Decadencia del imperio español             

 

Decadencia del imperio español:
LA CRISIS DEMOGRÁFICA DEL SIGLO XVII:
El siglo XVII se caracterizó por una crisis demográfica en toda Europa. La población de algunos reinos hispánicos retrocedió, sobre todo en Castilla y Extremadura, pasando de 8 a 7 millones de habitantes desde el inicio al fin de la centuria. No obstante, debemos apuntar los distintos comportamientos entre las distintas partes de España, produciéndose una resdistribución de Norte a Sur. En Castilla la Meseta fue el área de mayor despoblación y ello no puede atribuirse sólo a razones biológicas, pues tras la gran epidemia de 1598-1601, sufrió sólo algún contagio de menor importancia. Habrá que explicar este gran retroceso demográfico por las adversas circunstancias socieconómicas que generaron tendencias emigratorias. En Andalucía, contrastó la Baja Andalucía, zona muy deprimida y que también terminó el siglo con una importante pérdida de población y la Alta Andalucía (reino de Granada) que rellenó en parte los vacios dejados por la guerra y la expulsión de los moriscos. En Aragón la tendencia general era de estancamiento; el de Valencia, Aragón y Murcia, se recuperaron con enorme lentitud de los efectos de la expulsión de los moriscos, que en el caso de Valencia había afectado a la tercera parte de la población. Cataluña, apenas tenía moriscos, pero las guerras en aquel siglo asolaron el país.

Felipe III por Velázquez


El panorama urbano cambió. La casi totalidad de las ciudades de la meseta (excepto Madrid por el efecto de la capitalidad) sufrieron descensos profundos de población por ejemplo. En los reinos de la Corona de Aragón, aunque con altibajos, las capitales, Valencia con 60.000 hb., Barcelona con 40.000. mostraron una gran capacidad de recuperación. Las causas de este descenso hay que buscarlas en: 1) El flujo migratorio hacia América. 2) La situación de guerra contínua. 3) La expulsión de los moriscos. 4) Las epidemias y malas cosechas que asolaron la península. 5) El celibato eclesiástico. La emigración a las Indias que solo supuso unos centenares de pasajeros en cada flota, aunque hay que tener en cuenta que era población joven con mayor natalidad y menor mortalidad. El estado de guerra casi continuo sí fue un factor de peso, por las pérdidas militares, la inseguridad, los desplazamientos forzosos, saqueos, presión fiscal, miseria… con matrimonios tardíos, no consumados o prematuramente rotos. La expulsión de 300.000 moriscos tuvo una repercusión desigual, fortísima en tierras valencianas y prácticamente nulas en el noroeste peninsular.

Epidemias:
Afectaron con variable intensidad a toda Europa, especialmente la bubónica, transmitida por pulgas que han tenido ratas como huésped. Tres grandes invasiones epidémicas se registraron en este siglo: La primera entre 1598-1602 invadió la península por los puertos cantábricos y la recorrió casi entera, salvándose solo el litoral del este. Causó más de 500.000 muertes. La de 1647-1652, la más intensa y terrible (aunque afectó en menor medida a las zonas más castigadas anteriormente), se inició en Valencia y es extendió a Murcia, Andalucía, Cataluña y Mallorca de donde saltó a Cerdeña y Nápoles La tercera oleada que afectó a las mismas regiones que la anterior, fue menos intensa pero muy larga su duración (1676-1685). Los efectos materiales y morales de todas ellas fueron terribles: interrupciones del comercio, desnutrición, pesimismo ante la vida e hipersensibildad colectiva, odio de clases y agresividad. El celibato eclesiástico, que afectaba 3% de la población, fue un factor destacado por ilustrados y liberales de los siglos XVIII y XIX, aunque en realidad no tuvo tan señalada importancia.

LA EXPULSIÓN DE LOS MORISCOS:
Esta desgraciada medida se produjo a partir del decreto de 1609. Como los judíos en 1492, también habían sido ya expulsados los mudéjares (musulmanes) de Castilla en 1502. Los que, para poder quedarse, aparentemente accedieron a una conversión que resultaba forzada, pasaron a ser llamados moriscos. Siguieron con sus vestimentas y costumbres e incluso con su islamismo poco disimulado. Los nobles que los tenían como colonos en sus tierras o como artesanos a sueldo los protegían. Especialmente en la Corona de Aragón, donde eran muy numerosos en el Bajo Aragón y en las huertas de Valencia. La presión de la mentalidad que había llevado a la expulsión de los judíos y a implantar la exigencia de limpieza de sangre exigía la asimilación o la expulsión y se complicaba hasta la indignación y la preocupación de los dirigentes políticos cuando se van produciendo insurrecciones como la de las Alpujarras en 1568 y, sobre todo, cuando se va descubriendo la connivencia y la conexión con enemigos exteriores, como los turcos y berberiscos islamistas, los ingleses y los franceses. Porque en 1582 ya se había decidido en el Consejo de Estado, pero no se podían traer las embarcaciones y las fuerzas militares necesarias para llevarla a cabo para no desguarnecer los muchos frentes bélicos abiertos. En la época de Felipe III se firman acuerdos que aplazan los problemas bélicos y eso permite utilizar las fuerzas navales y militares en la expulsión de los moriscos. Hay autores que ven en la expulsión de los moriscos, un acto de fuerza de afirmación religiosa por parte de la Corona, que en esos momentos acaba de firmar la “Tregua de los doce años” con los rebeldes “herejes” holandeses. El trauma para los moriscos fue espantoso. Los daños demográficos y económicos para España fueron muy graves, sobre todo porque ya se iniciaba la crisis económica y demográfica. El número de los que salieron expulsados se estima en 300.000. Habitaban en los reinos de Castilla 130.000; en el de Valencia, 150.000; en el de Aragón, 200.000; en Cataluña, 6.000. Los de Castilla sí que estaban más integrados e incluso mezclados con el resto de la población. Muchos consiguieron ocultarse y mezclarse en todas partes. A la larga, los que se quedaron se diluyeron.

ECONOMÍA Y SOCIEDAD (s.XVII):
El siglo XVII es un siglo de crisis económica, la capacidad de los territorios para seguir proporcionando ingresos para sostener el esfuerzo bélico había llegado a su límite. Los sectores económicos acusan esta crisis: Como consecuencia del descenso demográfico se acentúa la escasez de mano de obra, que junto al aumento de la presión fiscal (aumento de impuestos) y de la presión de los grandes terratenientes provocará la ruina de muchos campesinos que se convirtieron en jornaleros, cuando no en mendigos que ante la falta de recursos emigran a las ciudades. La nobleza terrateniente acrecienta la extensión de sus propiedades, no invierte en las nuevas técnicas agrícolas que se empiezan a desarrollar en algunos lugares de Europa. El sector ganadero entra en una profunda crisis, con una Mesta cada vez más empobrecida. El sector ganadero ovino, tradicional sustento de la ganadería castellana entra en una profunda decadencia frente a sus competidores ingleses y ante la situación de guerra continua en los mercados de Flandes. Las escasa demanda así como la poca inversión en el sector (la nobleza y la escasa burguesía preferían invertir en tierras y préstamos que en una incipiente industria), determinó una falta de renovación tecnológica, una subida de precios y por tanto una nula competitividad respecto a los productos extranjeros, que acabaron por arruinar a las industrias locales. El comercio estaba básicamente orientado a las Indias, que también entran en un reajuste económico. Las colonias americanas entran en un proceso de autoabastecimiento que provoca el descenso de la demanda de productos peninsulares y de los flujos comerciales. La situación crítica y el ataque de los ingleses, holandeses y piratas en el Caribe a las flotas de Indias, reducen las remesas de plata.

Enferma de peste. Sajado de buba. Siglo XIV. Galeón imperial Carlos II el Hechizado.


Situación de la Corona:
La monarquía se encuentra en una situación de crisis continua llegando a declarar bancarrotas sucesivas en 1598, 1607, 1627 y 1647. Lo que le llevó a tomar medidas extraordinarias en la recaudación de impuestos, solicitando un impuesto de “millones” (nuevo impuesto por el que se pretendía recaudar 8 millones de ducados en seis años). Este impuesto se aplicaba a los artículos esenciales, por lo que afectaba a toda la población, incluso a la nobleza, aunque esta pueda autoabastecerse. Igualmente la Corona recurrió a créditos “juros” que hicieron aumentar la deuda pública, que con el tiempo fue un gran problema. Se emitió también moneda de vellón (rebajando la calidad de la plata y oro de las acuñaciones con cobre), lo que motivó un alza de precios, dado que la emisión de moneda de vellón, significaba una devaluación de la moneda. La Corona no se convirtió como en otros estados europeos en un impulsor de la mentalidad económica, los intentos de modernización, construcción de obras públicas (política de obras hidráulicas y canalización de ríos) y reformas fracasaron por el descrédito de los “arbitristas” o por intereses y rencillas personales de los personajes de la Corte.

Sociedad:
La sociedad española representa el modelo de sociedad del Antiguo Régimen: estamental, con dos sectores privilegiados: Nobleza y Clero y un resto de población cada vez más empobrecida. El sector nobiliario aumentó por la venta de hidalguías, otro recurso de los reyes para ingresar más dinero, así como aumentó también el clero con las continuas fundaciones de órdenes religiosas, conventos y monasterios, (“que daban brazos a Dios, pero se los hurtaban al Rey”). El resto de la población vive una época de crisis social y económica, pero aferrada a los mitos de la forja de un imperio y a las glorias pasadas. A la vez que se aprecia un gran momento cultural: El Siglo de Oro del arte y la literatura, que a su vez refleja esta sociedad, enferma y pobre. La vida ociosa de la nobleza se traslada como modelo social a las clases bajas, que añoran una vida ociosa y rentista, que acabará dañando el sentido nacional, impregnándolo de fatalismo. “Para que planear, para qué ahorrar, para qué trabajar. A la vuelta de la esquina aparecerá el milagro o el desastre”. No merecía envilecerse en el trabajo manual, cuando ocurría muy a menudo que el holgazán, el mendigo y el trabajador no obtenían recompensa: “queremos comer sin trabajar”

Duque de Lerma. Valido de Felipe III. Francisco de Sandoval y Rojas. Por Rubens Conde duque de Olivares. Por Velázquez. Olivares por Velázquez


POLITICA INTERIOR DEL CONDE DUQUE:
Va a estar marcada por el proyecto centralizador (no tanto castellanizador, éste es un concepto más bien anacrónico), que buscaba la eficacia del gobierno de una monarquía tan extensa territorialmente, y como una forma de aumentar el poder de la propia monarquía, en una época de acuciante crisis económica. La Hacienda Real ya se había declarado en bancarrota en 1598 y en 1607, por lo que muchas de las reformas del Conde-Duque buscaban paliar esta situación tan desastrosa, tanto reduciendo los gastos, como aumentando y redistribuyendo los ingresos fiscales. Uno de los objetivos de su política centralizadora se basaba en la contribución de todos los reinos, en la medida de sus posibilidades en el mantenimiento del conjunto de la monarquía y en especial del esfuerzo bélico (la guerra de los treinta años), que recaía sobre las arcas y los hombres de Castilla. Unión de Armas: Este proyecto centralizador se plasmó en el informe elevado al Consejo de Estado en noviembre de 1625, y del que una parte, la que se hizo pública, ha pasado a conocerse como la “Unión de Armas”. Y que consistía en la creación y mantenimiento de un ejercito de reserva de 140.000 hombres en el que colaborarían todos los territorios de la monarquía: desde las Indias, hasta el Milanesado. Se necesitaba que este proyecto fuera aprobado por las Cortes de los distintos estados, y así se preparó en 1626 el viaje del rey Felipe IV hacia Aragón, Valencia y Cataluña, para ser aprobado por las Cortes de la Corona aragonesa. El proyecto no fue aprobado tal como estaba planteado por el Conde Duque, aunque si hicieron los distintos estados un esfuerzo económico en forma de impuestos, también necesarios, a lo largo de 1626 y 1627 el proyecto “Unión de Armas” fue publicado pero muy modificado del plan inicial. Pero el momento más critico del gobierno del conde duque de Olivares, se va a producir en 1640, el annus horribilis de la monarquía hispánica.

Sublevación de Cataluña:
Cataluña no era en el siglo XVII una región rica ni demográfica ni económica, por lo que se rechazó en 1626 el esfuerzo que la monarquía les pedía, además de que algunas de las pretensiones políticas del valido, iban en contra de las leyes del Principado. En 1635 Francia entra en la guerra de los Treinta años, y las operaciones militares se trasladan a la frontera franco-catalana, El Conde Duque exige que se cumpla lo convenido en el proyecto aprobado de la Unión de Armas, contando con la reticencia de las instituciones catalanas. Además el alojamiento de las tropas reales van a provocar enfrentamientos entre campesinos y soldados que terminaron con el levantamiento del día 7 de junio de 1640, el Corpus de sangre cuando los segadors y los grupos inferiores urbanos se hicieron con el control de Barcelona, dirigidos por el canónigo de Urgel: Pau Claris, asesinando al Virrey. Este movimiento, de carácter social, se extendió por todo el Principado y fue seguido por una revolución política, dirigida por la Diputación, que pidió ayuda a Francia, nombrando Conde de Barcelona al rey francés Luis XIII. Esta rebelión tiene un valor simbólico para el nacionalismo catalán de forma que els segadors es el himno nacional de Cataluña. La guerra se extendió por el Principado, con dos ejércitos el realista español y el francés ocupando el territorio. El fin de la guerra de los Treinta Años, retiró a Francia de la contienda, pero siguió una guerra de sometimiento a los rebeldes catalanes a cargo de don Juan José de Austria. . Barcelona se sometió a Felipe IV en 1652. El monarca otorgó su perdón general y se comprometió a respetar las leyes y privilegios del Principado con la confirmación de sus fueros el 3 de enero de 1653.

Revolución portuguesa:
Precedentes: Debida a las quejas de la corrupción de los virreyes, el olvido de sus leyes y privilegios, malestar de la nobleza (sin Corte de quien obtener privilegios), el descontento de los sectores económicos que perdían sus intereses de ultramar... atacados continuamente por holandeses e ingleses, y ante los que los esfuerzos españoles por defenderlos resultaban inútiles. En 1637 el gobierno castellano pide más impuestos, estallando disturbios en Evora, el Alentejo y el Algarve. En 1640 el estallido de la guerra en Cataluña permitió una conjura palaciega por la que expulsaron a la virreina, Margarita de Saboya, y proclamaron al Duque de Braganza rey de Portugal (Juan IV). Todo el país respaldó esta actuación que fue reconocida por las Cortes. Tras varias batallas Montijo, Elvas...en 1668 se reconoció la independencia de Portugal por el tratado de Lisboa, por el que la monarquía hispánica renunciaba a sus derechos sobre Portugal y sus posesiones de ultramar, a cambio de Ceuta, que pasa a la monarquía hispánica. Conspiraciones en otras zonas de la península: Fueron encabezadas por nobles bien descontentos, enemigos del valido, y que tuvieron como objetivo una independencia respecto a la monarquía, fueron atajadas y no trascendieron a otros sociales, siendo sus cabecillas más importantes desterrados y otros ejecutados. Andalucía occidental, a cargo del duque de Medina-Sidonia. Aragón a cargo del duque de Hijar. Levantamientos de Sicilia y Nápoles 1647 : Los problemas fiscales, las malas cosechas y las tensiones entre nobleza y Tercer Estado provocaron estas tensiones en la década de 1640. La mala situación de los grupos inferiores del Tercer Estado: respuestas a la presión fiscal, la manipulación monetaria... En España fueron más frecuentes en la ciudad y respetaban al monarca “Viva el rey y muera el mal gobierno”. Los intentos de reforma del Conde-Duque fueron un fracaso. A finales del siglo hubo un resurgimiento del foralismo. La periferia consiguió resistir los intentos de vinculación a Castilla que perdió su posición hegemónica.

LA POLITICA EXTERIOR DEL SIGLO XVII:
LOS VALIDOS: En el sistema absolutista el valido, como persona de confianza del rey y gestor del poder, tiene un papel decisivo en la práctica del gobierno, en la política del día a día. No era exactamente un Primer Ministro, era más un hombre de total confianza del rey al que acaba sustituyendo en todas las tareas de decisión. Durante el siglo XVII español esta forma de gobierno se impuso dadas la poca energía, independencia de criterio y trabajo, de los monarcas: Felipe III, Felipe IV y Carlos II. Si durante el siglo anterior ya se habían hecho famosos los “espejos de príncipes” (tratados de teoría política para el buen gobierno de los reyes) en este siglo va a aumentar la literatura de los “espejos de los gobernantes, ministros o validos”. Hay que destacar que esta figura del valido no es única en la monarquía hispánica, personajes como los cardenales Richelieu y Mazarino en Francia o Buckinham en Inglaterra son equiparables en importancia y funciones a las de los validos españoles.

FELIPE III (1598-1621):
El joven e inexperto rey otorgó grandes poderes a Francisco Gómez de Sandoval marqués de Denia y más tarde duque de Lerma. Este personaje hizo del enriquecimiento personal y familiar el eje de su política. Mostró desinterés en los asuntos de política exterior que quedaron en manos de los hábiles funcionarios formados en la escuela del siglo anterior y que se afanaron en mantener el prestigio imperial, fruto de ello es un relativo periodo de tranquilidad en este periodo (tregua de los 12 años, paz con Inglaterra, ... ) El duque de Lerma temeroso ante el aumento de su desprestigio político consiguió del Papado ser nombrado cardenal. Dice una coplilla popular que "para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se vistió de colorado" en clara alusión al duque de Lerma ya que consiguió el capelo cardenalicio momentos antes de su caída, evitando así todo tipo de procesos que le hubieran condenado, sin lugar a dudas en 1618. En el cargo de valido fue sustituido por su hijo el duque de Uceda, que no tuvo escrúpulos en apoyar a los enemigos de su padre, mintiéndose en el poder hasta 1621 fecha en que falleció en monarca.

FELIPE IV (1621-1665):
El nuevo rey nombrará a D. Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde de Olivares y duque de Sanlucar, que pasó a ser conocido como el Conde-Duque de Olivares. Al igual que los anteriores validos favoreció y sitúo a familiares y amigos en puestos de relevancia, pero se distinguió por intentar una política de reformas necesarias para la monarquía, lo que le llevó a enfrentarse con innumerables enemigos, a veces de manera despótica y autoritaria, lo que con el tiempo aumentó su descrédito, de forma que cuando el fracaso de sus reformas y la gran crisis de 1640 provoquen su caída en 1643, ésta será saludada por todos los puntos de la monarquía, siendo además desterrado y encausado por la Inquisición. Los puntos fuertes de su política serán: 1) Reforzar el poder real. 2) Centralizar el gobierno de los distintos estados de la monarquía. 3) Reforma tributaria y saneamiento de las cuentas reales. 4) Proyecto unificador de la “Unión de Armas”. Luis Méndez de Haro, sobrino del Conde-Duque, fue encargado por Felipe IV como nuevo valido, hábil diplomático más que eficaz político, tuvo que preparar todas las paces y tratados que las derrotas militares impusieron a España. Westfallia (1648), Paz de los Pirineos (1659), fin de la rebelión de Cataluña (1652).

CARLOS II (1665-1700):
Durante la minoría de edad del Rey, la regencia estuvo en manos de su madre Mariana de Austria, quien puso en gobierno en manos de su confesor, el jesuita Padre Juan Ervando Nithard, a quien nombró Inquisidor General, quedando la política española en manos de los asesores austriacos de la reina. El hijo bastardo de Felipe IV, don Juan José de Austria, intentó hacerse con el poder sin éxito, aunque consiguió dar un golpe de estado en 1669 y provocar la caída de Nithard, no fue nombrado valido, sino que el poder pasó a manos de Fernando de Valenzuela. En 1677 el joven y débil rey Carlos entregó el cargo de valido a don Juan José de Austria, sin embargo la muerte de éste en 1679 volvió a dejar vacante un puesto en que se sucedieron varios políticos: duque de Medinaceli, conde de Oropesa, el cardenal Portocarrero, y por último la influencia política de María de Neuburgo última esposa de Carlos II. Todos ellos de escaso altura política y que certificaron la decadencia política española.

Arbitristas:
La sociedad española del siglos XVII no solo era una sociedad en crisis sino una sociedad con “conciencia de esa crisis”. Los arbitristas fueron un grupo de pensadores, economistas, juristas, incluso novelistas (Martín González de Cellórigo, Sancho de Moncada) reflexionaron, meditaron sobre los males de una sociedad enferma. Los arbitristas llamados así porque expusieron “arbitrios” remedios, soluciones para estos males, constituyen el desesperado intento de descubrir hasta que punto la realidad había sido confundida o engañada por la ilusión. Una ilusión basada en triunfos lejanos, en la conquista de un imperio y en la defensa de la verdadera fe; una realidad reflejada en la pobreza de unos campos, el hambre de sus gentes, la abundancia de mendigos. Entre los problemas que aparecen en los arbitrios destacamos: 1) La queja de que el comercio estaba en manos de extranjeros. 2) El papel de América y los metales preciosos en la economía española. 3) Reducción de los gastos de gobierno. 4) Reforma del sistema tributario castellano (pidiendo una mayor contribución de los reinos de la monarquía). 5) Fomento de la inmigración para repoblar Castilla. 6) Extender las tierras de regadíos. 7) Hacer los ríos navegables (proyecto de hacer navegable el río Tajo desde Lisboa a Toledo, o un canal navegable que uniese los ríos Tajo y Manzanares). 8) Reforma del sistema de crédito (fomentar los Montes de Piedad). 9) Excesivo numero de miembros del clero. 10) La moral relajada de la época con el absentismo de la aristocracia. 11) El estancamiento del pensamiento científico y tecnológico. Propusieron cientos de proyectos de reforma, soluciones algunas descabelladas (que hizo durante algún tiempo que tuvieran mala fama en el estudio del pensamiento político español) otras completamente factibles, la mayoría de las cuales no se llevaron a cabo por la incompetencia del gobierno de algunos validos y sus consejeros y otras porque atacaba a privilegios de determinados sectores sociales. Aunque los historiadores actuales han revalorizado su figura, la palabra «arbitrista» ha tenido hasta hace poco una consideración negativa, se ha hablado de las «perjudiciales quimeras de los arbitristas». Una imagen aún más clara de la mala prensa que tenían estos personajes se puede observar en el nada sospechoso Quevedo, que les cambio el nombre por el de «barbitristas» y escribió que «el Anticristo ha de ser arbitrista». Cervantes los ridiculiza, y no sólo en las Novelas Ejemplares, sino también en el Quijote. La mayor parte de las obras se publicaron en el siglo XVIII cuando los pensadores ilustrados empeñados en la misma tarea recogieron parte de sus enseñanzas y advertencias.

[ Home | Menú Principal | Indice Documentos | Reino Unido | Reino Unido 2 ]