Hundimiento del Scharnhorst:
Ultimos ataques de la Kriegsmarine a formaciones en convoy:
El 15 de noviembre partió hacia Rusia el convoy JW-54-A, seguido una semana más tarde por el JW-54-B; ambos llegaron a su destino sin novedad. El almirante Fraser se impacientaba por la amenaza que significaba el Scharnhorst y decidió acompañar al convoy siguiente, el JW-55-A, a lo largo de la derrota de Murmansk, con su escuadra de combate; decisión sin precedentes en la historia de los convoyes a Rusia. El convoy llegó a su destino sin que surgiese amenaza del fiordo de Alten. Fraser abandonó la bahía de Kola el 18 de diciembre, después de dos días de estancia en aguas rusas, y regresó sin ningún contratiempo. Pero con la reanudación de los convoyes a Rusia, Doenitz apoyado por Schniewind y Kummetz, estaba decidido a enviar contra ellos al Scharnhorst. Schniewind, en realidad, ya había dicho el 16 de abril: "Los comandantes de la Fuerza Operativa del Norte no deben dudar que el principal fin de sus buques es combatir".

Acorazado de bolsillo Scharnhorst Almirante Dönitz Almirante Raeder Scharnhorst. Torretas

No obstante, este espíritu no podía eliminar las dificultades que Doenitz y sus compañeros almirantes, tan sobradamente por experiencia: malas condiciones meteorológicas, superioridad del radar británico, el peligro del ataque de los destructores de la escolta cercana, y el deficiente apoyo de la Luftwaffe. Se dudaba si la primera incursión debería ser realizada por destructores solos, o si el Scharnhorst debería participar también. El almirante Kummetz era el hombre de mayor experiencia en estos problemas, pero a primeros de noviembre se le dio "permiso indefinido", reemplazándole en su cargo el comandante en jefe del Grupo de Combate el contralmirante Erich Bey, hasta entonces comandante de los destructores. Bey adquirió la mayor parte de su experiencia de guerra al mando de estos buques y pensaba que los ataques a los convoyes de Rusia deberían efectuarse al estilo en que atacaban los destructores. Creía firmemente en la suerte y en la oportunidad de la acción (que no le fue demasiado propicia en el segundo combate de Narvik, donde sus destructores fueron batidos). Ocupó su nuevo puesto después de la aventura del Scharnhorst en Spitzberg y no tuvo tiempo de organizar su trabajo ni de adiestrar a sus artilleros. No obstante, sería Bey quien conduciría el Grupo de Combate cuando el primer convoy aliado estuviese a su alcance.

El 19 de octubre, Doenitz informó a Hitler que el Scharnhorst podría atacar en la primera oportunidad. Al día siguiente la futura víctima se puso en camino: el convoy JW-55-B, compuesto por diecinueve mercantes escoltados por diez destructores. Los británicos siguieron el mismo plan anterior: Fraser seguiría al convoy que se dirigía a Rusia con su flota de combate, mientras los cruceros de Burnett, Sheffield, Belfast y Norfolk escoltarían al de regreso, RA-55-A, que salió de Murmansk el 23. Fraser "tenía el gran presentimiento de que el Scharnhorst trataría de atacar" en esta ocasión y se mantuvo tan próximo al convoy como pudo, sin delatar su presencia. En el campo contrario, el 22 de diciembre, el Alto Mando Naval alemán dio la orden de alerta al Grupo de Combate al ser avistado el JW-55-B; parece que previo un ataque relativamente fácil contra el convoy. Pronto se desengañaría. En la mañana del día de Navidad, el constante seguimiento del JW-55-B por parte de la Luftwaffe, comparado con la tranquila navegación del RA-55-A, que aún no había sido detectado, demostró la evidencia de que aquél iba a ser atacado. Fraser reforzó la escolta del JW-55-B con cuatro destructores del RA-55-A, que quedó compuesta por catorce buques de esta clase, y ordenó que arrumbara más al Norte. A las 14:00 horas del mismo día, Doenitz dio la orden de iniciar la operación Ostfront (Frente Oriental); clara prueba de que la salida del Scharnhorst formaba parte vital de la Gran Estrategia alemana, en una pretensión de aliviar la presión sufrida por sus ejércitos en Rusia (programa optimista, si es que ciertamente lo hubo). Doenitz afirmó posteriormente que ordenó salir a Bey porque el convoy "no podía tener esperanza de escapar". El método de ataque se dejó al criterio de Bey. Parecía que, por primera vez, en esta ocasión se respetaba la libertad de iniciativa; pero a las pocas horas de hallarse Bey en la mar recibió, igual que Kummetz doce meses antes, un mensaje del Alto Mando Naval. Debería "explorar osadamente la situación táctica", pero "romper el contacto si se encontraba con fuerzas superiores", y conducir la operación de acuerdo con una "información exacta sobre el enemigo"; información que faltaría a los alemanes durante las siguientes veinticuatro horas. Al contrario que Kummetz, Bey no tenía la experiencia de coordinar los movimientos de los buques de línea con las escuadrillas de destructores en las difíciles condiciones del invierno ártico. Es muy incierto que tuviese en su mente un plan para distraer a los buques de escolta, mientras se atacaba a los mercantes desde otra dirección. Es interesante destacar que hubo de retrasarse la salida para dar tiempo a que Bey trasladase su insignia al Scharnhorst, lo cual indica que no esperaba la participación del crucero de batalla en la operación.

A la caza del convoy JW-55:
A las 19-00 horas del 25 de diciembre, el Scharnhorst se dirigía hacia el Mar de Barents con una fuerza de cinco destructores. Bey arrumbó al Norte a veinticinco nudos. El tiempo era malo, mas con la mar de popa sus buques podían avanzar a buena velocidad. A medianoche Bey cometió el primero de una serie de fatales errores de cálculo: rompió el silencio radio para comunicar las condiciones meteorológicas y futuros movimientos; emisión que fue captada de inmediato por los británicos. A las 03:39 horas del 26, Fraser recibía la noticia de que el Scharnhorst estaba en la mar. En este momento, Bey se encontraba a unas 100 millas del convoy, navegando al Norte; Fraser a 200 millas de distancia, con rumbo Este; y los cruceros de Burnett a 150 millas arrumbados al Oeste. El JW-55-B se encontraba en una posición crítica, dado que la escuadra de Bey se dirigía hacia él a rumbo convergente. A las 06:28 horas, Fraser ordenó al convoy que arrumbara al Nordeste para Dificultar al Scharnhorst su búsqueda. Pero Bey se encontró con nuevas dificultades. El Servicio de Inteligencia alemán no había podido captar ninguna de las comunicaciones en que Fraser preguntaba a Burnett y al convoy sus respectivas posiciones. Bey operaba, pues, a base de informaciones atrasadas o erróneas. En un informe emitido a las 15:10 horas del día anterior, se le comunicó que no existían buques enemigos dentro de un radio de cincuenta millas del convoy. Bey debió darse cuenta que estos informes eran atrasados y que en las condiciones de tiempo reinantes eran de escaso valor; pero no tenía otra base para planear su táctica. Su segundo gran error lo cometió a las 07:00 horas, cuando arrumbó al Sudoeste y ordenó a sus destructores que se situasen por su proa para buscar al convoy. En realidad hubo una combinación de errores. Los destructores, conducidos por el Capitán de Navío Johannesen, a bordo del Z-29, luchaban contra la mar de proa, que les redujo la velocidad a diez nudos, y Bey esparcía su fuerza en unas condiciones de gran incertidumbre. A pesar de todo aún estaba en buena posición para proseguir la búsqueda, ya que se hallaba entre los cruceros de Burnett y el convoy. A las 08:20 horas, arrumbó de nuevo al Norte sin informar a sus destructores. Navegaba a rumbo convergente con Burnett y la distancia disminuía rápidamente. A las 08:40 horas sucedió lo inevitable: el Scharnhorst fue detectado por el radar del Belfast a diecisiete millas y media de distancia; la fuerza de Burnett prosiguió acortando distancias. A las 09:21 el Sheffield avistó al crucero alemán a seis millas y media.

Batalla del Cabo Norte (26/12/1943):
Comenzó a las 09:29 horas, al abrir fuego los cruceros de Burnett contra el crucero de batalla alemán; pero solamente el Norfolk logró dos impactos con sus cañones de 8 pulgadas, antes de que Bey, arrumbara a Sureste con el Scharnhorst, para caer de nuevo al Norte en un intento de eludir la fuerza británica. Burnett, sabiendo que se aproximaban cuatro destructores de la escolta del convoy para unirse a él, gobernó para interponer sus cruceros entre el Scharnhorst y el convoy. Bey fue cogido completamente por sorpresa y sobreestimó el potencial británico. Cañón por cañón, pudo sembrar la destrucción en los cruceros ligeros de Burnett con escaso riesgo; aunque es posible que los malos resultados artilleros logrados en Spitzberg le hiciesen eludir el duelo. Tampoco disponía del potencial de fuego de sus cinco destructores, todos armados con cañones de 5,5 pulgadas, que le habrían favorecido en la acción artillera. Por eso les ordenó que se dirigieran al Nordeste, para que se le incorporaran, mientras el Scharnhorst continuaba buscando al convoy. En un admirable alarde de coordinación y sentido marinero, la fuerza de Burnett se dirigió a toda velocidad hacia el convoy para formar una cortina a diez millas por su proa. Esta maniobra modificó la situación a favor de los británicos, porque la fuerza la Burnett era ahora el poderoso resorte de una trampa, con el convoy como señuelo, hacia la que se dirigía el Scharnhorst. Fraser se había apercibido de que no era probable interceptar con éxito al crucero de batalla alemán, a menos que éste se enfrentase con la fuerza de Burnett; si Bey persistía en sus intentos de atacar al convoy, contaría con medios suficientes para hacerle frente. Sin embargo, Bey cometió su cuarto error. A las 11:58 horas, perdió la última oportunidad de concentrar su fuerza al ordenar a los destructores que reanudaran la búsqueda del convoy. De nuevo, los destructores de Johannesen dieron la vuelta para navegar pesadamente hacia el Oeste. En estas condiciones, a las 12:05 horas el radar del Belfast detectó nuevamente al Scharnhorst. En esta ocasión las posiciones habían cambiado; los buques de Burnett estaban al Oeste de Bey y los cruceros británicos abrieron fuego a las 12:21 horas. El Scharnhorst se desvió nuevamente impidiendo que los destructores británicos efectuaran un ataque con torpedos; hubo un intercambio de fuego, durante veinte minutos, en el que el Norfolk llevó la peor parte. Recibió dos impactos de 11 pulgadas que pusieron fuera de combate una de sus torres y destrozaron sus equipos de radar, quedando solamente uno en condiciones de funcionar. A las 12:41 horas, Burnnet inició la persecución con sus buques. En esta segunda acción Bey sufrió nuevamente las consecuencias de mantener alejados sus destructores; por si esto fuera poco, adoptó el mejor rumbo que Fraser podía desear para interceptarlo; Sur-Suroeste a veintiocho nudos de velocidad. Bey pudo haber afrontado la amenaza de la fuerza de Burnett de dos formas: con el duelo artillero para obligar a los cruceros británicos que se mantuviesen fuera del alcance de las andanadas del Scharnhorst o aproando a la mar gruesa, a la mayor velocidad posible, para que los cruceros británicos, más ligeros, se quedasen rezagados. Pero no adoptó ninguna de ambas soluciones. Así, sucedió lo inevitable para que Fraser tuviese una buena oportunidad de interceptar al Scharnhorst. Bey recibió un mensaje del Grupo de la Luftwaffe de Lofoten que repetía el informe de un reconocimiento efectuado tres horas antes: varios buques pequeños y un buque pesado habían sido localizados al Oeste. La repetición, sin embargo, omitió cualquier referencia respecto al buque pesado. Si Bey había sido advertido de que se aproximaba un acorazado desde el Oeste, pudo actuar en consecuencia, mas permaneció confiadamente navegando al Sudeste. Sus destructores seguían navegando al Oeste; pasaron a diez millas del convoy alrededor de las 13:00 horas, pero siguiendo buscándole hasta que a las 14:18 les ordenó que se dirigiesen al fiordo de Alten. Había cancelado la exploración contra el JW-55-B; nuevamente fracasaba la amenaza de la Kriesgmarine en su intento de atacar los convoyes rusos; y el Scharnhorst quedaba abandonado a su suerte.

Localización y persecución:
A las 16-17 horas, el Duke of York, situado veinte millas al Sudoeste, detectaba por primera vez con su radar al Scharnhorst, con la cual la posición de éste era señalada y seguida desde dos buques distintos. El radar de la artillería del Duke of York comenzó a seguirlo a las 16:32 horas, a catorce millas de distancia. A las 16-50 horas el Belfast disparó una salva de proyectiles iluminantes para alumbrar al Scharnhorst, que inmediatamente cayó bajo el fuego del Duke of York y Jamaica. La Batalla del Cabo Norte entraba en su última fase, con la sorpresa de Bey por hallarse ante un grupo de combate enemigo. La fuerza de cruceros y destructores de Burnett le flanqueaba por su izquierda impidiendo que cayera en esta dirección. En esta situación, navegando hacia las costas noruegas, el Scharnhorst comenzó a disparar contra el Duke of York con sus cañones de 11 pulgadas, con una precisión incómoda para los británicos. El combate se convirtió en una caza; pero aún existía la tenue posibilidad de que la superior velocidad del Scharnhorst le permitiese eludir a Burnett y chasquear a Fraser. Los destructores de Burnett se iban quedando retrasados y el Jamaica dejo de hacer fuego porque su enemigo quedó fuera de su alcance artillero. Pero las trayectorias de los proyectiles de 14 pulgadas del Duke of York se centraron mortíferamente sobre su blanco. Dos torres de 11 pulgadas y una de 5,9 pulgadas del Scharnhorst quedaron destrozadas; a continuación, a las 18:20 horas, un impacto de 14 pulgadas penetró en la cámara de calderas número 1, cortó una tubería de vapor y dejó sin fuerza motriz a sus turbinas. La falta de velocidad permitió aproximarse a los destructores, pero su potencial artillero, igual que en el último combate del Bismarck, era aún formidable. Acertó dos impactos de 11 pulgadas en los palos del Duke of York, que dejó de hacer fuego a las 18:24 horas; la misma hora en que Bey comunicaba a su Führer "lucharemos hasta el último proyectil". En estas circunstancias llegó la ocasión de actuar los destructores británicos Savage, Saumarez y Scorpion, y el noruego Stord. Desafiando al poderoso armamento secundario, de 5,9 pulgadas, del Scharnhorst, se aproximaron tanto que un asombrado marinero de Scorpion exclamó: "¡Sacar las estachas y las defensas que vamos a atracarnos a ese bastardo!". Las maniobras del Scharnhorst no le valieron para eludir sus ataques; cuatro torpedos hicieron explosión en él, obligándole a disminuir más aún la velocidad. En esta ocasión los destructores hicieron el mismo papel que cumplieron los Sworfish del Ark Royal en el hundimiento del Bismarck en 1941: averiarlo gravemente para que los acorazados se aproximaran y lo destruyesen. A las 19:01 horas, el Duke of York, secundado por el Jamaica, abrieron de nuevo fuego a cinco millas de distancia. En los últimos momentos del combate, el Scharnhorst se vio rodeado por cruceros y destructores y machacado despiadadamente por los proyectiles de 14 pulgadas. Las dotaciones británicas observaron repetidos impactos, llamaradas y explosiones, entre el humo que cubría al moribundo buque de guerra. A las 19:30 horas aún funcionaban sus máquinas y navegaba a cinco nudos de velocidad; pero sufría un castigo tan tremendo que ninguno de sus cañones podía apuntar sobre sus verdugos. Se hundió alrededor de las 19:45 horas, tras una tremenda explosión.

Tirpitz Tirpitz apostado en un fiordo noruego Bismarck El Graf Zeppelin inconcluso en la grada

En el transcurso del combate se lanzaron contra él cincuenta y cinco torpedos, de los que once hicieron blanco. De una dotación de 1.839 hombres, incluidos cuarenta guardiamarinas, que realizaban su primer crucero de adiestramiento de guerra, solamente se salvaron treinta y seis, rescatados por los británicos. Los errores que condujeron a la pérdida del Scharnhorst en la Batalla de Cabo Norte, pueden explicarse, en parte, por la permanente falta de información exacta con que se encontró Bey; no obstante, él sabía las limitaciones en que realizó la navegación y debió tenerlas en cuenta para no llegar a una situación en la que su buque careciese de escapatoria. Por su parte, los almirantes británicos combatieron aplicando una táctica flexible, que les mereció una recompensa. Sus buques victoriosos prosiguieron la navegación con el convoy JW-55-B, llegando a Murmansk el 27 de diciembre. Este combate, no solamente fue el último en que se enfrentó la Kriesgmarine de Alta Mar con la Royal Navy, sino también la última vez en que los acorazados lucharon al estilo de Jutlandia; sin la participación de aviones, excluyendo las exploraciones preliminares. Al desaparecer el Scharnhorst, toda la atención se centró en el último acorazado de la flota alemana, inmovilizado escondido, pero con potencial suficiente para obligar a mantener concentrada una flota británica por el mero hecho de su existencia: el Tirpitz, el "Rey Solitario del Norte". (Sotacomitre) En octubre de 1936 Hitler acude a la botadura del Scharnhorst.

 

 

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