Estabilidad demográfica             

 

Desarrollo y estabilidad demográfica:
Crecimiento cero:
Francia fue la potencia europea con mayor número de población en 1815 y con menor en 1915. El estado «natural» de los pueblos es aquel en que se dan muchos niños por mujer (la demografía se ocupa de las mujeres) y mucha mortalidad en general. Éste fue el estado habitual hasta el siglo XIX. En el estado moderno de la demografía se cuentan pocos nacimientos por mujer, pero también una débil mortalidad. La medicina (a partir del momento en que se convierte en eficaz con Pasteur) casi ha suprimido la mortalidad infantil, produciendo un alargamiento de los medios que se confunde con el alargamiento de la vida individual. En 1700 era necesario que una mujer tuviera siete u ocho hijos para que sobrevivieran dos o tres. En la actualidad sólo hace falta tener dos o tres, porque (felizmente) los bebés apenas mueren. La medicina ha revolucionado el mundo más que la agricultura o la industria. Los médicos, que a menudo son grandes individualistas (juramento hipocrático), apenas son conscientes de ello. A este paso de un estado demográfico a otro se le llama «transición demográfica». Esta transición exige tres o cuatro generaciones, las mujeres no se dan cuenta de inmediato de que sus bebés ya no se mueren. Este desfase explica las «explosiones» demográficas.


[Baja tasa de sustitución de generaciones:]
En el siglo XIX, Europa «explotó», expandiendo por el mundo decenas de millones de emigrantes. Luego hizo su «transición» hacia 1960. La historia demográfica de Francia fue singular. La «gran nación» efectuó su «transición» mucho antes que el resto de los países europeos, por culpa de —o gracias a— la «Gran Revolución», que provocó un profundo vuelco en las costumbres. En la actualidad, parece vacunada contra el maltusianismo. Siguen naciendo, más o menos, el mismo número de niños por mujer que durante el reinado de Luis Felipe. Paradójicamente, su tasa de fecundidad (1,90 niños por mujer) es mucho más alta que la de sus vecinos europeos (1,30) y próxima a la tasa de sustitución de las generaciones (con las condiciones de la medicina moderna, son necesarios 2,10 niños por mujer para sustituir las generaciones). La actitud, fuerte du-rante mucho tiempo, de integrar a la inmigración (comparable con la de EE.UU.) contribuyó también a su relativa buena salud demográfica.


[El Tercer Mundo:]
La explosión demográfica fue a continuación la del Tercer Mundo. Las mujeres del Tercer Mundo no tuvieron más hijos que sus abuelas (como ellas, tenían siete u ocho). Pero no habían entendido que esos niños (gracias a los dispensarios) ya no morían. La Argelia musulmana ha pasado de este modo de dos millones de habitantes en 1830 a seis millones actualmente. La explosión demográfica es una «tarta de nata» mediática. Sin embargo, ha terminado. La «transición demográfica» está realizándose casi en todas partes. Ya lo hemos dicho, las ideas se extienden como las epidemias. Desde el año 2000, las mujeres del Tercer Mundo han caído en la cuenta. Saben que les basta con tener tres hijos. En estos momentos, la tasa de fecundidad de Argelia es comparable a la de Francia. Por supuesto, como los hombres se parecen a los árboles, existe una «inercia demográfica». Las mujeres argelinas han alineado su comportamiento al de las francesas, pero los millones de adolescentes nacidos antes de la transición corren por las calles. Dentro de veinte años se apreciará la transición argelina. La verdad es que la humanidad, hoy en día formada por seis mil millones de individuos, ya no sufre la amenaza de una explosión demográfica. Sólo en algunos países siguen naciendo muchos niños por ideología o con la esperanza de una «revancha de las cunas» (expresión inventada para explicar cómo los sesenta mil campesinos franceses abandonados en Canadá han podido convertirse en seis millones): los palestinos, los musulmanes y los judíos integristas también se vengan así.


[Envejecimiento:]
En conjunto —una verdad desconocida—, la humanidad no está amenazada por una explosión, sino por una implosión demográfica. Desde dos generaciones atrás, en China, Japón y la India tamil nacen pocos niños. Es el «envejecimiento», un eufemismo (a nuestra época bienpensante no le gusta llamar a las cosas por su nombre) con el que se designa a la disminución de los nacimientos. Esta disminución es terrible en Rusia, en donde probablemente se corresponda con una «desmoralización» consecuencia de la caída del comunismo. Pero también afecta de manera trágica a Europa (excepto a Francia): en Italia, en España, en Alemania, apenas nace un hijo por cada mujer. Así las cosas, la Unión Europea está amenazada por una desaparición física. La inmigración sólo puede suplir esta carencia de modo marginal. Porque existe una gran diferencia entre la «integración» de los recién llegados y la «sustitución» de una población por otra, la cual rompe la continuidad y compromete la transmisión cultural. En algunas zonas de los extrarradios de las ciudades se ha producido la sustitución de la población. Se pueden comprobar las consecuencias. Hace falta tiempo para la inserción, pero la rapidez de la implosión europea apenas se lo da. Y las cosas pueden ir peor porque cuanto más aluden los reaccionarios a los problemas de natalidad, más afirman los anglosajones que la intimidad de los hogares no concierne al Estado. Algo evidentemente falso: el nacimiento de un niño es un hecho social. Son los niños indígenas los que integran a los niños inmigrados. El eslogan de los yuppies americanos expresa la mentalidad de la época: DINK (Double income, no kids, «Doble sueldo, ausencia de niños»). Cuando estos inconscientes yuppies sean viejos, lo pagarán caro. Porque después del 11 de septiembre, no es seguro que los jóvenes inmigrados empujen sus sillas de ruedas. A pesar de estos interrogantes, el final anunciado de la explosión demográfica es más bien una buena noticia para la humanidad.


Lo ideal sería que las poblaciones alcanzasen el «crecimiento cero» demográfico: la simple —pero segura— sustitución de las generaciones. Hay que recordar que este ideal exige que las mujeres acepten tener dos o tres hijos cada una. En la actualidad se habla más de ecología que de demografía. La ecología no es sólo una moda: es una toma de conciencia respecto a que los recursos de la Tierra no son inagotables y a que la humanidad influye —desde el neolítico— en el medio ambiente. La ineludible subida de los precios del barril de petróleo es, en este sentido, una buena noticia. Esta subida contribuirá más que los discursos a imponer un comportamiento ecológico. (J-C.Barreau y G.Biggot)

 
       
       
[ Home | Menú Principal | Documentos | Sociedad | Economía | Sanidad ]