Predicción del futuro: Actualidad             

 

Conocimiento del futuro: Actualidad:
[Superpoblación:]
Otro posible catalizador del cambio drástico compitió con la tecnología durante los años sesenta y durante un breve período ganó una amplia atención: la bomba poblacional. En este escenario, la causa de la alteración dramática del futuro no era Dios, ni la tecnología, ni la revolución, sino más bien la natalidad incontrolada. Los demógrafos, en especial los de Estados Unidos, pintaban un futuro en el que el crecimiento de la población mundial, si no era controlada, podría llevar a un desastre sin precedentes. La gente de los países superpoblados invadiría los países menos poblados y más ricos. Estallarían espantosas guerras por los escasos recursos. Las reservas de alimentos no responderían a la demanda y el deterioro medioambiental agravaría el problema. A medida que la Tierra se quedase sin recursos, tendría lugar un cambio histórico sin precedentes. Aunque el bulo de la bomba poblacional no duró demasiado, llevó a muchos americanos a controlar su fertilidad, acabando así con el baby boom de la posguerra mundial. Y su influencia continúa: alguno de los argumentos más dramáticos de los utilizados por los ecologistas en los ochenta y noventa comparten rasgos de la profecía de la bomba poblacional.



[Cambios tecnológicos:]
La versión más moderna de la profecía del cambio drástico tiene como protagonista de nuevo a la tecnología. Este revival se debe a los recientes avances en la cibernética, la informática y la ingeniería genética. Durante los setenta y ochenta, un ejército de profetas académicos y populares han predicho que la expansión de las nuevas tecnologías anunciaría el advenimiento de la sociedad postindustrial en la que se alterarían rasgos fundamentales de la vida y la organización humanas. Aunque algunos profetas avisaban de los problemas que esto traería consigo, la mayoría de estos pronósticos eran decididamente optimistas: el futuro sería completamente distinto al pasado histórico, y el poder transformador de la tecnología lo mejoraría inconmensurablemente. Se trabajaría menos tiempo, y las personas encontrarían nuevas satisfacciones personales en actividades de ocio, como quizá los videojuegos. Como la gente trabajaría de nuevo en sus casas, la función de las ciudades cambiaría. Las ciudades dejarían de ser centros de producción y sobrevivirían sólo como lugares de ocio. La estructura social se transformaría también; la clave del poder estaría en el control de la información más que en la propiedad de la tierra o el capital. Las nuevas tecnologías permitirían a los individuos cambiar las anteriores formas de organización: la gente trabajaría según sus propios intereses personales, y los productos se personalizarían de acuerdo con los gustos personales. Unos pocos críticos de este esquema se preguntan si no se aplicará más bien a los países más ricos en lugar de a todo el mundo. Pero algunos profetas aseveran que la extensión de la tecnología empujará incluso a las sociedades más pobres al postindustrialismo. La siguiente interpretación del mundo de la revolución postindustrial se encuentra en La tercera ola (1974), de Alvin Toffler:

Es interesante que esta nueva fe en la tecnología durante la década de 1990 no haya traído aparejada una nueva visión negativa del futuro. Salvo los milenaristas religiosos, el fin de siglo no ha producido una nueva eclosión de teorías de cambio dramático.


Método predictivo III: Extrapolación de tendencias:
Los dos modos predictivos descritos hasta ahora utilizan la historia bien como fuente de analogías o como escenario para futuros dramáticamente alterados. Se puede usar la historia de modo absolutamente distinto. Como su nombre indica, la extrapolación de tendencias utiliza la historia para identificar tendencias. Aunque la extrapolación de tendencias se ha utilizado siempre hasta cierto punto, ha ganado popularidad en las últimas décadas. Hay dos razones para ello. La primera es la explosión del conocimiento científico (que también ha afectado a la ciencia histórica). La segunda es la demanda creciente de los gobiernos y los poderes financieros (especialmente los mercados de valores) de disponer de los mejores pronósticos posibles de lo que deparará el futuro.

[Cambios demográficos:]
De hecho, algunas agencias como la Seguridad Social americana, exigen previsiones a cincuenta años vista para establecer sus políticas de financiación. Estas previsiones se basan en la extrapolación de tendencias importantes actuales. El pronóstico de tendencias tiene dos partes. En primer lugar, los analistas deben identificar las tendencias actuales más importantes en una sociedad. En segundo lugar, y lo que es más importante, deben de determinar las causas de esas tendencias y las razones de su pervivencia. Después de todo, no todas las tendencias sobreviven, lo que hace vital el que los analistas determinen sus causas. Las previsiones más seguras a corto plazo, y algunas de las que nos resultan más familiares están basadas, de hecho, en la extrapolación o proyección. Un ejemplo de este tipo de este tipo de pronóstico es la predicción de que el promedio de edad de las poblaciones de Estados Unidos y Japón crecerá en las próximas décadas. Esta asunción se basa en el conocimiento de una ya baja tasa de natalidad y una creciente esperanza de vida. Asume que la media de edad en ambos países, ya inusualmente alta atendiendo a estándares históricos, será incluso mayor en el año 2020. Así mientras que en Estados Unidos hay actualmente tres trabajadores por cada jubilado, en el 2020 sólo habrá dos. Puede ocurrir algún tipo de estabilización de ahí en adelante, pero las tendencias actuales sugieren que el envejecimiento de la población crecerá más lentamente debido al estancamiento de la tasa de natalidad y a medida que la esperanza de vida crezca. Este pronóstico entiende, por supuesto, que las tendencias actuales no se verán comprometidas por una repentina alza en la tasa de natalidad, una mortalidad más alta entre los adultos de mediana edad, o por nuevos patrones de inmigración que alteren la estructura demográfica actual. El mismo tipo de análisis de tendencias podría extender un poco más hacia el futuro esta previsión. Entonces sostendríamos que para mediados del siglo XXI, la mayoría de las sociedades se encontrarían con un envejecimiento de su población como el de Occidente en los años veinte y al final del baby boom y como el experimentado recientemente por Japón. Las tendencias actuales que apoyan esta predicción son la rápida caída de la tasa de hijos por mujer (a pesar del aumento de población producido por las anteriores altas natalidades), la estabilización final de la población y el aumento de la esperanza de vida). Así que, mediante la extrapolación de tendencias podemos afirmar que el siglo XXI será una centuria geriátrica. De hecho, buena parte de las políticas públicas del siglo serán determinadas por el creciente sector anciano, a medida que la gente mayor se adapte a su nuevo papel y la sociedad haga frente a este contingente sin precedentes de ancianos. La interpretación de tendencias puede influir sobremanera, sobre todo si se combina con ejemplos o analogías del pasado.



[Crecimiento económico:]
mediados de los noventa, los inversores opinaban que en los próximos 50 o 100 años, las áreas de mayor crecimiento económico del mundo serían Extremo Oriente, Europa del Este y Latinoamérica, seguidas seguramente de Suráfrica y quizá Rusia. Esta prospectiva se basaba en las tendencias recientes, como el rápido crecimiento en la ribera del Pacífico y en América Latina. Los productos nacionales brutos de varios importantes países latinoamericanos crecerían del 7 al 8% por ciento al año en el futuro próximo y China ya lo hacía a un ritmo del 10%. Al hacer este pronóstico, los inversores combinaban estas tendencias con la certeza más basada en la historia de que las zonas industriales recientes crecen a mayor velocidad que las zonas industriales maduras o las no industrializadas. Las bases históricas de esta certeza están en el Japón de 1920 a 1960 y en los Estados Unidos de 1870 a 1930. Sin embargo estas tendencias no consideran todas las posibilidades. Asumen que no entrarán en juego nuevos factores como una gran guerra. Además, no consideran cambios que puedan provenir del crecimiento potencial de África, Asia meridional o cualquier otra zona, cambios que podrían parecerse a los experimentados por América Latina tras los años treinta. Finalmente, estas predicciones no anticiparon los reciente problemas financieras de la ribera del Pacífico. A pesar de todo, cualquiera que sea la precisión de las previsiones de los inversores, demuestran cuánta información puede entresacarse de la extrapolación de tendencias cuando se combina con una buena fundamentación en el trasfondo histórico.

Las proyecciones parecen plausibles, al menos para las próximas décadas; sin embargo, la tentación de extenderlas más allá en el futuro hasta cubrir todo un siglo, revela más bien sus limitaciones. Incluso así, la consideración de tendencias nos lleva a objetivos cada vez más ambiciosos porque están basados en datos claros y fiables. La proyección de tendencias se utiliza rutinariamente en las previsiones de empleo. Los empleos que requieren trabajadores en esta década se presentan como una fuente de oportunidades en la próxima. Basándose en este tipo de análisis de tendencias, los analistas predicen que las salas comerciales de cine perderán puestos de trabajo, mientras que se ganarán en empleos como actores y como personal de parques de atracciones. Se demandará personal médico de todas las categorías. El sector que más crecerá será el de programadores de software, así como el de guardas de seguridad. Así siguen las predicciones, diciéndonos que lo que sucede ahora sucederá mañana en mayor medida. Y mientras que el análisis de tendencias proporciona pronósticos que son bastante útiles, como en el caso de las previsiones de empleo, también pueden dar pronósticos que los políticos prefieren ignorar.


[Destrucción masiva:]
Por ejemplo, parece evidente que en los próximos 20 años cada vez más países tendrán armas nucleares. La tendencia ya se ha desvelado con las pruebas nucleares en Pakistán en 1998. Las causas de esta tendencia están claras: la capacidad tecnológica y científica continua creciendo, cada vez más potencias regionales quieren demostrar su fuerza, y la influencia de las superpotencias declina (y además sabotean la limitación de armas nucleares rehusando deshacerse de sus arsenales). Para el año 2020 muchos países serán potencias nucleares. Con este panorama, se pensaría que los políticos actuales deberían preferir prepararse para el futuro, más que ignorarlo. La gran pregunta que se deduce de esta situación, por supuesto, no depende de las tendencias sino de las analogías históricas: en el pasado, cuando un país ha adquirido armas, ha terminado por utilizarlas. ¿Se repetirá este patrón o podremos alterarlo? Aunque el análisis de tendencias puede ser utilizado con éxito en áreas específicas como en el ejemplo del envejecimiento o en el del armamento nuclear, también puede usarse para hacer generalizaciones absurdas. Muchos expertos creen que las sociedades se están modernizando en direcciones predecibles, así que, a menos que suceda una catástrofe imprevisible, se harán cada vez más parecidas. En el curso de esta modernización, se extenderá la producción industrial, las familias consistirán cada vez más en padres e hijos solamente, con bajas tasas de natalidad, la educación se extenderá y llevará a una mayor familiaridad con la ciencia, se reducirán las desigualdades por razones de sexo y el consumismo crecerá. Los expertos afirman que estas tendencias se dan ya en la mayoría de las sociedades y predicen que continuarán extendiéndose. Otros citan la reciente expansión de la democracia en la mayoría de los continentes, de Paraguay a Sudamérica y de Taiwan a Polonia, para apoyar el argumento de que los sistemas políticos democráticos son una ola para el futuro. Como vemos, aunque el análisis de tendencias no suele usarse para realizar predicciones absolutas como los de la fórmula de discontinuidad histórica, sus implicaciones pueden variar enormemente.

Por qué no podemos conocer el futuro:
Con tres modelos de predicción a nuestro alcance, todos ellos plausibles y usados con profusión, ¿por qué se nos sigue escapando el futuro? ¿Por qué se equivocan tantas predicciones? Muchas parecían plausibles cuando se hicieron (incluso la de la década de 1940, cuando se pensaba que en la de 1970 todo el mundo utilizaría helicópteros en lugar de coches, o las de esta última, cuando se pensaba que las comunas sustituirían a las familias y la juventud se convertiría en una fuerza revolucionaria). ¿Por qué seguimos equivocándonos? En primer lugar, los tres modelos predictivos chocan entre sí. Un pronóstico basado en la asunción de que las actuales tendencias se intensificarán en el futuro, es por naturaleza distinto de uno basado en la teoría de la discontinuidad dramática. Además, ambos métodos suelen subestimar la importancia de los ciclos históricos. Para entender las diferencias inherentes entre los métodos de predicción basados en la discontinuidad dramática y en el pronóstico de tendencias, y cómo ningún método puede predecir el futuro con acierto por sí solo, consideremos dos posibles predicciones sobre el año 2020. ¿Será esta una época dramáticamente transformada por la computerización y la robótica? ¿O dominará el proceso de envejecimiento, a medida que los jubilados compongan un mayor porcentaje de la población? Puede que se den las dos cosas, pero pocos expertos son capaces de imaginar un panorama de esta complejidad. Los partidarios de la tecnología tienden a olvidar los efectos del envejecimiento de la población, y los seguidores de las tendencias pueden subestimar la capacidad de la tecnología para crear una discontinuidad dramática.


Así que no tenemos modelos de suficiente complejidad como para adivinar qué pasará. Además cada modo predictivo tiene su propio punto débil, basado en su utilización de la historia. Por ejemplo, las analogías basadas en la idea de recurrencia asumen que los sucesos históricos serán lo suficientemente semejantes en el tiempo como para que acciones parecidas tengan efectos parecidos. Pero muchos historiadores piensan que este es un caso bastante raro, lo que revela las limitaciones inherentes de la analogía. Cuando el rector de una universidad hace una analogía como “los ordenadores harán por la educación lo que la máquina de vapor hizo por la industria”, ¿están las dos situaciones lo suficientemente relacionadas como para tener algún significado, aparte de la obvia alusión al cambio dramático? En un caso extremo, empecinarse en la analogía puede llevar al desastre, como le sucedió a Francia durante la década de 1930, al asumir erróneamente que la II Guerra Mundial sería como la Primera, y construir una elaborada línea de fortificaciones en su frontera septentrional para evitar una invasión alemana. La desventaja francesa resultó cuando los alemanes sencillamente contornearon la línea. El uso de la teoría de la discontinuidad dramática para predecir el futuro depende obviamente de la fe (en Dios, en la tecnología o en una causa política arrebatadora). Por ello, las predicciones basadas en ella no pueden ser desmentidas por el paso del tiempo. Muchos de estos pronósticos no se han hecho realidad aún. El año 1984, por ejemplo, pasó sin parecerse demasiado a lo que Orwell predecía en su novela. Una debilidad clave del método de discontinuidad dramática es la asunción de que un solo factor modificará el futuro. La historia demuestra que la mayoría de los cambios sociales están sujetos a varios factores, que suponen además una continuidad. Como vemos, la confianza en un único suceso dramático como determinante del cambio futuro es irreal porque en enfoque es demasiado simplista, dada la complejidad de la sociedad. El análisis de tendencias, que por otra parte es el modo de predicción más conservador, es vulnerable a las variables inesperadas. Por ejemplo, una serie de sucesos pueden acabar con la tendencia al envejecimiento de la población. El encarecimiento de las pólizas de seguros puede acabar denegando los cuidados médicos a los ancianos y disparar su tasa de mortalidad. Una nueva política de inmigración puede traer a gente joven de otros países y alterar el promedio de edad de la población. O la tasa de natalidad puede aumentar de repente, como sucedió inesperadamente con el baby boom de los cuarenta. La teoría de que las sociedades se asimilarán mediante la modernización es atrayente, pero no considera variables religiosas, como el ascenso del fundamentalismo islámico e hindú en América. Para acabar, a pesar de nuestros esfuerzos por hacer predicciones usando la analogía histórica, estudiando los ciclos o tendencias históricas o identificando los catalizadores de un cambio dramático, no podemos saber lo que nos reserva el futuro. Podemos, no obstante, disfrutar especulando con él, y estudiar qué predicciones son las más plausibles. La historia sigue siendo la clave de esta labor. Escogeremos las predicciones atendiendo al uso que hagan de la historia. A pesar de reconocer que no podemos saber con seguridad que nos deparará el futuro, con toda probabilidad podemos predecir que los pronósticos acerca de él seguirán basándose en el pasado. (Peter N. Stearns)


Futuro: Libros:
Lester Thurow sacó en el año 1992 su libro Head to head, aquí traducido por el título demasiado truculento de La guerra del siglo XXI. El historiador Paul Kennedy publicó Preparing for the twenty-first century en 1993, y el experto en management Peter F. Drucker, también este año, su libro Post-capitalist society. El libro de Thurow comienza a partir de la caída del muro de Berlín, que marca la divisoria entre dos mundos: el de la posguerra y el actual, que ya es el futuro. En 1945 había dos superpotencias militares, Estados Unidos y Rusia, y una sola superpotencia económica, que era Estados Unidos. En 1990 hay una sola superpotencia militar y tres superpotencias económicas: Estados Unidos, Japón y la Comunidad Europea. La guerra del siglo XXI, si puede llamarse así, será solamente una competición en lo económico, y Thurow se encarga muy bien de recalcar que no es lo mismo una guerra militar que una guerra económica, porque, después de todo, ser comprado no es tan trágico como ser invadido militarmente. Además, en una guerra todos pierden, excepto los fabricantes de armas; en cambio, en la guerra económica todos ganan, tanto los vencedores en la competición como los que quedan rezagados, porque el nivel de vida de todos va aumentando. Thurow señala además que la guerra, aparte de darse entre países o grandes bloques económicos, es y será entre dos concepciones distintas del capitalismo: la individualista anglosajona de ingleses y norteamericanos contra la comunitaria de alemanes y japoneses. También señala Thurow el desfallecimiento del Estado nación como entidad económica frente a la potencia multinacional de los mercados. El mercado, si quiere ser eficiente y obtener beneficios, no hace falta que tenga nacionalidad, porque Estados Unidos ha dominado el planeta durante la mitad del siglo XX precisamente porque no ha sido nunca un Estado, sino un conglomerado de individuos de nacionalidades heterogéneas aunados en un gran mercado común. Para Thurow, ganará la guerra económica del siglo XXI aquel bloque que consiga atraer a los siete sectores clave de hoy y del futuro, que son: microelectrónica, biotecnología, nuevos materiales, telecomunicaciones, aviación civil, robótica y ordenadores. Y, según Thurow, quien se llevará el gato al agua y será la superpotencia económica hegemónica del siglo XXI será la Comunidad Europea. Por qué y cómo es el tema de su libro. El historiador Paul Kennedy saltó a la notoriedad al publicar El auge y caída de las grandes potencias Cuando oportunamente, después de su libro, cayó Rusia como gran potencia, Fukuyama escribió sobre el fin de la historia. Quizás con una reacción instintiva de historiador con peligro de paro, Kennedy empezó a preparar este libro para demostrar que la historia, lejos de terminar, se está acelerando. Es un libro más de futurología que de historiador, o sea, de historiador invertido, que en vez de interpretar el pasado trata de explicar el futuro; así, entre sus capítulos se dedican varios a la explosión demográfica, a la biotecnología, a la robótica, a las multinacionales, a la ecología y al futuro del Estado nación. Peter Drucker es conocido por sus numerosas obras sobre organización de empresas. En su libro, recoge su trabajo de cincuenta años y elabora una visión global de la evolución de la economía con tal erudición, claridad y buen criterio que nos provoca un respiro de alivio después de los congestionados y trepidantes libros de Alvin Toffler y John Naisbitt. Según Drucker, los países desarrollados se están apartando de lo que hasta ahora se llamaba capitalismo, aunque el mercado continúe siendo el método más efectivo para integrar la actividad económica. El capitalismo desaparece porque el factor de producción efectivo ya no es el capital, sino el conocimiento; además y debido a ello, las clases en la sociedad poscapitalista ya no son proletarios y burgueses, sino trabajadores del conocimiento y trabajadores de los servicios. La nueva dicotomía será entre intelectuales y managers, unos dedicados a las ideas y los otros a la organización. El mundo antiguo o preindustrial creía que el conocimiento se debía aplicar a la mejora del ser humano; la revolución industrial consistió en aplicar el conocimiento a la técnica y al trabajo. La revolución consistió en canalizar el conocimiento hacia el hacer en vez de dedicarlo al ser. Cuando el conocimiento se aplicó a las herramientas, los procesos y los productos, se consiguió la revolución industrial; cuando el conocimiento se aplicó al trabajo humano, se logró la revolución de la productividad; cuando el conocimiento se aplicó sobre el conocimiento, se ha dado la revolución del management. La primera fase duró cien años; la segunda setenta, y la tercera ha durado los últimos cincuenta años. Actualmente el conocimiento es el recurso fundamental; la tierra, el trabajo y el capital han pasado a ser parámetros condicionantes. El hecho de que el conocimiento se haya convertido en el recurso, en vez de uno de los recursos, es lo que ha convertido a nuestra sociedad en poscapitalista. (Luis Racionero, 06/05/2016)

TI Energía Medicina Biología
       

[ Home | Menú Principal | Documentos | Economía | Sociedad | China | Media ]