Vives             

 

Juan Luis Vives: Obra:
[...] Es principalmente en esta obra, que se acaba de citar —De disciplinis—, donde se muestra ese espíritu de renovación de lo antiguo y de incorporación de elementos nuevos de que se hablaba antes. En ella, examina las causas de la decadencia de los estudios y establece los métodos adecuados para una verdadera reforma de la enseñanza. Se trata de una auténtica enciclopedia de la época, dividida en tres grandes apartados: en el primero (“De corruptis artibus”) trata de las causas de la corrupción y degradación del saber; en el segundo (“De tradendis disciplinis”) trata de las medidas necesarias para la reforma de esa lamentable situación; en el tercero (“De artibus”) expone su propia doctrina lógica y metafísica. La más importante, sin embargo, de estas partes es la primera, al tratarse de la más crítica: en el ámbito filosófico, Vives sobresale siempre más por su capacidad crítica que por sus aportaciones positivas. En dicha primera parte, señala como causas de la corrupción de los saberes, entre otras, las siguientes: la soberbia de los estudiosos, la búsqueda de un fin útil en vez de la desinteresada pesquisa de la verdad, el abuso de las polémicas, el exceso de veneración por las autoridades, el no acudir a los textos originales de los autores y el fiarse de exposiciones de segunda mano, la falta de método adecuado en el estudio, y muchas otras. Por lo que se refiere a la actitud científica de Vives, se puede decir que es fundamentalmente ecléctica, manteniendo siempre gran independencia. Es cierto que critica a Aristóteles, pero lo hace siempre con respeto y benevolencia y, en el fondo, para acercarse más a su espíritu de atención y observación de la Naturaleza, rechazando a los que invocan su autoridad por la autoridad misma. En esta línea, Vives proclama el método experimental, estimulando el espíritu de observación y de verificación, aunque siempre bajo el imperio de la razón, se vale en numerosas ocasiones de la inducción, lo que le convierte, en cierto modo, en precursor de Bacon, pues llegó prácticamente a formular el método inductivo: “de un grupo de hechos aislados —dice—, el espíritu formaba una ley universal, que con el apoyo y confirmación de otras varias, era considerada como permanente y verdadera” (De tradendis disciplinis, libro 1, cap. 2). Éste es el origen de las artes y las ciencias, que se dividen por los fines más que por la materia. Entre las distintas disciplinas, la filosofía, a la que define como “studium sapientiae, quam divinarum humanarunque rerum contemplationen esse dixerunt” (De initiis, sectis et laudibus philosophiae), ocupa un lugar relevante, pero la teología es la ciencia suprema que nos hace como ángeles y consigue la unión con el mismo Dios: “unum facis cum ipso Deo” (idem.). Aunque Vives se ocupa, en De disciplinis, del estado de la cuestión en su época de los distintos estudios: Gramática, Retórica, Dialéctica, Filosofía Natural, Medicina, Matemáticas, Filosofía Moral, sus principales aportaciones están en el campo de la Psicología, sobre la que escribió un importante tratado con el título De anima et vitae (1538), que le ha valido el calificativo de “padre de la psicología moderna” (Foster Watson). Su enfoque empírico en el estudio del alma le lleva a separar la psicología de la metafísica; de aquí el título de “padre” de la psicología moderna que le aplica el profesor Watson, a nuestro juicio totalmente justificado. De acuerdo con este planteamiento, a Vives no le interesa tanto definir o examinar la naturaleza del alma cuanto la investigación de sus manifestaciones, hasta el punto de llegar a escribir: “no nos importa saber qué es el alma, aunque sí, y en gran medida, saber cómo es y cuáles son sus operaciones”. Rechaza, pues, el planteamiento de “los antiguos”, proponiendo un método nuevo, mediante el que aplica la inducción a los problemas psicológicos, descubriendo así, cuando el método se aplica al conocimiento interno, el valor de la introspección. Estas actitudes le convierten en un antecedente clarísimo de Francis Bacon y de René Descartes, como repetidamente se señala por todos los autores que se han ocupado de Vives. El elemento práctico es siempre una constante del pensamiento de Vives. Así lo reconoce también al principio del Tratado del alma, donde dice expresamente que “no hay conocimiento de cosa alguna más importante que el del alma [...] Y que tenga mayor utilidad para las materias más altas” (prefacio al duque de Béjar). Es curioso que Vives distinga entre ratio speculativa, cuyo fin es la verdad, y ratio practica, dirigida al bien, lo que llevó a Bonilla San Martín a hablar de los antecedentes vivistas de Kant, se cree que exageradamente. Al objeto de confirmar esta inclinación por lo empírico y lo práctico, incluso en aspectos que la cultura del Renacimiento despreciaba usualmente, citaré un párrafo en que invita a los estudiosos a ponerse en contacto con la realidad del trabajo en sus aspectos más tangibles; dice así: “El estudiante no debe avergonzarse de entrar en los talleres y factorías, ni de interrogar a los obreros para conocer los pormenores de sus oficios. En otro tiempo, los hombres cultos desdeñaban enterarse de estas cosas, que tanta importancia tienen para la vida, conocerlas y recordarlas. Esta ignorancia ha ido creciendo en los siglos sucesivos hasta la época actual [...] y por este motivo, nosotros sabemos más de la edad de oro de Cecirón o de Plinio que de los tiempos de nuestros abuelos” (De tradentis disciplinis, ib. IV, cap. VI). Aparte de la original aportación de Vives con su nuevo acercamiento metodológico al campo de la psicología, hay una serie de innovaciones concretas en De anima et vitae que no se debe pasar por alto. Se ha mencionado ya su aplicación del método empírico de la introspección; hay, sin embargo, otros puntos en que su aportación nos parece también interesante. En lo que se refiere al origen de nuestro conocimiento, se debe destacar la teoría de las anticipaciones, de gran trascendencia en su pensamiento y en la posterior influencia de éste. Llama Vives anticipaciones a una serie de informaciones naturales que recibimos directamente de la naturaleza o, mejor dicho, de la existencia sensible. No son, pues, ideas innatas, ni pueden confundirse con ningún tipo de platonismo o apriorismo; son huellas indelebles que la experiencia corporal deposita en nosotros desde el primer momento y van a servir de base a nuestro conocimiento posterior; Vives las llama “semillas del saber”, y afirma así la primacía del espíritu frente a las cosas en la actividad cognoscitiva. Esta teoría de las anticipaciones le llevará a otra de sus doctrinas características: la del sentido común. Vives distingue entre juicio natural y juicio artificial; el primero aglutina toda una serie de anticipaciones por las cuales el espíritu funciona “común e idénticamente”, como consentimiento universal. A partir de esas “nociones comunes”, se desarrolla el juicio artificial, mediante la conexión de unas con otras, y así adquiere éste un carácter meramente individual, ya que difiere de unos individuos a otros. Hay evidentemente un claro antecedente de la doctrina escocesa del sentido común, que explica la admiración de Hamilton por Vives. Para Vives, el proceso cognoscitivo parte de unas anticipaciones (semillas), a través de las cuales se articula la experiencia en un espacio de sentido común, mediante el mecanismo de la asociación de ideas. Este es precisamente el aspecto de Vives más destacado por William Hamilton, que le considera verdadero precursor de la misma con estas palabras: “En las observaciones de Vives está compendiado y resumido casi todo lo más importante de cuanto se ha dicho sobre el problema de la asociación mental, lo mismo antes que después”. Íntimamente relacionado con el fenómeno de la asociación de ideas está el estudio empírico de la memoria, otro de sus grandes aciertos. Vives distingue dos clases de memoria: la de “recoger” y la de “retener”. El estudio de la memoria se une al de los temperamentos, y así considera que los que tienen el cerebro húmedo aprenden fácilmente, pero no retienen, mientras que los biliosos son aptos para ambas funciones, si bien más para retener que para recoger. Pero, frente a estas observaciones hoy risibles, tiene muchas otras que se aceptan plenamente, hasta el punto de basarse en ella la ciencia mnemotécnica. Vives se nos muestra también como precursor de la psicología diferencial y de la orientación profesional, al reconocer la necesidad de observar y distinguir las diferencias de aptitudes y de espíritu que hay entre los distintos hombres: ideas luego desarrolladas por Juan Huarte de San Juan en su Examen de ingenios (1575). Sin embargo, en Vives, ese conocimiento no se trata de encauzar tanto hacia la preparación profesional como hacia la sabiduría práctica para la vida y la perfección moral. A este respecto dice Foster Watson: “En todo centro de enseñanza debieran reunirse los maestros cuatro veces al año y discutir el ‘modo de ser’ de cada alumno para encaminarlo a la clase de estudios para que presenta mayores aptitudes. El premio del estudio no es el dinero ni la posición, sino la cultura del espíritu, que es cosa del más excelso e incomparable valor, puesto que el joven debe llegar a ser, mediante una buena enseñanza, más instruido y más virtuoso”. Quizá en este aspecto ninguna obra tan representativa de Vives como la Introducción a la sabiduría (1524). Antes de abandonar el De anima hay que referirse a su estudio sobre las pasiones (affectus), al que dedica enteramente el libro III. Ya dijo Ortega y Gasset que allí Vives “esboza la primera teoría moderna de las pasiones” y, efectivamente, así lo creemos nosotros también. Es cierto que se inspira en gran parte en santo Tomás de Aquino, pero con indudables avances sobre el pensador escolástico. En la misma definición de las pasiones como “actos de las facultades otorgadas a nuestra alma por la Naturaleza para seguir el bien y evitarnos el mal”, se ve ya una estrecha conexión entre ética y psicología, con lo que se aparta del pensamiento aristotélico tradicional. Por otro lado, el estudio vivista de las pasiones se enriquece y amplía enormemente con el auxilio de la propia observación y la fina introspección de sí mismo, en lo que Vives es un consumado maestro. Aunque la concepción de las pasiones por Vives no entre dentro de la moderna psicología descriptiva, por supuesto se halla bien alejada del estudio escolástico de las mismas, encontrándonos en el pensador valenciano con una primera y auténtica teoría de las pasiones. Según esta teoría, las pasiones —veneración, respeto, misericordia, simpatía, alegría, deleite, risa, disgusto, desprecio, ira, enojo, envidia, celos, indignación tristeza, lágrimas, miedo, esperanza, pudor, orgullo, a las cuales dedica Vives detenida atención—, pueden todas reducirse al amor y al odio. Todo lo que nos estimula hacia el bien proviene del amor, mientras que lo que nos lleva hacia el mal tiene su origen en el odio, la conexión con el amor o con el odio de cada una de las pasiones que Vives estudia por separado nos lleva a la convicción indudable de que se está en presencia de una auténtica teoría, y no de un simple conjunto de observaciones indiscriminadas. Además, esta consideración de la peculiar estructura de las pasiones es lo que llevó a Dilthey a considerar a Vives como un primer gran escritor sistemático en el terreno de la antropología moderna. Hay un aspecto, finalmente, al que se debe dedicar algún comentario antes de dejar esta exposición de la filosofía de Vives. Se ha hablado, al hilo del discurso, de distintas ideas en que el filósofo valenciano se presenta como antecedente de doctrinas modernas: Descartes, Bacon, Locke, Hamilton, etc. Sin embargo, nada se ha dicho del posible antecedente kantiano, sobre el que insistió apasionadamente Menéndez Pelayo. En primer lugar, distingue el polígrafo santanderino en la facultad cognoscitiva dos planos: mens y dianota o cogitatio, que ejercen en Vives una función similar a la que en Kant ejercen el entendimiento y la razón, pues el oficio de la cogitatio es “raciocinar o especular sobre los datos que le suministran el entendimiento y los sentidos”. Además, opera sobre la base de una especie de formas sintéticas a priori, que Vives llama “naturales informaciones in omnium animis impresas, inculptasque nociones” (De disputatione, lib. 1), que algunos han confundido con las ideas innatas, lo cual es imposible en una teoría gnoseológica, como la de Vives, esencialmente sensualista. Por tanto, “no son ideas, sino formas de pensar, meras anticipaciones o catalepses”, que no están en acto, sino en potencia, y que, por tanto, no son conocimientos, sino “semillas de conocimiento”, sobre cuyo significado nos hemos extendido antes. En segundo lugar, aparece en Vives también una distinción entre el senile y el sensatum, que resulta curiosamente muy próxima a la que en Kant se da entre el fenómeno y el noúmeno. El sensatum es aludido por Vives en otras ocasiones con las expresiones de “quiddam intimum” o “vis intus latens”, queriendo aludir a una especie de “esencia” de las cosas inasequibles por los sentidos, el entendimiento (mens) o la razón (dianota), con lo que se acerca casi literalmente a la idea kantiana de que “el proceso de las cosas no es más que el proceso de los conceptos de nuesto entendimiento”. Esta es la conclusión de Menéndez Pelayo ante la afirmación vivista de que toda medida de las cosas no es sino del ánimo que las mide (omnis porro mensura rei non est mentientis animi). Naturalmente, estas afirmaciones han de chocar con la importancia que, en otros contextos, de Vives a la metafísica tradicional y los planteamientos aristotélicos. No dejaron Menéndez Pelayo y Bonilla San Martín de plantearse esta cuestión, a la que responden alegando la distinción vivista a que antes se ha aludido entre razón especulativa y razón práctica, como antecedente también de la distinción kantiana entre la razón pura y la práctica, que llevaría a Vives a aceptar en nombre de ésta soluciones que en nombre de aquélla no haría. Parece exagerado llevar afirmaciones de Vives hechas muy de pasada y sin profundizar a la constitución de un verdadero precedente kantiano. Una cosa sí conviene, sin embargo, dejar clara: y es que, sin necesidad de llevar las cosas tan lejos, se observan en Vives planteamientos clarísimos de lo que se puede llamar el “giro antropológico” de la filosofía durante el Renacimiento. A ello alude Martínez Gómez cuando habla de una anticipación del subjetivismo moderno en Vives. Así lo percibe en la catalogación de los seres, que no se hace desde criterios ontológicos, sino en cuanto objetos de nuestras diversas facultades cognoscitivas. En la misma línea hay que situar la afirmación de que “el que digamos que las cosas son o no son, son esto o aquello, tales o no tales, pende de nuestra sentencia, ex sentencia animi nostri hasta llegar a construir al hombre en medida de todas las cosas, “illae enim non sunt nobis suy mensura, sed mens nostra [...] nostra aestimatione et indicio”. En realidad, lo único que parece aquí mostrar Vives es el papel reflejo del hombre en la captación de las cosas, saliendo al paso de todo subjetivismo o relativismo cuando asegura que con ello “no desviamos la verdad de las cosas hacia nuestro juicio” (De prima philosophia, lib. 1). Es evidente que en Vives hay anticipaciones geniales de muchos aspectos del pensamiento moderno, pero llevarle a constituir en claro antecedente del kantismo o incluso del probabilismo, como dice también Menéndez Pelayo, parece exagerado, sin por ello dejar de reconocer la importancia de su pensamiento. (José Luís Abellán)

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