Ruta de la sal:
La travesía que da nombre a la regata tuvo lugar en 1846, pues aunque hacía ya bastantes siglos que los barcos salineros de las islas llevaban su producto a la península, en esta ocasión la situación tenia unas características muy peculiares. Por aquel entonces, no estando muy claro todavía el tema de la sucesión dinástica de Fernando VII, los carlistas se habían vuelto a alzar en armas contra la reina liberal Isabel II. Los payesos catalanes no estaban muy de acuerdo con el nuevo sistema militar de levas, y estalla la revuelta de Els Matiners.

Trafalgar por Auguste Ballin Trafalgar por Auguste Ballin Trafalgar por W.L.Wyllie Trafalgar

De la noche a la mañana, Barcelona se encuentra rodeada por tropas Carlistas, que carentes de efectivos para tomar la ciudad, se consuelan sitiándola. Ante lo imprevisto de la situación, no queda más remedio que abastecer la ciudad por mar, ya que aparentemente Don Carlos no destacaba precisamente por el poderío de su flota. La sal escasea en los almacenes de la ciudad condal, y como producto básico que era para conservar otros alimentos, su precio se pone por las nubes. A río revuelto, ganancia de pescadores. Un comerciante local, Onofre Xifre i Pauvila, que parece que no tenía un pelo de tonto, desafía a los capitanes de barcos cabotaje, y promete pagar en oro al primero que traiga un cargamento de las salinas de les Pitiuses hasta sus almacenes en El Garraf. Así, sin invertir un duro, fleta nada menos que los barcos de trece patrones que aceptan su reto, aun a riesgo de no cobrar si llegan muy rezagados. La promesa es que el primero cobrará en oro, el segundo en plata y así sucesivamente.

Victory Trafalgar Trafalgar Gibraltar

Los barcos eran todos de una eslora relativamente pequeña, si exceptuamos el favorito, la goleta de cuatro palos Grabe de Marsella, con casco de acero. Adelantándonos el futuro del mundo de la vela, la tecnología se impuso, y es otra goleta de dos palos y proa recta el primer barco de vuelta a Barcelona cargado de sal. Recordemos que lo que define a una goleta es que esta aparejada con velas de cuchillo. En esta época concretamente, cangrejas complementadas con una pequeña vela triangular con lo que prácticamente igualan su perfil con una vela bermudiana. Por supuesto la evolución hacia este aparejo es gradual y hay muchas posibilidades de combinación de velas cuadras con velas de cuchillo, desde un bergantín-goleta hasta una goleta de velacho. El nombre de la goleta victoriosa: El Halcón Maltés, a las órdenes de un aventurero llamado Andreas Portus, de origen maltés que al parecer hacia honor a la tradición corsaria de su isla. Solo cinco años después de la gesta del Halcón Maltés fue construido el América, que compitiendo y ganando en la Isla de Wright por la Copa de las cien Guineas daría nombre a la Copa más famosa y antigua del mundo de la vela.

Horacio Nelson Defensas de Cádiz Gibraltar Defensas de Cádiz

Si comparamos el grabado de El Halcón Maltés con la fotografía del América podemos apreciar la gran similitud de aparejo y porte, el casco ya es otro cantar, ya que el América fue diseñado para ser el barco más rápido del mundo (que nunca lo fue) y el del maltés para transportar seda y otras mercancías. Junto a las modernas golteas competia algún jabeque, todo un clásico en el mediterráneo desde hacia siglos. Aparejados con una o más velas latinas, resultan inconfundibles por tener su trinquete inclinado hacia proa (o el palo mayor en jabeques menores con un solo palo) mucho mas maniobrables que los bergantines aparejados con velas cuadras. Era el barco clásico de la piratería costera duránte los siglos XVII y XVIII, y en algunas pinturas y grabados de la época se pueden ver algunos que aun combinaban la vela con una hilera de remos al mus puro estilo del trireme romano y la galera, a la que había sustituido casi monopolizando el comercio y otras actividades menos honradas durante dos siglos. En la novela de Arturo Pérez-Reverte La carta esférica es un jabeque el que acosa y provoca el hundimiento del Gloria Dei, desarrollándose la aventura entorno a la búsqueda del pecio de éste. El jabeque Argelino Jerba, con toda su tripulación árabe queda en segundo lugar después de quedar fuera de la competición la flamante goleta marsellesa. En tercer lugar queda sorprendentemente un bergantín mallorquín aparejado con velas cuadras, de porte algo mayor y a priori mas lento.


L'Atlàntida de Verdaguer:
El joven desbordante de energía que era Verdaguer corrió descalzo en una competición de la Plana de Vic y con las dos pesetas del premio se compró un ejemplar de la Odisea. Estas cosas todavía ocurrían, a finales del siglo XIX. Otras fuentes aseguran que el libro que compró Verdaguer era una monografía francesa sobre la Atlántida platónica. Lo cierto es que desde entonces, a los 18 años, Jacint Verdaguer comenzó a hablar de su gran proyecto de L'Atlàntida. En realidad, el protagonista del poema será España. Esa idea de fusión hispánica le fue criticada por los extremos culturales del nacionalismo catalán. Un precoz Joaquim Folguera, fallecido tempranamente y crítico fino, salió al paso diciendo que Verdaguer tenía el espíritu nacional catalán incluso a pesar de “su españolismo superficial de limosnero ortodoxo de la señoría palatina”. La épica de la conquista de América fascina al joven Verdaguer. Tiene presente el poema Colón de Campoamor y del gran prosista apologético Nieremberg capta la idea de una Atlantis como zócalo bajo el mar de las Canarias o en las Azores. Se suman los titanes platónicos. Luego, como capellán del vapor trasatlántico Ciudad Condal, propiedad de la dinastía Comillas, piensa la forma final de L'Atlàntida y tiene su gran triunfo. El poema condensa un caudal muy potente de mitos y tradiciones. En primer plano, Colón vive la aventura de descubrir un nuevo continente para España. Hoy, aunque suene como un decorado wagneriano algo polvoriento o aunque tengamos preferencia por su Canigó, largos fragmentos de L'Atlàntida nos siguen dejando perplejos, en buena manera anonadados. En su breve ensayo, tan olvidado como sagaz, sobre Verdaguer, Sagarra habla de eso, de su constante perplejidad ante L´Atlàntida, porque viste una fábula monstruosa y absurda con un inagotable tesoro de naturaleza, meteorología, agricultura, fauna y flora. Así comenzó su existencia como poeta nacional de Cataluña. Sus años finales fueron turbulentos, enigmáticos, torturados. Inicialmente, el poema debía titularse Espanya naixent. Y fue Verdaguer el primer y último poeta catalán cuyos versos el pueblo sabía de memoria. Su Virolai sigue siendo una expresión emocional de la catalanidad, hasta el punto que actualmente hay quien considera que debiera ser el himno de Cataluña y no el belicoso canto de Els segadors. En su himno a la Virgen de Montserrat, Verdaguer la llama princesa de los catalanes y estrella de Oriente para los españoles. Sin embargo, seguimos en lo mismo, entre el Virolai y la apología del caganer. De L'Atlàntida hispánica a lo que estamos viviendo hoy rige en muchos aspectos el teorema de Thomas, célebre en la sociología. Es el caso de las profecías autocumplidas y que Thomas formuló con mucha previsión: “Si las personas definen las situación como reales, estas situaciones son reales en sus consecuencias”. Das por real algo que no lo es, y adecuas tus actitudes a eso, de modo que el mito o el fraude histórico pueden acabar teniendo consecuencias reales. Y ahí viene el grave dilema, cuando en una comunidad acaban enfrentándose dos irrealidades o, simplemente, el deseo de que algo que no es real acabe siéndolo porque creemos que ya lo es, y por eso se enfrenta a una realidad más tangible y objetivamente real. ¿Es por eso que la Cataluña hispánica de Verdaguer se da por inexistente? Uno se pregunta si no será esta la razón de que tantos vínculos de Cataluña con el conjunto de España son postergados a fin de que se cumpla el teorema de Thomas y aquellas situaciones soñadas por el secesionismo acaban siendo reales en sus consecuencias. Para algunos, esto ya es un hecho comprobado: es decir, Cataluña solo puede existir como tal fuera de España. Es absurdo pero es que desde Madrid hay quien acepta sin más, de forma poco crítica y casi con alivio, que Cataluña ya no está en España. Es que el teorema de Thomas sirve para realidades antagónicas. De todos modos, el contraste más aparatoso es entre la Cataluña que se define como secesionista, y por eso asume que así tiene que ser y será, y la Cataluña de cada día, con amplias franjas sociales que viven ajenos a ese proceso o, es más, indiferentes a la presunta necesidad histórica de que el teorema de Thomas proyecte como realidad estructurada lo que es un ensueño ideal. En otros tiempos, un adolescente Verdaguer se acercaba a la Font del Desmai para entrever, entre olmos y avellanos, los grandes bosques vírgenes de la nueva América. Claro, Verdaguer solo era un muchacho con barretina que buscaba la gloria, mientras que hoy la postmodernidad ha acabado con la gloria y la épica. Es como si Verdaguer ya no fuese la fuerza más indicada para sustentar el teorema de Thomas. Es una extraña contradicción buscar la plenitud de una Cataluña alejada de España y negar todo otra plenitud, considerarla relativa, como si en lugar de escribir L'Àtlàntida Verdaguer fuese un autor de guiones de TV-3. (Valentí Puig, 15/12/2014)

 

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