Medievo: Alemania             

 

Medievo: Alemania:
A finales del siglo V, el jefe de los francos Clodoveo I derrotó a los romanos y estableció un reino que englobaba la mayor parte de la Galia y el sureste de Alemania. Convirtió a sus súbditos, que profesaban el arrianismo, al cristianismo.

1. Dominio Carolingio:
La labor de Clodoveo fue continuada en el siglo VIII por Carlomagno, quien luchó contra los eslavos al sur del Danubio, anexionó el sur de Alemania, y sometió violentamente y convirtió a los sajones paganos del noroeste. Como paladín del cristianismo, y en agradecimiento al apoyo prestado al Papado, Carlomagno fue coronado emperador por el papa León III en Roma en el 800. Este hito revivió la tradición imperial romana en Occidente, pero también supuso un precedente para la dependencia de los emperadores respecto a la aprobación papal. El Imperio Carolingio se fundamentaba en la estructura social establecida a finales del Imperio romano. La lengua oficial de la corte y la Iglesia fue el latín, pero los francos de la Galia adoptaron un latín vulgar que dio lugar al francés, mientras que los francos y otras tribus germánicas en el este hablaban varias lenguas que formaron el alemán. El único vestigio del alemán clásico es el Hildebrandslied, un poema del siglo VIII basado en primitivos cuentos de héroes paganos relativos al duelo trágico entre un padre y su hijo. Los gobernadores carolingios estimularon el trabajo misionero entre los alemanes. San Wilibrord fundó el monasterio de Echternach, y san Bonifacio fundó Reichenau y Fulda, y reformó la Iglesia de los francos. Sin embargo, los germanos no francos continuaron profesando religiones paganas. El Heliand, un poema épico del siglo IX, representa a Cristo como un rey guerrero sajón. 2. Francia del Este El Imperio Carolingio no sobrevivió más allá de la muerte de Carlomagno. Por el Tratado de Verdún (843), el Imperio fue dividido entre sus tres nietos. Carlos VI el Calvo recibió la Francia Occidentalis (la actual Francia). Lotario adquirió el título imperial y el área central que comprendía desde el mar del Norte a través de Lotaringia (Lorena) y Borgoña hasta Italia; el tercero, Luis II el Germánico, recibió Francia del Este (la actual Alemania). El Tratado de Meerssen (870) dividió el reino central, por lo que Lorena pasó a Francia del Este y el resto a Francia del Oeste. En el 881, Carlos III el Gordo, de Francia del Este, recibió el título imperial. Seis años después fue destronado por Arnulfo de Baviera.

3. Los ducados feudales:
Hacia el siglo X, Francia del Este, que sufrió las nuevas invasiones de normandos, magiares y moravos desde el norte y el este, quedó prácticamente dividida por las tribus rivales. Los carolingios admitieron dirigentes militares procedentes de estos grupos (duques) y eligieron cargos (condes y margraves), a los que concedieron feudos temporales por sus servicios al Estado; muchos miembros del alto clero también recibieron feudos. Como la autoridad central disminuía, estos señores y príncipes feudales adquirieron gobierno local, se encargaron de su defensa y convirtieron sus propiedades en feudos hereditarios. Los más importantes fueron los gobernadores de cinco stem (ducados de base tribal): Franconia, Suabia, Baviera, Sajonia y Lorena. Los guerreros de menor categoría se unieron al séquito principesco dejando de lado la lealtad tribal a cambio de concesiones de terreno más pequeñas y otras donaciones. El pueblo perdió el derecho a llevar armas; trabajaban los campos a cambio de protección y un porcentaje de las cosechas. De esta manera, el sistema de gobierno carolingio armonizó con la tradición de los miembros de las tribus libres para formar una sociedad en la que una nobleza militar era mantenida por los campesinos libres y los siervos. Según la tradición alemana, los reyes eran elegidos entre sus nobles. A causa de que ninguna familia noble quería estar sujeta a otra o a un rey fuerte, se elegían a menudo a reyes débiles y ninguno podía asumir con seguridad la lealtad de sus nobles. Estas condiciones retrasaron durante siglos la consolidación de un estado alemán. 3. Alta edad media Los reyes alemanes tenían tres grandes preocupaciones: contener a los príncipes rebeldes, controlar Italia y ser coronados emperadores de Occidente por el Papa —una política considerada parte esencial de la herencia carolingia— y expandir sus dominios hacia el Norte y el Este. 1. Los reyes sajones Cuando el último monarca carolingio murió sin dejar un heredero, los francos y sajones nombraron a Conrado I, duque de Franconia, como rey de Germania. Después de su muerte en el 918 eligieron al duque de Sajonia Enrique I el Pajarero, que luchó contra los húngaros y eslavos y recuperó Lorena.

1. Otón I el Grande:
A la muerte de Enrique I el Pajarero, los príncipes eligieron a su hijo Otón I el Grande, que combinó su extraordinaria fortaleza, dignidad y capacidad militar con una gran tarea diplomática y una profunda fe religiosa. Decidido a crear una monarquía centralizada efectiva, Otón repartió los ducados entre sus parientes y otorgó privilegios territoriales a la Iglesia, asegurándose a cambio la elección de los obispos por parte de la corona. Este sistema fue continuado por sus herederos. Otón también tuvo que defender su reino de los ataques del exterior. En el oeste, fortaleció su posición en Lorena y ganó influencia sobre Borgoña. En el norte y este derrotó a los normandos y eslavos y, en el 955, acabó de forma definitiva con el poder de los húngaros en la batalla de Lechfeld. Otón estableció el arzobispado de Magdeburgo (968) y otros obispados como centros de civilización en los territorios conquistados. Los alemanes colonizaron estas regiones. Al querer emular a Carlomagno como emperador de la cristiandad ratificado por el papa, Otón inició una política destinada a la conquista de la península Itálica, presa de la autarquía feudal y las invasiones sarracenas. Cuando Adelaida, reina de los lombardos, pidió ayuda a Otón contra su captor, Berengario, rey de Italia, Otón invadió el territorio en el 951 y se casó con ella, por lo que adquirió el título de rey de Italia de su difunto marido, Lotario II. El Papado, a su vez, intentaba mantener su territorio contra la usurpación de los nobles en el norte y los ataques de bizantinos y sarracenos en el sur. Cuando el papa Juan XII solicitó ayuda a Otón contra Berengario, invadió Italia por segunda vez, derrotó a Berengario y, en el 962, el papa le coronó emperador. Por el Privilegio Otoniano, Otón garantizó el derecho del Papa a los territorios papales, por lo que todos los futuros pontífices tuvieron que jurar lealtad al emperador. 2. Los últimos reyes sajones Los sucesores de Otón en los siglos X y XI continuaron sus políticas alemana e italiana. Otón II el Sanguinario estableció la Marca del Este (Austria) como un puesto avanzado militar, pero fue derrotado por los sarracenos en su esfuerzo para asegurar el sur de Italia. Otón III apoyó la reforma benedictina que tuvo su origen en Cluny y que incitaba a una vida más austera y disciplinada. Enrique II el Santo también alentó el movimiento cluniaciense y envió misioneros de su corte al nuevo obispado de Bamberg. 2. Los reyes sálicos Durante 100 años (1024-1125) los reyes de Germania fueron elegidos entre los francos que regían en el ducado de Franconia. Los sálicos llevaron al imperio a su punto culminante. 1. Apogeo del Imperio

Emperadores del Sacro Imperio:
Conrado II el Sálico, un soberano inteligente y despiadado, reafirmó la autoridad real sobre la oposición principesca al hacer hereditarios los feudos de la baja nobleza y elegir ministeriales (caballeros feudales no libres), hombres de clase baja con el rango de oficiales y soldados, responsables directamente ante él. Conquistó el reino de Arles (Borgoña), fortaleció su poder en el norte de Italia y rechazó a los polacos. El hijo de Conrado, Enrique III el Negro, fue el primer rey indiscutido de Alemania. Piadoso y visionario, llevó a una Alemania, dividida por la guerra civil, la Tregua de Dios inspirada en Cluny, una interrupción de la contienda que duraba desde la puesta del sol del viernes hasta su salida del lunes, e intentó en vano hacer de ella una paz permanente. Puso fin al pago para el nombramiento de nuevos obispos como tributo a la corona —una práctica denominada simonía— aunque todavía investía a los eclesiásticos, quienes mantenían sus vasallos. Durante su reinado depuso a tres papas rivales y nombró a un cuarto, a san León IX. 2. Enrique IV Aunque era todavía un niño, Enrique IV sucedió a su padre, Enrique III el Negro, en 1056. Durante la regencia de su madre, Inés de Poitiers, la princesa se vio obligada a ceder la mayor parte del territorio real; Italia era un continuo conflicto entre diversas ciudades independientes, papas y normandos; además, el Sínodo de Letrán de 1059 declaró que sólo los cardenales podían canónicamente elegir al papa. Enrique IV intentó recuperar la pérdida del poder imperial. Su esfuerzo para recuperar las posesiones de la corona provocó la rebelión de los sajones. En 1075, aplastó una rebelión sajona y procedió a confiscar sus propiedades, además de intensificar su enemistad hacia ellos. El control del clero por parte de Enrique originó un grave conflicto con el papa reformista Gregorio VII, que quiso liberar a la Iglesia de su dependencia secular. Cuando Gregorio prohibió la investidura laica de los eclesiásticos, Enrique anuló su elección en la Dieta de Worms en 1076. El papa excomulgó a Enrique y liberó a sus súbditos del juramento de lealtad hacia él. Para mantener su corona, Enrique buscó al papa en Canossa (en los Apeninos) en enero de 1077, donde, después de tres días de humillante penitencia, fue perdonado. Sin embargo, los príncipes alemanes eligieron un rey rival, Rodolfo de Suabia. El resultado fue una guerra civil de casi 20 años. En 1080, Gregorio excomulgó de nuevo a Enrique y reconoció a Rodolfo. Depuesto el papa, Enrique marchó sobre Roma, instaló al antipapa Clemente III y fue coronado emperador en 1084. Enrique volvió a Alemania para continuar la guerra civil contra un nuevo rival (Rodolfo había fallecido en 1080). Finalmente, traicionado y hecho prisionero por su hijo Enrique, el emperador se vio forzado a abdicar. 3. Compromiso Enrique V continuó inútilmente las luchas de su padre por mantener su supremacía sobre la Iglesia. Al sufrir varias derrotas militares, perdió el control de Polonia, Hungría y Bohemia. A pesar del apoyo de los clérigos, los ministros y las ciudades, no pudo sofocar la presión de los príncipes, quienes forzaron al cansado emperador y al papa Calixto II para llegar a un compromiso sobre las investiduras. La Querella de las Investiduras finalizó con el Concordato de Worms (1122), el cual estipulaba que los nombramientos episcopales tendrían lugar ante la presencia imperial sin simonía y que el emperador investiría al candidato con los símbolos de su cargo temporal antes de que un obispo lo hiciera con los símbolos espirituales. A pesar de estos acuerdos, el papa tenía la mejor parte del trato, por lo que la rivalidad entre el emperador y el Papado tuvo una nueva dimensión.

3. La sociedad de la alta edad media:
Los reyes alemanes no tenían una capital fija, pero viajaban sin cesar por todo su reino; no tenían más ingresos que los de sus propiedades familiares y las ofrendas de los clérigos. El feudalismo fue la forma de gobierno. Los grandes señores, en teoría vasallos del rey, usurparon de hecho los derechos reales para construir castillos y administrar justicia. La gran mayoría de la población vivía en los feudos que pertenecían a los nobles y obispos, de quienes eran sus vasallos. Las escasas ciudades, tales como Trier y Colonia, eran principalmente antiguas fundaciones romanas o fortificaciones imperiales. Allí, los comerciantes, los artesanos y los campesinos privados de tierras se instalaron como ciudadanos libres bajo la autoridad de un príncipe. En las ciudades también se asentaron los judíos, y sus actividades se centraron en el ámbito del comercio y la artesanía. El clero, que englobaba a muchos nobles, difundía la fe, proporcionaba la educación y ejercía funciones de gobierno en numerosos territorios. Los monasterios como Reichenau (Ratisbona), Fulda, Echternach y Saint Gall eran centros importantes. Los monjes transcribieron obras latinas (como la Walthariuslied, basada en una leyenda germana) y tradujeron textos bíblicos y otros cristianos al alemán clásico. Sus manuscritos, ilustrados con imágenes, imitaban el arte clásico antiguo y bizantino. Las iglesias, notablemente la de San Miguel en Hildesheim y las catedrales de Maguncia, Spira y Worms, eran basílicas sobrias y abovedadas con torres y pequeños vanos formados con arcos de medio punto. Sus muros estaban adornados con pinturas murales y esculturas expresivas en madera y bronce. 4. Baja edad media En los siglos XII y XIII Alemania e Italia estuvieron inmersas en los enfrentamientos entre dos familias principescas: los Hohenstaufen (o Waiblingen) de Suabia, denominados gibelinos en Italia, mantenían las coronas alemana e imperial; los Welfs de Baviera y Sajonia, conocidos como güelfos en Italia, se aliaron con el Papado. Enrique V murió en 1125 sin descendencia. Los príncipes, al anular el principio hereditario, pasaron por alto a sus sobrinos, Federico y Conrado Hohenstaufen, para elegir emperador a Lotario, duque de Sajonia. Como emperador, Lotario II reavivó los esfuerzos para convertir y dominar el este; para imponer su autoridad en Italia, dirigió dos expediciones para apoyar a Inocencio II, que lo coronó en 1133. En Alemania, luchó en una guerra civil contra los príncipes Hohenstaufen, que no lo aceptaron como emperador. 1. Los reyes Hohenstaufen A la muerte de Lotario, los príncipes anularon a su poderoso hijastro y heredero güelfo, Enrique el Soberbio, señor de Baviera y Sajonia. En su lugar, eligieron a Conrado de Hohenstaufen, duque de Suecia. La guerra civil estalló de nuevo, esta vez entre Conrado III Hohenstaufen y los duques güelfos, Enrique el Soberbio y su hijo Enrique el León, y continuó mientras Conrado dirigió la desafortunada Segunda Cruzada, que se desarrolló de forma paralela al conflicto güelfo-gibelino en Italia. La elección de su sobrino Federico, un Hohenstaufen nacido de madre güelfa, resolvió temporalmente la contienda en Alemania.

1. Federico I Barbarroja:
Apuesto e inteligente, belicoso y justo, Federico I Barbarroja fue el ideal de rey cristiano medieval. Al considerarse como el sucesor de Augusto, Carlomagno y Otón I el Grande, asumió el título de emperador del Sacro Imperio Romano y pasó la mayor parte de su reinado entre Alemania e Italia intentando restaurar la gloria imperial en ambos territorios. En el norte, unificó Alemania y Borgoña al casarse con Beatriz, heredera de Borgoña. Declaró una paz imperial y para asegurarla, apaciguó a los güelfos al reconocer a Enrique el León como duque de Sajonia y Baviera, y en compensación convirtió a Austria en ducado. Pero cuando Enrique rechazó aportar tropas a una campaña italiana, Federico, apoyado por otros príncipes celosos lo exiliaron por traidor. Los ducados de Enrique se separaron y Baviera pasó a la familia Wittelsbach. En el sur, Federico realizó seis expediciones a Italia para mantener la plena autoridad imperial sobre las ciudades estado de Lombardía y el Papado. En 1155, en su primer viaje, fue coronado emperador; en el segundo, convocó la Dieta de Roncaglia (1158) para proclamar sus derechos sobre la Lombardía, por lo que instaló podestàs (representantes imperiales) en las ciudades lombardas; algunas simpatizaban con los gibelinos, pero la mayoría puso reparos a ser gobernadas y gravadas con impuestos por extranjeros. Los papas necesitaron del apoyo imperial para sofocar varios levantamientos en Roma, a pesar de lo cual defendían que su cargo espiritual les daba la soberanía sobre los emperadores. Quisieron mantener el control de forma independiente sobre los Estados Pontificios. Como resultado de todo esto, algunas ciudades se rebelaron contra la autoridad imperial y formaron la Liga de Verona en alianza con el papa Alejandro III. Federico reaccionó al nombrar un antipapa, Víctor IV. En sus dos viajes posteriores, las ciudades gibelinas se unieron con los güelfos en la Liga Lombarda (1167) y expulsaron a los podestás. Alejandro III, que había excomulgado a Federico, huyó con sus aliados normandos a Sicilia, por lo que en 1166 Federico conquistó Roma. Durante su quinta campaña en Italia, al carecer del apoyo de Enrique el León, la Liga Lombarda derrotó a Federico en la batalla de Legnano (1176); la posterior Paz de Constanza (1183) reconoció la autonomía de las ciudades, que permanecieron sólo nominalmente sujetas al emperador, Federico hizo una última expedición en la que obtuvo un nuevo apoyo entre las ciudades rebeldes. Murió mientras dirigía la tercera Cruzada.

2. Enrique VI:
Más ambicioso incluso que su padre, Enrique VI quiso ampliar sus dominios. Para asegurar la paz en Alemania, reprimió una rebelión al retornar del exilio Enrique el León, invadió las ciudades italianas del norte para someterlas y conquistó Sicilia. Al intentar crear un imperio en el Mediterráneo, exigió tributo a los musulmanes del norte de África y al débil emperador bizantino, pero en 1197, Enrique murió de forma repentina mientras planeaba una cruzada a Tierra Santa. El Imperio se desmembró rápidamente. El hijo menor de edad de Enrique, Federico II, heredó Sicilia, pero Italia Septentrional reafirmó su independencia. Los alemanes rehusaron aceptar un niño como emperador o aceptar la herencia de la corona en el linaje de los Hohenstaufen. Una vez más la guerra civil hizo estragos cuando los dos reyes electos —el Hohenstaufen Felipe de Suabia y el güelfo Otón de Brunswick, hijo de Enrique el León— lucharon por la Corona. Cuando Otón invadió Italia, el papa Inocencio III aseguro la elección de Federico II sobre la promesa de que éste abandonaría Sicilia para no rodear los Estados Pontificios.

3. Federico II:
Competente en muchos campos, el nuevo rey fue conocido como Stupor mundi (asombro del mundo). Determinó conservar Sicilia como su base de operaciones, lo que suponía no respetar su promesa, prefiriendo conceder Alemania antes que Sicilia a su hijo Enrique. En Sicilia suprimió los barones, reformó las leyes, fundó la Universidad de Nápoles y mantuvo una corte deslumbrante, donde brilló como científico, artista y poeta. También fue un excelente militar, diplomático y administrador. Para conseguir el apoyo alemán en sus campañas en Italia septentrional, Federico permitió a los príncipes usurpar los poderes reales. La confirmación de sus derechos por el Privilegio de Worms (1231) les hizo prácticamente ser dueños absolutos en sus propios territorios. Su hijo Enrique, cuando alcanzó la mayoría de edad, se opuso a esta política y se rebeló, pero su padre lo destronó y lo encarceló. Los papas consideraron peligroso a un emperador tan agresivo como Federico. El papa Gregorio IX lo excomulgó por su retraso en encabezar una cruzada prometida. Federico, finalmente, fue a Jerusalén en 1228, donde fue coronado rey y conquistó los principales lugares cristianos de Tierra Santa. Sin embargo, su éxito no apaciguó a Gregorio IX que, en su ausencia, invadió Sicilia. Federico derrotó la Liga Lombarda en Cortenuova y firmó la paz. Pero hacia 1237, luchó contra la segunda Liga Lombarda en Italia septentrional. La Liga se alió con el papa, quien lo excomulgó de nuevo. Federico entonces tomó los Estados Pontificios; el nuevo papa, Inocencio IV, huyó a Lyon y lo declaró depuesto. Federico avanzaba contra la Liga cuando falleció de forma repentina. Conrado IV Hohenstaufen, el hijo más joven de Federico, heredó Sicilia y el título imperial, pero Italia y Alemania nunca se volvieron a unir. Los papas, aliados con los franceses, expulsaron a los Hohenstaufen de Sicilia. Alemania sufrió la confusión del Gran Interregnum (1254-1273), durante el cual los innumerables estados en que quedó dividida Alemania protagonizaron una resistencia política caracterizada por la anarquía general.

2. Sociedad y cultura en la baja edad media:
A finales del siglo XIII el Imperio había perdido Polonia y Hungría y el control efectivo de Borgoña e Italia. Dentro de sus fronteras, los principados eran prácticamente autónomos. El antiguo derecho de elección real se limitó a siete príncipes, quienes eligieron deliberadamente hombres débiles poco probables de frustrar sus propias ambiciones dinásticas. La Iglesia continuó siendo una fuerza dominante en la sociedad. Los monjes cistercienses y de la Orden Premonstratense colonizaron nuevos territorios en el este, mientras que la Orden de Predicadores (dominicos) y los franciscanos predicaron y enseñaron en las ciudades. La Orden Teutónica trasladó su sede a Marienburgo en el este de Alemania, donde encabezaron una cruzada contra los prusianos paganos. Los caballeros teutones abrieron la ruta del mar Báltico a la Iglesia y a los comerciantes alemanes. La lucha entre emperadores y príncipes benefició a las ciudades, que pagaban contribuciones a los emperadores a cambio de liberarse de las obligaciones feudales. El comercio tuvo un gran desarrollo; Colonia y Frankfurt comenzaron a celebrar las ferias comerciales, Maguncia se asentaba en la ruta que cruzaba los Alpes hacia Italia; Lübeck y Hamburgo dominaban el mar del Norte y el comercio en el Báltico, y Leipzig mantuvo contactos comerciales con Rusia. Las ciudades del Rin y, más tarde, las ciudades alemanas del norte empezaron a formar asociaciones de comercio, la más poderosa de las cuales fue la Hansa Teutónica. Esta asociación acordó bastantes tratados comerciales, creó nuevos centros de comercio y civilización, contribuyó al desarrollo agrícola y de las artes menores, favoreció la construcción de canales y carreteras, e incluso declaraba la guerra. La desintegración de la Hansa empezó a finales del siglo XV y se acabó en 1669 definitivamente. En el momento de máximo esplendor de la Hansa, los ricos burgueses erigieron murallas en las ciudades, financiaron la construcción de catedrales y de ayuntamientos y lugares de reunión de gremios como expresiones de orgullo ciudadano. Hacia mediados del siglo XIII, las influencias del gótico francés llegaron a la arquitectura alemana. Las elevadas catedrales de Bamberg, Estrasburgo, Naumburg y Colonia fueron ricamente decoradas con esculturas e iluminadas en su interior gracias a los grandes ventanales de arcos ojivales donde instalaban magníficas vidrieras. La cultura francesa también afectó a la literatura alemana. Los nobles y caballeros errantes, denominados los minnesänger, escribieron y recitaron elegantes poemas de amor en la tradición de los trovadores de la Provenza francesa. Entre los primeros cabe destacar a Reinmar von Hagenau y Walter von der Vogelweide. Otros poetas, denominados spielleute, realizaban composiciones épicas. Gottfried von Strassburg y Wolfram von Eschenbach trataron el ciclo artúrico francés; sin embargo, los dos relatos épicos más importantes —el Niebelungenlied y el Gudrunlied— están basados en las tradiciones germanas. 5. Finales de la edad media y principios del renacimiento A finales de la edad media, la gran estirpe de duques se había extinguido y se crearon nuevos principados. Tres casas reales —Habsburgo, Wittelsbach y Luxemburgo— lucharon por los derechos dinásticos de la corona imperial. 1. Rivalidad principesca En 1273, los electores pusieron fin al Gran Interregnum al elegir emperador a Rodolfo de Habsburgo, un príncipe menor de Suabia incapaz de recuperar las propiedades imperiales que habían sido usurpadas. Rodolfo I de Habsburgo se concentró en agrandar las posesiones de su familia. Ayudado por los Wittelsbachs y otros, derrotó al rey de bohemia, Premysl Otakar II, y reconquistó las posesiones que éste había usurpado —Austria, Estiria, Carintia y Carniola— para sus dos hijos, así que hizo de los Habsburgo una de las grandes potencias del Imperio. Tras la muerte de Rodolfo, los electores eligieron a Adolfo de Nassau pero lo depusieron cuando impuso excesivamente su autoridad. Alberto I, su sucesor, mostró sus deseos de incrementar su territorio pero murió en una expedición a Suiza. En la búsqueda de un nuevo emperador, los electores votaron a Enrique, conde de Luxemburgo. Inquieto por restaurar los derechos imperiales en Italia, Enrique VII cruzó los Alpes en 1310 y sometió temporalmente a Lombardía; fue coronado por el pueblo romano, al abandonar Roma durante el Cisma de Aviñón, también denominado “cautividad de Babilonia”. Murió intentando conquistar Nápoles a los franceses. La guerra civil hizo entonces estragos hasta que el candidato de los Wittelsbach al trono, Luis de Baviera, derrotó a Federico I de Habsburgo en la batalla de Mühldorf en 1322. Luis IV de Baviera logró ser coronado en Italia, pero el papa Juan XXII, que puso objeciones a su intervención en la política italiana, invalidó su título y lo excomulgó. Luis convocó entonces un consejo eclesiástico e instaló al antipapa, Nicolás V, en Roma. En 1338, en la Dieta de Rhense, los electores hicieron una declaración trascendental: el rey de los alemanes sería elegido por mayoría electoral, así se evitaría la guerra civil, y sería automáticamente nombrado emperador sin ser coronado por el papa; esto se reflejó en el título, que se hizo oficial en el siglo XV, Sacro Emperador Romano Germánico.

2. El linaje de Luxemburgo:
Los papas, por supuesto, se opusieron a esta decisión. Clemente VI entabló negociaciones con Carlos, rey de Bohemia y nieto de Enrique VII. En 1347, fue elegido por cinco de los siete Electores, quienes habían depuesto previamente a Luis. Carlos IV de Luxemburgo ignoró diplomáticamente la cuestión del consentimiento papal. En la Bula de Oro (1356) especificaba quiénes serían desde entonces los siete electores: los obispos de Maguncia, Tréveris y Colonia, el conde del Palatinado, el duque de Sajonia (un viejo título para un nuevo estado en el este), el margrave (conde) de Brandeburgo y el rey de Bohemia. A causa de que la bula hacía sus posesiones indivisibles, les otorgaba los monopolios de minas y aduanas, y les aseguraba donaciones de los candidatos, se convirtieron en los más poderosos de todos los príncipes. Al haber asegurado el poder de los príncipes, Carlos IV reforzó su propia dinastía en Bohemia. Adquirió Brandeburgo y tomó Silesia a Polonia para extender el Imperio hacia el este. Para obtener dinero, fomentó las industrias de la plata, vidrio y papel de Bohemia; embelleció Praga, su capital, con nuevos edificios de estilo gótico tardío, fundó una destacada universidad y mantuvo una corte brillante. El hijo de Carlos, Segismundo de Luxemburgo, forzó al papa Juan XXII a convocar el Concilio de Constanza (1414-1418), que puso fin al Gran Cisma en el Papado. Pero, como rey de Bohemia, se mantuvo muy apegado a sus propias posesiones dinásticas. El movimiento husita convulsionó Bohemia, al combinar los sentimientos tradicionales checos con el deseo de reformar en profundidad la Iglesia. Segismundo invitó al reformador Jan Hus para exponer sus puntos de vista (bajo la protección imperial) en el Concilio de Constanza, pero no pudo evitar que el Concilio lo condenara después a morir en la hoguera por hereje. El resultado fue el estallido de las Guerras Husitas, en las que la facción denominada de los calixtinos obtuvo algunas concesiones de la Iglesia y de Segismundo a cambio de su reconciliación.

3. El linaje de los Habsburgo:
Cuando Segismundo murió sin heredero, los electores eligieron por unanimidad a su hijastro Alberto de Austria, de la familia de los Habsburgo, que se convirtió en emperador como Alberto V el Ilustre. Desde ese momento, la corona imperial se hizo en la práctica, aunque no en teoría, hereditaria de la casa de los Habsburgo. Alberto V el Ilustre murió mientras se desarrollaba la guerra civil en Bohemia y se producía una invasión otomana en Hungría. Su primo y sucesor, Federico III de Estiria, perdió Hungría y Bohemia y vendió Luxemburgo a Francia, mientras luchaba contra los príncipes alemanes y los turcos alcanzaban las fronteras del Imperio. En 1486, los príncipes le forzaron a ceder su autoridad a su hijo, pero hasta 1493 mantuvo el título de emperador del Sacro Imperio Romano Germánico. Maximiliano I, mecenas del arte, dispuso muchos planes que nunca se materializaron. Su mayor éxito fue la política matrimonial en beneficio de su familia. Mediante su propio matrimonio con María de Borgoña adquirió un rico territorio que comprendía las prósperas ciudades flamencas. El territorio de Borgoña, de habla francesa, fue la causa inicial de que la enemistad entre los Habsburgo y los Valois se mantuviera durante los próximos tres siglos. Mediante el matrimonio de su hijo, Felipe el Hermoso, con la heredera de España, Juana la Loca, Maximiliano sentó las bases para la futura unión de las coronas de Castilla y Aragón y el Imperio. Mediante la promesa de matrimonio entre su nieto Fernando y la heredera de Hungría y Bohemia, añadió aquellos estados al patrimonio familiar.

4. La sociedad del siglo XV:
En el Imperio, como en el resto de Europa, el siglo XV fue una época de transición de la economía feudal de la edad media a la economía monetaria de la época moderna. El proceso creó tensiones entre todas las clases de la sociedad. 1. La nobleza La nobleza alemana comprendía los grandes electores y otros príncipes de los 240 estados que integraban el Imperio, hasta los caballeros menores que mantenían feudos directos del emperador. Tenían jurisdicción suprema en sus territorios, revisados sólo por las Dietas en las que estaban representados los nobles, el clero y los ciudadanos, los cuales sólo podían recaudar los impuestos necesarios para pagar nuevas armas y soldados mercenarios. Cuando los precios se elevaron y no lo hicieron en la misma medida los de los productos de sus tierras, toda la nobleza cayó presa del endeudamiento. Algunos obligaron a pagar más impuestos y a realizar más servicios feudales a sus campesinos, mientras que otros recurrieron a atacar las tierras de otros nobles o a las ciudades, e incluso hubo quien vendió sus servicios militares como mercenarios. 2. Las ciudades Como centros de comercio, las ciudades se hicieron cada vez más importantes en una economía monetaria. En el sur, Nuremberg y Augsburgo (la sede de la familia de banqueros Fugger) explotaron las minas de sus proximidades y desarrollaron el comercio con Italia. En el norte, Lübeck, Hamburgo y otras ciudades de la Hansa Teutónica desarrollaron un comercio activo con Gran Bretaña y Escandinavia. Dentro de las ciudades, los antiguos gremios de comerciantes y los nuevos gremios de artesanos, ambos prácticamente hereditarios, lucharon por el poder municipal, en un conflicto donde los grupos más humildes no tenían derecho a opinar. A medida que su comercio crecía, las demandas de las ciudades para liberarse de las tasas locales impuestas en carreteras y ríos a menudo provocaron la guerra entre los nobles. 3. Los campesinos Quizás hasta un tercio de los campesinos, el mismo porcentaje estimado para el resto de la población, murió durante la plaga de peste que asoló Europa a mediados del siglo XIV. Entre los supervivientes, eran numerosos quienes habían perdido sus terrenos a través de la frecuente subdivisión entre los herederos. Muchos de éstos emigraron a las ciudades, mientras que la mayor parte perdió algunos derechos y libertades que habían poseído tradicionalmente, cuando los señores procuraron mantenerlos en la tierra y hacerles tan rentables como fuera posible. Los campesinos, especialmente en el sur de Alemania, recurrieron finalmente a la protesta violenta.

4. La Iglesia:
Las peticiones de reforma de la Iglesia habían surgido al menos desde el siglo XI con el movimiento cluniacense; durante el final de la edad media y comienzos del renacimiento se hicieron más insistentes. En el aspecto político, la Iglesia perdió su prestigio como resultado de la ya mencionada cautividad de Babilonia y el consiguiente Gran Cisma de Occidente en el Papado. En lo referente a la economía, la creciente necesidad de más dinero condujo a críticas sobre la situación de la Iglesia. La gente objetó que poseía muchas propiedades y ejercía una gran presión sobre sus arrendatarios, aunque no pagaba impuestos. Los aspectos económicos y políticos venían unidos al creciente resentimiento alemán de enviar dinero para mantener al papa en Roma. La Iglesia también fue atacada desde el punto de vista intelectual por los estudios humanistas de autores de la antigüedad clásica que se extendían desde Italia septentrional. Nicolás de Cusa propuso una teoría heliocéntrica de la astronomía que socavaba la aceptada visión bíblica de la creación. Los autores humanistas como Conradus Celtes, Willibald Pirkheimer, Johannes Reuchlin y Erasmo de Rotterdam propugnaban la pureza lingüística (Encarta)


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