Asia Menor             

 

Grecia: Lucha entre soldados

El Asia Menor:
Frigia:
En tiempos micénicos, un grupo de individuos llamados frigios se desplazó a la parte noroeste del Asia Menor. Estaban allí en la época del sitio de Troya, pues en La Iliada se les menciona como aliados de Troya. Su poder creció durante los desórdenes que siguieron a la invasión doria. En verdad, quizá los frígios se contaran entre los Pueblos del Mar y probablemente fueron ellos quienes causaron la destrucción del Imperio Hitita. Por el 1000 a. C. los frigios habían extendido su dominación sobre casi toda la mitad occidental del Asia Menor. Pero no obstaculizaron seriamente la colonización griega de la costa egea. Por el contrario, parecían sentirse atraídos por la cultura griega y cultivaban la amistad de los griegos, Sus reyes posteriores hasta figuraron en las leyendas griegas. Los griegos decían que en un campesino frigio llamado Gordias se sorprendió cierta vez de ver un águila posarse sobre su carreta de bueyes. Se le dijo que era un augurio cuyo significado era que llegaría a ser rey. Por supuesto, el viejo rey acababa de morir y un oráculo señaló a Gordias como sucesor. Gordias dedicó su carreta a Zeus y unió una parte de ella con otra mediante un nudo muy intrincado, que recibió durante siglos el nombre de «nudo gordiano». Quien desatara el nudo, decía la leyenda, conquistaría toda Asia. (Más adelante volveremos a referirnos a este nudo.) Gordias fundó una nueva capital, Gordion, a unos 500 kilómetros tierra adentro del mar Egeo, y bajo sus descendientes Frigia siguió prosperando. El último rey importante de Frigia era llamado Midas por los griegos. Gobernó de 738 a 695 a. C. y figura en la conocida leyenda del «toque de oro». Se le concedió el poder de convertir en oro todo lo que tocaba, poder del que pronto se arrepintió cuando se transformaron en oro sus alimentos, el agua y su misma hija (a la que abrazó imprudentemente). Esta leyenda probablemente refleja la prosperidad de Frigia en tiempo de Midas. En los últimos siglos del poder frilgio se formó el reino aún mayor de los asirios en el sudeste de Asia Menor. Pero la garra asiría sólo débilmente llegó a Asia Menor. A Frigia, mediante el pago de un tributo, se la dejó en paz. Pero se avecinaba una tormenta en el Norte, del otro lado del mar Negro. En las llanuras de lo que ahora es Ucrania, vivía en tiempos micénicos un pueblo a cuyos miembros Homero llamaba los cimerios. Su nombre perdura hasta hoy en el mapa, pues la península ahora llamada Crimea quizá tenga este nombre por esa antigua tribu. Los cimerios podían haber permanecido pacíficamente en sus llanuras, pero por el 700 a. C. el Asia Central arrojó otra oleada humana como la que había lanzado (quizá) cinco siglos antes, cuando se produjeron las invasiones dorias. Esta vez, tribus de jinetes a quienes los griegos llamaban escitas se abalanzaron hacia el Oeste, a Cimeria, y los cimerios huyeron ante ellos. Luego, durante siglos la llanura que está al norte del mar Negro fue llamada Escitia. Al huir de los escitas, los cimerios se lanzaron a través y alrededor del mar Negro. Invadieron el Asia Menor y destruyeron para siempre el poder frigio. Se dice que Midas, según la leyenda, se suicidó después de una desastrosa derrota.

Lidia:
Contra los invasores cimerios, se unieron miembros de una tribu llamados lidios, que hasta entonces habían estado bajo la dominación de los frigios. Bajo la férula de un vigoroso líder, Giges, se creó un reino lidio en el 687 a. C. que llevó adelante la lucha contra los cimerios. Giges mantuvo una larga guerra contra los invasores cimerios y con el tiempo tuvo que buscar ayuda externa. Apeló al socorro del Imperio Asirio. En 669 a. C. subió al trono el último gran rey de Asiria, Asurbanipal. El Imperio Asirio estaba desgarrado por rebeliones constantes; en 660 a. C., el Egipto Saíta logró liberarse. Sin embargo, Asurbanipal aceptó el reto cimerio. Se libró una gran batalla en la cual los cimerios fueron derrotados y su poder destruido, en lo esencial. Sin embargo, continuaron las escaramuzas, y en una de ellas, en 652 a. C., perdió la vida Giges. Por entonces, el Reino Lidio se hallaba bien afirmado y los descendientes de Giges permanecieron en el trono. El nieto de Giges fue Aliates, que llegó al trono en 617 a. C. Este acabó con los cimerios, y en 600 a. C. estos nómadas desaparecen de la historia. En la lucha contra los cimerios, Aliates llegó a ocupar toda el Asia Menor al oeste del río Halis, que corre hacia el norte y divide el Asia Menor en dos partes casi iguales. La capital de Lidia fue establecida en Sardes, a sólo 80 kilómetros del mar Egeo hacia el interior. El hecho de que la capital lidia estuviese más cerca del mar que la vieja capital frigia era un indicio de que Lidia estaba más interesada en la costa que Frigia. En verdad, ya Giges había tenido algunas actitudes hostiles hacia las ciudades griegas de ella, pero las luchas con los cimerios le habían impedido adoptar una posición demasiado fuerte. Aliates se hallaba en una situación mucho mejor, y por ende se desplazó hacia el Oeste. Tales de Míleto previno a las ciudades jónicas que sólo podían abrigar la esperanza de resistir a los ejércitos lidios uniéndose en un «Concejo Pan-Jónico» que dirigiera a Jonía en una defensa unificada contra los lidios. Fue este consejo el que le valió su inclusión en la lista de los Siete Sabios. Pero las ciudades jónicas no siguieron el consejo de Tales y, como resultado de ello, cayeron bajo la dominación lidia una por una. Fue la primera vez que ciudades griegas estuvieron sometidas a la dominación «bárbara». Una ciudad jónica, Esmirna, fue destruida por Aliates y convertida en un puerto lidio. Sólo Mileto logró conservar su independencia. Con la paz y el tributo que le pagaban las ciudades griegas, Lidia, como antes Frigía, se enriqueció y prosperó. Fue en Lidia donde se inventó la acuñación de monedas. Afortunadamente para las ciudades griegas, el yugo lidio era ligero. A la muerte de Aliates en 560 a. C., le sucedió un hijo, Creso, que sentía una total simpatía por los griegos y hasta era casi un griego en su manera de pensar. Creso síerripre consultaba los oráculos griegos, sobre todo el de Delfos. Enviaba ricos presentes a Delfos; más valiosos, en verdad, que los que podía enviar cualquier ciudad griega. La fama de su riqueza se difundió tanto por Grecia que hasta el día de hoy decimos de un hombre muy rico que «es tan rico como Creso». Al igual que Midas dos siglos antes, Creso parecía convertir en oro todo lo que tocaba; y, como Midas, estaba destinado a no terminar su reinado en paz. Nuevamente se preparaban tormentas, esta vez provenientes del Este.

Media y Caldea:
El esfuerzo que debió hacer Asiria para derrotar a los cimerios consumió casi todas sus fuerzas. Babilonia, la más rica posesión de Asiria, aprovechó la ocasión para rebelarse. Había sido el centro de imperios grandes y de brillante civilización desde el 2000 a. C. y nunca pudo resignarse a la dominación de los toscos asirios del Norte. Pero sus rebeliones siempre fueron sofocadas sangrientamente. Con considerable esfuerzo, Asurbanipal logró someter a Babilonia por última vez en 648 a. C. Asurbanipal mantuvo unida a Asiria mientras vivió. Pero murió en 625 a. C., y sus débiles sucesores no tenían posibilidades. Se levantaron contra los asirios los medos (tribus que habitaban las regiones montañosas del este de Asiría) bajo la conducción de su gobernante nativo Ciaxares, que acababa de ocupar el poder. También Babilonia se rebeló nuevamente. Se hallaba bajo el dominio de una tribu, de origen árabe, cuyos miembros se llamaban caldeos, y a su frente estaba un líder caldeo, Nabopolasar. Asiria se hundía bajo las embestidas de los invasores escitas del Norte, y la rebelión aunada de medos y caldeos fue para ella el último golpe. En 612 a. C., Nínive fue tomada y totalmente destruida, y en 605 a, C. desaparecieron los últimos restos de las fuerzas asirias, de modo que el cruel y odiado imperio fue borrado para siempre de la faz de la tierra. Asiria se desmembró tan rápidamente después de la muerte de Asurbanipal que los remotos griegos, a quienes sólo llegaron oscuros rumores de la caída, creían que Asurbanipal todavía era rey por entonces (o quizá lo confundieron con un hermano). Los griegos le llamaban Sardanápalo y le describían como un rey débil y amante del lujo que había incendiado su palacio y perecido en las llamas cuando su ciudad fue tomada. A la desaparición de Asiria, Nabopolasar y Ciaxares se dividieron el botín. Nabopolasar se hizo con la parte principal del Imperio -Babilonia, Siria y Fenicia-, mientras Ciaxares se apoderó de las tierras más extensas pero relativamente atrasadas del Norte y el Este. Sólo después de la creación del Imperio Caldeo de Nabopolasar los griegos llegaron a conocer Babilonia. Se cree que hombres como Tales y Pitágoras visitaron esas tierras y llevaron de vuelta el saber babilonio en materia de astronomía. Por esta razón, la palabra «caldeo» llegó a significar astrólogo o mago. El Imperio Caldeo llegó a su mayor esplendor bajo el hijo de Nabopolasar, Nabucodonosor. Le sucedió en el trono en 605 a. C. y gobernó durante más de cuarenta años. Se lo conoce sobre todo por dos acciones. En primer lugar, destruyó el Reino de Judá y llevó a los judíos al «cautiverio babilonio». En segundo término, trató de alegrar a su mujer, una princesa meda que añoraba (en las planicies de Babilonia) las colinas de su tierra natal. Para ello, Nebuchadrezzar hizo una serie de jardines en terrazas para crear la apariencia de las colinas, y ellos fueron los famosos «jardines colgantes de Babilonia», Más tarde los griegos los incluyeron entre las Siete Maravillas del Mundo. En cuanto a Ciaxares, el gobernante del Imperio Medio, extendió cautamente su reino hacia el Oeste, hasta llegar primero al mar Negro y luego al río Halis. Del otro lado del Halis estaba Lidia, donde Aliates era rey a la sazón. La guerra entre los dos reinos por la supremacía en Asia Menor era inevitable y duró varios años, El punto culminante llegó una generación después de la caída de Nínive, cuando los medos luchaban con los lidios en una de las más extrañas batallas de la historia. Mientras los ejércitos combatían, se produjo un eclipse (el mismo que Tales había predicho). En la antigüedad, sólo unos pocos astrónomos tenían alguna idea de la causa natural de los eclipses; para la gente común era un signo del descontento de los dioses y uno de los más terribles presagios de desastre. Los ejércitos quedaron tan impresionados por el eclipse que la batalla terminó inmediatamente. Se convino la paz y los ejércitos volvieron a sus patrias; los lidios y los medos nunca volvieron a luchar entre sí. Ahora los astrónomos conocen los movimientos de los cuerpos celestes con la precisión suficiente para hacer cálculos retrospectivos y determinar exactamente cuándo hubo un eclipse de sol en Asia Menor por la época de esa batalla entre lidios y medos. Así, han establecido que el eclipse se produjo el 28 de mayo de 585 a. C. Esta batalla, pues, es el primer suceso de la historia que puede ser fechado en el día exacto con toda certidumbre. Poco después de la batalla, Ciaxares murió, y en 584 a. C, le sucedió su hijo Astiages. Fue una generación de paz, pues mientras reinaba Astiages, Pisístrato gobernaba Atenas y Creso llegaba al poder en Lidia. Pero la paz fue ilusoria. Un nuevo conquistador entró en la escena.

Persia (Ciro, Cambises y Darío):
A unos 800 kilómetros al sudoeste de Media hay una región llamada Fars, que los griegos llamaron Persis y nosotros Persia. Por su lengua y su cultura, los persas se hallaban estrechamente emparentados con los medos. En 600 a. C., o aproximadamente, el jefe de una tribu persa tuvo un hijo. Fue llamado «Kurush» (que significa «sol»), pero es más conocido por nosotros como Ciro, derivado de la forma latina de la versión griega del nombre. Una leyenda posterior hacía de él un nieto de Astiages, pero quizá esto no fuera verdad. Ciro sucedió a su padre en el gobierno de Persia en 558 a. C., y en 550 a. C. inició una rebelión contra el rey medo que fue coronada por el éxito. Derrocó a Astíages y se convirtió en el gobernante absoluto de lo que ya podríamos llamar el Imperio Persa. Una vez que se hizo el amo del Imperio Persa, Ciro se mostró dispuesto a reanudar la lucha de Media con Lídia, donde había sido interrumpida una generación antes por el eclipse. Lidia no estuvo lenta en aceptar el desafío. Creso pensó que, dada la agitación en que se hallaba el Este por el cambio de reyes, se le presentaba una excelente oportunidad para extender su poder hacia Oriente. Consultó al oráculo de Delfos para asegurarse, y éste le respondió: «Si Creso atraviesa el Halys, destruirá un poderoso imperio.» El oráculo se abstuvo cuidadosamente de decir cuál era el poderoso imperio que iba a ser destruido, y Creso tampoco lo preguntó. Se lanzó a través del Halys, donde Ciro le presentó batalla. Los caballos lidios se desconcertaron por el olor de los camellos persas y, en la confusión, Ciro obtuvo una victoria completa. Persiguió a los lidios a través del Halys y, en 546 a. C., tomó Sardes. El poderoso imperio destruido fue el de Creso, y Lidia nunca volvió a constituir un reino independiente. Este es el más famoso ejemplo de un oráculo consistente en un enunciado de doble sentido, que puede ser considerado verdadero suceda lo que suceda. En consecuencia, a tales enunciados se les llama «oraculares» o «délficos». Una vez destruida Lidia, ¿qué ocurriría con las ciudades griegas de la costa? Nuevamente fueron incapaces de unirse. Un jonio, Bías, de Priene, ciudad que estaba del otro lado de la bahía de Mileto, sugirió una política de huida. Propuso que todos los griegos tomasen sus barcos y navegasen hacia el Oeste, a Cerdeña, que acababa de ser abierta a la colonización griega. (Bías fue luego incluido en la lista de los Siete Sabios, y con él ya los hemos mencionado a todos.) Pero la mayoría de los griegos permanecieron donde estaban, y las ciudades fueron tomadas una a una por los generales de Ciro. Nuevamente, Mileto fue la única que conservó una apariencia de independencia. Pero antes de apoderarse de las ciudades griegas, Ciro se había vuelto hacia el Sur, en busca de una caza mayor. Nebuchadrezzar había muerto en 562 a. C. y el Imperio Caldeo estaba ahora en manos débiles. Había tratado de ayudar a Creso, pero esto no redundó en su beneficio. El victorioso Ciro lo destruyó fácilmente en 538 a. C. Ciro luego extendió sus tierras hacia el Este, hasta las fronteras mismas de India y China. Murió en 530 a, C. a avanzada edad, pero aún empeñado en guerras y conquistas. (Así ocurrió que un sector del mundo griego pasó a formar parte de un gigantesco imperio territorial, Los griegos pudieron viajar con seguridad a través de miles de kilómetros de tierras continentales. Un griego que aprovechó esto fue Hecateo, de Mileto, quien nació alrededor del 550 a. C. Viajó mucho por el Imperio Persa y escribió libros de geografía e historia que, por desgracia, no han llegado hasta nosotros. Fue el primero, según declaraciones de autores posteriores, para quien la historia era algo más que la relación de leyendas sobre dioses y héroes. En verdad, adoptó una actitud escéptica y francamente burlona ante los mitos, que es lo que cabría esperar de un jonio.) Aun después de la muerte de Ciro continuaron las conquistas persas. Su hijo Cambises consideró a Egipto una presa apropiada, pues era la única parte del viejo Imperio Asirio que aún permanecía independiente. La independencia de Egipto había durado unos ciento cincuenta años, y su rey Amosis, el amigo de los griegos y en un tiempo aliado de Polícrates, de Samos, observaba el ascenso y el creciente poder de Ciro con gran alarma. Murió en 525 a. C., precisamente en el momento en que Cambises se estaba preparando para lanzar su ataque. La invasión persa tuvo un éxito total y Egipto pasó a formar parte del Imperio Persa. Pero mientras Cambises se hallaba en Egipto estalló una rebelión interna. Al volver apresuradamente para hacerse cargo de la situación, murió en 522 a. C., quizá por accidente, quizá por suicidio. Siguieron cuatro años de confusión y guerra civil durante los cuales existió el constante peligro de que el Imperio Persa, creado sólo una generación antes, se desmembrase. Pero el miembro más capaz de la familia real persa, Darío I, logró dominar la situación en 521 a. C. Con gran energía y habilidad, Darío mantuvo unido el Imperio Persa y aplastó todas las rebeliones, en particular una muy peligrosa que estalló en Babilonia. Entonces comprendió que había llegado el momento de detener las ininterrumpidas conquistas persas, hasta haber logrado organizar lo ya conquistado. No era una tarea fácil. Una polis griega de 15 kilómetros de extensión era fácil de administrar, pero el Imperio Persa era grande, aun por patrones modernos, pues medía 4.000 kilómetros de Este a Oeste. Se extendía por montañas y desiertos, en una época en que el único medio para viajar por tierra era a caballo o en camello. Darío dividió el Imperio en veinte provincias, cada una de ellas colocada bajo el mando de un shathrapavan, o «protector del reino». Para los griegos y, por ende, para nosotros, esta palabra se convirtió en sátrapa, y una provincia persa fue llamada una satrapía. Darío también mejoró los caminos del Imperio y construyó otros nuevos para mantener en buena comunicación sus diferentes partes. Organizó un cuerpo de jinetes para que llevaran mensajes por esos caminos. Adoptó la invención lidia de la moneda. Como resultado de todo esto, bajo su gobierno el Reino Persa conoció una creciente prosperidad. Una vez pacificado el Imperio, Darío consideró que podía pensar nuevamente en su expansión. Ciro había ocupado vastas regiones de Asia, y Cambises había añadido tierras de Africa. A Darío le quedaba Europa. En 512 a. C., el ejército persa, conducido por Darío, atravesó los estrechos hacia Europa y avanzó sobre Tracia, la región situada al norte del mar Egeo. Los ejércitos persas triunfaron una vez más, y el Imperio Persa se extendió por la costa occidental del mar Negro hasta la desembocadura del Danubio. (Los historiadores griegos más tarde afirmaron que Darío había atravesado el Danubio en una frustrada persecución de los escitas, pero esto es falso, casi con seguridad.) En esta campaña, cayeron en poder de Persia nuevas tierras griegas. El Quersoneso Tracio, tomado por Milcíades para Atenas medio siglo antes, cayó bajo la dominación persa. Hasta algunas de las islas egeas del Norte, como Lemnos e Imbros, pasaron a poder de los persas. Después de sus conquistas europeas, Darío volvió a Persia con la esperanza de acabar su triunfal reinado en paz. Y probablemente así habría ocurrido de no ser por la insensata conducta de Mileto y Atenas. (Asimov)


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