Colonización del este             

 

Grecia: Lucha entre soldados

La edad de la colonización:
El avance hacia el Este:
Lentamente durante los tres siglos que siguieron a la embestida doria, Grecia se recuperó y recobró su prosperidad. En el siglo VIII: a. C. se hallaba en el mismo punto en que se encontraba antes de las grandes invasiones y estaba lista para ascender a un plano más alto de civilización que el que nunca habían tenido los micénicos. Los historiadores adoptan por conveniencia la fecha del primer año de la primera Olimpíada, que marca el punto desde el cual se inicia el nuevo ascenso. Se dice que esa fecha da comienzo al «Período Helénico» de la historia griega, período que incluye a los cuatro siglos y medio siguientes y abarca la época más gloriosa de la civilización griega. Al iniciarse los tiempos helénicos el retorno de la prosperidad también planteó serios problemas a los griegos. Con los buenos tiempos, la población se multiplicó y superó la capacidad de las escasas tierras griegas de proporcionar alimento. En tales condiciones, una solución natural había sido que una ciudad-Estado hiciera la guerra a sus vecinas para procurarse nuevas tierras. Pero con una excepción (que consideraremos en el capítulo próximo), ninguna de las ciudades-Estados era bastante fuerte para hacerlo con éxito. En conjunto, tenían un poder demasiado similar para hacer provechosa una carrera de conquistas. Sus innumerables guerras generalmente terminaban en el mutuo agotamiento o en alguna pequeña victoria que no podía ser aprovechada sin hacer surgir toda una serie de nuevos enemigos temerosos de que el vencedor obtuviera demasiadas ganancias y se hiciese demasiado poderoso. Otra solución posible, la que adoptaron casi todas las ciudades-Estados, era enviar parte de la población en exceso allende los mares, para crear nuevas ciudades-Estado en costas extranjeras. Esta era una solución práctica, porque las costas septentrionales del mar Mediterráneo estaban habitadas, en aquellos tiempos lejanos, por tribus escasamente organizadas y con un bajo nivel de civilización. No podían expulsar a los griegos, que tenían una vasta experiencia en la guerra. Además, los griegos, por lo general, se interesaban solamente por aquellas líneas costeras que, como comerciantes experimentados, ya habían explorado y donde ya habían establecido relaciones comerciales con los nativos. Los colonizadores griegos se limitaban a las líneas costeras, donde se dedicaban a la navegación, el comercio y las artesanías, y dejaban la agricultura y la minería a las tribus del interior. Los griegos compraban alimentos, maderas y minerales, y, a cambio, vendían productos manufacturados. Era un acuerdo que beneficiaba a los griegos y a los nativos, por lo que las ciudades griegas habitualmente estaban en paz (al menos, en lo concerniente a los nativos del interior). Al comenzar los tiempos helénicos, las costas orientales del mar Egeo ya habían sido colonizadas y estaban llenas de pujantes ciudades. Pero el Norte no había sido tocado. En particular, hay una península con tres salientes que se extiende por el ángulo noroeste del mar Egeo y que parecía especialmente apropiada para la colonización. Está a sólo unos 100 kilómetros al norte del extremo septentrional de Eubea, y las ciudades de Calcis y Eretria de esta isla colonizaron dicha península totalmente en los siglos VIII y VII a. C. De hecho, sólo Calcis fundó no menos de treinta ciudades en la península; tanto que toda la península llevó su nombre en su honor y se la conoció como la península Calcídica. En 685 a. C colonizadores griegos atravesaron el Helesponto y la Propóntide y fundaron una ciudad en la parte asiática del Bósforo. La llamaron Calcedonia, por las minas de cobre que había en sus cercanías. Más tarde, en 660 a. C., otra partida de griegos (al mando de un jefe llamado Bizas, según la tradición) fundó una ciudad en la parte europea del Bósforo, justo enfrente de Calcedonia. Se la llamó Bizancio, por el jefe de la expedición. Bizancío se encontró ahora en la posición en que había estado Troya. Dominaba los estrechos por donde debía pasar el comercio. Podía enriquecerse y lo hizo. De tanto en tanto la arruinaba alguna guerra, pero siempre resurgía y prosperaba nuevamente. Con el tiempo iba a ser la mayor ciudad grecohablante del mundo. Pero entonces los griegos, después de colonizar los estrechos, estaban en las puertas del mar Negro. Siguieron entusiastamente los pasos del legendario Jasón y sus argonautas, y Mileto tomó la delantera. Por el 600 a. C., todas las costas del mar Negro estaban salpicadas de colonias griegas. Los griegos también partieron del Egeo en dirección al Sur, para entrar en el mismo vasto mar Mediterráneo. La isla de Chipre tenía colonias griegas ya en tiempos micénicos pero ahora se fundaron otras en las costas meridionales de Asia Menor. justo al norte de la isla de Chipre, por ejemplo, los jonios fundaron la ciudad de Tarso ya, quizá, en el 850 a. C. Al sudoeste de Tarso se fundó la ciudad de Soli. Su nombre tuvo un peculiar destino. Los griegos que edificaban ciudades en medio de los bárbaros y permanecían separados de la mayoría de sus compatriotas solían desarrollar peculiaridades lingüísticas. Cuando los griegos de las grandes ciudades de Grecia encontraban a esos colonizadores, se divertían al oír sus extrañas palabras, pronunciaciones y formas gramaticales. Por alguna razón, los habitantes de Soli fueron, en particular, objeto de burla por ello. Los solios se hicieron tan famosos por su mal griego que hasta hoy llamamos «solecismo» a todo error gramatical.

El avance hacia el Oeste:
Los griegos tuvieron tanto éxito en la colonización del Oeste como en la del Este. El mar situado al occidente de Grecia es llamado el mar Jónico. Esto no obedece a conexión alguna con los griegos de habla jónica, sino a su relación con el mito griego concerniente a la ninfa lo. Las islas de este mar, que están exactamente frente a la tierra firme griega occidental del golfo de Corinto, son las islas Jónicas. Las del grupo principal de estas islas, que forman aproximadamente un semicírculo al oeste del golfo, ya eran griegas en época micénica. Una de las más pequeñas, Itaca, era el hogar legendario de Ulises, el héroe de La Odisea. La que está más al norte de las islas Jónicas, a unos 100 kilómetros de Itaca, es Corcira. No fue griega hasta alrededores de 734 a. C., cuando, según la tradición, un grupo de colonizadores de Corinto desembarcó en ella. Del otro lado del mar Jónico está la punta de la península en forma de bota de Italia. Justo delante de la punta de la bota, con la apariencia (en el mapa) de una pelota de fútbol a punto de ser pateada, hay una isla triangular que es tan grande como el Estado de Vermont. En verdad, es la isla más grande del mar Mediterráneo. Los griegos a veces la llamaban Trinacria, que significa «tres puntas», pero estaba habitada por tribus cuyos miembros se llamaban a sí mismos «sicanos» y «sículos», de quienes deriva el nombre de «Sicilia». En la época de la colonización, los griegos llegaron en gran número a Sicilia y al sur de Italia, y convirtieron esas tierras en otra Grecia. En verdad, algunas de esas ciudades con el tiempo llegaron a ser más prósperas que cualquiera de las ciudades de la misma Grecia. Por esta causa, la parte meridional de Italia era llamada la Magna Grecia. Los corintios parecen haber sido de los primeros en llegar a Sicilia. En 735 a. C., colonizadores corintios fundaron la ciudad de Siracusa, sobre la costa oriental de Sicilia. En Italia, la primera ciudad griega que se fundó fue Kyme, mucho más conocida por la forma latina de su nombre, Cumae (Cumas). Está a un tercio del camino ascendente de la costa occidental de Italia y fue en ésta el asentamiento más septentrional de los griegos. Según la tradición, fue fundada aún antes del 1000 a. C., pero esto es totalmente imposible y tal afirmación no era más que la pretensión de poseer una especial antigüedad. Probablemente fue fundada por colonizadores de Calcis alrededor del 760 a. C. En el empeine de la bota italiana, colonizadores de Acaya fundaron la ciudad de Síbaris en 721 a. C. El territorio de Síbaris se extendía a través de los 480 kilómetros de ancho que tiene la bota italiana en este punto, hasta la costa septentrional. Llegó a ser rica y próspera, y su lujo fue famoso entre los griegos. Hay una conocida historia acerca de un hombre de Síbaris que tenía su lecho cubierto de pétalos de rosas, pero insistía en que era incómodo porque uno de los pétalos estaba arrugado. Por ello, la palabra «sibarita» se usa hoy para referirse a una persona amante del lujo extremado. Otro grupo de colonizadores aqueos fundó Crotona en 710 a. C. Estaba en la punta del pie de la bota italiana, a unos 80 kilómetros al sur de Síbaris, a lo largo de la costa. Pese a la hermandad de origen de ambas ciudades, entre Crotona y Síbarís existía ese género de enemistad tradicional que era frecuente entre las ciudades-Estado griegas vecinas. Fue uno de los poco casos en que una ciudad-Estado logró una total y devastadora victoria sobre otra. La vencedora fue Crotona, y su victoria, según reza la historia, se logró a expensas del lujo de los sibaritas. Al parecer, los sibaritas enseñaban a bailar a sus caballos al son de la música, por lo que sus desfiles eran muy impresionantes. En el 510 a. C., libraron una batalla contra los habitantes de Crotona, quienes, sabedores de ese hecho, fueron a la batalla con músicos. Los caballos sibaritas empezaron a danzar y las tropas sibaritas cayeron en confusión. Los crotoniatas ganaron y destruyeron Síbaris tan totalmente que en siglos posteriores se discutió dónde exactamente había estado el emplazamiento de la ciudad. En el interior del talón italiano, los espartanos fundaron en 707 a. C. Taras, que llegó a ser la ciudad griega más importante de Italia. Es mucho más conocida por su nombre latino de Tarentum (Tarento). Fue la única ciudad que fundaron los espartanos allende los mares, pues estaban preocupados por una difícil guerra doméstica (como explicaremos en el próximo capítulo). Alrededor del 600 a. C., colonizadores de Cumas fundaron una nueva ciudad a unos pocos kilómetros al Sur, a lo largo de la costa, y la llamaron sencillamente «Ciudad Nueva». Por supuesto, la llamaron así en griego, o sea Neapolis. En castellano este nombre se ha convertido en Nápoles. Los colonizadores griegos llegaron aún más lejos que Italia. Focea, la más septentrional de las ciudades jónicas de Asia Menor, envió colonizadores focenses a la costa septentrional del Mediterráneo, a unos 650 kilómetros al noroeste de Cumas, y fundaron Massalia alrededor de 600 a. C. Es la moderna Marsella.

Egipto:
Sólo las costas septentrionales del Mediterráneo estaban abiertas a la colonización griega. Las otras costas no estaban ocupadas por tribus atrasadas que se retiraban cautelosamente ante los avanzados forasteros sino por civilizaciones más viejas que la misma Grecia. Al sur de Asia Menor, a unos 550 kilómetros por el Mediterráneo, estaba la fabulosa tierra de Egipto, ya antigua en tiempos micénícos. Durante la Epoca Mícénica, Egipto poseía un gran poder militar y había creado un imperio que abarcaba grandes regiones del Asia cercana. Los griegos tenían vagos recuerdos de esto y en siglos posteriores hablaban de un rey conquistador llamado Sesostris, que creó un imperio mundial. Esto era una exageración, desde luego. Pero después del 1200 a. C., bandas piratas de aqueos saquearon las costas egipcias (los «Pueblos del Mar»). Estas correrías también hallaron un eco en las leyendas griegas, pues se contaba que Menelao, de Esparta había desembarcado en Egipto en su camino de regreso desde Troya y había permanecido allí durante siete años. Esas incursiones debilitaron al ya declinante Imperio Egipcio, hasta el punto de que nunca volvió a ser una potencia militar. Esto fue afortunado para los griegos, pues hizo que durante los oscuros siglos que siguieron a las invasiones dorias las ciudades-Estado griegas pudieran desarrollarse libremente sin la interferencia de lo que podía haber sido un Egipto poderoso y agresivo.

Egipto mismo se rebeló varías veces (y, en los tres siglos siguientes, las rebeliones egipcias contra las naciones que lo dominaban iban a envolver a menudo a los griegos, a veces desastrosamente). En el 652 a. C., los egipcios conquistaron la libertad y entraron en su último período de independencia. La capital egipcia se estableció entonces en Saís, cerca de una de las desembocaduras del río Nilo, y a este período de su historia lo podemos llamar el del Egipto Saítico. El Egipto Saítico tuvo buena disposición hacia los griegos, pues los consideraba como posibles aliados contra nuevos peligros provenientes del Este. Las grandes monarquías orientales de la época tenían ejércitos muy numerosos, pero mal organizados. Dependían del peso del número, más que de maniobras cuidadosamente planeadas, y también de la caballería: de los hombres a caballo o en carros. Las pérdidas de los infantes carecían de importancia, porque podían ser fácilmente reemplazados; por ello, los soldados de infantería estaban armados con armas ligeras.

Presencia griega en la costa de Egipto:
También estimularon el comercio griego y hasta les permitieron establecer un puesto comercial en la desembocadura del Nilo. Este puesto, fundado en 635 a. C. Por colonizadores de Mileto, se convirtió en la ciudad de Naucratis, nombre que significa «soberano del mar». Este señala el comienzo de la penetración griega en Egipto, que iba a culminar tres siglos después. Los griegos aplicaban sus propios nombres a los objetos que veían, y puesto que en años posteriores el griego era comprendido, pero no la lengua egipcia original, los que han sobrevivido son los nombres griegos. Esto ha dado a la historia egipcia. un aroma curiosamente griego. La capital del Imperio Egipcio de tiempos micénicos era llamada «No» por los egipcios, pero los griegos la llamaron «Tebas» por alguna razón, aunque no tenía ninguna vinculación con la ciudad beocia. En siglos posteriores se convirtió en Dióspolis, o «ciudad de los dioses», por los muchos templos que contenía. La Tebas egipcia estaba a 650 kilómetros Nilo arriba. Mucho más cerca de la desembocadura, casi en el punto en que el río forma un delta, había una importante ciudad con un nombre egipcio que los griegos transformaron en Menfis. De otra versión de ese nombre, los griegos quizás hayan derivado «Aigyptos» (esto es, Egipto), que aplicaron a la nación entera. La cercana ciudad de On más tarde se convirtió en Heliópolis, o «ciudad del sol», por los templos al dios Sol que había en ella. Las gigantescas tumbas construidas por los primeros monarcas egipcios fueron llamadas pi-mar por los egipcios, pero los griegos cambiaron la palabra por «pirámides», de sonido más griego. Los griegos sentían, con toda razón, la más profunda admiración por esas gigantescas estructuras, y más tarde las registraron como la primera de las siete estructuras hechas por el hombre más maravillosas del mundo. (Habitualmente se las llama «las siete maravillas del mundo».) Cerca de las pirámides hay una enorme estructura con cuerpo de león y cabeza de hombre. Los griegos contaban entre sus monstruos míticos ciertos leones con cabeza de mujer, a los que llamaban «esfinges». Aplicaron este nombre a esa estructura egipcia, que desde entonces ha sido llamada la «Gran Esfinge». Los egipcios también erigían altas y esbeltas estructuras en las que inscribían el elogio de sus monarcas victoriosos. Las más importantes fueron elevadas alrededor del 1450 a. C., cuando el Imperio Egipcio estaba en su cúspide. Los griegos las llamaban jocosamente «pequeños asadores» (obeliskós). Por consiguiente, aún los llamamos «obeliscos». Las inscripciones de los obeliscos y otros monumentos estaban escritas en la antigua escritura pictográfica de los egipcios. Para los griegos, que no podían leerlas, esos signos tenían una significación religiosa tal vez misteriosa y llena de poder. Los llamaban la escritura jeroglífica (escritura sagrada), y lo mismo hacemos hoy.

Fenicia:
Los egipcios nunca fueron un pueblo navegante. Defendían sus tierras, pero no competían con los griegos en el mar ni enviaban colonizadores al exterior. Pero no ocurría lo mismo con otro pueblo mediterráneo. Las tierras bañadas por la parte más oriental del mar estaban habitadas por descendientes del pueblo que en la Biblia recibe el nombre de cananeos. Tenían una antigua experiencia en la navegación y sus barcos penetraban en lo desconocido aún más audazmente que los de los griegos. En tiempo de los griegos, la ciudad principal de esas costas orientales era llamada «Sur» (roca) por sus habitantes, porque había sido construida originalmente, por el 1450 a. C.. en una isla rocosa cercana a la costa. La forma griega de ese nombre nos ha llegado como «Tiro», La mayor fuente de prosperidad de Tiro la constituían sus tinturas. Obtenían una tintura rojo-purpúrea de un marisco de sus costas mediante un procedimiento que mantuvieron secreto. En aquellos días, las buenas tinturas, que no se desleían o borraban, eran muy escasas, y esta «púrpura tiria», como aún se le llama, era muy codiciada. Los mercaderes tirios pedían buenos precios por ella y prosperaban. Cuando los griegos encontraron por primera vez a los mercaderes y navegantes de Tiro, quedaron impresionados por las coloridas ropas que usaban. Por ello, los llamaron «fenicios», voz derivada de una palabra que significaba «rojo sangre», y a la tierra de los tirios la llamaron «Fenicia». Los fenicios figuran en las leyendas griegas. Según esas leyendas, el antiguo rey de Creta, Minos, era hijo de la princesa fenicia Europa. Se creía que el hermano de Europa, Cadmo, había llegado a las tierras continentales de Grecia y había fundado la ciudad de Tebas. Esto bien podría ser el eco de incursiones fenicias en tiempos micénicos. Los fenicios se establecieron en la isla de Chipre, que está a sólo 320 kilómetros al noroeste de Tiro, durante el agitado período que siguió a las invasiones dorias. Los griegos ya se habían establecido allí en época micénica, y durante todos los tiempos helenicos hubo en Chipre ciudades griegas y fenicias (a menudo en conflicto unas con otras). Los fenicios no sólo cerraron el extremo oriental del Mediterráneo a la colonización griega, sino también el extremo occidental. Ya antes de que comenzara la gran oleada de colonización griega, los colonizadores fenicios habían desembarcado en la costa sur del Mediterráneo, a unos 1.500 kilómetros al oeste del Nilo. Fundaron dos ciudades, la primera de las cuales era conocida por los romanos de siglos posteriores como Útica y la segunda, fundada en 814 a. C., como Cartago. Cartago prosperó. Se hizo soberana de toda la costa y, en verdad, llegó a ser mucho más poderosa que Tiro. Durante un largo período, fue la ciudad más grande y más rica del Mediterráneo occidental y ningún barco podía entrar en esa parte del mar sin permiso de Cartago. Más aún, Cartago comenzó a establecer zonas de dominación, en competencia directa con los griegos. La ciudad está separada del extremo occidental de Sicilia por sólo 150 kilómetros de mar. No cabe sorprenderse, pues, de que los cartagineses se desplazaron a Sicilia occidental, como los griegos habían ocupado la parte oriental de la isla. A lo largo de todos los tiempos helénicos, los cartagineses y los griegos se combatieron hasta llegar a un estancamiento. Ninguno de los pueblos pudo nunca expulsar totalmente de la isla al otro, aunque uno y otro estuvieron a punto de conseguirlo a veces.

[Obstáculo etrusco:]
La expansión griega hacia el noroeste de la península Itálica también se detuvo y no pasó de Cumas, la primera colonia que fundaron. Al noroeste de Cumas estaban los etruscos. Muy poco es lo que se sabe de los etruscos. Tal vez llegaron a Italia desde Asia Menor, pero también esto es incierto. No comprendemos su lengua, y su cultura ha dejado escasos restos que podamos estudiar. Más tarde fueron absorbidos por los romanos, tan completamente que casi no queda nada de ellos. Pero cuando los griegos estaban asentándose en Italia, los etruscos aún eran poderosos. Y opusieron resistencia cuando los griegos trataron de llegar a las grandes islas de Cerdeña y Córcega, que están entre Italia y el asentamiento griego de Massalia. Los focenses, que se habían establecido en Massalia, tomaron la delantera en el intento de colonizar las islas, por el 550 a. C. Pero alrededor del 540 a. C., los etruscos, en alianza con los cartagineses, derrotaron a la flota focense en una batalla naval que se libró cerca de Cerdeña. Fue un desastre para los colonizadores griegos, quienes fueron muertos o expulsados de la isla. Cartago se apoderó de Cerdeña, mientras que Córcega cayó en manos de los etruscos. Esa batalla marcó el fin de la Edad de la Colonización griega. Las zonas disponibles para la colonización habían sido ocupadas y los griegos ya no pudieron seguir expandiéndose.

Aunque al respecto los fenicios y sus colonizadores frustraron a los griegos, en otro respecto les hicieron -e hicieron a todo el mundo- un gran favor. Inventaron el sistema de escribir palabras mediante unos pocos símbolos diferentes. Las civilizaciones anteriores, por ejemplo, la de los egipcios, habían inventado la escritura, pero usaban cientos o hasta miles de símbolos diferentes, uno para cada palabra diferente o al menos para cada sílaba diferente. (Es lo que hacen los chinos hasta el día de hoy.) Los fenicios fueron los primeros en percatarse de que era totalmente posible hacer que cada símbolo representase sólo a una consonante y que bastaban dos docenas de «letras». Cada palabra sería una combinación de varias letras. La invención fenicia tal vez fue la única de esta especie. Todos los otros grupos humanos que han aprendido a escribir de esta manera parecen haber tomado las letras fenicias, aunque a veces de un modo muy indirecto. Los griegos tomaron sus letras de las fenicias, y lo admitieron en sus leyendas. Fue Cadmo, el príncipe fenicio fundador de Tebas, quien según la leyenda enseñó a los griegos el sistema de escritura con letras. Pero los griegos introdujeron un cambio. Hicieron que algunas de las letras representasen vocales, dando más sencillez y claridad al sistema, al permitir distinguir «masa», «mesa», «misa», «musa» y «amasa». (I.A.)


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