Liga de Delos             

 

Grecia: Lucha entre soldados

La Confederación de Delos:
Mientras las intrigas internas, los terremotos y las revueltas campeaban en Esparta, la buena fortuna de Atenas, que la había acompañado casi ininterrumpidamente desde la caída de Hipias, se mantuvo aún más brillantemente que nunca. Las ciudades liberadas de Asia Menor necesitaban una permanente protección contra todo intento por Persia de restablecer su dominio sobre ellas. Tal protección sólo podía proporcionarla la flota ateniense. Por ello, en 478 a. C., poco después de la batalla de Micala, las ciudades de la costa de Asia Menor y las islas del Egeo comenzaron a unirse con Atenas en una alianza destinada a presentar un frente único contra Persia. Cada ciudad debía contribuir con barcos para una flota unificada o con dinero a un tesoro central. El número de barcos o la suma de dinero fueron establecidos por Arístides el justo según el tamaño y la prosperidad de las ciudades. Y, según la tradición, lo hizo tan bien que ninguna ciudad se sintió exigida en exceso ni pensó que sus vecinas lo eran demasiado poco. (Esta es la última anécdota sobre la justicia de Arístides, pero aun las circunstancias que rodearon su muerte dan nuevas pruebas de ella. Lejos de usar su poder para enriquecerse, el patrimonio que dejó al morir, en 468 a. C., no era siquiera suficiente para pagar los gastos de su funeral.) El tesoro central de la alianza fue depositado en Delos, a 160 kilómetros al sudeste de Atenas. Delos es una pequeña isla, no mayor que el Central Park de Manhattan, pero como fue la depositaria del tesoro, el grupo de ciudades unidas bajo el liderazgo ateniense recibió el nombre de «Confederación de Delos». El punto débil de la Confederación era la misma Atenas. La flota podía proteger las islas y el Asia Menor, pero ¿de qué servía si un enemigo podía invadir el Ática y quemar la misma Atenas? Persia lo había hecho dos veces y Esparta podía hacerlo en el futuro. Temístocles, cuyo gran prestigio después de la batalla de Salamina lo había mantenido en el poder en Atenas, decidió dar un osado nuevo golpe político. Las «murallas de madera» de la profecía délfica habían salvado a Atenas en la forma de barcos, según su interpretación del oráculo. Pero ahora había llegado el momento de aplicar la interpretación de Arístides y construir murallas reales, no sólo alrededor de la Acrópolis, sino de toda la ciudad. En caso de invasión, aunque el Ática fuese devastada, la población podría refugiarse en la ciudad y combatir desde las murallas. Los espartanos, naturalmente, objetaron esa medida, considerándola un acto hostil. La misma Esparta no tenía murallas, y pidió que se destruyesen todas las murallas urbanas de Grecia. (Se cuenta que un visitante de Esparta preguntó por qué no tenía murallas. Se le respondió inmediatamente: «Las murallas de Esparta son los soldados espartanos.» ¡Sin duda! Y si se destruían todas las fortificaciones, los soldados espartanos habrían sido los amos absolutos de Grecia.) Pero los espartanos, como siempre, actuaron lentamente; y los atenienses como siempre, actuaron rápidamente. Mientras los espartanos planteaban sus objeciones y Temístocles los entretenía discutiendo con ellos, los atenienses se dedicaron a construir la muralla. En el momento en que los espartanos estuvieron listos para actuar, el muro era suficientemente alto como para que la acción fuese demasiado tardía. Además de Atenas se fortificó el puerto marino de El Pireo, creado por el previsor Temístocles ya antes de Maratón. Pero pese a todos sus éxitos, Temístocles perdía popularidad. No tenía la absoluta honestidad de Arístides y, como se hizo cada vez más rico, se sospechó que recibía sobornos. También mostraba un arrogante orgullo por su capacidad y sus triunfos, que se justificaba plenamente, pero disgustaba los atenienses. Su gran opositor después de la guerra fue Cimón, hijo de Milcíades, el héroe de Maratón. Cimón, como su padre y como Arístides, no confiaba en la democracia y ejercía una influencia conservadora en Atenas. Sin embargo, era enormemente popular en la Atenas democrática. En primer lugar, había pagado la enorme multa impuesta a su padre un año después de Maratón (véase página 103). También usó su riqueza para construir parques y edificios destinados al uso público. Por añadidura era un capaz jefe militar que llevó a las fuerzas atenienses de victoria en victoria. Cimón había servido bajo Arístides durante la guerra con Persia y en 477 a. C. había asumido el mando de la flota ateniense. Casi inmediatamente arrancó Bizancio de manos de Pausanías, de Esparta, con lo cual aseguró el cordón umbilical de Atenas con el mar Negro. Cimón puso su popularidad en la balanza contra Temístocles, y en una votación de ostracismo realizada en 472 a. C. Temístocles (como Arístides exactamente diez años antes) fue desterrado. Pero Temístocles fue menos afortunado que Arístides, pues nunca pudo retornar a Atenas. Marchó a Egina, primero, y allí se dedicó a intrigar contra Esparta. Quizá hasta se uniese al complot de Pausanias para provocar una rebelión de los ilotas. Sea como fuere, Atenas luego le declaró un traidor y se vio obligado a abandonar Grecia totalmente. Logró llegar a territorio persa en Asia Menor, y allí fue tratado con gran deferencia. Temístocles recordó a los persas que poco antes de la batalla de Salamina había tratado de hacer que la flota griega fuera atrapada. Los persas creyeron en apariencia que Temístocles había intentado honestamente tender una trampa a los griegos; así como éstos creyeron que había tratado honestamente de tender una trampa a los persas. (¿Cuál fue el motivo real de Temístocles? Nadie lo sabrá jamás. Probablemente el astuto ateniense pensó que, cualquiera que fuese el resultado de la batalla, él saldría ganador.) Temístocles murió en Magnesia en 449 a. C., dejando salvada a Grecia, liberada la costa de Asia Menor y fortificada Atenas. No estaba mal, para veinte años de poder político. Después del ostracismo de Temístocles, Cimón fue la figura dominante en Atenas. Mientras Temístocles había favorecido una política netamente antiespartana, Cimón era firmemente proespartano. Creía que Atenas debía mantener su alianza de los días de la guerra con Esparta y dirigir toda su fuerza contra Persia. Era también un decidido imperialista; es decir, quería extender la influencia ateniense todo lo posible. Así, después de conquistar Bizancio, usó la flota para asegurar que las ciudades griegas de la costa septentrional del mar Egeo se uniesen a la Confederación de Delos. Cimón no estaba dispuesto a permitir que ningún miembro de la Confederación la abandonara. Por el 469 a. C., la isla de Naxos juzgó que la amenaza persa estaba conjurada y que podía abandonar sin inquietud la Confederación, a fin de usar sus barcos para sí, en vez de destinarlos a la flota ateniense. Cimón pensaba de otro modo. Para él, la Confederación no era una asociación voluntaria, sino una unión bajo la dominación ateniense. Atacó Naxos, la tomó, destruyó sus fortificaciones y confiscó su flota. En adelante la isla fue obligada a pagar tributo, en lugar de construir barcos para la flota común. (I.A.)


Liga de Delos:
Alianza formada en el 477 a.C. por varias ciudades-estado de la antigua Grecia, cuyo objetivo principal era la venganza por las pérdidas sufridas durante las Guerras Médicas de principios del siglo V a.C. y la preparación ante nuevas agresiones persas. La probabilidad de que los ataques persas procedieran del mar antes que de tierra convirtió a Atenas en la fuerza naval más grande de Grecia, llegando a ser el miembro líder de la Liga. Tenía su base nominal y su tesorería en la isla de Delos, y cada Estado miembro (llegaron a ser más de doscientos) realizaba una contribución de hombres y equipamiento en proporción a sus recursos. Gradualmente la mayoría de los miembros de la Liga sustituyeron a los hombres y barcos por pagos en dinero, lo que se convirtió en un tributo a Atenas. Con el tiempo, esta situación modificó el objetivo de la Liga, que no fue otro que la consolidación de Atenas. Cuando varios miembros fueron reprimidos por la fuerza tras pretender separarse, la alianza de estados soberanos fue transformada en lo que algunos eruditos actuales llaman el Imperio ateniense. En el 454 a.C. la tesorería de la Liga fue trasladada desde el templo de Apolo en Delos a Atenas, y en el 453 a.C. varias ciudades-estado del continente griego, no teniendo nada que temer de Persia y mucho que ganar con la ayuda de Atenas, se unieron a la Liga. Aproximadamente en el 449 a.C., cuando la paz de Calias puso fin a la guerra con Persia, todos, excepto tres aliados, pagaban su contribución en dinero. Los miembros de la Liga de Delos continuaron siendo vasallos de Atenas hasta la derrota definitiva de ésta a manos de Esparta en la guerra del Peloponeso en el 404 a.C. Con la conquista de Atenas, la Liga se disgregó, pero fue reconstruida en el 377 a.C. por los estados que temían el poder espartano. Después de firmar la paz con Esparta (371 a.C.) la Liga se convirtió de nuevo en un grupo de estados bajo dominio ateniense, pero Atenas ya no podía imponer su autoridad por más tiempo y los miembros de la Liga variaban constantemente. Después de que el rey Filipo II de Macedonia derrotara a los atenienses en Queronea en el 338 a.C., la Liga dejó de existir. La organización de la Liga de Delos y el cambio de relaciones de sus miembros ha atraído considerablemente el interés de los historiadores como uno de los primeros ejemplos de alianza federal de estados soberanos mantenida durante largo tiempo y del desarrollo de lo que ha llegado a ser conocido como imperialismo.


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