Documentos  |  Sociedad  |  Economía  |  Historia  |  Letras  |  Ciencia  |  Ser

 

 

     
 

Cortázar: Textos:

El avión de los Cronopios:
Lo primero que se nota al entrar en el avión de los cronopios es que estos cronopios tienen muy pocos aviones y se ven obligados a aprovechar lo más posible el espacio, con lo cual este avión se parece más bien a un ómnibus, pero eso no impide que a bordo prolifere una gran alegría porque casi todos los pasajeros son cronopios y algunas esperanzas que regresan a su país, y los otros son cronopios extranjeros que al principio contemplan bastante estupefactos el entusiasmo de los que vuelven a su país hasta que al final aprenden a divertirse a la manera de los otros cronopios y en el avión reina un clima de conversatorio sólo comparable al estrépito de sus venerables motores que es propiamente la muerte en tres tomos. A todo esto pasa que el avión tiene que despegar a las veintiuna, pero apenas los pasajeros se han instalado y están temblando como suele y debe hacerse en esos casos, aparece una lindísima aeromoza que da a conocer el discurso siguiente, a saber: Manda decir el capi que abajo todos y que hay retraso de dos horas. Es un hecho conocido que los cronopios no se preocupan por cosas así, puesto que en seguida piensan que la compañía les va a servir grandes vasos de jugos de diferentes colores en el bar del aeropuerto, sin contar que podrán seguir comprando tarjetas postales y enviándolas a otros cronopios, y no solamente sucede todo eso sino que además la compañía les manda servir una cena suculenta a las once de la noche y los cronopios pueden así cumplir uno de los sueños de su vida, que es comer con una mano mientras escriben tarjetas postales con la otra. Luego vuelven al avión que tiene un aire de querer volar, y en seguida la aeromoza les trae mantas azules y verdes y hasta los arropa con sus lindas manos y apaga la luz a ver si se callan un poco, cosa que sucede bastante más tarde con gran indignación de las esperanzas y de unos cuantos cronopios extranjeros que están acostumbrados a dormirse apenas les apagan la luz en cualquier parte. Desde luego el cronopio viajero ya ha ensayado todos los botones y palanquitas a su alcance, porque eso le produce una gran felicidad, pero vano es su deseo de que al apretar el botón correspondiente venga la aeromoza a traerle otro poco de jugo o a arroparlo mejor en la manta verde que le ha tocado, porque muy pronto se comprueba que la aeromoza está durmiendo como un osito a lo largo de los tres asientos que con gran astucia siempre se reservan las aeromozas en esas circunstancias. Apenas el cronopio ha decidido resignarse y dormir, se encienden todas las luces y un camarero se pone a distribuir bandejas, con lo cual el cronopio y su mujer se frotan las manos y dicen así, a saber: Nada comparable a un buen desayuno después de un sueño reparador, sobre todo si viene con tostadas. Tan comprensibles ilusiones se ven cruelmente diezmadas por el camarero, que empieza a distribuir bebidas con nombres misteriosos y poéticos tales como añejo en la roca, que hace pensar en una estampa con un viejo pescador japonés, o mojiito, que también hace pensar en algo japonés. En todo caso al cronopio le parece extraordinario que los hayan arrancado del sueño con el solo objeto de sumirlos inmediatamente en el delirio alcohólico, pero no tarda en comprender que todavía es peor puesto que la aeromoza aparece con bandejas donde entre otras cosas hay una tortilla, un helado de almendra y un plátano de aplastantes dimensiones. Como apenas hacen cinco horas que la compañía les ha servido una cena completa en el aeródromo, al cronopio esta comida le parece más bien innecesaria, pero el camarero le explica que nadie podía prever que cenarían tan tarde y que si no le gusta no la coma, cosa que el cronopio considera inadmisible, y así tras de absorber la tortilla y el helado con gran perseverancia, se guarda el plátano en el bolsillo interior izquierdo del saco, mientras su mujer hace lo mismo en el bolso. Esta clase de episodios tiene la virtud de acortar los viajes en el avión de los cronopios, y es así que después de una escala en GANDER donde no sucede nada digno de mención, porque el día en que suceda algo en un sitio como Gander será tan insólito como si una marmota ganara un torneo de ajedrez, el avión de los cronopios entra en cielos muy azules, y por debajo hay un mar todavía más azul, y todo se pone tan azul por todas partes que los cronopios saltan entusiasmados, y de pronto se ve un palmar y uno de los cronopios grita que ya no le importa si el avión se cae, proclamación patriótica recibida con cierta reserva por parte de los cronopios extranjeros y sobre todo de las esperanzas, y así es como se llega al país de los cronopios. Desde luego el cronopio viajero visitará el país y un día, cuando regrese al suyo, escribirá las memorias de su viaje en papelitos de diferentes colores y las distribuirá en la esquina de su casa para que todos puedan leerlas. A los famas les dará papelitos azules, porque sabe que cuando los famas las lean se pondrán verdes, y nadie ignora que a un cronopio le gusta muchísimo la combinación de estos dos colores. En cuanto a las esperanzas, que se ruborizan mucho al recibir un obsequio, el cronopio les dará papelitos blancos y así las esperanzas podrán apantallarse las mejillas y el cronopio desde la esquina de su casa verá diversos y agradables colores que se van dispersando en todas direcciones llevándose las memorias de su viaje. Julio Córtázar ( Argentina, 1914-1984 ) Tomado de "La vuelta al día en ochenta mundos"

Grave problema argentino:
Usted se reirá, pero es uno de los problemas argentinos más difíciles de resolver. Dado nuestro carácter (problema central que dejamos por esta vez a los sociólogos) el encabezamiento de las cartas plantea dificultades hasta ahora insuperables. Concretamente, cuando un escritor tiene que escribirle a un colega de quien no es amigo personal, y ha de combinar la cortesía con la verdad, ahí empieza el crujir de plumas. Usted es novelista y tiene que escribirle a otro novelista; usted es poeta, e ídem; usted es cuentista. Toma una hermosa hoja de papel, y pone: "Señor Oscar Frumento, Garabato 1787, Buenos Aires." Deja un buen espacio (las cartas ventiladas son más elegantes) y se dispone a empezar. No tiene ninguna confianza con Frumento; no es amigo de Frumento; él es novelista y usted también; en realidad usted es mejor novelista que él, pero no cabe duda de que él piensa lo contrario. A un señor que es un colega pero no un amigo no se le puede decir: "Querido Frumento". No se le puede decir por la sencilla razón de que usted no lo quiere a Frumento. Ponerle querido es casi lascivo, en todo caso una mentira que Frumento recibirá con una sonrisa tetánica. La gran solución argentina parece ser, en esos casos, escribir: "Estimado Frumento". Es más distante, más objetivo, prueba un sentimiento cordial y un reconocimiento de valores. Pero si usted le escribe a Frumento para anunciarle que por paquete postal le envía su último libro, y en el libro ha puesto una dedicatoria en la que se habla de admiración ( es de lo que más se habla en las dedicatorias ), ¿cómo lo va a tratar de estimado en la carta? Estimado es un término que rezuma indiferencia, oficina, balance anual, desalojo, ruptura de relaciones, cuenta del gas, cuota del sastre. Usted piensa desesperadamente en una alternativa y no la encuentra; en la Argentina somos queridos o estimados y sanseacabó. Hubo una época ( yo era joven y usaba rancho de paja ) en que muchas cartas empezaban directamente después del lugar y la fecha; el otro día encontré una, muy amarillita la pobre, y me pareció un monstruo, una abominación. ¿Cómo le vamos a escribir sin identificarlo ( Frumento ) y luego calificarlo ( querido/ estimado ) ? Se comprende que el sistema de mensaje directo haya caído en desuso o quede reservado únicamente para esas cartas que empiezan que empiezan: "Un canalla como usted, etc.", o "Le doy 3 días para abonar el alquiler", cosas así. Más se piensa, menos se ve la posibilidad de una tercera posición entre querido y estimado; de algo hay que tratarlo a Frumento, y lo primero es mucho y lo segundo "frigidaire". Variantes como " apreciado" y "distinguido" quedan descartadas por tilingas y cursis. Si uno lo llama "maestro" a Frumento, es capaz de creer que le está tomando el pelo. Por más vueltas que le demos, se vuelve a caer en querido o estimado. Che, ¿no se podría inventar otra cosa? Los argentinos necesitamos que nos desalmidonen un poco, que nos enseñen a escribir con naturalidad: "Pibe Frumento, gracias por tu último libro", o con afecto: "Ñato, qué novela te mandaste", o con distancia pero sinceramente: "Hermano, con las oportunidades que había en la fruticultura", entradas en materia que concilien la veracidad con la llaneza. Pero será difícil, porque todos nosotros somos estimados o queridos, y así nos va. Julio Córtazar ( Argentina, 1914-1984 ) Tomado de "La vuelta al día en ochenta mundos"

Instrucciones para dar cuerda a un reloj:
Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj. (Julio Cortázar, Cuentos Completos 1996)

Toco tu boca:
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí, para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender, coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca, y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fragancia oscura. Y si nos mordemos, el dolor es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo de aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua. (Julio Cortázar) Texto tomado de "Rayuela"

Desencuentros con Julio Cortázar (Jorge Enrique Audoum):
es como si lo hubiera visto morirse quince meses atrás o sea el 6 de noviembre de 1982 cuando enterrábamos a carol hacía un frío triste y gris y allí estábamos los amigos desfilando sobre un suelo movedizo y húmedo de hojas sucias de otoño como si hubiera servido para otros entierros u otros otoños y tras haber echado cada uno una flor -rosas amarillas había pedido su madre por teléfono- sobre la caja angosta y pequeñita nosotros que habíamos enterrado en nuestra vida a tantos muertos y dándole el pésame a tantos deudos nos encontrábamos en el cementerio de montparnasse con un único deudo solo alto duro flaco de pie con una gabardina azul bajo el arco de unos árboles casi decorado de teatro como en él todo era grande (sobre todo el corazón) me hizo sentirme más pequeño con su inmenso abrazo y su recomendación de que me cuidara pero en ese instante como si yo no hubiera sido yo sino uno de sus personajes de esos con supersticiones y premoniciones causales y casuales decía me decía ¿ya quién vamos a darle el pésame cuando él se muera si no a nosotros mismos? como si él y no alguno de nosotros los otros hubiera de morirse primero después los que quedamos nos juntamos los pedazos prometiéndonos vernos con mayor frecuencia no dejar que las calles y distancias de parís nos separaran estar más juntos que antes como para que nadie llegara a faltarnos y es precisamente él quien nos falta ahora y estamos todos dándonos el pésame abrazándonos más estrechamente que nunca recibiendo condolencias por teléfono o por correo sintiéndolo de pronto alIado cuando entramos en un bistrot o tomamos el metro o escuchamos jazz o nos ponemos un pullover y habiendo olvidado en esa oportunidad sus antiguas instrucciones para llorar traté a escondidas en difícil homenaje a su memoria de subir de espaldas la escalera y he de incurrir en el ya lugar común de decir de ciertas situaciones o de ciertos desencuentros sucesivos que parecen un cuento de cortázar pero la culpa es suya por habernos demostrado que uno puede pasar de su mundo cotidiano y rutinario a un universo paradójico con solo tomar un tren o abrir una puerta en septiembre de 1982 la universidad internacional Menéndez y Pelayo de españa acordó culminar un seminario celebrado en sitges rindiendo homenaje a la obra de Cortázar y entregándole una medalla julio no pudo asistir atado como estaba a la cama de hospital de su mujer (y sin embargo en esos días escribió dos cuentos de horror sobre el fascismo argentino) y por generosidad de los participantes se decidió que yo recibiera la medalla en su nombre pero en lugar de entregármela en su estuche el rector me la "impuso" o sea simplemente que me la puso o sea que me la quité en seguida porque estaba destinada a otro pecho y agradecí no en nombre de cortázar sino en el de quienes éramos sus amigos y hermanos ese reconocimiento a la obra del gigante "pastor de palabras" pero también a la del hombre que con sus largos brazos de boxeador frustrado golpeaba en cada round la mandíbula de los dictadores al que le había quitado todas las cáscaras a la realidad hasta encontrar en ella las semillas de lo imaginario al doble compañero en quien la literatura y la revolución se daban la mano comprensivas a su ejemplar capacidad latinoamericana de ubicuidad porque estaba en lo esencial de Chile y de argentina en Cuba y Nicaragua en El Salvador y guatemala tratando en todas las tribunas posibles y desde todos los tribunales de explicarles a los europeos cómo son las cosas contra las que se debaten o por las que combaten nuestros pueblos yo declaré en aquel acto cordial y solemne que entregaría a julio la medalla por lo menos en unión de los participantes en el seminario radicados en parís - Saúl Yurkievich osvaldo soriano y miguel rojas mix- desde la casa de eduardo galeano lo llamamos por teléfono para enteramos del estado de salud de carol y yo le hice el resumen de la solidaridad de profesores y alumnos de amigos y desconocidos en ese momento tenso que estaban pasando esas dos vidas y le prometí esa fraternal miniatura del acto de Sitges para cuando Carol saliera del hospital pero Carol salió del hospital al cementerio y me pareció que celebrar la reunión sin ella habría sido algo como faltar a mi palabra o algo como olvidarla demasiado pronto por lo demás julio se puso sanamente a viajar en seguida fue al sur de francia y volvió a Cuba (que le había cambiado casi veinticinco años atrás las líneas de la mano) y a Nicaragua (donde "han empujado la palabra cultura a la calle como si fuera un carrito de helados o de frutas") cuando estuvo de regreso yo entraba unavezmente más al hospital por nuevos incidentes corazonales y estuve un mes fuera de parís por razones de convalecencia a mi regreso saúl estaba ausente y soriano había ido a hacer una "prospección" en argentina donde su último libro disputaba con uno de julio el primer lugar en la lista de best-sellers cuando en junio apareció Deshoras y lo encontré en una lectura de poemas que hizo claribel alegría conmigo me pareció llegada la oportunidad que buscaba y le propuse celebrarlo con la reunión nueve meses postergada y entregarle la medalla pero él se marchaba al día siguiente a italia y a no sé qué otros países más luego vinieron las vacaciones de verano en las que todos se ausentaron excepto yo que me fui a ecuador en septiembre y octubre a mi vuelta la medalla guardada en un cajón del escritorio me seguía quemando las manos y decidí dársela aun cuando fuera sin pretexto literario ni fiesta casera ni invitados íntimos pero él podía por fin volver a su argentina en donde tanto tiempo le estuvo prohibido entrar ya veces ser leído e iba a hacer un nuevo viaje a cuba y nicaragua pasando por parís pero esta vez su médico no se lo permitió "por el peligro de la enfermedades tropicales" según julio que seguía engañándo(se)nos en diciembre lo encontré en casa de daniel viglietti y por vez primera lo vi malhumorado harto de venir arrastrando tres años de alergias y seis meses de leucemia y otros trastornos cuando al abrazarle le pregunté cómo estaba me dijo "Mal como de costumbre" cuando al despedirme le dije que se cuidara me respondió secamente "I will do my best" desde entonces durante dos meses fue huésped semanal de los hospitales y aún así se dio modos para hacerme llegar en enero Los autonautas de la cosmoruta amorosamente escrito a cuatro manos entre él y carol dunlop a comienzos de febrero de paso por parís eduardo galeano me dejó un ejemplar de Las caras y las máscaras que julio quería leer "durante su convalecencia" y miguel rojas mix que en esta historia de hospitales estaba entonces hospitalizado me hizo saber que por Saúl Yurkievich sabía que el cronopio mayor se acordaba de que no le había dado aún su medalla julio ya no quería que se lo visitara en el hospital pero Alfredo guevara logró hacerle llegar el testimonio de solidaridad de cuba que ponía a su disposición un avión y toda su capacidad médica aunque sabíamos o sospechábamos o temíamos que fuera demasiado tarde en la noche del sábado 11 de febrero le escribí unos renglones recordándole que por viajes impostergables ausencias intempestivas e idas y vueltas suyas y mías a los hospitales se había postergado la entrega de ese símbolo de admiración y reconocimiento de la universidad española a la limpieza de su vida y la limpieza de su obra pero que se iban acumulando en mi poder cosas que le pertenecían y que se las enviaba con alguien para que por intermedio de aurora bernárdez -que había sido su primera mujer y era su última entrañable enfermera- las recibiera el domingo a las cuatro de la tarde pero el domingo se estuvo muriendo desde las cinco de la mañana hasta que hacia el mediodía un médico tardíamente compasivo le puso una inyección para que no le dolieran más el corazón ni el resto esa noche vi en su casa de reojo el estuche con la medalla el libro y la carta justo un año antes él había hablado del "término del periplo de una vida que entra en su ocaso [...] al fin de un larguísimo viaje por las tierras y los mares del tiempo" no nos parecía a nosotros que hubiese sido tan largo pero ahí estábamos enterrándolo el martes con un solcito frío de invierno en una caja larga y ancha capaz de contener al gran hermano mayor aunque con la impresión de que había tenido que empequeñecerse para pasar por la muerte sin bajar la cabeza nos fue imposible convencer a los empleados de pompas fúnebres de que la familia éramos nosotros cuando nos pedían que nos retiráramos y volvimos a abrazarnos más estrechamente que la vez anterior sintiéndonos que a pesar de estar todos juntos nos habíamos quedado un poco más solos (Carol había muerto el 2 de noviembre "Día de los fieles difuntos" Julio fue a reunirse con ella -bajo la hermosa sábana de mármol que había tallado luis tomasello- el 14 de febrero "Día de los enamorados" dejo constancia de ello porque para él esas cosas tenían significado) 1984 | Tomado de "Antología poética" de Jorge Enrique Audoum | Visor 1998

 

 

[ Inicio   |   Sociedad   |   Economía   |   Historia   |   Julio Verne   |   Emigración   |   Uruguay   |   Política ]