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Stevenson Robert Louis Balfour Stevenson (1850-1894):
Robert Louis Balfour Stevenson nace en Edimburgo el 13 de noviembre de 1850. Como hijo único de un eminente ingeniero, Stevenson entra en la escuela de ingenieros de Anstuthen, después, tras cursar los estudios de derecho, se inscribe en el Colegio de Abogados en 1875. Colabora en el Cornhill Magazine donde publica un Llamamiento al clero de la Iglesia Escocesa en 1875 y poco a poco va a abandonar el derecho en beneficio de la literatura. Aquejado de tuberculosis, se dedica a viajar en busca de un clima que favorezca su salud. Así, en 1878 publica Un voyage dans les terres, seguido en el mismo año de Voyage avec un âne à travers les Cévennes. En Francia conoce a Mrs. Osbourne con quien se casa en 1880. Ésta le asesora en la redacción de su obra de terror El Doctor Jekyll y M. Hyde publicada en 1885. Sus cuentos de las Nuevas noches árabes, aparecidos en 1882, están impregnados de ese mismo misterio. El enorme éxito de La Isla del Tesoro (Treasure Islands, 1883) se debe a la poesía de un realismo fantástico que renueva el género del relato de aventuras. En su continua lucha contra la enfermedad, Stevenson vive en las islas Marquesas, Tahití y Honolulú, instalándose por último en Samoa, donde escribe En los mares del Sur en 1896 y Le Barrage d'Hermisson, obra inacabada que se publica en 1896. Muere en Vailima, Samoa, en 1894, fulminado por una crisis de apoplejía. Siguiendo sus deseos, es enterrado en el Pico Vaea donde su tumba domina una amplia panorámica sobre Pacífico.


2666 (La parte de los críticos):
[...] Marcel Schwob, que tenía una salud igual de frágil, en 1910 había emprendido un viaje en peores condiciones para visitar la tumba de Stevenson en una isla del Pacífico. El viaje de Schwob fue de muchos días de duración, primero en el Ville de La Ciotat, después en el Polynésienne y después en el Manapouri. En enero de 1902 enfermó de pulmonía y estuvo a punto de morir. Schwob viajó con su criado, un chino llamado Ting, el cual se mareaba a la primera ocasión. O tal vez se mareaba si hacía mala mar. En cualquier caso el viaje esuvo plagado de mala mar y de mareos. En una ocasión Schwob, acostado en su camarote, sintiéndose morir, notó que alguien se acostaba a su lado. Al volverse para ver quién era el intruso descubrió a su sirviente oriental, cuya piel estaba verde como una lechuga. Tal vez sólo en ese momento se dio cuenta de la empresa en la que se había metido. Cuando llegó, al cabo de muchas penalidades, a Samoa, no visitó la tumba de Stevenson. Por un lado se encontraba demasiado enfermo y, por otro lado, ¿para qué visitar la tumba de alguien que no ha muerto? Stevenson, y esta revelación simple se la debía al viaje, vivía en él. (Roberto Bolaño, 2666)


Ensayo, poesía, viajes y cuentos:
Stevenson demostró ser un gran ensayista en Virginibus puerisque (1881), Estudios familiares de hombres y libros (1882) y Memorias y retratos (1887). También fueron bien recibidos por la crítica sus libros de viajes autobiográficos, como La casa solitaria (1883), en el que contó sus impresiones sobre su estancia en un campamento minero en California, A través de las llanuras (1892) e Islas del sur (1896). Algunos de sus mejores poemas están recogidos en el volumen Jardín de versos para niños (1885). Entre los demás libros de poemas que publicó destaca De vuelta al mar (1887). Narraciones maravillosas (1882) y El diablo de la botella y otros cuentos (1893) son colecciones de cuentos. Junto a su hijo adoptivo, el escritor Lloyd Osbourne, escribió las novelas La caja equivocada (1889) y La resaca (1892).


Stevenson Romance:
[...] Pero el conflicto ético no es, ni mucho menos, el motor exclusivo de la narrativa stevensoniana. Hay otro nervio no menos peculiar en ella, aunque casi nunca se den por separado. El mismo R.L.S. habló de él así: "Hay un vasto campo tanto en las letras como en la vida misma que no es inmoral, sino sencillamente amoral; que no se refiere en absoluto al querer humano, o lo resuelve de modo obvio y sano; donde el interés se dirige no hacia lo que el hombre elige hacer, sino hacia cómo se las arregla para hacerlo, no hacia los apasionados resbalones y dudas de la conciencia, sino hacia los problemas del cuerpo y la inteligencia práctica, a la aventura al aire limpio y abierto, al choque de armas de la diplomacia de la vida". No hace falta resaltar que esa resolución "obvia y sana" de las perplejidades morales confirma la certeza con la que Stevenson se movía entre los pilares de la ética establecida, de cuyas contradictorias repercusiones individuales era perfectamente consciente. Pero lo más importante aquí es resaltar la existencia de esa otra problemática muscular, hábil, que trata de los obstáculos que la realidad opone al cumplimiento de cualquier voluntad, buena o mala, y de los expedientes que el hombre inventa para superarlos. La crónica de estas peripecias es poco más o menos lo que Stevenson llamaba romance, por oposición a la novela psicológica o al drama pasional. En el romance, influye decisivamente la construcción de ambientes, detalles de atrezzo, paisajes... Aquí sí influyen los datos exóticos, así como los elementos misteriosos y la exacerbación de la influencia de la naturaleza con sus voces más roncas: tempestades, desiertos, el océano... Estas variables, en efecto, contribuyen a problematizar el cómo de todo hacer y disponer para la voluntad un ginmasio magnífico a la medida de su esfuerzo; en circunstancias más normales y familiares, por el contrario, es la búsqueda del moralmente preferible qué hacer lo que prevalece. (Fernando Savater, Amor a Stevenson)

 

 

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