UNA ILUSIÓN COMPARTIDA:
Todo es posible:
Indignados:
Protesta política:
El descrédito de la política y las quejas asiduas sobre la corrupción de la vida democrática no pueden dejar indiferentes a las conciencias progresistas. Son muchas las personas que, desde diferentes perspectivas ideológicas, se han sentido indefensas en medio de esta crisis económica, social e institucional. La izquierda tiene un problema más grave que el avance de las opciones reaccionarias en las últimas elecciones municipales. Se trata de su falta de horizonte. Mientras los mercados financieros imponen el desmantelamiento del Estado del bienestar en busca de unos beneficios desmesurados, un gobierno socialista ha sido incapaz de imaginar otra receta que la de aceptar las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones laborales.
Es evidente que los resultados electorales han pasado una factura contundente al PSOE. Pero las otras alternativas a su izquierda no han llegado a recoger el voto ofendido por las medidas neoliberales y las deficiencias de una democracia imperfecta. Y, sin embargo, no es momento de perder la ilusión, porque la calle y las redes sociales se han puesto de pronto a hablar en alto de política para demostrar su rebeldía. Esta energía cívica, renovada y llena de matices, tiene cuatro preocupaciones decisivas: la regeneración democrática, la dignificación de las condiciones laborales, la defensa de los servicios públicos y el desarrollo de una economía sostenible, comprometida con el respeto ecológico y al servicio de las personas. Son las grandes inquietudes del siglo XXI ante un sistema cada vez más avaricioso, que desprecia con una soberbia sin barreras la solidaridad internacional y la dignidad de la Naturaleza y de los seres humanos.
La corrupción democrática se ha mostrado como la mejor aliada de la especulación, separando los destinos políticos de la soberanía cívica y descomponiendo por dentro los poderes institucionales. Hay que devolverle a la vida pública el orgullo de su honradez, su legitimidad y su transparencia. Por eso resulta imprescindible buscar nuevas formas de democracia participativa y sumar en una ilusión común los ideales solidarios de la izquierda democrática y social.
Los poderes financieros cuentan con nuestra soledad y nuestro miedo. Sus amenazas intentan paralizarnos, privatizar nuestras conciencias y someternos a la ley del egoísmo y del sálvese quien pueda. Pero la energía del tejido social puede consolidar una convocatoria en la que confluyan las distintas sensibilidades existentes en la izquierda y encontrar el consenso necesario para crear una ilusión compartida. Debemos transformar el envejecido mapa electoral bipartidista. El protagonismo cívico alcanzado en algunos procesos como el referéndum sobre la permanencia de España en la OTAN, el rechazo a la guerra de Irak o el 15-M, nos señalan el camino.
Se necesita el apoyo y el esfuerzo de todos, porque nada está escrito y todo es posible. El mundo lo cambian quienes, desde los principios y el compromiso cívico, se niegan a la injusticia, rompen con la tentación del acomodo y se levantan y pelean dando sentido a la ilusión. La memoria de la emancipación humana exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro. Nosotros estamos convencidos de la necesidad de reconstruir el presente de la izquierda. ¿Y tú?
Reseña del manifiesto Una ilusión compartida
“Nosotros estamos convencidos de la necesidad de reconstruir el presente de la izquierda. ¿Y tú?”. La pregunta cierra un manifiesto de apenas folio y medio, sencillo en las formas pero rotundo en el fondo: ante la bofetada recibida por el PSOE el 22-M, el empuje del PP y la insuficiencia de la izquierda alternativa actual, hace falta encender la chispa de la “ilusión”.
Esa es precisamente la idea motriz del texto, titulado Una ilusión compartida, al que ha tenido acceso Público [verlo íntegro aquí]. Un manifiesto que promueven y suscriben una veintena de conocidos juristas, artistas, periodistas e intelectuales –entre ellos, Baltasar Garzón, Pedro Almodóvar, Isabel Coixet, Joaquín Sabina, Almudena Grandes, Luis García Montero o Pilar Bardem– para ayudar a construir una plataforma “en la que confluyan las distintas sensibilidades existentes en la izquierda” y "encontrar el consenso necesario para crear una ilusión compartida".
El llamamiento será presentado en los próximos días en Madrid. El texto arranca con un guiño al 15-M: “El descrédito de la política y las quejas asiduas sobre la corrupción de la vida democrática no pueden dejar indiferentes a las conciencias progresistas”. Son muchos los “indefensos” ante una crisis económica, social e institucional en la que los mercados “imponen el desmantelamiento del Estado del bienestar”, y ante la que el Gobierno, creen los promotores, sólo ha aplicado una receta, “aceptar las presiones antisociales y degradar los derechos públicos y las condiciones laborales”.
El manifiesto pinta un panorama desolador: un PSOE castigado en las urnas y una izquierda alternativa, cuyo máximo reflejo es IU, que se halla “falta de horizonte” y que “no ha llegado a recoger el voto ofendido por las medidas neoliberales y las deficiencias de una democracia imperfecta”. Pero “no es momento de perder la ilusión”, porque "la calle y las redes sociales se han puesto de pronto a hablar en alto de política para demostrar su rebeldía".
Es la hora, dice el texto, de aprovechar la “energía cívica” que ha llenado las calles y que clama por mejores condiciones laborales, defensa de los servicios públicos, una economía sostenible y una profunda regeneración democrática para liquidar la corrupción, devolver a la política su “honradez, legitimidad y transparencia”, activar mecanismos de mayor participación y "sumar en una ilusión común los ideales solidarios de la izquierda democrática y social.
El manifiesto exige acción ciudadana para "transformar el envejecido mapa electoral bipartidista", movilización como la que se encendió con el 15-M y antes contra la permanencia en la OTAN y la guerra de Irak. “Se necesita el apoyo y el esfuerzo de todos, porque nada está escrito y todo es posible”, porque “el mundo lo cambian” quienes no se acomodan, repudian la “injusticia” y “pelean dando sentido a la ilusión”. “La memoria de la emancipación humana exige una mirada honesta hacia los valores y el futuro”, proclama el texto.
De los firmantes, destaca la presencia del juez Garzón, autor de Indignadanos, artículo de opinión publicado en este diario el pasado 19 de junio y que también llamaba a cambiar “muchas cosas” a partir de “experiencias muy distintas y expresiones coincidentes de rebeldía y protesta, responsabilidad y compromiso”.
También suscriben el manifiesto intelectuales que en la campaña de las generales de 2008 apoyaron al candidato del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero (Pedro Almodóvar, Joaquín Sabina o Miguel Ríos, los artistas de la zeja) o bien a IU (Almudena Grandes, Luis García Montero o Pilar Bardem).
A partir de ahora, se abre el proceso de recogida de más adhesiones. Desde hoy, martes, ya está disponible la dirección web del manifiesto, donde se puede firmar online: www.unailusioncompartida.com.
La propuesta del llamamiento corre paralelo con el planteamiento de "frentes amplios" de la izquierda defendido por el portavoz de IU en el Congreso, Gaspar Llamazares, y que de momento ha sido aparcado por la dirección federal de Cayo Lara, cuya prioridad es articular una "convocatoria social" para la elaboración del programa de las próximas elecciones generales.
(Juanma Romero, 28/06/2011 para Público)
Indignadanos:
Hace unos días, alguien me preguntaba por qué algunas palabras que están en el léxico popular y que definen relaciones humanas o acontecimientos no aparecen en los diccionarios, como sucede con la que titula este artículo. La razón radica en que la evolución de la sociedad suele ir por unos cauces diferentes a los de la oficialidad de las reglas que nos rigen, si bien antes o después la realidad de las cosas termina por imponerse a la formalidad de las mismas.
El 15 de mayo surgió en España un movimiento que, con mayor o menor fuerza, se ha extendido a otros países. La indignación popular que venía fraguándose desde hacía tiempo cristalizó en este movimiento que, representándonos a todos, despedía la fragancia de lo nuevo, la convicción de la razón y el civismo de su demostración. Era un plante surgido de una sociedad que cuestionaba y cuestiona muchos de los clichés que el mundo de la política tiene establecidos.
Los asamblearios acampados en la Puerta del Sol madrileña comenzaron pronto a ser un estorbo para la "buena y normal" ciudadanía. Habían pasado las elecciones del 22 de mayo y la presencia constante en las calles y plazas de las principales ciudades era una molestia, cuando no una provocación. El desenlace se preveía inminente, como también lo era la acción de los que habían aprovechado el movimiento para reventarlo desde dentro. Los de siempre, los mismos que unas veces actúan bajo la marca de violencia callejera, otras de los neonazis o de los "radicales antisistema", o de quién sabe qué.
La escenificación de la actuación de unos y de otros se desarrolla en una forma perfectamente previsible y por eso demasiado sospechosa. El cebo de las concentraciones ante las instituciones de representación democrática ha sido tan evidente como burdo, y los componentes del movimiento, incluidos los verdaderos paladines, han sido cazados. Su crédito ciudadano y rebelde ha sido robado por quienes estaban esperando que la caída se produjera.
Ahora todo vuelve a ser como antes. Hay que acabar con la revuelta; no se puede consentir que se cuestione el sistema, como si este fuera inalterable. De nuevo se elude la respuesta y el hacer frente a la situación denunciada. Pero seríamos demasiado torpes si esta situación fuera aceptada sin más condiciones. Sería muy triste que el esfuerzo y el empeño de miles de ciudadanos desaparecieran en la nostalgia y en la descalificación por la acción de unos pocos. Los
indignadanos son, no los que persiguen o golpean a los políticos, sino los que exigen cuentas y explicaciones a los mismos; no los que arrojan pintura a los diputados o les agreden, sino los que denuncian la inacción de los mismos ante la crisis económica; no los que impiden que un Parlamento se reúna, sino los que hacen que los diputados no dejen el debate hasta solucionar los problemas de la sociedad a la que han jurado o prometido defender.
Son los que hoy, 19 de junio, reaccionan y se manifiestan en las calles de múltiples ciudades españolas y europeas para denunciar la inactividad de muchos políticos más ocupados en resolver riñas y querellas particulares que en sacar a la sociedad de la miseria moral en la que la maldad y la dejadez la han puesto. Son todos aquellos que han compartido la frustración y ahora desean alcanzar la esperanza de recuperar esos derechos esenciales, y entre ellos uno trascendental, el derecho a la felicidad, y otro, social, el derecho a participar y a decidir.
Hoy, las calles se llenan de indignación, pero de una indignación activa, democrática y pacífica. A este movimiento que hoy ocupa las calles y avenidas están llamados todos los demócratas que tanto lucharon por recuperar una democracia secuestrada durante 40 años de dictadura y todos los que la han consolidado; están llamados quienes, a pesar de las adversidades y de quienes se aprovechan de la ruina de los justos, quieren y son capaces de cambiar el mundo día a día; y están llamados quienes, además de estar indignados, han dicho "basta" y han decidido ser protagonistas por encima de toda la caterva de mediocres y agoreros que, desde la caverna de la intolerancia, tan sólo saben moverse en el cuenco de su mano, ajenos a los cambios que se están produciendo en el mundo.
Hoy, nuestra voz de indignadanos debe acompañar a todos/as aquellos/as que, a riesgo de sus vidas y de la pérdida de otros derechos fundamentales, se rebelaron a lo largo de la historia frente a los acontecimientos más adversos y violentos como el absolutismo o el fascismo, sea este franquista, nazi o mussoliniano; frente a las dictaduras genocidas, sean estas como las de Chile y Argentina o las modernas que masacran a miles de personas; frente al terrorismo o la violencia del Estado. Pero también quiero unirla a la de millones de ciudadanos indignados que salen a la calle, en forma pacífica, porque no están de acuerdo con lo que está sucediendo, con el modo de gestionar la cosa pública, con el modo de hacer política, con el cinismo de los que nos dirigen y gestionan la economía y que han sido los culpables de la situación en la que nos encontramos.
Hoy más que nunca ha quedado evidenciado que la participación ciudadana, la democracia real, no puede ni debe circunscribirse a la mera consulta electoral cada cuatro años. Todos debemos asumir que el mundo ha cambiado, que el siglo XXI ha revolucionado para siempre los viejos mecanismos de participación política. Lo estamos viendo en varios países y lo veremos en muchos más, en los que la fuerza de la comunicación a través de la red está siendo fundamental, otorgando una nueva dimensión a la fuerza política de los movimientos reales que no se puede obviar con el mantenimiento de mecanismos burocráticos de interposición que dificulten la relación bidireccional entre los ciudadanos y sus representantes.
El reto como indignadanos es hacer que este diálogo sea posible y efectivo, o lo que es lo mismo, que tenga capacidad de decisión, o no habrá comunicación. Pero también resulta evidente que el camino de la contestación irracional y violenta, además de atacar a la esencia del sistema democrático, socava al propio movimiento. Tales exponentes deben ser expulsados si no aceptan las reglas de la tolerancia, la diversidad y la fuerza de la palabra como únicas vías de expresión de este movimiento y de su configuración política.
Este 19 de junio viene cargado de indignación. Un sentimiento que no es ajeno en la historia de la humanidad y que, por azar o no, hizo que ciudadanos franceses indignados decidieran, este mismo día de 1790, desde la recién estrenada Asamblea Constituyente, la supresión de la nobleza hereditaria. Algo que puede parecer menor, pero que dio vida al más puro sentimiento republicano igualitario de una sociedad que hasta ese momento era el crisol de los privilegios y de la desigualdad y que amanecía a la realidad de un nuevo mundo más justo.
Es la indignación que sintieron los ciudadanos de todo el mundo cuando el 19 de junio de 1953 fueron ejecutados en la cárcel de Ossining en Nueva York, tras ser condenados sin pruebas convincentes, Julius y Ethel Rosenberg. Aquellos supuestos espías fueron víctimas de la cruel caza de brujas que encabezó el senador McCarthy. La frase que dejó escrita Ethel antes de morir está llena de indignación: "La historia nos recordará a mi esposo y a mí como las primeras víctimas del fascismo americano". Eran tiempos oscuros, pero no tan lejanos, porque, como dijera Camus, el bacilo de la peste (el fascismo) anida en cualquier madera vieja de una casa y puede revivir mucho tiempo después y acabar con una ciudad dichosa.
Indignados nos sentimos las personas de bien aquel 19 de junio de 1987 cuando ETA asesinó a 21 personas en el atentado de Hipercor en Barcelona. La sinrazón del terrorismo produce vergüenza y el rechazo a la violencia de todo tipo es la mejor expresión de esa indignación por una lacra que esperamos y deseamos se destierre para siempre.
Los acontecimientos de estas semanas nos enseñan que nada es inmutable y que muchas cosas se pueden y se deben cambiar a partir de experiencias muy distintas y de expresiones coincidentes de rebeldía y protesta, de responsabilidad y compromiso. Pero los desafíos suelen ser plurales y diversos como los esfuerzos para encontrar las respuestas. Por eso, si bien es cierto que, como dice el aforismo africano, el desierto se puede cruzar solo, es más seguro y fiable hacerlo acompañado.
(Baltasar Garzón, 19/06/2011)
Vamos despacio porque vamos lejos”. Fue uno de los mensajes más repetidos en las plazas del Mayo de 2011, la respuesta perfecta cuando se criticaba la falta de concreción de los objetivos, la desesperante lentitud de las asambleas. “Vamos despacio porque vamos lejos”, repetían los miembros de ese colectivo que no encajaba en ningún esquema pero que en las encuestas recibía las simpatías de la gran mayoría de la población.
Desde luego durante mucho tiempo pareció que habían ido muy despacio. Demasiado despacio. En 2012, la pregunta “pero a ver, ¿qué ha conseguido el 15-M?” se convirtió en un lugar común.
Hasta que empezaron a pasar cosas. Naturalmente, no todas fueron consecuencia del 15-M. Quizá ninguna lo fuera de manera directa. Pero si echamos la vista atrás en el último lustro, no dejan de aparecer imágenes que eran absolutamente impensables en la España que existía antes de que un grupo de manifestantes decidieran acampar en la Puerta del Sol.
“La banca al banquillo”
En 2011, Rodrigo Rato tocaba la campana en la Bolsa de Madrid y brindaba sonriente. Era él, Rodrigo Rato, el admirado exvicepresidente del Gobierno, el prestigioso ex director gerente del FMI, el autor incontestable del “milagro económico español”.
En 2015, un agente de Aduanas le empujaba la cabeza al meterle en el asiento de atrás de un coche tras detenerle en su propia casa. Seguía siendo él, Rodrigo Rato, el expresidente de Bankia, el que se acogió a la amnistía fiscal, el enemigo público número uno. Por el camino, una fusión de siete cajas de ahorros que salió regular, una OPV dudosilla, 15MpaRato, UPyD, Luis de Guindos y un bañador amarillo. Quizá todo había cambiado desde el momento en que la gente empezó a abuchear los anuncios de Bankia en los cines.
“Aquello era una pocilga muy fotogénica”
La cita es de Esperanza Aguirre, en un recuerdo fiel de cómo se percibía la estética del movimiento entre los sectores más tradicionales. En aquellos días, sencillamente a nadie se le podía ocurrir incluir “diputado” y “rastas” en la misma frase.
“¡Que no, que no, que no nos representan!”
De pronto, “nuestros representantes políticos” dejó de ser una expresión vacía. Había personas que tenían que representar, y no estaban siendo representativas. En las pancartas ponía “bipartidismo”, “partitocracia”, “PPSOE”… pero si el PP y el PSOE eran lo mismo, ¿qué quedaba?
Ahora han pasado cinco años y a estas alturas hemos oído más las palabras “pacto electoral” que nuestro propio nombre.
“Casas sin gente, gente sin casa”
Las farmacias vendían medicinas, los bancos ejecutaban desahucios, los semáforos cambiaban de color. Era el orden normal de las cosas, a nadie se le ocurría hacer una noticia de ello, no formaba parte de ninguna conversación. Una ministra socialista explicaba tranquilamente en rueda de prensa que se iban a agilizar los desahucios. Es cierto que hablaba de alquileres, pero no es menos cierto que la frase no desentonaba ni provocaba reacciones de ningún tipo. No era hace tanto.
“Justicia va a reforzar los medios judiciales para agilizar los desahucios” (2007)
Ahora, cuando la vicepresidenta del Gobierno habla de desahucios, tiene que escenificar una profunda emoción. “Nos puede pasar a cualquiera”, musita con la voz encogida mientras reconoce “el derecho a haber hecho una inversión equivocada” al borde de las lágrimas.
“Nos puede pasar a cualquiera” (2013)
Por el camino, una plataforma, un millón y medio de firmas, algunos escraches y muchos grupos de gente haciendo bulto entre sus vecinos y la Policía a la puerta de casa. Mientras, la líder del movimiento tachaba de “criminal” a un representante de la banca en una sala del Congreso. “Esta mujer podría ser alcaldesa de una gran ciudad”, pensó entonces Nadie.
“Me han contado que te llamaban Don Pantuflo”
Si nos hubieran dicho hace cinco años que el programa matinal de Ana Rosa Quintana iba a incluir un bloque sobre política.
Si nos hubieran dicho que la gente iba a pasar las noches de sábado viendo debates sobre impuestos y corrupción.
CNN+ acababa de cerrar por falta de audiencia.
“Me he equivocado”
Juan Carlos I. El Rey. Simpático, cercano… digámoslo: campechano. Querido por sus súbditos, que no eran monárquicos, sino juancarlistas. Y siempre a su lado, Doña Sofía, la Reina. Nunca una crítica pública, nunca una mención en los medios a su vida privada o sus finanzas.
Y de repente todo de golpe: Corinna, Botsuana, corrupción en la familia. En un momento, el Rey se había convertido en un anciano que se tenía en pie con dificultad en un pasillo gris mientras nos aseguraba lastimosamente que no volvería a ocurrir.
Envejecimiento súbito
La noche del 25 de mayo de 2014, un profesor-tertuliano con coleta entraba en directo en televisión desde la calle para comentar con gesto serio que sus recién obtenidos cinco eurodiputados aún eran poca cosa y que necesitaban más.
En ese preciso momento, los líderes de los partidos de izquierdas, Alfredo Pérez Rubalcaba y Cayo Lara, pasaron a tener 113 años de edad cada uno y tuvieron que ser reemplazados.
“Menos Eurovegas y más enfermeras”
Los años pasaban y la Comunidad de Madrid continuaba su apuesta por la gestión privada de los hospitales, ya fuera con Esperanza Aguirre o con Ignacio González; ya fuera el consejero Manuel Lamela, Juan José Güemes o Javier Fernández-Lasquetty.
Los políticos concretos son lo de menos cuando se tiene mayoría absoluta. O al menos así era hasta que subió la Marea Blanca.
“Nosotras parimos, nosotras decidimos”
La relación del 15-M con el feminismo no fue fácil. De hecho, un grupo de mujeres desplegó una pancarta sobre la famosa fachada del anuncio de Paz Vega que decía “La revolución será feminista”… y fue inmediatamente arrancada sin contemplaciones (con ovación para el arrancador). Pero lo que en aquel momento se entendía como una intromisión de un grupo político externo se acabó asimilando poco a poco. No en vano, la Asamblea de Sol empezó a usar el femenino plural en sus comunicados.
Las voces feministas cada vez se escuchan más en el debate público, pero lo que tampoco era previsible era que la primera baja en el Gobierno de Mariano Rajoy se produjera por la ley del aborto. “No he sido capaz de sacar adelante el encargo”, confesó Gallardón. El “encargo” era una ley que ya pertenecía a otra época.
“No nos vamos, nos echan”
En la España de la crisis todo el mundo tenía cerca a alguien que “se había ido fuera” porque le había salido trabajo en el extranjero. Otra situación que se asumía como normal hasta que el colectivo Juventud Sin Futuro le puso nombre (“exiliados económicos”) y comenzó a hacer bandera de ello.
Durante el mes de mayo de 2011, cada día llegaban fotos de nuevos ‘indignados’ españoles por el mundo, ya fuera en Berlín o en Siberia.
Desde entonces, la llamada Marea Granate es un actor social que existe y tiene identidad propia. Los que en 2011 se manifestaban ante la embajada en Londres (foto izquierda) hacen colas ahora en el consulado (foto derecha) para conseguir votar por correo sin tener que renunciar a su tarjeta sanitaria para ello.
(Álvaro Rigal, 14/05/2016)
Tan sólo cinco años han transcurrido desde aquel 15-M del 2011 cuando miles de personas se manifestaron en las calles españolas reclamando “Una Democracia Real, YA”, en respuesta al llamamiento que circuló en las redes sociales al margen de partidos y sindicatos. Había empezado el auténtico cambio, el cambio que se produce en las mentes de las personas y en los corazones sin miedo que se indignan con la injusticia sin pedir permiso a la Oficina de Atención a la Indignación de las burocracias gubernativas. De ahí a las acampadas, a los debates confusos y apasionados y a las peticiones y propuestas que desde el pueblo llano se fueron formulando, como la moratoria de desahucios que cientos de miles de firmas llevaron hasta las Cortes españolas, donde fueron recibidos a palos. Parece una eternidad desde aquello. Y es que el tiempo histórico acelera la cronología percibida.
De ahí salieron las candidaturas municipales que en mayo del 2015 culminaron en una revolución política en las grandes ciudades, como el triunfo municipal socialista-comunista (cogiditos de la mano) en 1979 consolidó la democracia naciente. De ahí provienen las denuncias de estafas bancarias y corrupción política que hoy atiborran juzgados y ocupan los titulares de prensa. En esas protestas, menospreciadas por los políticos, los medios y los intelectuales progres tiene su fuente la irreversible transformación del sistema político español. Una transformación que es fuente de inspiración en múltiples países, sobre todo en América Latina, como lo fue en su momento nuestra transición democrática.
El gran problema actual, en España y en el mundo, es la desconfianza de la mayoría de ciudadanos con respecto de las instituciones, los partidos y los políticos. Esto es más grave que las crisis de todo tipo. Porque si no hay esa confianza, si la gente no se siente representada y percibe la política como abuso e indiferencia, la sociedad se desentiende de la gestión pública y es el sálvese quien pueda, un individualismo feroz que corroe la convivencia. Afortunadamente, la gente siempre reacciona ante situaciones límite. Surgen nuevos proyectos de solidaridad y de reconstrucción. Esa es la herencia del 15-M. Cuando muchos ciudadanos, y en particular los jóvenes, no se reconocen en los que tiempo atrás fueron sus partidos representativos, buscan nuevas formas de representación. Tanto más cuanto que la modernización del país ha conllevado una creciente diversidad y complejidad de la sociedad y de las culturas que en ella conviven. Por eso se acabó, irreversiblemente, el bipartidismo en España. A pesar de una ley electoral que se aleja considerablemente del principio de “una persona, un voto”, limitando las opciones posibles de cambio institucional.
El 20-D evidenció la incapacidad de cualquier partido de obtener una mayoría absoluta o suficiente. Situación normal en muchas democracias y que aquí ha espantado a quienes consideran las elecciones como un trámite para que todo siga casi igual, gane quien gane. La ansiedad se apodera de quienes priorizan la gobernabilidad a toda costa, aun a espaldas de los deseos de amplios sectores del pueblo soberano. Se reprocha a los políticos no haberse puesto de acuerdo en apoyar a un gobierno sin reflexionar en las razones de ese desacuerdo que, a pesar de gestos personalistas, no se reducen a luchas de poder entre líderes.
¿Cómo sería posible a Podemos y sus confluencias adherirse a un pacto prefabricado, inspirado por Ciudadanos, que consagra las políticas neoliberales contra las que se levantó el 15-M? ¿Como puede Ciudadanos aceptar el derecho a decidir en Catalunya y otras nacionalidades si nació precisamente para oponerse a ese derecho? ¿Cómo puede el PSOE dejar gobernar al PP tras haberse destapado su corrupción sistémica, amén de su obediencia ciega a los dictados de austeridad de la Comisión Europea, en contra del sentir mayoritario? No se puede hacer campaña por un programa y luego hacer lo contrario. Los compromisos sólo pueden hacerse dentro de márgenes de compatibilidad a menos de incrementar peligrosamente la desconfianza de la gente. Tendremos que acostumbrarnos a que en una sociedad plural y en un Estado plurinacional la gobernanza será incierta y cambiante, porque la representación es la esencia de la democracia. De ahí que tras el 26-J no volverá nunca la rutina de mayorías consolidadas. Y cuanto más se reconstruyan artificialmente (por ejemplo con la gran coalición PP-Ciudadanos-PSOE) más se bunkerizará el establishment, siendo cuestión de tiempo su desplazamiento por el voto de las nuevas generaciones, como ocurrió en Grecia.
Utilizando los cálculos de Jaime Miquel, el mejor analista electoral español, sin detallar sus datos hasta que él los publique, podemos prever que el Partido Popular pierda medio millón de votos y algunos escaños, que Ciudadanos suba pero sin romper su techo y que Podemos-IU y sus confluencias, lleguen hasta los 6 millones que, unidos al millón y medio de votos nacionalistas, significaría que la España plurinacional superaría de largo a ese PP irredentista. Mientras el PSOE, tercer partido en el futuro, sigue en caída libre: de 11,3 millones de votos en el 2008, pasó a 7 en el 2011, se quedó en 5,5 en el 2015 y apenas llegará a los 5 en el 2016. Susana Díaz asumiría el mando para incorporarse a la gran coalición subordinada al PP, con Ciudadanos como reserva futura.
El problema es qué hacer con Rajoy: se encargará la élite financiera. El miedo de populares y socialistas a este escenario es tal que han desenterrado el viejo fantasma del peligro comunista, el argumento central del franquismo cuya reedición deshonra a unos dirigentes socialistas que lucharon contra la dictadura y sus manipulaciones. Sólo la torpeza, siempre posible, de líderes de la izquierda emergente podría desviar este escenario. Porque en la raiz del 26-J late la esperanza del 15-M.
(Manuel Castells, 14/05/2016)