Yoga:
[Visualizar una manzana:]
Visualización es una palabra insatisfactoria. El ejercicio anterior evocaba los cinco sentidos, no sólo la vista.
Una expresión mejor sería «sensualización». Silva, el decano de los modernos profesores norteamericanos dedicados a entrenar la mente, sugiere poner mentalmente una pantalla delante y proyectar una imagen visual.
En mi experiencia, sólo un 20 por ciento de personas pueden hacerlo con facilidad, ya que no todo el mundo posee una orientación visual tan potente. Otras personas pueden evocar con mayor facilidad un sonido, un tacto, un olor o un sabor. ¿Cuál fue su experiencia con la manzana? ¿Cuál fue la sensación más clara que tuvo?
Aunque los detalles sensoriales no sean muy claros, encuentro que casi todo el mundo puede evocar una sensación o un estado de ánimo. Esto tiene más fuerza que las imágenes sensoriales, que tienden a desdibujarse rápidamente. Podemos decir que estamos visualizando bien cuando el cuerpo responde como si realmente estuviéramos experimentando lo que estamos visualizando.
Lea lentamente la secuencia siguiente. Demórese unos segundos en las imágenes que lo atraigan. Fíjese si el cuerpo le responde (se expande, se pone tenso, se echa hacia atrás) y en cualquier emoción que le acompañe. ¿Puede evocar la sensación o la imagen de:
• Estar en la cama con su pareja (o su osito de peluche)
• Un helado que se derrite
• Un dolor intenso
• El olor de la gasolina
• Un fuego encendido
• Un árbol florido
• La piel de un bebé
• Estar en la playa
• Un animal muerto
• Su abuela
Seguro que alguna de estas opciones le ha llamado la atención más que otras; también es probable que algunas imágenes se le hayan aparecido de forma espontánea, sin esfuerzo por su parte.
Una buena visualización funciona al menos en tres niveles: imaginería, emoción y respuesta corporal.
El primero es obvio: es una imagen que implica uno o más de los sentidos.
El segundo es una emoción acompañante que encaja exactamente con esta imagen y con ninguna otra.
Usted puede amar a sus dos hijos, pero lo que sienta por cada uno de ellos será único. Una imagen que evoque esta sutileza de emociones le llamará con fuerza la atención, de hecho, mejor que las imágenes sensoriales.
El tercer nivel es la respuesta corporal. Cuando usted realmente entra en una visualización, el cuerpo cree que está allí. ¡Pruébelo! Durante 10 segundos, imagine que está bajo una ducha fría. Ahora imagine que está en un baño caliente, o tomando el sol. ¿Ha notado que su cuerpo comenzaba a contraerse en el primer ejercicio y a expandirse en el segundo?
Si practica la visualización como curación, necesita la emoción y la respuesta corporal. Trabajar sólo con imágenes es demasiado superficial. Conozco muchas personas que tienen una clara imagen visual (o sea, lo que nosotros consideramos una visualización clásica) y que, sin embargo, no tienen sensaciones o una respuesta corporal.
Si nos sentimos cansados y sin ganas de nada, podemos visualizar rápidamente unas vacaciones. No hace falta que esperemos a que llegue la Navidad; podemos ir a la playa o al país que se nos ocurra. Me gusta adaptar estas fantasías escapistas exactamente a la manera que me siento, o sea que me pregunto: «¿Dónde me gustaría estar ahora mismo?» y espero a que aparezcan las imágenes.
Generalmente son bastante precisas y diferentes cada vez. Tal vez quiero encontrarme sentado bajo las ramas de un árbol un atardecer de otoño, con la niebla sobre las colinas. Quiero estar en la tundra ártica a mediados del verano. Quiero estar con amigos en Nueva Zelanda, disfrutando de una buena taza de té.
En una buena visualización, cada detalle es como un holograma y contiene la emoción del todo. Es mejor detenerse profundamente en un solo detalle que tratar de pintar la escena en su totalidad. Imagínese las volutas de vapor desprendiéndose del té, o el aroma y la textura de las hojas muertas de los árboles, o el sonido de los pájaros en la distancia. En otras palabras esté allí. Planificar un itinerario para hacer un viaje por Europa no le dará los mismos resultados.
Hay dos escuelas de visualización bien diferentes. En una, «hacemos» aparecer la imagen y en la otra, «dejamos» que la imagen aparezca. A veces se le llama visualización programada y visualización espontánea.
El ejercicio de proyectar una imagen en una pantalla imaginaria es un método programado.
Automáticamente, las personas prefieren una forma u otra. Una persona me dijo que podía programar hasta sus sueños, pero la idea de permitir la aparición espontánea de imágenes le resultaba repugnante. La programación implica un control más consciente, por lo que está más cerca del pensar y del estado de ondas cerebrales beta.
Trabajar con imágenes que aparecen libremente nos permite crear una relación con nuestra conciencia de
los sueños, lo que, a su vez, nos lleva más profundamente hacia las ondas cerebrales alfa e incluso theta.
A casi todas las personas les resulta más fácil trabajar con las imágenes que aparecen libremente. No
pueden evocar una rosa blanca perfecta a voluntad, pero pueden intentar ver qué es lo que aparece. Si la
mente está relajada, el inconsciente pronto descubrirá algo. Tal vez no sea una rosa, quizás aparezca una
margarita o una camelia, probablemente de un ligero tono rosáceo. Puede estar completamente abierta y no en
todo su esplendor, incluso algunos pétalos exteriores pueden aparecer marchitos, y además, tiene un bicho
dentro...
La respiración y el mantra son prácticas precisas, pero la visualización puede ser muy idiosincrásica,
especialmente cuando se trabaja con imágenes que surgen libremente.
Tal vez le interese saber cómo aprendí a visualizar. Durante años fui un meditador «frío». Practicaba
rigurosamente la observación de la respiración y del cuerpo y apartaba cualquier imagen que apareciera. Era
un meditador de sensaciones puras, «en contacto con la realidad», sin ningún añadido. Pero me faltaba algo y
decidí acogerme a las prácticas del budismo tibetano. Mi formación implicó literalmente decenas de miles de
prostraciones, mantras y visualizaciones acompañantes, lo que para nada se acercaba a lo que yo consideraba
como meditación.
Para peor, aparentemente no podía visualizar nada en absoluto. Entiendo muy bien a los alumnos que me
dicen: «No he tenido ninguna imagen, mi mente estaba en blanco». Se suponía que yo tenía que evocar
colores, deidades masculinas y femeninas, palacios de cristal, árboles, animales, joyas, flujos de energía por
todo el cuerpo, y no conseguía nada de ello.
Pero yo seguí insistiendo, incluso con pocas esperanzas, y de pronto sucedió. Fue como una puerta
abriéndose de golpe. Las imágenes siempre habían estado allí, sólo que yo no había mirado en la dirección
adecuada. No fue para nada lo que yo esperaba, pero de todos modos fue muy real. Las imágenes no
sustituyeron a la «realidad» ni compitieron con ella. Fueron como una sobreimposición, como una doble imagen
superponiéndose.
En cuanto aprendí a mirar, el banco de mi memoria se abrió. Los recuerdos afloraban con una extraordinaria
riqueza de detalles y se remontaban cada vez más a mi niñez. Durante meses dediqué conscientemente unos
minutos cada día a recordar la casa donde viví hasta los ocho años. Siempre encontraba algo nuevo, el pozo
era inextinguible.
Con los años, las imágenes han cambiado radicalmente. Al principio me venían imágenes del mismo día,
pero con más tranquilidad fueron apareciendo los profundos recuerdos de juventud, niñez e infancia. Mientras
recorría gradualmente mi pasado llegué a lo que Jung habría llamado el inconsciente colectivo. Las imágenes
actualmente son indescriptiblemente diversas, extrañas e intrincadas. Da la sensación que todo el universo se
ofrece en bandeja.
Nuestras mentes siempre están generando imágenes, pero no lo notamos porque la mente consciente es
demasiado brillante y ruidosa. Las estrellas siempre están allí, pero no las vemos cuando brilla el sol.
Generalmente sólo notamos todas estas imágenes cuando estamos al borde del sueño.
Siempre me habían fascinado los sueños y ahora descubría que una parte de la mente siempre está
soñando, día y noche, incluso mientras desayuno, hablo por teléfono o trabajo en mi ordenador.
Un sueño es como un mensaje de nuestros dioses interiores que nos informan sobre lo que verdaderamente
está pasando en la psique. Generalmente nos indica qué es lo que está en desequilibrio y no hace falta
dormirse para hacer el ajuste necesario. He aquí un par de ejercicios de «primeros auxilios». Yo los hago,
especialmente, cuando estoy bajo presión.
Pregúntese: «¿Dónde estoy?» Sienta el cuerpo y permita que surja una imagen que exprese la sensación
que su cuerpo tiene. Respuestas de algunos alumnos:
«Me siento como una medusa en descomposición».
«Tengo una pelota de plomo en el estómago».
«Me siento como si fuera un rollo de alambre de púas todo enredado, mezclado con papel triturado y
zapatos viejos».
Normalmente es un alivio reconocer la imagen aunque parezca terrible. Una sensación desconocida que
nos carcome es siempre más difícil de tratar.
Se puede hacer la misma pregunta, pero con una meditación más agradable, pongamos por caso. Ayuda a
reforzar el estado.
«Estoy rodeado por una niebla dorada suave y brillante».
«Un río muy fresco me recorre de la cabeza a los pies».
«Siento las células del cuerpo cantándose unas a otras. Su tono es bien claro y la sensación es suave como
el algodón».
He aquí un ejercicio similar. Cuando algo molesto ha entrado en su conciencia, pregúntese «¿Qué es?» y espere a que aparezca una imagen que probablemente se lo aclarará. Hace poco tuve un ejemplo claro de
esto. Colgué el teléfono después de una amistosa conversación, pero me sentía mal. Me pregunté «¿Qué es?»
y esperé a que apareciera una imagen. Pronto sucedió así y la imagen era que había comido un trozo de pastel
que estaba en mal estado (¡el inconsciente tiene un gran sentido del humor!).
Enseguida se aclaró todo. La persona con la que había estado hablando tenía una gran habilidad (el pastel)
que, en mi opinión, estaba manchada por una deshonestidad emocional (el mal estado). La imagen me indicó
el modo en que instintivamente le había respondido a mi interlocutora. Saber esto me facilitó el trato con ella en
el futuro.
Es frecuente que las personas visualicen sin saber meditar. Después de todo, fantasear es bastante fácil.
Todos lo hacemos, aunque casi siempre resulta superficial. Una buena visualización es algo más que soñar
despiertos o tener buenos deseos.
Como profesor, me interesa principalmente la calidad mental de los alumnos. ¿Es una mente relajada, clara,
capaz de concentrarse bien y de resistir las distracciones, flexible, serena? El objeto de la meditación es tan
sólo un medio para llegar a este fin. Sin desarrollar una mente así no es posible lograr gran cosa.
Las personas que visualizan a menudo están tan fascinados por las imágenes producidas que no notan si
su mente está emocionada, dispersa, ansiosa, aferrada o en estado manipulador. Conozco personas que
visualizan (y usan afirmaciones) de una forma rígida y controlada que a mí no me parece nada meditativa. Si el
fin de la visualización es alcanzar alguna meta, la persona probablemente estará tensa y ansiosa. En cualquier
meditación, primero deberíamos buscar un estado mental tranquilo y abierto; la imagen viene en segundo
lugar.
A menudo me preguntan: «¿Hay meditaciones para curar el cáncer?». Hay meditaciones que tienen este
propósito, pero debemos tener presente que el 90 por ciento del beneficio de cualquier meditación proviene de
nuestra capacidad de relajarnos profundamente manteniendo la mente clara. El temor, la rabia, la pena y el
deseo desaparecen cuando nos relajamos. Son momentos en los que estamos en paz con nosotros mismos y
con los demás, disfrutando del placer de ser, simplemente. ¿Qué puede ser más sano que pasar horas en este
estado?
La visualizaciones curativas pueden potenciar este efecto, pero si la persona no puede ni siquiera relajarse,
la visualización será poca cosa más que una pequeña ayuda para sentirse bien. Esto tiene su valor, pero es
bastante improbable que sirva para curar el cáncer, por ejemplo.
Generalmente enseño visualización en la última parte de un curso. Se puede visualizar mejor cuando se
tiene un conocimiento básico de la calma y la conciencia sobre las que construir. He aquí un par de ejemplos
de meditaciones curativas sencillas.
1. Bolas de luz. Imagine una hermosa pelota de luz (blanca, dorada, azul) encima de su cabeza. ¿Ya está?
Ahora una igual debajo de los pies... a la izquierda... a la derecha... delante... detrás. Imagine a todas estas
luces fundiéndose en una sola y envolviéndolo en una suave luz protectora. La luz penetra en su cuerpo como
los rayos del sol. Siga sintiéndola alrededor suyo a medida que transcurre el día.
2. Luz de diamante. Este ejercicio es similar. Imagine una luz de un blanco perlado o transparente como el
cristal que sale del espacio y toca la parte superior de su cabeza. Puede imaginar que es una luz o una fuente
de agua burbujeante que le pasa por todo el cuerpo, barriendo la oscuridad y el dolor. Dirija la luz hacia donde
la necesite. Finalmente, deje que la luz se aposente en su corazón y que irradie a través de todas las células
de su cuerpo, extendiéndose al espacio personal que lo rodea.
Meditación básica 8: Visualización
La visualización puede ser muy sencilla (un punto de luz blanca en el espacio, por ejemplo) o más compleja.
Con independencia de sus inclinaciones, al principio es conveniente comenzar a practicar sobre cosas
sencillas, como por ejemplo:
Este tipo de práctica desarrolla la habilidad de construir visualizaciones más complejas a voluntad. La más
sencilla es visualizar un color. Algunas personas evocan fácilmente un color puro, mientras que otras prefieren
evocar objetos de ese color. Las siguientes meditaciones se pueden hacer con cualquiera de las secuencias
mencionadas más arriba.
No es importante «ver» los colores con claridad, sino que es suficiente con la sensación que generan. Lo
que importa es tener la mente absorta, de modo que no se distraiga con otras cosas. El color es sólo una
excusa para que la mente se concentre, cosa que sucede incluso intentando sentir algo que está más allá de
su percepción.
Instrucciones
Póngase cómodo y relájese, con los ojos abiertos o cerrados. Comience a trabajar lentamente con los
colores del espectro, comenzando por el rojo. Diga la palabra «rojo» cada vez que suelte el aire. Espere que
aparezca un determinado tono de rojo, o el recuerdo de un objeto rojo. Cuando aparezca, explore la sensación sin ponerse tenso. Disfrútelo durante un minuto. Trabaje con los colores del arco iris, dedicándole un minuto a
cada uno: rojo... naranja... amarillo... verde... azul... añil... blanco. Notará que algunos colores u objetos le
vienen a la mente con mayor facilidad que otros.
Concéntrese ahora en el color que más le ha gustado. Imagine la calidad de ese color irradiando a través de
todo el cuerpo. Juegue con las asociaciones que afloren. Siga diciendo la palabra como si fuera un mantra. No
trate de lograr nada. Asegúrese de su cuerpo no se pone en tensión.
Deje que el color desaparezca y que su mente descanse con las sensaciones del cuerpo durante un par de
minutos. Note el estado de su cuerpo y mente antes de emerger.
(Eric Harrison)
Visualización:
Somos seres fantasiosos que vivimos a través de nuestros pensamientos, esperanzas y temores. El mundo que vemos refleja completamente estos dramas interiores. Rara vez, si es que alguna, vemos el mundo de forma sencilla. También compartimos las ilusiones colectivas de nuestra sociedad, que están tan extendidas que las tomamos por reales sin cuestionarlas. Como técnica, la visualización se fundamenta en este proceso
interno constante.
Frecuentemente me siento presuntuoso mientras escribo este libro. ¿Cómo pretendo describir la meditación adecuadamente en sólo 40.000 palabras? Me contesto diciendo: «Bueno, es que éste es un libro para principiantes...». Y ahora me encuentro tratando de explicar la visualizazión, que también es una cuestión igualmente extensa, ¡en un solo capítulo!
Comencemos, entonces, con algo sencillo y manejable. En el fondo, la visualización es, como cualquier otra, una práctica para que la mente esté relajada, pero también alerta.
Algunas personas visualizan con facilidad. Observar la respiración les resulta aburrido, pero enseguida pueden imaginar la cara de su hijo, una rosa, el arco iris o un paisaje campestre y meditan sobre eso.
Centrarse en algo imaginario funciona igualmente bien (y con frecuencia mejor) que centrarse en algo «real».
Ahora mismo puede probar. Lea estas palabras lentamente haciendo pausas de vez en cuando. ¿Se puede imaginar una manzana? ¿De qué clase es? ¿Red Delicious, Granny Smith? ¿Grande o pequeña? Sienta su textura y peso en la mano. ¿La piel es suave o encerada o un poco pegajosa?
Imagine que la muerde. ¿Nota la resistencia de la piel antes de que los dientes la corten? ¿Es blanda o dura? Aspire la primera explosión de aroma y sabor. Escuche el sonido que se produce al morder un trozo de la manzana y siéntalo en la boca (y si no le gustan las manzanas, note su desagrado). Imagine que mastica y traga el trozo de manzana.
Probablemente este ejercicio haya evocado algo en usted: una imagen fugaz, un recuerdo o al menos una sensación. Tal vez haya comenzado a salivar. Puede ser que no haya conseguido una imagen muy clara, pero casi con toda seguridad ahora se siente más conectado con las manzanas que antes.








