Javier Marías: Entrevista El País 2000

Javier Marías

¿Ha empezado a escribir otra novela?

Todavía no estoy muy metido en nada. Suelo dejar pasar bastante tiempo entre el final de una y el principio de otra. Hay escritores que terminan una novela y se ponen inmediatamente con la siguiente. Quizá porque tienen una cierta sensación de escritores profesionales. No es mi caso. Yo me quedo bastante impregnado del libro que he escrito durante un tiempo. Para mí, escribir una novela, aparte de otras muchas cosas, es también un largo estado de ánimo. Y no me resulta fácil salir de él y situarme en otro distinto. Ahora, como dice más o menos un poema de Stevenson, estoy empezando a jugar con papel. En el sentido literal, porque no utilizo ordenador, todavía escribo a máquina. Y estoy tan al comienzo, que ni siquiera sé muy bien si estoy empezando la posibilidad de un nuevo libro. Libro que a lo mejor sería la prolongación de Negra espalda del tiempo. 

¿Cuándo lo sabrá con certeza?

Hasta que no tengo por lo menos 40 o 50 páginas que doy por buenas no me atrevo a decir: "Esto va a ser un libro". Y aún no las tengo.

 ¿La resaca de Negra espalda del tiempo ha sido larga?

Sí, ese libro me ha impregnado de una forma especial, quizá por ser yo el narrador o, mas bien, por llamarse el narrador Javier Marías. No es que sea una obra autobiográfica en modo alguno, pero si tiene algo de eso y me he dado cuenta a posteriori de que esa novela me ha supuesto más desgaste que las anteriores, no sólo desgaste propiamente literario, sino también personal. Lo cierto es que si uno suscribe con su nombre y apellido una opinión es distinto que si la suscribe un narrador. 

Siempre tendemos a identificar al narrador, sobre todo si la novela esta contada en primera persona, con el autor del libro.

En mi caso ha ocurrido mucho más de lo normal. Y con Negra espalda... aún en mayor medida. De manera que ha existido un desgaste personal o psicológico mayor. Además, digamos que tampoco fue demasiado estimulante la recepción del libro por parte de la crítica. Por parte de los lectores, bastante mejor. Ellos ni siquiera se plantearon que género era. Pero, en fin, el libro se falseó mucho y yo no quise hacer entrevistas en ese momento.

 Según explicó entonces, no quería decir más de lo que había dicho en el libro.

Sí, al haber nombres y personas reales, algunas para bien y otras para no tan bien, sucedió que cierta prensa se centró sólo en eso, como si ocupara toda la novela. Y era precisamente lo que yo quería evitar. Ahora que ya ha pasado año y medio desde que el libro salió creo que esa parte supuestamente polémica ha quedado reducida a la importancia que tiene. Los elementos que pueda haber de negatividad hacia algunas personas son realmente moderados. Más de una vez he dicho que si hubiera sido un ajuste de cuentas habría sido otra cosa. Ajustar las cuentas para mí implica mucha más mala idea.

 Parece un poco contradictorio que escriba un libro donde cuenta cosas personales y luego no quiera conceder entrevistas para no hablar de sí mismo.

En el fondo no es una contradicción. Quise aplicar por una vez -fue una excepción y posiblemente no se repetirá- lo que en el fondo yo creo que todos los escritores sentimos y pensamos. Uno escribe un libro de cientos de páginas y luego, porque esta montado así, y tampoco es que me queje, resulta que tras hacer ese esfuerzo, tienes que extractarlo, contarlo resumido y hasta inventar una especie de eslogan para venderlo mejor. Al resumirlo se banaliza, se trivializa. Por otra parte, en la sociedad actual hay cada vez mas confusión sobre muchas cosas. Cada vez hay más indistinción entre lo que se puede decir públicamente y lo que se puede decir en privado. En la televisión, por ejemplo, no sé si yo me estoy volviendo muy anticuado, pero escucho unas cosas... De la misma manera empieza a haber una cierta indistinción entre lo que se puede decir por escrito y lo que se puede decir de palabra. Y no es lo mismo. Cualquiera que escriba cartas lo sabe. En Negra espalda del tiempo hay un momento en el que rememoro la muerte de mi madre, o de un hermano mío al que no conocí. He podido hablar de eso, no sin esfuerzo, por escrito y a solas. Pero no me veía capaz de ampliarlo en una entrevista.

¿Por que una continuación de su última novela?

Porque en ella ya se decía que quedaba mucho por contar. Este verano también se me ocurrió la posibilidad de escribir una novela corta. Pero me di cuenta de que me rondaban la cabeza aún asuntos relacionados con Negra espalda del tiempo y con lo que podríamos llamar su prolongación. Podría haberlo dejado de lado, pero si te está rondando algo la cabeza es artificial dejarlo deliberadamente a la espera. Podría haber forzado un poco y haberlo hecho. Aún cabe. Cabe que estas primeras hojas con las que estoy jugando acaben en la papelera. Los escritores tienen que atender, no una necesidad, palabra que no admito porque me parece un poco pomposa, pero sí las ganas. Yo siempre digo que cuando escribo una novela es porque tengo ganas de hacerlo. Y, aunque escribo artículos más o menos todo el rato, cuando no estoy escribiendo una novela no me pasa nada. Estoy perfectamente tranquilo. Puedo vivir muy bien sin escribir. Por fortuna, la literatura no lo es todo para mí. Ni siquiera, lo principal en mi vida.

¿Y qué es lo principal en su vida?

Nada en concreto; la vida en sí. Nunca he estado de acuerdo con ese tópico de que el que escribe no vive... Yo empecé a escribir muy joven. Llevo más de la mitad de mi vida como autor publicado. Y sin embargo, nunca he tenido la sensación de haber dejado de vivir. Al contrario, escribir libros era algo más que añadir a la vida. Creo haber hecho todos los disparates que los jóvenes puedan hacer y no me ha faltado aventura, aunque una aventura de tipo modesto. No como la del colega Pérez-Reverte, que se ha pasado media vida por ahí, en las guerras. Pero si algún día la literatura se me convirtiera en lo mas importante lo vería como un fracaso. Porque escribir no es la cosa misma, es una cosa más dentro de la vida. Hace mucho tiempo que no voy a congresos y simposios de escritores porque me parecen una pérdida de tiempo. Lo interesante de los escritores está en los libros. Y hay mucha gente que va a eso todo el rato. Hacer del manejo de lo que has escrito una actividad secundaria me parece atroz.

¿Es de los que escribe en horas de oficina?

Cuando estoy haciendo una novela nunca escribo más allá de cuatro horas diarias. Pero no me lo tomo como horario de oficina. Lo que no he sentido nunca es ese famoso vértigo que dicen que produce la página en blanco. Entre otras cosas, porque yo normalmente nunca meto un folio en blanco en la máquina si no es para escribir inmediatamente.

A menudo, en sus novelas, el narrador utiliza la disyuntiva, como si dudara o nunca tuviera la certeza de nada. ¿Duda usted mucho?

Soy una persona muy indecisa para muchas cosas. Y eso de la disyuntiva, que en efecto es así, refleja un poco lo que en el fondo creo que nos pasa a todos. Tenemos enormes zonas de sombra sobre nuestra propia vida. No sólo porque hay cosas que hemos hecho sin saber a ciencia cierta por qué, sino también porque estamos relacionados con los demás y de los demás uno no tiene la certeza absoluta de casi nada; no tiene la historia completa de las otras personas. Cualquier narrador en primera persona, si es verosímil, es un narrador fragmentario, con sus dudas y sus disyuntivas. Luego a veces hago lo contrario. Hay descripciones de personajes en las cuales se afirman no sólo características físicas sino morales de la forma más arbitraria y segura.

Precisamente le iba a decir que esa falta de certeza de la que hablábamos contrasta con una precisión casi obsesiva a la hora de describir situaciones, estados de ánimo...

Y sin embargo no soy nada observador. A veces, personas que me han conocido después de haber leído algunos de mis libros me han dicho: "Contigo hay que tener cuidado, porque tú debes de estar fijándote en todo". Tienen esa sensación por los libros. Y sin embargo me pasa lo contrario. No me fijo mucho en la gente. Más bien soy despistado en eso. Ahora bien, quizá a posteriori veo que me he dado cuenta de más cosas de las que yo creo. Y eso sí aparece en los libros, al volver a contar algo, y al hacerlo por escrito. Pero volvemos a lo de antes, me parecería atroz ser uno de esos escritores que se pasan la vida observando y recopilando para luego reflejarlo en sus novelas. Vivir la vida como campo de cultivo de la propia literatura para mí sería horrible.

Tiene muchos libros antiguos. ¿Es adicto a las librerías de viejo?

Me gustan, pero no soy un maniático de las ediciones raras. No soy un bibliófilo. Si encuentro un libro que además es la primera edición de algo y además está dedicado por el autor sí me gusta tenerlo, y algunas veces me he gastado un dinero en ello. Sobre todo en obras de autores adorados por mí, como Conrad o Faulkner. Pero, vamos, digamos que me sigue importando más el texto que la edición.

¿En su caso, leer es una pasión aún mayor que escribir?

Sí. Lo único malo es que cada vez encuentro menos tiempo. Cuanto más tiene uno escrito va leyendo menos, quizá por falta de tiempo. Leer me sigue gustando mucho; como me sigue gustando la música, el cine o el fútbol.

¿Lee con ganas a sus contemporáneos?

Cada vez con menos ganas. Antes, sí, pero la verdad es que llega un momento en el que uno se encuentra muy pocas veces una novedad que valga la pena. Antes tenia el prurito de terminar un libro que había empezado, ya no. Ahora enseguida siento que estoy perdiendo el tiempo. Para acercarme a un libro nuevo antes tienen que recomendármelo, no los críticos, que en general no me merecen la menor confianza, sino gente de la que yo me fíe.

No confía en los críticos. Pero con su libro Corazón tan blanco obtuvo el Premio de la Crítica. ¿Se equivocaron también?

Que a mí me hayan tratado bien no quiere decir nada. Mi opinión sobre el estado de la critica es que está en estado crítico Yo no hablo de las cosas según me va la feria. ¿O acaso me toman por un interesado? Pues, no. Pienso que los críticos se equivocan muchas veces e incluso que hay mucha corrupción.

Hace poco anunciaba que no quería ocuparse más del tema de la paz en el País Vasco. Ahora, ETA ha roto la tregua...

No sé si voy a poder cumplir mi promesa. Pero, al margen de eso, lo que me parece grave no es tanto el sentimiento nacionalista... Yo como madrileño no lo soy, ni nacionalista madrileño, ni español. No tengo precisamente una excelente opinión de España. Pero una cosa es que haya un nacionalismo que a uno le parezca más o menos una pérdida de tiempo y otra que en nombre de ese nacionalismo se mate a gente. Y además de eso, yo creo que en algunos casos son nacionalismos completamente ficticios, inventados. De pronto hay unos señores, que en España han tenido mucho que ver con la Iglesia más reaccionaria, que así, como de la nada, sacan una idea de un supuesto pasado idílico sobre países que en realidad nunca han sido independientes, ni han estado jamás sojuzgados. Y de pronto eso extrañamente cala, contagia a una parte de la población. Se crea una especie de burbuja gigantesca que nadie logra explotar y crece y crece, sobre una falacia. En el caso del nacionalismo vasco se sabe que fue Luis Arana el que empezó. Luego, su hermano Sabino se convirtió en un autentico fanático. Decía cosas, aparte de nazis, psicopáticas. Un señor que antes de casarse tuvo que asegurarse de que la mujer elegida tenia 126, si no recuerdo mal, apellidos vascos es un individuo psicopático. Y una de las cosas, aparte de la violencia, que más coraje me dan es pensar en varias generaciones de individuos, en este país y en otros, que siendo la vida tan compleja, tan rica y tan llena de problemas a nuestro pesar, dedican el 90 por ciento de sus energías a esa cuestión. Levantarse por la mañana pensando: "Soy vasco". "Y voy a ser más vasco hoy", o "Soy catalán". o español, o francés, me da igual... Es una manera, desde mi punto de vista, muy idiota de pasar por la vida.

¿Se lleva bien con su vecino de columna, Arturo Pérez-Reverte, al que llama Don Artús?

No es que nos conozcamos mucho personalmente, pero a veces nos gastamos bromas de columna a columna. Lo curioso es que no lo hayan hecho otros columnistas que llevan años, uno detrás de otro, y como si no existieran. La nuestra es una amistad mas bien de vecindad de página. En la vida, hay una simpatía mutua, al margen de ser muy distintos. Lo curioso es que a veces a mí me llegan cartas poniéndome verde, en las que luego añaden: "No como Pérez-Reverte que es un gran escritor, etc", Y resulta que a él le ocurre lo mismo, pero al revés: "Es usted un tal y un cual, no como Marías que es un caballero". Luego están los que nos aprecian a los dos. Y, claro, supongo que también, los que nos detestan a ambos.

¿Como articulista, se ha parado a pensar en por qué a la hora de escribir, uno se inspira más en lo malo que en lo bueno?

Es inevitable, aunque yo siempre procuro no escribir dos o tres semanas seguidas en la misma tonalidad. Si me sale un artículo muy serio, o muy pesimista o muy indignado procuro alternarlo con otro más evocativo o alguno cómico. Claro que inevitablemente predominan aquéllos en los que uno señala algo que le parece que no está bien. Nos pasa a casi todos.

Le recuerdo algunas palabras suyas: "Este país es ruin e inicuo…", "La imbecilidad reinante". ¿Su reino no es de este mundo?

La verdad es que cada vez me siento más raro, más anticuado quizá. Empieza a parecerme preocupante que a mis 48 años, una edad a la que uno está en plena actividad en la vida, de vez en cuando tenga esa sensación de no entender nada. Más por mí que por la sociedad, porque no voy a tener la presunción de pensar que soy yo el que está en lo cierto. Pero sí digo lo de la imbecilidad reinante es porque estoy convencido de que algunas cosas que suceden ahora son regresivas, como la creciente incapacidad de mucha gente para razonar, para argumentar, para incluso entender una argumentación. Ahora casi todo está reducido a un eslogan. Desde las campañas políticas al discurso de un científico. Como lo es el que cada vez hay menos permisividad para muchas cosas. Eso llamado políticamente correcto…

Usted mismo ha dicho que, bien mirado, todo Shakespeare es políticamente incorrecto.

Sí, y por suerte en España no está aún demasiado acentuado, pero estas cosas son contagiosas. Recuerdo una máxima que le he oído decir a mi padre -en su día republicano, pero hoy más bien conservador- y es que los problemas de libertad se resuelven con más libertad; no con menos. Incluso en la propia percepción de la sociedad se detectan mermas de libertad. Y luego, hoy, cualquier imbecilidad que se diga prospera. Quizá por ese falso respeto que existe por el cual todo está bien, toda opinión es respetable.

¿Y no lo es?

Por supuesto que no. Es respetable que usted emita su opinión, su derecho a opinar. Pero hay opiniones despreciables. Como por ejemplo la de que hay que llevar a todos los judíos a los campos de exterminio. No todo es igual, no todo vale. Hoy, se da una especie de exacerbación del democratismo, pero mal entendido. Porque una cosa es que todo el mundo sea inicialmente igual y otra que, después de que cada uno haga lo que hace, también siga siendo igual. No hablo sólo de las artes… Es como si en el descanso de un partido de fútbol que va 3-0, volvieran a ponerse los marcadores a 0-0. Todos somos iguales en principio, pero al final no lo somos.

 Entrevistadora: Arantza Furundarena