China 2030             

 

China: Terminal portuaria China 2030:
«A lo largo de la historia, China siempre ha estado en el centro del universo; ahora solo estamos volviendo a la normalidad» (Ángel Gurría, secretario general de la OCDE). Brasil ocupa ya el puesto que separa a las siete grandes potencias (EE.UU, China, Japón, Alemania, Reino Unido, Francia e Italia) del resto de mortales. India está por delante de Rusia y España. El mundo lleva un tiempo cambiando de rumbo. Los ricos (EE.UU., Europa occidental y Japón) ya no son los más ricos, y los pobres (China, Brasil e India, entre otros) empiezan a tomar el mando. La crisis global solo ha dado un acelerón a este proceso. En dos décadas, el gigante asiático ocupará el trono de Estados Unidos. En ese mismo periodo, el peso de España en el Producto Interior Bruto mundial pasará del 3% actual al 1%. O lo que es lo mismo: si hoy aporta 1,54 billones de dólares al conjunto de la riqueza global —cifrada en 61 billones—, en 2030, cuando la producción mundial alcance los 138 billones, la contribución española será de 1,96 billones, según las estimaciones hechas por la consultora Goldman Sachs en su estudio «El patrimonio de los emergentes en dos décadas: un mundo cambiante».

Lula En 2030 Francia dejará de tener el 5% de la economía mundial y tendrá que conformarse con un 3% de la tarta; Italia pasará del 4% al 2%; Reino Unido del 4% al 3%, y Alemania, el motor de la UE, perderá tres puntos, pasando su participación en la riqueza global del 6% al 3%. «A la Unión Europea le faltó pegada para sustituir a la URSS en aquel mundo bipolar cuando esta cayó, y en su lugar han surgido los países emergentes», dijo Pedro Solbes, ex vicepresidente del Gobierno español y ex ministro de Economía, en un reciente foro sobre gobernanza mundial celebrado en Madrid. Las economías emergentes crecen extraordinariamente y están ocupando el centro de gravedad de la economía mundial. A día de hoy, el Norte representa el 63% del PIB global. En 2030, será el 41%. El Sur, en cambio, aumentará su peso en la riqueza mundial del 37% al 59%, según el análisis de Goldman Sachs. Países emergentes Ese año, la riqueza mundial será de 138 billones de dólares. De ellos, Occidente habrá «fabricado» 56 billones, y 82 billones serán obra de los hoy llamados emergentes. Solo Brasil, Rusia, India y China aportarán unos 50 billones. China, que actualmente representa el 9% de la producción global, será en 2030 el 23% del total. Y Estados Unidos, hoy la primera potencia, pasará de tener el 24% al 17% del PIB mundial.

Retroceso de España:
España ostentó durante los últimos siete años el lustroso título de ser la octava economía del mundo. Fantaseó incluso, en 2007, con subir un peldaño más. Quizá todo fue un sueño y ahora toca despertarse. Previsiblemente la economía española sufrirá un largo estancamiento. India acaba de superar a la economía española, que ya está fuera del «top ten». En 2030 nuestro peso en la riqueza mundial se reducirá al menos en dos tercios, colocándose a la altura de Filipinas y Malasia. Las economías emergentes son las que ahora están experimentando el mismo «milagro» que España vivió en las últimas dos décadas. «Es lo lógico, porque es prácticamente imposible que se repitan esos crecimientos de entre el 6% y el 8% que vivimos en los años 80 y 90... Crecer ahora a un 2,5% ya sería todo un éxito» (Andrew Hazell, portavoz de Goldman Sachs) Por aquel entonces, España se abría al mundo y crecía de forma sensacional, convergiendo con las economías avanzadas de su entorno.

Fórmula de crecimiento:
Explicar qué han hecho los emergentes para llegar a esta situación es hablar de la receta contraria a la que aplicó el mundo desarrollado en los años de bonanza. En otras palabras, evitar los excesos. Y sortear esa costumbre tan humana de tropezar dos veces en la misma piedra. Su gran crisis financiera tuvo lugar en 1997. Aprendieron la lección y desde 2003 vienen aplicando políticas monetarias y fiscales ortodoxas, haciendo un esfuerzo descomunal de ahorro. «Ahora tienen leyes de responsabilidad fiscal que sancionan a quien traspasa los límites de déficit fiscal, y eso no se hace en Europa. Los países emergentes están más disciplinados», explica Blanca Moreno-Dodson, economista senior del Banco Mundial. No solo eso. Mejoraron mucho sus sistemas financieros y bolsas. Y el empuje definitivo lo dio la demografía. Primero, por contar con una población mucho menos envejecida y con una esperanza de vida en aumento. Y, segundo, porque en muchos países de Asia e Iberoamérica se está consolidando poco a poco una gran clase media, fruto de los avances sociales en educación, formación, sanidad, innovación y tecnología, infraestructuras y seguridad ciudadana. «Son economías que están creciendo mucho más rápido, que son más emprendedoras y que en varios sentidos están dejando atrás a Europa y Estados Unidos», dice Moreno-Dodson, quien ve en ello un «reequilibrio de las fuerzas mundiales». De hecho, tanto el G-20 como el FMI y la OCDE han puesto ya sobre la mesa la cuestión de cuánto peso deben tener ahora los emergentes en esos foros.

Made in China Oportunidad para el Norte decadente:
Más cambios: si el 69% de la capitalización bursátil global tiene lugar hoy en el Norte, en 2030 el 55% se generará en el Sur. Por eso, lejos de ver este relevo en el orden económico mundial como una amenaza, los analistas advierten de que es una oportunidad para las economías desarrolladas y sus empresas. «El crecimiento de una parte del mundo siempre es positivo para los demás, y China está tirando del resto del mundo», señala Rafael Pampillón. Hay, en los países emergentes, sectores y campos muy interesantes para la inversión extranjera. «En el de las telecomunicaciones, Europa y EE.UU. seguirán siendo líderes, pero en el de la energía no tanto», explica Federico Steinberg. Goldman Sachs cifra en unos 21 billones de dólares, en su estimación más conservadora, los ingresos que podría hacer la banca occidental en estos mercados en las próximas dos décadas. Eso sí, los expertos hablan también de cierto riesgo. Por ejemplo, hacer un sobreesfuerzo inversor, creando una burbuja como la tecnológica de los años 90 y truncando la posibilidad de subirse al tren que hoy circula más rápido y lastrando además las esperanzas de estos países que quieren dejar de ser los últimos. (Fuente: Moncho Veloso)


China: Crecimiento 2010:
Los planes de estímulo económico diseñados por Pekín han evitado que la crisis económica mundial afectara en exceso a su crecimiento económico, del 8,7% en 2009, según datos del Buró Nacional de Estadísticas (BNE), con lo que China está cerca de superar a Japón como segunda economía mundial. Sin embargo, este imparable crecimiento no está exento de riesgos, como la aparición de burbujas, tal y como quedó evidente ayer al anunciar las autoridades de Pekín un endurecimiento del crédito para evitar un sobrecalimento económico. Otro de los riesgos que afronta es la inflación, que acabó el ejercicio con un alza del 1,9%. La economía del gigante asiático ya creció a dos dígitos (10,7%) en el último trimestre del año, cifra que supone su el ritmo más rápido de crecimiento desde 2007 y contrasta con el 6,1% que marcó durante la fase aguda de la crisis en el primer cuarto de 2009, precisamente el crecimiento trimestral más bajo en China desde 1992. No obstante, el dato definitivo anual es inferior a 2008, cuando crecía a un ritmo del 10,8%. Pese a esta moderación, el dato del conjunto del año supera las previsiones del Gobierno, que esperaba un avance del 8% a mitad del ejercicio y las del Banco Mundial, que si en julio auguraba un repunte del 6,5%, a cierre del tercer trimestre elevó esta cifra a una horquilla de entre el 8% o el 8,4%. La razón, los 586.000 millones de dólares y la política monetaria flexible adoptadas por Pekín para hacer frente al deterioro económico, entre otras medidas. Además, frente al crecimiento de China, cuyo ascenso en los últimos treinta años constituye uno de los acontecimientos más notables de la historia reciente de la humanidad, el resto de grandes potencias como EE UU, Japón y la UE, se mantienen en tasas interanuales negativas, aunque empiezan a sacar la cabeza del agua al cerrar el tercer trimestre, últimos datos disponibles, con tasas intetrimestrales positivas. En este peridodo, la eurozona creció un 0,4% frente al nivel que tenía a finales de junio gracias al tirón de sus principales economías, dejando atrás a España, aunque seguía retrocediendo un 4,7% en tasa interanual. Más de 3,4 billones de euros China "se ha recuperado y avanza en una dirección favorable" tras superar "el tiempo más difícil para el desarrollo económico nacional en el nuevo siglo", ha destacado hoy en rueda de prensa el director del BNE, Ma Jiantang, al presentar las cifras. En cifras absolutas, el Producto Interior Bruto (PIB) en 2009 alcanzó los 4,91 billones de dólares (3,47 billones de euros). El Banco Popular de China decidió elevar en medio punto porcentual los requerimientos de capitalización de los bancos del país, actualmente fijados en el 15,5% para las grandes entidades y en el 13,5% para los bancos de menos tamaño, para endurecer su postura monetaria y atajar la creación de burbujas y el sobrecalentamiento de la economía del gigante asiático, lo que condicionaría su crecimiento. Un fenómeno que arrastraría al conjunto de Asia y los principales países emergentes, y del que no se libraría ni Estados Unidos, ni Europa, ni prácticamente nadie. En caso contrario, las últimas previsiones del FMI apuntan a que China, que desde 2007 el PIB de China ha adelantado a los de Italia, Reino Unido, Francia y Alemania, irá aumentando su crecimiento progresivamente al 9% en 2010, al 9,7% en 2011 y a un ritmo del 9,8% hasta 2013 para, después, moderar su avance al 9,5%. En su conjunto, el organimo augura que los países empergentes crecerán el triple que los desarrollados en este periodo. En cuanto a la composición del PIB, China ha logrado incrementar su ritmo de crecimiento pese a que el comercio exterior del país, el sector nacional más afectado por la crisis financiera mundial por la reducción de la demanda en otros mercados, ha caído un 13,9% durante el pasado año hasta los 2,20 billones de dólares (1,56 billones de euros). En la misma línea, el superávit comercial fue de 196.100 millones de dólares (139.100 millones de euros), lo que supone un descenso del 33,6%. En concreto, las exportaciones se situaron en 1,20 billones de dólares (0,85 billones de euros), un 16% menos, mientras que las importaciones sumaron poco más de 1 billón de dólares (0,7 billones de euros), un descenso del 11,2%. Los recortes en el sector exterior fueron compensados por otros motores de la economía como la inversión y el consumo, que sí crecieron y lo hicieron a doble dígito, impulsados por las políticas de estímulo de los préstamos bancarios y subvenciones a los consumidores. (EFE, enero 2011)


China: Las claves del crecimiento:
La tasa de crecimiento de la economía china en los primeros nueve meses del año se aceleró al 8,9% interanual en el tercer trimestre del año, impulsado por el plan de reactivación del Gobierno basado en inversiones masivas. El PIB de China había crecido 7,9% en el segundo trimestre y 6,1% en los primeros tres meses del año, cifras excepcionales teniendo en cuenta la recesión que afecta a las economías occidentales, aunque mediocres según los criterios chinos. "Estamos seguros de que podemos alcanzar el objetivo del 8% para todo el año. No cabe ninguna duda", declaró hace unos días Li Xiaochao, portavoz de la Oficina Nacional de Estadística de China. Estos positivos resultados, que contrastan con los poco o nada brillantes de otras grandes economías, se atribuyen a la política anticrisis adoptada por el Gobierno chino, la cual incluye un paquete de estímulo de unos 586.000 millones de dólares y una política monetaria flexible, entre otras medidas. El ascenso económico de China en los últimos treinta años constituye uno de los acontecimientos más notables de la historia reciente de la humanidad, y también uno de los fenómenos más difíciles de comprender, tanto fuera como dentro de China. Para Occidente, los masivos cambios que se han dado en el gigante asiático desde finales de la década de los setenta son aún misterio. Para el pueblo chino, en cambio, son causa de una inesperada y enorme mutación que ha introducido a su país, casi de repente, en lo más avanzado de la modernidad. "Si alguien, hace treinta años, hubiese sido capaz de profetizar cómo iba a ser China en 2009, se habrían reído de él y habría pasado por loco", escribe en el prólogo de esta obra Eugenio Bregolat, actual embajador de España en Andorra y ex embajador de España en China (1987-1991 y 1999-2003). "Nadie podía sospechar que el programa de 'reforma económica y apertura al exterior' lanzado, en diciembre de 1978, por Deng Xiaoping, iba a desencadenar el proceso de desarrollo económico más espectacular de la historia universal, por su velocidad, por afectar a un quinto de la humanidad y por haber combinado tres procesos de cambio: de una economía planificada a otra de mercado, de una rural a otra urbana y de una cerrada a otra globalizada. La interacción de estos tres procesos y sus consecuencias sociales, proyectadas sobre la inmensa población de China, dibujan un fresco de una complejidad apenas imaginable". En La China emergente, su autor, Wu Xiaobo, que es licenciado en periodismo por la Universidad de Fudan, en Shanghai, y empezó su carrera haciendo información económica y empresarial en la agencia de noticias Xinhua, describe y documenta, desde una "óptica" local pero validada por Occidente, los éxitos que se han conseguido entre 1978 y 2008, años clave de reformas que provocaron en este país un urgente cambio de mentalidad y una apertura económica sin precedentes. Al mismo tiempo, el autor aporta consideraciones que ayudan a prever en qué puede llegar a convertirse la nueva China. Una China que empieza a recuperar velocidad de crucero. Se estima que con la recuperación de la economía mundial y el entorno comercial, la influencia en la economía oriental sea menos negativa que en los meses pasados. El valor total de las importaciones y exportaciones chinas en septiembre pasado fue de 218.940 millones de dólares, lo que supone una caída del 10,1% respecto al mismo mes de 2008, pero, a su vez, supone un 14,2% más que en el precedente mes de agosto. El futuro del mundo se perfila con alta probabilidad con ojos rasgados. China ha dejado ya atrás a Alemania como tercera superpotencia económica mundial, disputa el segundo puesto a Japón y pisa los talones a la primera, a la economía estadounidense. (El País, enero 2010)


China: Fases de crecimiento hasta 2009:
Al morir Mao Tse Tung, en 1976, la economía china era una economía planificada y subdesarrollada. En la mayoría de los pueblos sólo se podían adquirir productos locales, puesto que los mecanismos de distribución, a escala nacional, eran inexistentes; la mayor parte de los bienes de consumo estaban racionados y los de consumo duradero apenas existían; en las transacciones interindustriales, los productos básicos dependían de la planificación, con precios fijados por la Comisión de Precios del Estado, sita en Pekín. En 2007, la economía china era ya la cuarta economía del mundo, por tamaño, tras las de EE.UU., Japón y Alemania, y con un PIB muy similar al alemán. ¿A qué se debe esa transformación? Ante todo, a un ritmo de crecimiento anual muy elevado: de 1982 a 2007, el ritmo de crecimiento medio real de la economía china fue de 9,85% interanual; lo que quiere decir que, en ese lapso, el tamaño de su economía se doblaba cada siete años. Y ¿a qué responde ese elevadísimo crecimiento? A las reformas iniciadas a finales de los años setenta, organizadas de forma secuencial y sin perder de vista la realidad; se trataba, en frase atribuida a Den Xiaoping, de cruzar el río pero sin dejar de notar las piedras bajo los pies. De ahí que el proceso se pueda dividir en cinco fases. En la primera (1978-1984) se descentralizó la actividad agrícola, se elevaron los precios de sus productos y se permitió, a algunas empresas estatales, retener beneficios como premio a la eficacia; en la segunda (1984-1988) la atención se centró en los sectores industriales: se flexibilizaron precios y salarios, en algunos de ellos, las empresas tuvieron que pagar impuestos y catorce grandes ciudades costeras fueron autorizadas a realizar operaciones de comercio exterior y a aceptar inversiones extranjeras. La apertura continuó en las dos siguientes fases -1988-1991 y 1992-1997-, si bien las autoridades se vieron obligadas a aplicar medidas estabilizadoras para tratar de frenar la creciente inflación; de todas maneras, en 1992 se produjo lo que podríamos denominar un salto ideológico al declarar el Partido Comunista, por influencia de Den Xiaoping, que la economía de mercado no era incompatible con los ideales socialistas y que, por tanto, se trataba de instaurar una economía de mercado socialista. En la quinat fase, iniciada en 1992, la apertura de la economía china ha continuado, con internacionalización creciente. La estrategia económica china no difiere sustancialmente de la de otros países asiáticos de rápido crecimiento. De lo que se trata es de impulsar la exportación, la variable clave en el proceso de crecimiento, para lo cual cuenta con una oferta ilimitada de mano de obra a coste reducido, con una elevada tasa de inversión, resultado del bajo consumo interno y con flujos abundantes de inversión directa exterior, atraída por los bajos costes de la mano de obra y por la firme disciplina laboral. Tanto es así que, en pocos años, China ha pasado a ser, en estos comienzos del siglo XXI, el taller del mundo, como lo fuera el Reino Unido a mediados del siglio XIX. Ya no es, por otro lado, un productor de bajo coste al que desplazar actividades intensivas en mano de obra; es, también, un productor y exportador de tecnología avanzada que compite no sólo con otros países emergentes sino también con muchos países industrializados. De ahí que muchas de las grandes empresas de estos últimos países, como Toshiba, Goodyear, Motorola o Phillips se hayan instalado en China, como lo han hecho en el sector de grandes almacenes, Wal-Mart o Carrefour, distribuidores importantes de productos chinos.

La transformación de la economía china, a través del impulsoexportador, requiere importantes cantidades crecientes de materias primas y de recursos energéticos, con el consiguiente efecto sobre los precios internacionales. China es el primer importador mundial de metales y carbón, pero en muchos otros productos primarios, desde alimentos a petróleo, es también un importador de gran peso. Razón por la cual el gobierno chino se ha convertido, con el tiempo, en una fuente de inversión directa exterior encaminada no sólo a disponer de materias primas sino también a mejorar sus niveles tecnológicos, su capacidad de gestión empresarial y, por supuesto, a ampliar mercados. El saldo de inversión directa exterior en 2006 era de 762.000 millones de dólares -sumados los de China y Hong-Kong-, teniendo como principales destinos varios de los países asiáticos, algunos de los países desarrollados -por ejemplo, EE.UU.- y, en los últimos años, Africa. El continuo saldo positivo de la cuenta corriente china -alimentado por los superávit de la balanza comercial y por los ingresos derivados de su inversión exterior-, más la inversión exterior directa hacia China, ha hecho que la reserva de divisas del país sea, en la actualidad, la mayor del mundo: a finales de 2007 la reserva se situaba 1,52 billones de dólares, cifra que ha seguido creciendo en 2008. parte importante de esa reserva está invertida en activos públicos norteamericanos, denominados en dólares, lo que hace suponer a las autoridades norteamericanas que el objeto no explicitado de esas adquisiciones es evitar que el dólar se deprecie significativamente frente al yuan y encarezca la exportación china de manufacturas al mercado USA: China, convertida ya en el segundo exportador del mundo, un 9% de la cuota mundial, tiene en EE.UU. su primer mercado, con un 27% de su exportación total. Analizada la trayectoria de la economía china durante estos veinticinco años, y vistos sus impresionantes resultados, cabe preguntarse si existen límites a ese rápido crecimiento y si, efectivamente, será China, hacia la mitad del presente siglo, la primera economía del mundo por tamaño. Pregunta de difícil respuesta porque la apuesta está rodeada de incertidumbre.

La primera gran incertidumbre nace de lo que podríamos denominar el vértigo de las cifras. En la actualidad, el ahorro nacional chino se sitúa alrededor del 45% del PIB y la inversión nacional en el 40%. Más aún, más de un tercio del ahorro prcede de los hogares, porcentaje muy superior al de cualquier país desarrollado. En los últimos 15 años las exportaciones chinas han crecido a una media del 20% interanual, porcentaje que se ha acelerado desde que, en 2001, se incorpora a la Organización Mundial de Comercio. Tanto la inversión como la exportación han sido variables clave en su proceso de crecimiento, pero hay que preguntarse si en los próximos años el ahorro nacional podrá mantenerse en esos niveles y si el resto del mundo, con EE.UU. a la cabeza, estará dispuesto a absorber los grandes saltos de la exportación china.

La segunda gran incertidumbre reside en las desigualdades generadas por el propio proceso de crecimiento. No olvidemos que la modernización de la economía china se ha producido en el este y en el medio urbano, lo que ha dado lugar a que la renta por persona y año en Shangai sea doce veces mayor que la de la provincia de Guizhon, una zona rural del oeste de China. Esa situación se compadece mal con un gobierno y un partido que han apostado por el crecimiento pero que no pueden desentenderse del problema de la redistribución de la renta, problema que conduce, necesariamente, a la tercera de las grandes incertidumbres: la propia legitimidad de un sistema que trata de conjugar el marxismo-leninismo-maoísmo, de partido único y dirección central, con el capitalismo más boyante en el que vive sólo un porcentaje reducido de la sociedad china. Cierto es que, hasta el momento, la pericia de los dirigentes chinos ha conseguido que el país avance por ese doble carril contradictorio, que ya ha hecho aparecer algunas grietas en un partido único que se supone monolítico. Pero la habilidad política ¿podrá mantener el equilibrio siempre y, sobre todo, podrá hacerlo cuando el sector privado haya alcanzado tal fuerza e influencia que ponga en peligro el poder decisor del Partido Comunista chino. La cuarta incertidumbre tiene que ver con la corrupción, mal que aqueja a todas las sociedades, pero que impregan de arriba a abajo, a los regímenes dictatoriales, regímenes en los que el proceso político no es competitivo y en los que la libertad de prensa es inexistente. Según Maxin Pei, la corrupción se ha generalizado en China, sobre todo en los proyectos de infraestructura, en la adjudicación de terrenos, en el sector financiero y en la designación de cargos públicos. Para este experto en temas chinos, el monto de la corrupción puede haber alcanzado, en 2003, el 3% del Producto Interior Bruto del país y constituye, hoy por hoy, una actividad muy rentable y poco arriesgada, lo cual hace suponer que, si la tendencia continúa, las complicaciones institucionales tenderán a debilitar los ritmos de crecimiento. La quinta incertidumbre se refiere, necesariamente, al impacto de la crisis actual, crisis que necesariamente reducirá su crecimiento; aunque sólo sea por la contracción de sus mercados de exportación. En 2007, la exportación china de bienes de equipo supuso el 37% de su PIB, lo que significa que la recesión que aqueja a sus principales clientes -EE.UU, Europa y Japón- tendrá efectos negativos sobre su ritmo de expansión. Y, para China un crecimiento inferior al 8% no permite dar empleo a los 7 millones de personas que cada año se suman a su fuerza laboral, lo que aventura un tiempo de incertidumbres y protestas sociales. (J.Requeijo, 2009)


Acreedor:
Esta contracción de China-América sugiere una quimera surgida del Pacífico hacia el año 2000, por la cual Estados Unidos compra objetos de consumo a China y esta le presta el dinero a EE.UU. para seguir comprando. Lo hace por medio de la compra de bonos del Tesoro americano. Esta relación es como un matrimonio en el que un esposo ahorra e invierte y el otro gasta y ninguno de los dos es capaz de di­vorciarse. Si China cesara de comprar dólares, esa moneda se colapsaría y los 800 billones que tienen los chinos perderían su valor. Si, por otra parte, los americanos cesan de comprar bienes chinos, su nivel de vida bajaría y perderían ese crédito fácil. Un ­boicot americano puede causar caos industrial en China, pero una venganza china lanzando dólares al mundo arruinaría a Estados Unidos. Bonita danza de la muerte, abrazo del oso, suicidio a dúo que se han montado las dos superpotencias económicas del mundo. Inventaron la palabra el historiador Niall Ferguson y el economista Moritz Schularick en el 2007. Precisamente en ese momento las burbujas de la crisis comenzaron a estallar, el año siguiente las economías occidentales entraron en recesión, en un catastrófico ciclo de Kondratieff, que son los que ruedan cada 70 años. En el 2009 se evaporaron 13 trillones de riquezas de los consumidores. La economía china también cayó, pero como crecía al 15% pasó a crecer solamente un 7,5% anual. En el 2010 China crecía el 8,5% anual y Estados Unidos al 0,8%. Después de Tiananmen, en 1989, el capitalismo salvó a China: después de la crisis del 2007, China salvó al capitalismo. ¿Qué pasará luego? Que China superará a EE.UU. en PIB. Eso sucederá en el 2020 según Agnes Maddison, pero según Robert Fogel eso está sucediendo en el 2016. En su libro del 2009 Cuando China gobierne el mundo, Martin Jacques sitúa la hegemonía china hacia el año 2040. Un estudio de Goldman Sachs proyecta que el PIB chino sobrepasará el de EE.UU. en el 2027. Pero no se alarmen: los chinos no son como nosotros, ellos nunca han conquistado continentes a sangre y fuego para imponer su religión y llevarse todo el oro. Lo que sí han querido es comerciar con todo el mundo y que se les reconozca su superioridad en forma de tributos y homenajes de vasallaje. Hacia 1420 el almirante Zheng-He, también llamado San-Bao, y en Arabia, Simbad el Marino, zarpó del puerto de Nankín con 320 naves y 28.000 hombres. Tenía a sus órdenes 93 capitanes, 100 contramaestres, 5 astrólogos y 180 médicos. Los barcos menores medían 20 metros de eslora y servían como transporte, algunos tenían establos para la caballería, otros eran huertos de verduras y otros cisternas de agua potable. Los buques de guerra medían 60 metros de largo por 22 de ancho, y las naves capitanas –llamados barcos del tesoro– medían 100 metros por 50 de ancho. El buque insignia de Simbad medía 150 metros de eslora con 9 mástiles y 62 metros de ancho. La nave de Colón, ¿medía 25 metros? Zheng-He tenía órdenes de no atacar a los habitantes de las costas ni conquistar los territorios que descubriría; su misión era comerciar con ellos, inventariar sus recursos y dejarles plantas y animales chinos que allí no hubiera. Las órdenes imperiales eran navegar hasta los confines del mundo para recibir tributos, de los bárbaros de ultramar a todos los pueblos bajo el firmamento, a civilizarse en la Gran Armonía Confuciana. Estos viajes se suspendieron cuando en Pekín comprobaron que, fuera de Europa, a donde ya llegaban por la ruta de la seda, apenas existía nada que comerciar: cocos, maderas, abalorios y artesanías burdas. Nada para cambiar por la seda, vajilla, porcelanas y metales chinos. Estoy con los que opinan que China repetirá la actitud de tiempos de Zheng-He. En el siglo XV abandonaron los viajes intercontinentales porque vieron que no había nada que comerciar. En el siglo XXI se han dado cuenta de que tienen mucho que conseguir en África y América Latina y se están posicionando allí con enormes inversiones. Pero no los conquistarán ni les impedirán su religión a la fuerza. Y por extensión, a Europa tampoco. Creo que chinos y japoneses nos ven como un vetusto y artístico shopping center donde venir a comprar en sus días de vacaciones. A Estados Unidos ya lo cautivaron con su Chimérica y lo tienen como un extenso mercado. Van a abrir un segundo canal en Centroamérica y están comprando los puertos de allí y de Europa. El Pireo es suyo, y la mitad del puerto de Barcelona también. Así va a ser la hegemonía china, que se consolidará en la segunda mitad de este siglo. Sólo nos exigirán pleitesía, que reconozcamos su superioridad y que paguemos tributos. Con el ejército de EE.UU. tal como es ahora, superior a todos los demás, ¿cómo van a conseguir los chinos que EE.UU. les pague tributos? Ya. (Luis Racionero. 03/06/2016)


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