Nuclear: A favor             

 

Fukushima. Reactor 3 Consideraciones postura pro nuclear:
Sin olvidar los esfuerzos que se requieren en el campo de las energías renovables, hay que suponer que la capacidad de diversificación de tales energías no es muy elevada por la complejidad que, en muchos casos, entraña su producción y almacenamiento. Lo cual nos remite, directamente, al controvertido y áspero tema de la energía nuclear. Las ventajas e inconvenientes de los reactores nucleares ya han sido resumidas al principio de este capítulo y son de todos conocidas. La confrontación también es suficientemente conocida. Para los que dudan de la posibilidad de resolver a medio plazo la demanda de energías renovables, y además no creen que se pueda constreñir, sustancialmente, el consumo de energía primaria, la única solución es el aumento de la capacidad nuclear; para los que rechazan de plano esa forma de energía por considerarla muy peligrosa, entre los que se encuentran casi todos los movimientos conservacionistas del mundo, la solución debe lograrse por medio de un aumento sustancial de las energías renovables y una disminución notable del consumo energético. El debate rueda y rueda sin que las posturas se acerquen, aunque se hayan producido casos de cambio radical de opinión. En abril de 2006, Patrick Moore, uno de los fundadores de Greenpeace, publicó un artículo, en el Washington Post, en el que renegaba totalmente de su postura antinuclear; a su juicio, la energía nuclear era la única que podía salvar al planeta de un cambio climático catastrófico, y sus razones eran las siguientes: la energía nuclear es mucho menos contaminante que el carbón y el kw nuclear es más barato que el producido en plantas térmicas e hidroeléctricas; hay que impulsar al máximo las energías renovables pero no parece posible que vayan a constituir el recambio de los combustibles fósiles, los grandes contaminantes; no hay que poner en duda la seguridad de las plantas nucleares sólidamente construidas, ya que el accidente de la planta norteamericana de Three Mile Island, de 1979, no ha tenido consecuencias personales porque la vasija protectora y las paredes de hormigón del edificio impidieron el escape de la radiación, al contrario de lo que sucedió en Chernobyl, central rodeada de insuficiente protección; después de cuarenta años, los residuos nucleares presentan sólo una milésima de la radiactividad que emanaba de ellos al dejar de funcionar el reactor, razón por la cual es posible reciclar el combustible; gracias a su protección de acero y hormigón armado, resultaría muy difícil que un ataque terrorista contra una central moderna tuviera éxito, inclusive aunque los terroristas estrellaran contra ella un avión jumbo. Ni que decir tiene que la postura de Moore ha sido, y es, constante y furiosamente criticada por los conservacionistas de todas las latitudes, crítica que se extiende también a James Lovelock, padre de la teoría Gaia, quien considera que sólo la energía nuclear puede generar la electricidad que requieren las ciudades. La realidad es que esa energía genera hoy una proporción de energía eléctrica que va desde el 78% en Suecia, 41% en Suiza, 35% en Japón y 20% en EE.UU., Reino Unido y España, y que tanto Suecia como Suiza figuran entre los países con mayor preocupación mediambiental. La pregunta que hay que hacerse, al llegar aquí, es si la energía primaria que el mundo va a necesitar en los próximos años va a seguir dependiendo de combustibles fósiles, no renovables, y contaminantes, o si conviene a los países importadores netos de esos combustibles ampliar su generación de energía a través de plantas nucleares. Porque, en el primer caso, los mercados energéticos van a seguir dominados por los productores de los combustibles, en especial los productores de petróleo; y, en el segundo, y transcurridos unos años -el período de maduración de las plantas es largo-, es posible que las tensiones en esos mercados amainen. (Jaime Requeijo, 2009)


Pese a que el estudio de la fisión nuclear es algo anterior al estallido de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto aceleró su desarrollo en busca de un arma de enorme capacidad destructora. Y en esa búsqueda dos físicos, ya galardonados con el Nobel de Física, desempeñaron un papel de singular importancia: Fermi, huido a EE.UU. desde la Italia de Mussolini, y Heisenberg, del lado alemán. La carrera fue ganada por los aliados y el 16 de julio de 1945, en un desolado paraje de Nuevo México, tuvo lugar la primera deflagración atómica. Muy poco tiempo después, el 6 y 9 de agosto de 1945, sendas bombas atómicas explotaron en las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki y el mundo tuvo constancia de la aparición de una nueva y temible energía. Su uso para generar electricidad se expandió por múltiples países, a partir de las crisis energéticas de 1973 y 1979, cuando muchas economías OCDE decidieron limitar la dependencia del petróleo. La electricidad generada por las plantas nucleares presenta una doble ventaja: la seguridad del suministro, dado que la materia prima de la que se parte, el uranio, es relativamente abundante, y el bajo coste del kw producido. Presenta, eso sí, dos inconvenientes de primera magnitud: los daños que pueden causar un accidente en una de esas plantas y la generación de residuos radiactivos, que deben ser enterrados en cementerios nucleares. Aunque la opinión pública de los países democráticos suele estar dividida en cuanto a las ventajas y desventajas de este tipo de energía, el accidente sufrido en 1986 en la central ucraniana de Chernobyl -siendo todavía, Ucrania una república soviética-, accidente de terribles consecuencias, con numerosos muertos y radiaciones cancerígenas muy extendidas, ha hecho que la polémica sobre la fisión nuclear se mantenga muy presente en el colectivo de muchas sociedades. Hasta el momento, la fusión nuclear, con reactores que no presentarían los inconvenientes de la fisión, no ha pasado del estudio experimental y, por tanto, las energías renovables son las que, en la actualidad, gozan de mayor predicamento: la hidroeléctrica, a partir de los saltos de agua, la energía solar, la eólica y la obtenida de las diferentes biomasas, que abarcan desde residuos a cereales. Pero, en todo caso, su participación en la oferta energética, presente y futura, es todavía limitada.

 
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