión de la OTAN), los negros aun viven seis años menos que los blancos.

Lo que (no) hizo Obama por los negros:
Barack Obama, que padeció el síndrome de “la carga de la representación” de su raza, se negó a pronunciar la palabra negro, rodeándose de asesores blancos. Pudo reconocer los derechos de los homosexuales, pero no se atrevió a tratar con normalidad la lacra racista. Sabía que contaba con el respaldo incondicional de los afros, y decidió atraer la simpatía de los blancos o, al menos, no espantarlos. Con frases sin sentido como “debemos trascender la raza”, esquivó su deber de proponer medidas de discriminación positiva y programas especiales educativos, económicos y sociales para reducir la brecha entre las razas. No hizo nada para reducir el impacto de la crisis de “ladrillo” en los hogares negros (e hispanas) de la clase media, por lo que la caída de su riqueza llegó a ser veinte veces mayor que la de los hogares blancos. Las políticas económicas de Obama permitió que los ingresos aumentaran un 10%, al mismo tiempo que los salarios se reducían para la mayoría. Así, la débil clase media negra recibió un golpe duro, y miles de sus integrantes fueron lanzados a la pobreza absoluta, beneficiando a los bancos que se quedaban con sus casas y sus sueldos. Al final, Obama que perdió una gran oportunidad para conseguir una verdadera transformación social, se conformó con: .Los proyectos del ‘Guardián de mi hermano’, que pretende ayudar a la formación de jóvenes negros. .Visitar una prisión y conmutar las sentencias de 46 delincuentes por drogas no violentos. .Firmar el Acta de Sentencias Justas que limita los castigos severos que se promulgaron en la década de los 80 para delitos menores relacionados con droga, aunque no permitió que tuviera efecto retroactivo para que miles de negros y latinos, que seguirán perdiendo años de su vida entre rejas. .La Ley de Asistencia Asequible (Obamacare), lideró la cobertura de salud de 20 millones de estadounidenses (cientos de miles de afroamericanos) aunque unos 30 millones siguen sin tener un seguro de salud integral. Obama no puede decir que no le dejaron: Amplió las competencias de la Casa Blanca para lanzar guerras imperiales por todo el planeta, mientras lo que hizo por los negros fue “demasiado poco, demasiado tarde”. Como si un presidente de piel oscura no hubiera pasado por la Casa Blanca. Hoy, el movimiento negro debe cruzar el capitalismo racial y reflexionar sobre los valores de EEUU, impregnados de la supremacía de una raza, una clase y una religión. (Nazanín Armanian, 16/07/2016)


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