Degradación de ecosistemas

El hombre:
La estirpe humana entronca con primates que habían conseguido una buena adaptación a la vida en los árboles, manifiesta en el uso de los ojos como telémetros y en la disposición de las extremidades. Los restos más antiguos de individuos a los que no puede dejarse de llamar humanos datan de unos dos millones de años, pero ya desde mucho antes los antepasados del hombre se habían mudado a un ambiente más descubierto, o a la linde de los bosques, ampliando su dieta alimentaria con la inclusión de una gran proporción de carne.

La interacción entre el hombre y los ecosistemas que han constituido su entorno ha ido cambiando con el curso del tiempo. Puede ser aceptable dividir la historia ecológica del hombre en tres edades: una edad antigua, que llega hasta el neolítico, hacia el final del último período frío. cuando la agricultura empieza a generalizarse; una edad media, con el desarrollo de civilizaciones basadas en la organización y explotación de sistemas agrícolas capaces de dar algún excedente, con un uso muy parco de energía suministrada por animales domésticos y algunas fuentes naturales, como el agua y elo aire -y en la que cierta monotonía en la dieta y la formación de aglomeraciones más o menos densas cambiaron probablemente el espectro de las enfermedades a que la humanidad ha estado sometida-, y una edad moderna, que empezaría con la era industrial y las disponibilidades entonces prácticamente ilimitadas de energía auxiliar (carbón, petróleo, etc.), que han permitido un avanzado dominio del ambiente y una prolongación de la vida individual, dos características que, desde el punto de vista de la ecología de una especie, se han de considerar como muy positivas, pero que, a la vez, han llevado consigo la convicción de que el desarrollo no puede persistir indefinidamente.

Algunos de los problemas que en la actualidad se presentan se contemplan como amenazas siniestras a la misma supervivencia de la especie. El hombre siempre ha vivido con problemas: unas veces frente a la amenaza de extinción por la baja tasa de aumento de sus poblaciones en un ambiente duro; otras, por resultar demasiado prolífico. Esto no es grave, y menos apocalíptico. La historia de la evolución enseña que la supervivencia y la vida han consistido siempre en superar problemas. Las cualidades puramente físicas o biológicas del hombre, dentro de los mamíferos, no deben subestimarse. La habilidad manual, derivada de la posición erguida, y el uso del lenguaje, asociado a su gran desarrollo cerebral, le han distanciado de otros primates. La comunicación por medio de una secuencia de sonidos conduce a una forma de análisis que se manifiesta en el hilo del pensamiento y hasta en las formas de actuar de las computadoras. Pero esta modalidad de análisis de lo real puede ser menos apta para la percepción simultánea de situaciones muy complejas. [...]

Contaminantes:
La contaminación es una consecuencia del transporte; es, si se quiere, una enfermedad del transporte, pero constituye algo que es perfectamente natural en los ecosistemas. La acumulación de materia orgánica sin degradar en el hipolimnion de un lago eutrófico es exactamente el mismo fenómeno que la acumulación de materia orgánica en los alrededores de una ciudad, o en ríos y aguas costeras inmediatas, como resultado de la utilización incompleta de alimentos y otros productos naturales. Estos son parte de la producción primaria o secundaria de ecosistemas separados y distantes, que han sido conducidos hasta la ciudad, y cuyos productos de descomposición o de utilización incompleta no se han devuelto al lugar de donde procedieron. Parece que la solución más sencilla al problema de la contaminación sería pagar el doble por el transporte y devolver dichos productos al lugar de procedencia, para que se reintegren al ciclo natural. Pero la solución no es generalizable. En algunos casos los fenómenos de polución consisten en la difusión de materiales que estaban muy concentrados (metales pesados), o que son de fabricación humana (pesticidas, hasta cierto punto los isótopos radiactivos). Es imposible concentrar y volver a recoger estas sustancias, cuya propagación y difusión a través de los ecosistemas puede tener resultados insospechados. Muchas de las sustancias sintetizadas por el hombre no estaban presentes en los ecosistemas naturales, por lo que la evolución no las ha tenido en cuenta. El uso de pesticidas se basa en el efecto de sorpresa de moléculas, generalmente orgánicas, a las que los organismos no estaban adaptados, y que pueden tener efectos biológicos específicos, negativos. Sin embargo, se sabe que las especies de plagas desarrollan, con cierta rapidez, inmunidad a distintos agentes de lucha, de la misma manera que, en el pasado, la adopción de técnicas de guerra química por las plantas en relación con los fitófagos no ha servido más que para estimular el desarrollo de la variedad natural [...].

Escasas zonas conservadas:
Todo proceso de explotación representa sacar algo de un ecosistema, algo que, en otro caso, sería capitalizado por aquél y utilizado en hacer avanzar la sucesión, en llegar a nuevas etapas de organización. Existe, pues, una oposición íntima entre explotación y sucesión. Una conservación total sólo es posible en la ausencia completa de explotación. Pero, muchas veces cuando se habla de conservación es en sentido relativo, sin pretender significar alcanzar un clímax, sino, por ejemplo, mantener un ecosistema con cierta estructura y cierto nivel de explotación sostenible. Pero aun esto puede ser difícil. La mayor parte de áreas que en la actualidad se proponen para conservar son las áreas residuales que no habían sido utilizadas de antiguo por su mala calidad o situación. Todos los parques naturales están en la montaña o en marismas, terrenos que antaño se miraron como inhóspitos. Sólo los países que se encontraron con áreas inmensas de terreno relativamente virgen, como, por ejemplo, diversos países de América, pensaron en otro concepto de conservación, en el sentido de dejar aparte ciertas áreas para un posible desarrollo futuro. El hecho es que actualmente resulta imposible estudiar la biosfera sin tener muy presente que el hombre se ha convertido en un agente fundamental de su funcionamiento y características. El hombre no sólo es un problema para sí, sino también para la biosfera en que le ha tocado vivir. (Ramón Margalef)


Especies invasoras:
A menudo los desastres ecológicos pueden empezar con pequeños gestos, en apariencia tan triviales como vaciar la pecera del chaval en el embalse para soltar ese pececillo que no hemos podido dejar al cuidado de nadie y que no nos podemos llevar de vacaciones. “No te preocupes –le decimos- aquí vivirá bien”. Y nos vamos a casa con la conciencia de haber hecho un gran acto a favor de los animales cuando en realidad puede que la hayamos liado parda. Existe una alta probabilidad de que el pececillo desaparezca tras el ataque del primer predador que le salga al paso. Si es así habremos estado de suerte. Pero también puede darse la remota posibilidad de que sobreviva y llegue a formar un cardumen con otros de su misma especie soltados en ese mismo embalse, reproducirse, multiplicarse, colonizar el río, sus afluentes… Y no, no soy un desalmado, jamás he deseado la muerte de ningún animal, y mucho menos un pez. Soy un ictiólogo apasionado, siento verdadera atracción por ellos, incluso confieso que me encanta observar a esos carpines de todas las formas y colores (mis favoritos son los cometas), al neón chino, los koi, los lochas, el puntius y el resto de peces de acuicultura. Pero en su pecera. Nunca en nuestros ríos, lagos y lagunas. La proliferación de especies invasoras o alóctonas en los ecosistemas se ha convertido, junto a la pérdida de hábitats, en la mayor amenaza para la biodiversidad del planeta. Se trata de animales o plantas que de manera accidental o, como en el caso del pececillo que nos ocupa, de manera intencionada, aparecen de repente en un hábitat ajeno y acaban por colonizarlo expulsando a las especies autóctonas, lo que resta variabilidad biológica y ocasiona un deterioro del equilibrio ecológico de consecuencias incalculables. Los ecosistemas acuáticos figuran entre los más afectados por la globalización de las invasiones biológicas. En nuestro país, el Atlas y libro rojo de los peces continentales de España, publicado por el extinto Ministerio de Medio Ambiente y el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), identificaba hace más de diez años un total de 70 especies de peces de las que 23 eran ya por aquel entonces exóticas. Desde su publicación la proporción no ha hecho más que incrementarse hasta doblarse, de manera que en algunos tramos de nuestros principales ríos, como el bajo Ebro, la mitad de los peces son ya especies invasoras. La ONU, a través de su programa para el medio ambiente (PNUMA), y la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) desarrollan desde hace años un Programa Mundial sobre Especies Invasoras (GISP por sus siglas en inglés) para hacer frente a la que ellos consideran como la amenaza más grave para uno de los mayores patrimonios de la Tierra: su alta variabilidad biológica. Para hacerle frente, España cuenta con el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras (http://www.boe.es/buscar/act. php?id=BOE-A-2013-8565) por el que se regula el control de las principales especies alóctonas que están provocando graves daños en nuestra biodiversidad autóctona, los ecosistemas naturales y la agricultura. Recientemente el Tribunal Supremo dictaminaba que se incorporaran a dicho catálogo dos peces introducidos hace muchos años en nuestros ríos: la trucha arco iris y la carpa, ésta última incluida en el listado de la UICN de las 100 especies invasoras más dañinas del mundo (http://www.iucngisd.org/gisd/ pdf/100Spanish.pdf). La decisión de la alta magistratura se debe a la denuncia presentada por varias entidades ecologistas y por la Asociación para el Estudio y Mejora de los Salmónidos (AEMS), entidad fundada por pescadores dedicada a la conservación de los ríos y la biodiversidad que albergan, para defender a nuestros peces autóctonos, todos ellos en declive y muchos al borde de la extinción por el acoso de las especies invasoras. De hecho los pescadores de rio que practican la modalidad conocida como “sin muerte” o de “captura y suelta” fueron los primeros en alertar sobre el aumento de peces exóticos en nuestros ríos y aguazales, cansados de llevarse todo tipo de “sorpresas” al echar la caña al agua. Como la que se debió llevar el pescador que estaba disfrutando de su afición en un embarcadero de Sevilla, usando como cebo la clásica masilla de pan rallado y aceite, y tras sentir la picada y recoger el sedal comprobó con horror que lo que colgaba del anzuelo era una piraña. Si, si: una piraña del Amazonas. ¿Cómo llegó aquel pez exótico al Guadalquivir? Pues lo más probable es que fuera por una causa en apariencia tan inocente como la que daba inicio a este apunte: porque alguien lo soltó en el rio. La cosa se ha puesto tan seria que hasta la ley se ha tenido que adaptar para hacer frente a esta nueva amenaza. Así, el artículo 333 del Código Penal, sobre los delitos relativos a la protección de la flora, fauna y animales domésticos, establece que “El que introdujera o liberara especies de flora o fauna no autóctona, de modo que perjudique el equilibrio biológico, contraviniendo las leyes o disposiciones de carácter general protectoras de las especies de flora o fauna, será castigado con la pena de prisión de cuatro meses a dos años o multa de ocho a veinticuatro meses y, en todo caso, inhabilitación especial para profesión u oficio por tiempo de uno a tres años.” Poca broma pues con la suelta de peces exóticos en nuestro entorno. Estamos al límite. La situación no soporta ni una imprudencia más. Ya no vale lo de que “yo no sabía qué” o “si solo es un pobre tal”. Todos somos conscientes de este grave problema medioambiental y del peligro que corre nuestra biodiversidad si no logramos atajarlo. Así que si no tienes quien te cuide la pecera y no sabes qué hacer con tus peces ni se te pase por la cabeza soltarlos en el rio, el lago o el embalse, ni mucho menos en el estanque del parque. (José Luis Gallego, 30/07/2016)