Crisis: Grecia             

 

Crisis griega junio 2011:
La crisis de deuda en la zona euro, formada por 17 países, ha entrado en una nueva y crítica fase, ante los miedos de que Grecia pueda incumplir sus pagos y desatar un desastre económico mundial como el que siguió a la quiebra del banco de inversión estadounidense Lehman Brothers en 2008. Los ministros de Finanzas de la eurozona han dicho a Grecia que tiene que aprobar medidas de austeridad más estrictas antes de que se tome una decisión final sobre nuevos préstamos de la UE y el FMI. Los ministros indicaron que los 12.000 millones de euros de ayuda se pagarían a mediados de julio, lo que permitiría a Atenas evitar el impago Las condiciones previas impuestas son progresos en los planes para recortar el gasto, elevar los impuestos y generar otros ingresos.

Inicio de la situación:
La economía crecía con fuerza de forma sostenida. Los problemas más citados son elevados grados de corrupción y burocracia. Entre los problemas crónicos figura una enorme evasión de impuestos. El ministro de Trabajo estimó que un tercio de la economía no paga nada. El país se unió a la zona euro hace una década, vinculando su economía con otras europeas. El cumplimiento de los requisitos de admisión fue evaluado por las autoridades europeas de una forma muy poco estricta. En 2009 entró en recesión tras 15 años de crecimiento y su déficit presupuestario alcanzó el 15,4 por ciento del Producto Interior Bruto después de una serie de revisiones del Gobierno que mostraron que la economía del país estaba bastante peor de lo que había admitido con anterioridad.

Dimensiones de la deuda:
Grecia tiene una deuda soberana de 340.000 millones de euros, más de 30.000 euros por habitante de una población de 11,3 millones. El rescate de 110.000 millones de euros que aceptó el año pasado de la Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional ha demostrado ser insuficiente y un segundo paquete valorado en 120.000 millones de euros se está discutiendo en la actualidad. Con una deuda que equivale al 150 por ciento de su producción anual, Grecia ostenta dos récords mundiales: la calificación crediticia más baja para un estado soberano y la deuda más cara de garantizar. Gran parte de la economía griega depende del gasto gubernametal. Para estabilizar su econmía necesita un superávit del 10% pero tiene un déficit del 13,2%. Los bancos extranjeros tienen 54,200 millones de dólares en bonos gubernamentales griegos, con el 96% de dicha cantidad propiedad de bancos europeos. Los prestamistas alemanes fueron los dueños extranjeros más grandes de bonos gubernamentales griegos al final del año pasado, con un total de 22,700 millones de dólares. Los prestamistas franceses estuvieron en la segunda posición, con 15,000 millones de dólares de exposición.

Población griega:
La población ha agotado la paciencia con una iniciativa de austeridad aún más profunda que ha reducido los salarios del sector público en un 20 por ciento y las pensiones en un 10 por ciento. La irritación pública sobre la austeridad - incluidos recortes en las prejubilaciones, aumentos de impuestos y recortes en los beneficios y los salarios - ha derivado en frecuentes huelgas y protestas, algunas de ellas violentas. El desempleo está creciendo. En un sondeo del mes pasado, el 80 por ciento de los encuestados dijeron que rechazaban hacer más sacrificios para obtener más ayuda del FMI y la UE. Los trabajadores de bancos y compañías eléctricas, las contratas del sector público e incluso los médicos han salido a las calles. Los empleados del sector privado culpan a un sector público inflado, los funcionarios culpan a los defraudadores de impuestos y muchos griegos responsabilizan a la corrupción política por los problemas del país. "El gran problema de la sociedad griega es la tendencia a considerar que otro es responsable de todo lo que va mal", dijo el analista Theodore Couloumbis. A principios de 2011 el paro era del 15,9%.

Políticos griegos:
Una parte importante de la población señala a la corrupción política como principal causa de la situación. El 21/06/2011 el Parlamento vota una moción de confianza sobre Papandreu. El partido socialista en el gobierno no consigue el grado de unidad interna necesario. Georgios Papandreu cambió a mediados de junio su gobierno para evitar la disidencia en su partido, y dio la cartera de Economía a Evangelos Venizelos, un rival dentro del partido. Venizelos es un peso pesado político que dirigió los preparativos para los Juegos Olímpicos de Atenas 2004, pero no tiene experiencia económica. El 30/06/2011 el parlamento aprueba las nuevas medidas de ajuste. Papandreu llamó al voto diciendo: Debemos evitar un colapso del país a toda costa. La suspensión de pagos acabaría con el sistema de salud, las escuelas, el 80% de las pensiones y también con los sueldos de todos los funcionarios. Por eso debemos evitar a cualquier precio que se derrumbe el país, rectificar los errores y avanzar con iniciativas comunes.

Consecuencias fuera de Grecia:
Cuanto más tiempo continúe la crisis, mayor será el riesgo de que se extienda la situación a las economías de la zona euro con problemas, como Irlanda y Portugal, que ya han sido rescatados, y España, cuya economía es mucho más grande y cuyo rescate sería bastante más caro - quizás demasiado caro. Un impago de Grecia dañará a los bancos que tienen deuda griega, entre ellos el Banco Central Europeo y los grandes prestamistas franceses y alemanes. También podría llevar a los mercados de crédito a la paralización, como ocurrió tras el colapso de Lehman, cuando los bancos virtualmente dejaron de prestarse dinero entre sí. La Casa Blanca dijo el 16 de junio que la crisis griega estaba actuando como un viento en contra para la economía estadounidense, pero las opiniones varían sobre el nivel de exposición de los bancos estadounidenses. Un impago griego sería una catástrofe y una humillación para la Unión Europea, que lanzó el euro en 1999 como su proyecto más ambicioso y como un símbolo de la unidad del continente. Eso ha llevado a algunos expertos a pensar lo impensable: que la zona euro podría romperse, bien por la expulsión de Grecia o por la marcha de Alemania, el gran pagador de la UE, que puede verse tentada a volver a su moneda anterior, el marco. La crisis griega refleja una debilidad intrínseca en la estructura del euro - una zona monetaria con un tipo de interés que vale para una serie de economías muy diferentes, y 17 países diferentes con su propia política fiscal. De cómo se resuelva esta crisis dependerá el fracaso o la supervivencia del proyecto. Los grandes pagadores de la UE - principalmente Alemania, Francia y el Banco Central Europeo - han tenido dificultades para acordar un mecanismo de rescate. Los gobiernos europeos están deseando evitar un "impago difícil" ya que eso podría amenazar a los bancos de toda la zona euro y otros más lejanos. Por ello están abordando un "aterrizaje suave" en forma de una extensión de deuda o refinanciación voluntaria de los acreedores, pero algunas de las propuestas han sido criticadas y calificadas de impago pero con otro nombre. La prima de riesgo -el sobreprecio que un país tiene que pagar para financiarse por la falta de confianza que encuentra entre los inversores- tocó en España el 27/06/2001 el máximo de 293 puntos básicos. Alemania puede ofrecer un interés inferior al 3% por un bono a diez años mientras el Tesoro español se ve obligado a remunerar el mismo producto casi al doble.

Angela Merkel:
La figura más influyente a nivel europeo como jefa de Gobierno de la economía más fuerte de la UE. Está perdiendo popularidad y ha sufrido una serie de derrotas electorales en los comicios estatales. Está sometida a una intensa presión de la opinión pública alemana, molesta con tener que pagar la mala gestión griega - de ahí su insistencia en que los bancos deben compartir la carga. Ha sido acusada de frenar el segundo paquete de ayuda griego, erosionando aún más la confianza de los inversores, lo que podría hacer el rescate aún más caro.

Plan de ajuste 2012-2015 (aprobado 29/06/2011):
Prevé ingresos por valor de 28.400 millones de euros, entre aumentos fiscales y recortes de gastos, y otros 50.000 millones más por la privatización de empresas del Estado, así como una disminución del 25% del funcionariado, lo que supone la desaparición de 150.000 empleos de los 700.000 existentes. Los griegos pagarán en 2011 2.300 millones más en impuestos (en 2012 sufrirán aún mayor presión fiscal, un incremento de 3.380 millones). Entre otras tasas se aplicará el "impuesto solidario", que grava proporcionalmente los ingresos del 1% al 5%. Aumentará el IVA en restaurantes y bares, del 13% al 23%. Contempla el recorte de beneficios sociales; la reducción del gasto en Sanidad y Defensa, entre otras partidas, y el aumento de las contribuciones a la seguridad social. El Gobierno pretende reducir el déficit a menos del 3% en 2014 y aligerar la deuda, de 350.00 millones de euros.


Aplastar a Grecia:
Después de contemplar lo que viene ocurriendo entre Grecia y la Troika en los últimos años, y especialmente desde que gobierna Syriza, hay que ser muy ingenuo para pensar que el desacuerdo actual es una fase de un debate económico honesto, es decir, de una negociación sobre la conveniencia de tomar unas medidas u otras para mejorar la situación de la economía griega y de la europea en general. Y, por supuesto, para creer, como nos dicen, que lo que se plantea es que un país, en este caso Grecia, haga efectivos sus compromisos y pague sus deudas. Si esa fuese la cuestión, Alemania (que es la potencia europea que más deudas ha dejado de pagar en el último siglo y a quien más se le han perdonado) comenzaría a saldar las muy cuantiosas que tiene con Grecia desde la última guerra mundial, por ejemplo. Los hechos son elocuentes: – La quiebra de Grecia vino producida por la aplicación de políticas neoliberales en los últimos decenios y por la complicidad de las autoridades europeas y de los grandes bancos internacionales con sus gobiernos corruptos y con las élites que se beneficiaron del expolio de lo público y de una fiscalidad poco progresiva. Sin embargo, estas mismas autoridades y estos bancos se empeñan en resolver el daño de esas políticas reforzando su aplicación. Un contrasentido que solo puede tener los efectos desastrosos que ha tenido hasta que llegó al gobierno Syriza y que son bien conocidos. – Es una barbaridad que se preste dinero a alguien que está quebrado. Sin embargo, cuando Grecia estaba quebrada como consecuencia de lo que acabo de señalar, la Troika le obligó a solicitar préstamos que se sabía que, lógicamente, no iba a poder pagar. Otro contrasentido que solo puede explicarse porque dar crédito es el negocio de la banca internacional y porque esa era la manera de salvar a los bancos europeos que irresponsablemente habían financiado las políticas corruptas de los anteriores gobiernos griegos en connivencia con la banca internacional que auditaba y respaldaba el engaño. – Cuando se reconoció la quiebra de Grecia el problema podría haber tenido una solución relativamente poco costosa y apenas incruenta socialmente. Su deuda era, por ejemplo, unas tres veces menor al dinero que los gobiernos francés y alemán dieron generosamente para salvar a sus bancos. Sin embargo, como he dicho, se aprovechó la situación para obligarla a suscribir nuevos préstamos con tipos de interés cada vez más altos gracias a la manipulación de los mercados por los propios prestamistas. – Las políticas de austeridad (de falsa austeridad, como señalaré enseguida) han fracasado completamente. No han permitido alcanzar ni uno solo de los objetivos que la Troika decía que iban a cumplir. Han provocado una caída de casi el 30% en la actividad económica y en los ingresos, y la deuda (que se supone que era lo que iban a resolver) ha aumentado considerablemente. Ninguna, exactamente ninguna de las previsiones de la Troika al imponer estas políticas se ha cumplido. – También son evidentes las pruebas de que esas políticas no han buscado la austeridad y soportar menos gastos sustanciales, como decían: Se podría haber financiado a Grecia sin intereses (o con intereses irrelevantes), tal y como se viene haciendo con la banca privada para salvarla de su irresponsabilidad. Actualmente, Grecia paga alrededor del 12% de su deuda pública en intereses frente al 0,56% de Alemania y eso no se debe, como también se quiere hacer creer, a la mala situación económica griega, sino a que se renunció a que el banco central financie a los gobiernos para que hagan negocio con ello los bancos comerciales creando dinero de la nada (han llegado a cobrar a Grecia un 35% de interés por un dinero que obtenían prácticamente sin coste alguno). Se podrían haber paralizado los gastos militares griegos pero no se ha hecho porque son una fuente de ingresos para Alemania y Francia. Ningún acreedor en su sano juicio impone a su deudor una estrategia que le impida generar más ingresos sino que procura que los genere en la mayor cuantía posible para que así pueda ir pagándole la deuda. La Troika, sin embargo, se empeña día tras día en imponer políticas que destruyen la capacidad de crear ingresos en la economía griega (las medidas recesivas que ha vuelto a imponer para llegar a acuerdos y que el gobierno griego ha rechazado con toda razón y sensatez). Como diré enseguida, no se busca en realidad que Grecia genere ingresos y pague (como quiere el gobierno de Syriza), sino que se someta y que se traspasen cada vez más recursos y poder al sector privado ya de por sí más poderoso, lo que en lugar de salvar a la economía griega la empeorará aún más, como antaño cuando se hizo exactamente eso. – No se puede aportar evidencia empírica y científica alguna para probar que las políticas de privatizaciones, de recortes y de destrucción de instituciones que impone la Troika sean eficaces para generar eficiencia, más ingresos y mejor condición económica. En ningún país en donde se han aplicado las medidas de austeridad que propone la Troika se han conseguido los efectos que dicen que van a conseguir para tratar de convencer a la población. Así lo demuestra claramente el libro de Mark Blyth Austeridad. Historia de una idea peligrosa. – Las políticas impuestas por la Troika solo se han dirigido a facilitar que los grupos económicos y la población de mayor renta se apropien de cada vez más ingreso y patrimonio. Un reciente informe (Greece: solidarity and adjustment in times of crisis) lo deja bien claro: los ingresos salariales han caído un 27% entre 2009 y 2014, los impuestos han subido en un 337% para los grupos de menor ingreso y menos del 10% para los más elevados, y el 10% de la población más pobre ha perdido el 82% de sus ingreso desde 2008. Otros muchos estudios han mostrado que las políticas de la Troika han hecho que Grecia sea el país europeo en donde más han aumentado el riesgo de pobreza y la exclusión social y que el traspaso patrimonial desde los más pobres y desde el Estado a los más ricos ha sido ingente. – Como han dicho reiteradamente, las autoridades griegas no se oponen a pagar las deudas sino a que se cierren las fuentes de ingresos que permiten pagarlas y mantener condiciones de vida digna de su población. Y tampoco se han negado, ni siquiera, a realizar reformas en la línea impuesta por sus acreedores, a pesar de estar en contra de sus deseos y compromisos electorales. – La única mejora que se ha producido en la economía griega fue tras la reestructuración de la deuda, que es lo que principalmente reclama el gobierno griego. Y diversos informes han mostrado que hay otras vías distintas para generar ingresos que permitan que Grecia salga adelante, a diferencia de lo que viene ocurriendo con las que ha impuesto hasta ahora la Troika (ver mi artículo Grecia y Syriza frente a una Europa en evidencia). Es indiscutible que la Troika no ha logrado mejorar la economía griega con sus medidas y ni siquiera que los acreedores tengan más oportunidades de cobrar (en realidad, éstos han prestado con tantos intereses que tienen casi seguridad total de cobrar el principal por muy mal que se pongan las cosas). ¿Por qué, entonces, las autoridades europeas se empeñan en cerrar cualquier salida al gobierno griego? La razón es sencilla: no se trata de huevo sino del fuero. Es decir, lo que persigue la Troika, con la señora Merkel a la cabeza rememorando lo que los aliados hicieron en el siglo pasado a su país, es mantener la primacía de sus políticas y de los intereses que defienden. Lo que buscan es evitar cualquier disidencia porque no pueden permitir que se manifieste ningún tipo de hendidura, por pequeña que sea, por donde entre una nueva manera de poner en marcha el proyecto europeo o de salvar a los pueblos. Por eso, la única manera de luchar contra la dictadura de la Troika y de las autoridades europeas es con democracia (a la que temen como al diablo) y poner en frente de sus designios la voz nítida e indiscutible de los pueblos. El gobierno griego ha hecho bien convocando el referendum. Ahora, las autoridades europeas deben retratarse: o están con los pueblos o contra ellos. (Juan López Torres, 28/06/2015)


Julio:
Cuando escribo estas líneas no se sabe qué ocurrirá finalmente con la nueva propuesta griega al Eurogrupo pero sus consecuencias, sea lo que sea, me parece que están bastante claras. El Gobierno griego prácticamente ha renunciado a sus ideales y aspiraciones iniciales pero Europa le pide más, como seguiría ocurriendo si Tsipras volviera a renunciar y presentase una nueva propuesta. Cuanto mayores sean sus renuncias, más le van a exigir, tal y como decía en sus memorias Rosa Parker que le ocurría a los negros en Estados Unidos: “Cuanto más obedecimos, peor nos trataron”. En primer lugar, quizá no sea exagerado decir que el euro ya ha muerto, al menos tal y como lo hemos conocido hasta ahora. No fracasará cuando salga un país sino que lo ha hecho ya, desde el momento en que no ha sido capaz de evitar la quiebra y la destrucción de economías que lo conforman (y mucho más cuando no se trata precisamente de las más grandes y difíciles de controlar). Suceda lo que suceda en las próximas semanas, será inevitable que se adopten medidas de reforma monetaria y un replanteamiento profundo de las instituciones y las reglas de la unión. No estoy seguro, sin embargo, de que sea para mejor. Las potencias europeas no van a dejar que Grecia salga del euro, por mucho que amenacen con ello. Alemania, porque es la principal beneficiaria de que países como Grecia, Portugal o España formemos parte de una unión monetaria conscientemente mal diseñada para que actúe en su favor. Y también porque sabe que después de un periodo de sufrimiento (incluso quizá no mayor del que ya ha pasado) Grecia recobraría su economía y niveles de bienestar, mostrando así a otros países que, más allá del euro alemanizado, hay otro mundo más satisfactorio económicamente y con menos problemas para la gente –esto último se podría lograr a muy corto plazo, por cierto, con una moneda complementaria al euro dedicada a realizar pagos del circuito económico interno–. Pero, a pesar de ello, tampoco se puede descartar que Alemania tense al máximo la situación para reforzar su imagen de potencia europea todopoderosa e incluso para empujar a Grecia hacia Rusia y obligar así a que Estados Unidos potencie el flanco militar europeo en beneficio alemán. Por eso Francia y los demás países se opondrían a que los alemanes acosen en exceso a Grecia, pues quieren evitar que a su potencia económica e institucional se sume un papel aún mayor como gendarme y potencia militar europea que ya sabemos cómo utilizó en otras ocasiones. Desgraciadamente para todos, el único plan y la única alternativa con la que juega la mayoría del Eurogrupo es imponer su solución al Gobierno griego aunque para ello tenga que hacer saltar por los aires los resortes más básicos de la estabilidad financiera, económica y social del país heleno. Los grandes grupos económicos no quieren otra cosa y los dirigentes europeos y los políticos, los economistas y los periodistas que conforman los valores y la opinión pública en Europa, no saben pensar de otro modo. No entienden que haya otro camino y, aunque quisieran y les agobie la situación, su ceguera les impedirá encontrarlo. Syriza sabe que están dispuestos a destruir a su país y que pueden hacerlo, así que lo más seguro es que termine aceptando lo que le imponga el Eurogrupo. El cual, además, tratará de hacerlo con la mayor humillación posible y con el máximo desgaste político de Syriza, pues las políticas de austeridad no se aplican solamente para conseguir distribuir la renta y la riqueza a favor de los más ricos sino también para someter y disciplinar a la población. Ganadores y perdedores También me parece que está claro quién pierde y quién gana en todo este proceso que estamos viviendo. Sabemos que Grecia pierde porque las medidas económicas que se le imponen forman parte de un protocolo de actuación que se ha aplicado docenas de veces en todo el mundo desde hace años y cuyos efectos están perfectamente estudiados. Isabel Ortiz y Matthew Cummins, por ejemplo, han estudiado lo que ha ocurrido en 181 países después de aplicar medidas de austeridad como las que exige el Eurogrupo a Grecia (The Age of Austerity: A Review of Public Expenditures and Adjustment Measures in 181 Countries). Gracias a su estudio sabemos que la disminución de salarios públicos se ha llevado a cabo en 74 países de bajo ingreso y en 23 de alto; la reducción o eliminación de subsidios, en 78 países de bajo ingreso y 22 de alto; el incremento de impuestos al consumo, en 63 de bajo ingreso y 31 de alto; la reforma de las pensiones y de los sistemas de salud, en 47 de bajo ingreso y 39 de alto; las reformas en los sistemas de protección social orientadas a limitar su alcance, en 55 países de bajo ingreso y 25 de alto, y la flexibilización del mercado de trabajo, en 32 países según el FMI o en 40 según la OIT… Y de su estudio se concluye que, en contra de lo que ahora dice el Eurogrupo que se va a conseguir con ellas en Grecia, lo cierto es que esas medidas nunca han promovido el empleo estable, ni el crecimiento, ni han mejorado el nivel de vida ni la cohesión social sino que, por el contrario, están empeorándolos y que son las que llevan a nuevas recesiones y al aumento de la desigualdad. Y como no es posible que en Grecia suceda ahora un milagro, después de aplicar las medidas que impone el Eurogrupo, de privatizar sin medida, de recortar derechos, de reducir salarios, de bajar impuestos a las rentas y patrimonios elevados y subirlos a las bajas, y de destruir el sector público educativo, entre otras cosas, lo que ocurrirá allí será exactamente lo mismo que en todos los casos anteriores: una enorme destrucción de actividad económica y empleo, una gigantesca transferencia de renta y riqueza hacia los grupos ya de por sí más poderosos y ricos y mucha más fragilidad de la economía ante nuevos impactos de crisis que además serán cada vez más recurrentes. Cuando salga adelante después de diez, quince o veinte años lo hará con una gran dependencia y sin recursos endógenos para generar ingreso, con un porcentaje elevadísimo de la población al margen de la actividad y totalmente excluida, y con una sociedad dividida y destrozada. Europa tampoco gana con el empeño de sus dirigentes en seguir aplicando políticas de austeridad que han sido un completo fracaso, que destruyen millones de empleos y aumentan la deuda, que sólo proporcionan satisfacción a los grandes grupos económicos y financieros y que no hacen frente al auténtico barril de pólvora en el que está asentada la Unión Europea: un sistema bancario podrido hasta los tuétanos y que acumula un riesgo letal y una unión monetaria mal diseñada que reproduce los desequilibrios previos y produce otros nuevos generando una tensión estructural que hace inevitable que antes o después salte por los aires. Europa en su conjunto no gana nada hundiendo a Grecia y lo veremos en los próximos tiempos, más pronto que tarde. En el proceso hay, sin embargo, un ganador, Alemania, pues es quien impone las condiciones a los demás socios y ahora a Grecia. Es una terrible paradoja que el país europeo que más deudas ha dejado de pagar (incluido a Grecia) reclame ahora que las pague todas un país asfixiado que sólo pide aire para poder hacerles frente; que el país que sobrevivió a la ruina y se convirtió en potencia gracias a la generosidad de los demás (incluida Grecia) rechace ahora cualquier muestra de solidaridad; que el país en donde las políticas de austeridad prendieron la mecha del mayor desastre de la historia europea y que produjo millones de muertos (muchos de ellos griegos) se empeñe ahora en imponerlas a pesar de que todas las evidencias demuestran su inutilidad; que el país que se vio humillado y arruinado por la exigencia absurda de quienes le imponían reparaciones impagables tras la Primera Guerra Mundial, luche ahora para exigir condiciones imposibles de cumplir a los griegos; que el país que dejó que sus bancos cometieran una de las mayores irresponsabilidades financieras de la historia (dedicar el inmenso excedente alemán a financiar burbujas) y que ampara en silencio a uno de los bancos con mayor basura y riesgo financieros acumulados (el Deutsche Bank) reclame responsabilidad a los demás. Pero por mucha que sea la paradoja, Alemania es efectivamente quien vence porque es quien obliga y quien manda en Europa. Aunque, eso sí, es una vencedora sólo aparente, porque la política de imposiciones de Merkel y de su Gobierno no beneficia a toda Alemania. Es verdad que el poder imperial que Alemania ejerce sobre el resto de Europa y las políticas que impone Merkel le vienen permitiendo obtener grandes excedentes comerciales y beneficios, pero éstos no se distribuyen equitativamente entre su población. Lo mismo que empobrecen a otros países, empobrecen también a sus compatriotas. Desde hace años, la tasa de pobreza no deja de aumentar por sus políticas y Alemania es el país de Europa donde la riqueza se distribuye más desigualmente. También hay otro vencedor en Europa, el fanatismo. Hasta un gran maestro y persona de inteligencia tan preclara y de inmensa y brillante cultura como el filósofo Fernando Savater escribía ayer sobre Grecia (Respuesta) como si fuera un simple hooligan, concluyendo que lo que está en juego es el resultado del enfrentamiento entre la verdad (la suya) frente a la mentira (la de quienes no piensan como piensa él). No son así de simples las cosas ni es verdad la verdad que están defendiendo sin pruebas ahora contra Grecia y desde hace mucho tiempo contra los pueblos. –No es verdad que Syriza, que lleva unos meses gobernando, sea la responsable de los males de Grecia. Lo son los gobiernos conservadores, socios del Eurogrupo a la hora de reclamar nuevas medidas de austeridad, los que permitieron a los bancos endeudarse irresponsablemente y los que cargaron al Estado con deudas ilegítimas, por no llamarlas criminales por la forma en que fueron gestadas. –No es verdad que la Unión Europea haya sido un sujeto pasivo de los males de Grecia y actúe ahora como su benefactora. Fue cómplice de los desmanes de aquellos gobiernos y guardó silencio cuando los cometieron. –No es verdad que los problemas de Grecia provengan de su deuda pública por muy elevada que ésta fuera (que lo fue, por las razones que acabo de señalar) sino de la conversión en pública de la deuda privada y de la manera en que se financió. –No es verdad que Grecia no haya aplicado las medidas impuestas por la Trolika, pues ha sido el país, después de Noruega, en donde más se redujo la deuda de 2011 a 2014 y el que ha realizado el recorte de gasto y de instituciones públicas de todo tipo quizá más amplio y más rápido de los últimos tiempos. –No es verdad que las medidas de austeridad que impuso la Troika hayan sido positivas, sino que provocaron un mayor desastre en la economía griega. Fue la reestructuración y quita de la deuda lo que permitió reactivar algo la economía y generar ingresos adicionales. –Es verdad que la actividad del sector público griego ha sido casi siempre muy ineficaz y corrupta, como consecuencia de su clientelismo hacia los grandes oligarcas, la Iglesia o las grandes empresas, pero no es cierto, sin embargo, que eso hubiera redundado en los derechos sociales desorbitados que se critican (como, por ejemplo, que tiene las pensiones más altas de Europa, lo que simplemente es mentira). Hace bien Savater recordando a Erasmo cuando habla de Grecia y de Europa (“El espíritu del hombre está de tal modo constituido que la mentira tiene en él 100 veces más influencia que la verdad”). Pero Europa necesita más rigor, equidistancia y prudencia, y menos fanatismo a la hora de reconocer las mentiras y de enfrentarlas a las verdades. (Juan Torres López, 13/07/2015)


Esclavos:
Muchos siglos después, y aunque de la Grecia clásica no quede en la Atenas actual ni las raspas después de siglos de dominación turca, parece una obviedad decir que los griegos del siglo XXI van a quedar para siempre ligados a la UE por una suerte de “esclavitud de la deuda”, aunque bien podría ser que fueran los ciudadanos de la UE los involuntarios esclavos, los paganos, obligados a mantener el nivel de vida de un país que parece no tener remedio. Cuentan los estudiosos de la Grecia clásica que una mayoría de atenienses poseía al menos un esclavo. Para Aristóteles, una casa merecedora de tal nombre debía tener hombres libres y esclavos, de forma que no contar con esclavos era un signo claro de pobreza. Aristófanes hablaba incluso de ciudadanos pobres dueños de numerosos esclavos. En el discurso de Lisias Sobre el inválido, un enfermo protesta de esta guisa: “Lo que saco de mi oficio es poca cosa; me apena ejercerlo yo mismo y no tengo forma de comprar un esclavo que me sustituya”. Para Platón, que en el momento de su muerte era dueño de cinco, un ateniense pudiente no podía tener menos de 50 esclavos. Atenas practicó la esclavitud por deudas: un ciudadano que no pagaba su deuda quedaba sometido a su acreedor. Aunque afectó sobre todo a campesinos que alquilaban tierras y no podían pagar la consiguiente renta, el fenómeno también se daba en ciudades. En teoría, el esclavizado por deudas era liberado cuando cumplía sus compromisos. Solón puso fin mediante la seisákhtheia a esta práctica, prohibiendo la venta de un ateniense libre. Muchos siglos después, y aunque de la Grecia clásica no quede en la Atenas actual ni las raspas después de siglos de dominación turca, parece una obviedad decir que los griegos del siglo XXI van a quedar para siempre ligados a la UE por una suerte de “esclavitud de la deuda”, aunque bien podría ser que fueran los ciudadanos de la UE los involuntarios esclavos, los paganos, obligados a mantener el nivel de vida de un país que parece no tener remedio. Asistimos estos días en España a un curioso fenómeno según el cual los culpables del drama griego no son ellos mismos y sus Gobiernos, sino el resto de países de la eurozona que han sepultado en Grecia algo así como 240.000 millones. La izquierda española, y en particular la radical nucleada en torno a Podemos, viene desplegando una dura ofensiva a través de sus altavoces mediáticos para presentar a los socios de la desvalida Grecia como una pandilla de mercaderes sin escrúpulos, entregados de hoz y coz a los designios de unos mercados dispuestos, cual vampiros, a chupar la sangre del pobres pensionistas griegos. Incluso llegan a sugerir intenciones golpistas en las instituciones europeas. En la cadena SER, a hora de máxima audiencia, se ha podido oír esta semana a una profesora de Derecho Internacional Público decir que “se ha desvelado que lo que había [en Bruselas] es una intencionalidad en un determinado momento de derribar un Gobierno” (sic), afirmación corroborada de inmediato en la misma emisora por un maduro periodista catalán para quien “hay un interés deliberado de hacer caer este Gobierno”. El de Alexis Tsipras, se entiende. Basta, sin embargo, asomarse a los medios de comunicación de la Unión para darse cuenta de la existencia de una corriente de opinión mayoritaria según la cual no tiene sentido seguir metiendo dinero en un país que no tiene intención de pagar sus deudas; no tiene sentido seguir financiando el estilo de vida de una sociedad acostumbrada a vivir por encima de sus posibilidades que, en algún momento de su reciente historia, se hizo a la idea, a cuenta de su posición estratégica y su condición de cuna de la civilización, de que podía ser posible vivir a cuenta de los demás; no tiene sentido sostener a unos dirigentes que no han mostrado la menor voluntad de cumplir sus compromisos, y que no se recatan a la hora de decir que no van a devolver su deuda y que tampoco van a hacer ajustes, lo que equivale a decir que piensan seguir pidiendo dinero, es decir, quieren seguir viviendo sine die a costa del prójimo y sin apretarse el cinturón. Para nuestros podemitas, el único Gobierno realmente democrático de la UE es el que preside Tsipras. Es como si los votos que llevaron a la coalición izquierdista Syriza al poder fueran de mejor calidad democrática que los de los millones de europeos que en sus países eligieron a los Gobiernos respectivos, como si los 10,8 millones que apoyaron a Rajoy en noviembre de 2011, los 10,3 que votaron a Hollande en mayo de 2012, o los 18,2 que optaron por Merkel en septiembre de 2013, por citar solo algunos de los de la eurozona, nada valieran frente a los 2.264.064 griegos que en enero de este año hicieron primer ministro a Tsipras. Ellos son quienes fijan la norma y deciden lo que la eurozona debería hacer por Grecia. Porque solo ellos tienen razón. De donde se infiere que la opinión de los contribuyentes europeos, de cuyos bolsillos ha salido el dinero bombeado a Grecia, no debe ser tenida en cuenta, porque nada tienen que decir ni que opinar. España se juega 28.000 millones en la aventura griega “No estamos dispuestos a poner dinero para arreglar la situación de un país que paga unas pensiones que nosotros no podemos dar a nuestros jubilados”, aseguraba el primer ministro de un pequeño país báltico estos días en un diario alemán. No está en cuestión la legitimidad del Gobierno de Syriza para hacer política. Ocurre, sin embargo, que esa legitimidad tiene unos límites que los helenos traspasan cuando invaden la de otros Gobiernos a quienes reclaman unas condiciones para renegociar su deuda que esos Gobiernos, tan democráticos como el de Tsipras, no podrían defender ante sus electores. La exposición directa total de España a la deuda griega se eleva a unos 28.000 millones (por encima de los 25.300 presupuestados en 2014 para el pago del seguro de desempleo), ello sin incluir la deuda del Banco Central griego a través del sistema de compensaciones interbancarias denominado Target2, que se estima en otros 5.000 millones. ¿Alguna vez fuimos consultados los contribuyentes españoles para asumir tales compromisos? ¿Se puede pedir a un país que ha atravesado una crisis de caballo como la española que siga arriesgando dinero en Grecia? El referéndum de hoy, planteado como chantaje a la eurozona en un consumado ejercicio de trilerismo populista, manifiesta la voluntad del Gobierno Syriza de seguir obteniendo ventaja de las contradicciones de unas instituciones europeas incapaces de tomar decisiones tan meditadas como contundentes en un tiempo razonable. Se trata de una consulta cuya legitimidad democrática está más que en entredicho, como demostró aquí Juan Pina en un brillante artículo esta semana. Un referéndum con una pregunta confusa, incluso falsa (en tanto en cuanto el segundo rescate ya ha expirado) y que no da respuesta a las incertidumbres que sobre el futuro de los griegos se abrirían en caso de triunfar el “no”. Los de Syriza, expertos en márquetin como sus amigos de Podemos, pretenden, por contra, meter el miedo en el cuerpo de los europeos con las consecuencias que, en su opinión, se derivarían para la UE de la salida de Grecia del euro. Más allá de la volatilidad que cabe esperar en los mercados, lo más probable es que no ocurra ninguna catástrofe en caso de triunfo del “no”. Esto tiene poco que ver la quiebra de Lehman, un acontecimiento que cogió por sorpresa a todo el mundo. Aquí no hay nadie que no haya descontado ya que el Grexit es algo más que una posibilidad, una salida que podría ser buena para el euro en tanto en cuanto serviría para corregir el sinsentido de su entrada en la eurozona y daría a Grecia la posibilidad, devaluación mediante, de poder enderezar su camino hacia el crecimiento, eso sí, a costa de muchos sufrimiento y una aún mayor pobreza. Las consecuencias del “no” las pagarían, sin la menor duda, los ciudadanos griegos, el 72,9% de los cuales prefiere seguir en el euro, frente a un 20,3% que sería partidario de volver al dracma, según una encuesta de Kapa Research. Hay muy pocos argumentos a favor del abandono de la eurozona, más allá de las ventajas que supondría contar con una política monetaria propia y del estímulo de las exportaciones que se lograría vía depreciación de la nueva divisa. A partir de ahí, todo son adversidades. Empezando por las económicas (la caída del PIB dejaría en mantillas lo ocurrido hasta ahora; las importaciones se reducirían al ser más caras, lo que provocaría un empobrecimiento general de la economía limitando el crecimiento exportador; la previsible inflación -salarial y de bienes de consumo- causaría aumento de intereses, recorte de salarios y depresión aún más acusada de la demanda doméstica). Siguiendo por las sociales (la vuelta al dracma traería pérdida de la confianza y caos; sería preciso cambiar a la nueva moneda todo tipo de contratos denominados en euros –cajeros, sistemas de pago, etcétera-; la renta real disponible se reduciría significativamente). Y terminando por los estructurales (la debilidad institucional, fiscal, burocrática, infraestructuras y de capital humano, caparía el crecimiento de las exportaciones). Un problema humanitario de dimensiones “africanas” En realidad hay quien piensa que Grecia podría estar abocada a un problema humanitario de dimensiones “africanas” fuera del euro, entre otras cosas, por una simple cuestión de incompetencia técnica de los Varoufakis de turno a la hora de abordar el cambio de moneda, cambio que, en caso de que a partir del martes la eurozona aceptara volver a sentarse a negociar, podría ir precedido por la emisión de pagarés capaces de funcionar como moneda doméstica paralela (IOUs en inglés), un medio de pago que terminaría inundando el sistema y que se depreciaría constantemente, ahondando en la bancarrota del Estado (el Gobierno ya tenía a primeros de mayo algo así como 5.200 millones de letras impagadas). Esto es lo que ofrece Tsipras al pueblo griego: miseria y caos. Para muchos, la UE está condenada a seguir ayudando a Grecia y ello tanto por razones humanitarias como geopolíticas. Lo dijo ayer el ministro alemán Schäuble, el malo malote de Syriza: “Habrá ayudas a Grecia, pero a cambio de reformas”. Volvemos al punto de partida de esta interminable crisis: la necesidad de que Grecia aborde de una vez sus problemas de fondo: una administración pública demasiado grande, un sector privado excesivamente regulado y una corrupción galopante, consecuencia de esa de idea instalada en el inconsciente colectivo griego según la cual es posible vivir a costa de los demás. Será difícil que, si hoy triunfa el “no”, los representantes de las instituciones europeas se sienten a negociar un tercer rescate con un Gobierno que se ha dedicado a condicionar el voto de sus ciudadanos mediante informaciones falsas o simples mentiras, cuando no groseras manifestaciones de desprecio hacia sus hasta ahora socios, ello a pesar de las eternas dudas de la señora Merkel, temerosa de que la salida de uno de los socios del Club pueda poner en peligro la irreversibilidad del euro. Un no-acuerdo siempre será mejor que un mal acuerdo que, a la vuelta de unos meses, nos devuelva a la pesadilla de los Varoufakis. Bruselas lleva demasiado tiempo enredada en la mortaja que Penélope teje de día y desteje de noche para su suegro Laertes. La construcción europea necesita cuanto antes dar carpetazo al mito griego para dedicarse a lo capital: salir del marasmo institucional y de crédito por el que atraviesa el proyecto, hoy en el impasse más peligroso de su existencia. Una cosa buena podría tener “lo” de Grecia: la necesidad ineludible que tanto la UE como la propia eurozona tendrían entonces de dar un paso delante de gigante en la armonización de sus políticas económicas y fiscales y en la senda de la construcción de un verdadero Gobierno europeo. Europa ni se puede parar ni mucho menos volver al punto de partida. Con todas sus luces y sombras, la Unión es un proyecto maravilloso que, entre otras cosas, ha dado 70 años de paz a un viejo continente acostumbrado a matarse durante siglos con tanta regularidad como saña. No parece haber otra salida. (Jesús Cacho, 05/07/20145)


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