Crisis 4             

 

Crisis: España:
El desolador panorama que desde ayer compone la Encuesta de Población Activa (EPA) con casi cinco millones de desocupados (4.910.200, es decir, el 21,29%) no forma parte de una serie secuenciada de datos estadísticos sobre el desempleo en España sino que es la expresión más radical de una crisis estructural que el propio Gobierno considera recabará un tiempo de recuperación medido en lustros no, simplemente, en años. La razón en muy clara: el FMI prevé que España crezca por debajo del 2% hasta, al menos, el año 2017. Con esa tasa de incremento del PIB la creación de empleo será imperceptible. Únase a esta circunstancia otra adicional: la estanflación, es decir, estancamiento más inflación (que también se ha encaramado al 3,8%) y la escalada del Euribor que empobrece más aún a los españoles. De no ser por la urdimbre familiar, las prestaciones sociales -que veremos cómo podrán cubrirse- y la propia economía sumergida, podríamos estar al borde del estallido social. El colmo es que, como ha demostrado el Consejo de Europa a través de su estudio Greco (Informe Especial del Grupo de Estados contra la Corrupción), nuestro país está incurso en la oscura, opaca y casi esotérica financiación de los partidos, lo que nos ha llevado a un rebrote serio y preocupante de la corrupción política. En estas circunstancias tan calamitosas no es de extrañar que el barómetro del CIS de abril, también conocido ayer, demuestre que la retirada política de Zapatero no ha beneficiado a su partido, al que el PP aventaja en más de 10 puntos, bajando, además, la valoración del todavía presidente, ya por detrás de la que obtiene Mariano Rajoy.

Cuadro depresivo agudo:
La conjunción de todas estas variables ofrece un cuadro depresivo agudo que requiere de la técnica o terapia electro convulsiva porque si no hay un fortísimo discurso de regeneración sobre comportamientos y actitudes es el propio sistema el que corre peligro. No es esto algo que pertenezca al ámbito de las impresiones o sensaciones, sino una comprobación demoscópica elaborada, bajo la coordinación de José Juan Toharia, por un grupo de analistas después de entrevistar a 5.000 ciudadanos. El estudio completo se ha publicado por la editorial Biblioteca Nueva bajo el título de “Pulso de España 2010. Un informe sociológico”*. Su lectura no puede ser más interesante porque constata el “profundo abatimiento, cercano ya a la angustia, en relación con la situación económica; creciente inquietud ante el impacto de la misma sobre el tejido social; profunda desafección hacia los políticos, por su modo de operar un sistema de gobierno que, pese a todo, sigue contando con un respaldo ciudadano masivo (…)”. En la gran encuesta realizada queda acreditado que la percepción económica es la peor posible porque “la ciudadanía tiene la impresión de que, realmente, nadie (ni el Gobierno ni la oposición) tienen ideas claras sobre cómo poner remedio a la situación y estando así las cosas son los mercados y no los poderes públicos quienes realmente mandan en el país”. El paro juvenil se considera ya un “hecho irreparable” que “marcará para siempre” a las nuevas generaciones. Por todo ello, nada menos que el 78% de los encuestados considera la situación política como negativa, la cifra más alta de los últimos decenios, aunque, según los autores del estudio, no se ha traspasado la línea roja: la responsabilidad se atribuye a los políticos y no, por el momento, al sistema como tal. Según el estudio, “la línea roja que no debe ser traspasada es que la sociedad llegue a pensar que la situación no es remediable ni con un liderazgo político alternativo. Y lo que los datos indican es que, por ahora, nuestra sociedad se halla lejos de esa preocupante línea roja, si bien con un matiz que añade un importante plus de complejidad a la solución que supone la alternancia de líderes: lo que la ciudadanía española realmente anhela en el momento actual (…) no es tanto el relevo del actual Gobierno por la actual oposición, sino más bien, el relevo de ambos por otro tipo de estilo de gobernar y de controlar al Gobierno.” Y añaden: “los españoles no abominan de la política, sino del modo, generalmente ramplón, mediocre y mezquino en que suelen conducirse la mayoría de los políticos. De estos políticos”.

Hay que cambiar la Constitución:
Los autores han comprobado que existe una auténtica nostalgia de la capacidad de consenso que se demostró durante la Transición y, sin concesiones, manifiestan que “el cortoplacismo miope, y además ejercido con modales ásperos cuando no groseros, habría venido así a desplazar el talante de entendimiento y a la altura de miras y al sentido del Estado de aquella época. Buena parte de nuestra clase política (y no digamos de algunos de sus jaleadores mediáticos) parece convencida de que cuantos más insultos, más zafiedad descalificadora y más exageraciones -cuando no mentiras- se utilicen, más probabilidades hay de agradar a los electores. Pues bien: estos piensan, en realidad -y masivamente (73%)- que lo que este país necesita en estos momentos es una “segunda Transición, que, con el mismo estilo de concesiones y mutuo respeto que caracterizó a la primera, haga posible la solución de tantos problemas como hay pendientes. Entre otros y de forma destacada, la actualización de nuestra Constitución, probablemente la que menos reajustes a la siempre cambiante realidad ha experimentado en comparación con los continuos retoques realizados en los textos constitucionales de la mayoría de nuestros vecinos países europeos. Seis de cada diez españoles (58%) piensan que nuestra Constitución necesita retoques y que, pese a ello, sigue siendo válida para la sociedad española actual. Pero ya algo más de un tercio (37%) cree que se ha ido quedando tan desfasada que precisa una reforma con profundidad.” Como se ve, la terapia de choque consiste en plantear un futuro de reformas, de saneamiento, de alteración de conductas y comportamientos. Y eso corresponde a la oposición que representa el PP después de que el PSOE, por su gestión tardía y contradictoria y por su vaciamiento ideológico, se haya alejado de la posibilidad de protagonizar cualquier tipo de reformulación profunda de la situación. La percepción es que los populares siguen en una inercia en la que se haya atrapada la clase política y que, por lo tanto, también forman parte del problema y no de la solución. La consigna que ayer se oyó en Génova -“más EPA y menos ETA”- podría traducir un propósito de reenfocar la acción política hacia los problemas reales que son de una dimensión colosal.

La ilusión y la esperanza, que son las energías sociales transformadoras, sólo emergen cuando existe una referencia política de creíble regeneración que el PP ha de conformar en muy poco tiempo con la breada que le proporcionarían unos buenos resultados en las elecciones del 22 de mayo. Pero la propuesta de cambio no convencerá si no es convulsiva; si no plantea una terapia de electroshock; si no moviliza a esos cuatro millones de votantes “sin alma” (en expresión de Carles Castro en La Vanguardia del pasado día 24 de abril) que no están alineados ideológicamente y que suelen inclinarse maquinalmente hacia las opciones que están en el poder. Sin insuflar entusiasmo, convulsión, agitación intelectual y política y un futuro de grandes y profundos cambios, no habrá recuperación y seguiremos renqueante y boqueando hasta que llegue el hartazgo y los ciudadanos pasen de culpar a los políticos a hacerlo al sistema. Entonces se habrá traspasado la temida línea roja.


El camino especial de Alemania:
En la historiografía alemana ha desempeñado un papel crucial el concepto de “camino especial” (sonderweg). En las cartas que en 1748 David Hume envía a su hermano desde Alemania muestra gran admiración por sus habitantes, “muy trabajadores y honrados que, si estuvieran unidos, serían el mayor poder que ha habido nunca en la tierra”. Y en efecto, una Alemania fraccionada en 1.000 unidades políticas alumbra una ilustración que pronto va a competir con la inglesa y la francesa. Además de reducir a una treintena el número de Estados alemanes, Napoleón provoca, directa o indirectamente, una modernización social que trae consigo, sobre todo en Prusia, una mejoría importante de la educación. A pesar de que el absolutismo continúe, se produce un desarrollo económico y cultural que, con la derrota de Francia en 1870, abre las puertas a la unificación. En las próximas décadas la Alemania unida se consolida como el centro de la actividad científica mundial y a comienzos del siglo XX llega a superar económicamente a Reino Unido, en liza ya solo con Estados Unidos. A pesar de las exorbitantes cargas que imponen los vencedores tras la derrota en la I Guerra Mundial, la República de Weimar vive una década fabulosa en la creación cultural y el desarrollo científico. En buena parte debido a la crisis mundial, termina por despeñarse en el totalitarismo nazi, que en la persecución de sus objetivos muestra una especial energía criminal. Destruido totalmente el país al final de la II Guerra Mundial, en los años cincuenta se produce el llamado “milagro alemán”, que afianza el proceso de integración europea. Este rapidísimo repaso era necesario para percibir todo el alcance de que hoy se vuelva a hablar de Alemania como de un caso especial, tanto más significativo, cuando desde los comienzos de la República Federal el empeño prioritario había sido fundirse por completo en el mundo occidental, aun al altísimo precio de renunciar a la unidad nacional. Veinte años después de la unificación, convertida en la primera potencia económica europea, Alemania logra adelantarse a los demás países de la Unión en la salida de la crisis y con una fortaleza económica creciente, parece que volviera a recorrer un “camino especial”. Y esto ocurre, justamente, cuando asistimos al progresivo derrumbamiento del mundo occidental, tanto por la fragilidad creciente de la Unión Europea, como por haberse sobrevivido la OTAN: nunca había tenido tantos miembros, pero, perdido su carácter exclusivamente defensivo, al haberse quedado sin un enemigo común, tampoco una tan débil solidaridad interna. El hecho es que Alemania marcha cada vez más por una senda propia en la política de defensa de la moneda común, de la que en buena parte dependen sus exportaciones, y tiene que compatibilizar las relaciones con Estados Unidos con los intereses que la vinculan a Rusia y China. Se abstiene de intervenir en Libia, dejando claro que su ámbito de influencia, más que en el Mediterráneo, está al este de Europa; en fin, asiste impasible al desmoronamiento del eje franco-alemán, que está siendo sustituido por uno franco-británico, al que parece que Italia quiere unirse. El fantasma de la Europa anterior a 1914 se perfila difuso en el horizonte. En política internacional y en la comunitaria, Alemania marcha por una senda que se distingue cada vez más de la de sus socios, como consecuencia de una política interior también cada vez más diferenciada: un crecimiento del 3,6 que en buena parte se debe a una formación tecnológica y profesional sin parangón en Europa, y la cuota de desempleo más baja desde la unificación (7,3), aunque se sea muy consciente de que a la larga será preciso arrastrar una población no empleable (Hartz-IV). El “camino especial” de Alemania queda bien palpable en que las élites políticas y económicas hayan asumido abandonar la energía nuclear, no solo por una fuerte presión popular, sino convencidas de que apostar por las renovables permitirá desplegar, y luego exportar, nuevas tecnologías. Alemania se coloca a la cabeza de Europa, una posición que ya había ocupado repetidas veces, pero contando siempre con una misma oposición de los demás europeos que la llevan a un aislamiento muy difícil de manejar. El problema de Alemania es que no se acepta su hegemonía. (Ignacio Sotelo, 03/05/2011)


Los flautistas de Hamelin:
La temperatura política sube conforme se acerca las elecciones del 22 de mayo, mientras que la deportiva, de los Madrid-Barcelona, ha bajado después del revolcón que los maños le han dado a Mou en el Bernabeu. Los malos datos de la Encuesta de Población Activa, que no ha sorprendido a nadie que haga análisis con un mínimo de rigor, no van a ser los peores de este 2011.Un año en el que es necesario seguir haciendo los deberes, como ha recordado el Consejero Delegado del Banco de Santander. Hay que reducir el endeudamiento del sector público y de las empresas y familias en 300.000 millones de euros, según su criterio, lo que aventura un horizonte para la recuperación cumplido el año 2014. La política es voluntarista, sobre todo en este país en el que los políticos están acostumbrados a contar milongas y a insultarse, pero a decir poco la verdad. El modelo es el del flautista de Hamelin y cuando llegan las elecciones se ponen a tocar la flauta para que todos los ciudadanos, como ratoncitos les sigan. Pero la mejor actuación es la de Zapatero que, después de decir que no se presentaba más, ha desaparecido de la escena política y como si fuere un actor de teatro ha hecho “fú” y salió de la escena. Ya que están empezando las ferias de toros de Sevilla y Madrid, también el presidente recuerda a esos toreros que, pertrechados en el burladero, dejan que los subalternos de capotazos al morlaco mientras el respetable le dedica pitos y abucheos. Los subalternos Rubalcaba y Chacón empiezan a ser apretados por la dura realidad y solo el peón de confianza Blanco mantiene el tipo en el desconcierto. Los ciudadanos nos merecemos algo más. Después de la reunión del Consejo de Política Fiscal y Financiera, habría sido procedente una comparecencia en el Senado, que para algo debería servir, de Zapatero para explicar los resultados de la Conferencia y que nos enterásemos de la posición y compromisos que asumen los grupos políticos. En Cataluña, el Gobierno de Mas prevé un recorte de 10.000 trabajadores de empresas y organismos públicos, no funcionarios, y el objetivo del déficit en el 1.3% del PIB no se va a cumplir. Mal negocio fue, hoy por hoy, que el Gobierno de Zapatero derogase la Ley de Estabilidad del PP, ya que ha permitido que la bola de nieve en algunas CCAA se haga de tal magnitud que la solución del problema sea cada vez más traumática. Cataluña, Valencia, Murcia y Castilla La Mancha se llevan la palma y son un exponente del desafuero de Gobiernos Autonómicos que ha llegado a conocimiento de los mercados y de la prensa internacional, reflejando su transcendencia en la salida española de la crisis. Lo preocupante es que son dos Comunidades por cada partido nacional, PSOE y PP, lo que demuestra que las direcciones nacionales respectivas han sido tolerantes y complacientes con los propios. Al otro lado, la Comunidad de Madrid, con Navarra y La Rioja, ha sacado las mejoras notas, lo que sirve para comprobar que bajar impuestos, controlar el gasto público y privatizar es el mejor método para mantener unos servicio públicos de calidad. La distribución territorial de la EPA ratifica que, aun en la gravedad, Madrid está destruyendo menos empleo que la mayoría de CCAA y por tanto, las cifras de actividad empresarial mantienen el tipo. En España, solo el turismo y las exportaciones presentan unas cifras favorables, con una demanda interna y una formación de capital en estado de alta debilidad. La economía española no ha salido del temporal y, aunque no hay peligro inminente de zozobra, no hay que tomarse el menor descanso ni cambiar el rumbo. Reducir endeudamiento, reducir gasto y reducir estructuras son los tres objetivos que están grabados en todos los responsables económicos y con los que se desayunan de lunes a viernes. Algunos analistas dicen que la economía española ha mejorado su competitividad, como lo prueba la cifra de nuestro comercio exterior, gracias a las altas cifras de paro, lo que constituye un alto peaje que están pagando los desempleados para que sobrevivan los sectores a los que pertenecían. En términos macroeconómicos la afirmación es correcta, pero en coste humano y social es una lacra que recae sobre el Gobierno de Zapatero en primer término y después sobre el resto de los políticos que han decaído de sus responsabilidades consintiendo un fracaso colectivo de esta envergadura. Que el PNV amenace por boca de su Presidente al Gobierno de Zapatero con retirarle el apoyo en el Congreso por la demanda presentada por la Abogacía del Estado y la Fiscalía para la ilegalización de Bildu, refleja el orden de prioridades con que trabajan nuestros representantes. Que lo sindicatos, convertidos en los silentes invitados de La Moncloa, no hayan dicho ni pío en el caso de los ERES de Andalucía, no tiene excusa ni perdón. Y que en el debate de los imputados en las listas nos cuenten que hay delitos de primera, de segunda y de tercera sirve para comprobar, una vez más, que el trilerismo y la incoherencia son las asignaturas comunes impartidas para hacer carrera política. Y después de lo que está pasando en este país, tenemos un Presidente que se ha transformado en una especie de zombie ,que vive al margen de la realidad, sale cuando no hay luz ni taquígrafos y solo espera a que pase el tiempo para coger las de Villadiego y desaparecer definitivamente de la escena. ¿Siente, padece o simplemente contempla desde el inicio de la Cuesta de las Perdices el espectáculo de un país que se desangra? (Ignacio del Río, 03/05/2011)


Alternativas:
El Primero de Mayo del año 2011, coincidente con el mayor nivel de paro que ha conocido España en su historia, ha distado mucho de proporcionar luces para afrontar el principal problema al que se enfrenta la sociedad española, la creación de empleo. Los sindicatos han exigido un “giro absoluto” en la política económica y la puesta en marcha de una “alternativa de izquierdas” para superar la crisis económica. Son, ciertamente, pocos datos, pocas luces, poca ayuda para quienes deberían, en efecto, buscar nuevas vías para ayudar a resolver el gravísimo problema del desempleo en España, que ya afecta al 21% de la población activa. Los sindicatos han dejado pasar una buena ocasión para explicarnos el contenido de esa alternativa de izquierdas de la que hablan. Ningún púlpito mejor que el del Primero de Mayo para haber difundido tan buena nueva, aunque este Primero de Mayo de 2011 ha contado con una de las afluencias sindicales más bajas de los últimos años. Los sindicatos hace tiempo que han visto mermado su poder de convocatoria. Las cifras de asistencia a las convocatorias del pasado domingo parecen confirmar que el poder sindical está bajo mínimos y que su papel institucional está seriamente cuestionado por los propios trabajadores. No se entienden muy bien, si no, el por qué de la modestísima asistencia a sus actos de la Fiesta del Trabajo. Esta baja capacidad de atracción debería hacer reflexionar a sus dirigentes el por qué las convocatorias carecen del tirón de otras épocas. En todo caso, la ausencia prácticamente total de propuestas o sugerencias para luchar contra el desempleo, más allá de esa vaga alusión a una “alternativa de izquierdas”, que sólo sospechar en lo que consiste da pavor, pone de relieve cuando menos el desconcierto absoluto en el que nos movemos en materia económica en general y de lucha contra el paro en particular. Para desgracia de todos, no son sólo los sindicatos los que muestran una paupérrima capacidad de elaboración de alternativas creíbles y posibles en este asunto del paro. Con razón se repite, por activa y pasiva, que el Partido Popular, y Mariano Rajoy como cabeza visible del entramado político que tiene sobre sus espaldas la probable gobernación del país en la próxima legislatura, sigue mostrando una preocupante orfandad de ideas en materia económica, lo que podría llegar a condicionar sus posibilidades de lograr la mayoría absoluta en las próximas elecciones legislativas de la primavera próxima. Entre otras cosas cabe recordar que ninguno de los dos cabezas de cartel que protagonizaron la etapa de Gobierno popular en los años buenos de la economía (Rato y Aznar) están ni se les espera de cara a la próxima cita electoral, a no ser sorpresas de última hora. El PP cuenta, como es lógico, con el aval (no es mal aval) de su gestión económica a lo largo de los ocho años que se mantuvo en el poder, en el curso de los cuales puso los cimientos de la etapa de mayor prosperidad económica que ha vivido España en los últimos lustros. Pero ahora llegan tiempos nuevos, la crisis del año 2008 ha ofrecido aspectos inéditos de patologías económicas que requerirán posiblemente terapias muy diferentes a las del manual del que parecen no apartarse ni un ápice los portavoces económicos del principal, casi único, partido de la oposición. El recetario del PP (menos intervencionismo, más mercado, mayor libertad económica, menos impuestos, menos regulación,…) se antoja viejo en sus postulados, superado en algunos y poco creíble en otros. Habrá, y hay, con seguridad, alternativas a lo que no está haciendo Zapatero y a lo que callan sindicalistas y oposición, quizás porque en realidad no tienen nada viable entre manos o porque no quieren desvelar cartas antes de que comience la gran partida electoral o porque temen asustar a los adeptos o votantes. Pero no se puede condenar a un país a votar a ciegas, sobre todo cuando está en juego la salida de esta tremenda crisis económica. (Primo González, 03/05/2011)


Política de recorte de gastos:
En varios artículos publicados en SistemaDigital.es he ido desgranando las causas de la escasa recuperación económica que radica, en parte, en las políticas de austeridad que está siguiendo el gobierno español bajo la presión de la Unión Europea (y muy en especial del gobierno alemán de la canciller Merkel) así como del Fondo Monetario Internacional. Estas políticas de austeridad están equivocadas y están perjudicando la recuperación económica española que necesita precisamente unas políticas contrarias a las que se están siguiendo, con una expansión muy notable del gasto público, orientado sobre todo a la creación de empleo. No existe conciencia en los establishments políticos y mediáticos del país de que el mayor problema económico y social que tiene España es el desempleo. Si España tuviera el porcentaje de la población adulta que trabaja en los servicios público del estado del bienestar (tales como sanidad, educación, vivienda pública, servicios sociales, escuelas de infancia, servicios domiciliarios a personas con dependencia, entre otros) que tiene Suecia, 25% (en lugar del 9% actual), España tendría casi cinco millones más de trabajadores en tales servicios de los que tiene ahora. Como consecuencia no habría desempleo en nuestro país, que actualmente supera los cuatro millones. El elevado desempleo en España está basado, en parte, en el escaso desarrollo de su estado del bienestar que no está proveyendo suficiente empleo público. Por otra parte, este desempleo contribuye enormemente a la falta de demanda, responsable de la escasa recuperación de la economía española. Esta creación de empleo debería financiarse con el aumento de la carga impositiva y de su progresividad, eliminando los recortes de impuestos que se han ido aplicando en los últimos quince años y que han beneficiado predominantemente al 20% de la población de renta superior. España es el país de la UE-15 que tiene menos ingresos al estado, solo un 34% del PIB, comparado con un 44% para el promedio de la UE-15 y un 54% en Suecia. Si España tuviera la carga fiscal que tiene Suecia, el estado español ingresaría 200.000 millones de euros más de los que ingresa ahora, con los cuales podría corregir las enormes insuficiencias del estado del bienestar, además de eliminar el desempleo y estimular la demanda, el mayor problema que tiene la economía española. De lo que las autoridades económicas parecen no darse cuenta es que la causa del estancamiento económico es la falta de demanda que ha empeorado todavía más con el crecimiento del desempleo. Para entender esta situación, tenemos que entender que la burbuja inmobiliaria fue el motor del crecimiento económico español durante estos años anteriores al inicio de la crisis. España construyó muchas más viviendas de las que el país necesitaba a unos precios desorbitados que exigieron un enorme endeudamiento de las familias. El precio de las viviendas (por metro cuadrado) creció nada menos que un 106% desde que se estableció el euro, en 1999, hasta el 2007. Los salarios (el precio real del trabajo) crecieron solo un 8%. La enorme distancia entre estos precios de la vivienda (que aumentaron espectacularmente, muy por encima del aumento de los costes de producción) y los salarios requería un enorme endeudamiento, financiado predominantemente por la banca española, pero también por la banca alemana y en menor grado por la francesa. Tal endeudamiento les dio enormes beneficios. Cuando la burbuja inmobiliaria estalló las familias quedaron en una situación dificilísima, en parte consecuencia de la excesiva protección que tiene la banca versus el ciudadano hipotecado. Pero, desde el punto de vista de la economía, un grave problema era y continúa siendo que el mercado de la vivienda, además de colapsarse, no se está reavivando. Es característico de un sistema especulativo monopolístico que tal mercado no exista, es decir el mal llamado mercado inmobiliario no funciona como mercado. A pesar de que hay un millón de viviendas vacías, el precio de la vivienda ha bajado solo un 18% desde 2007, el inicio de la crisis. Tal como apunta Wolfgang Münchau en el Financial Times (en su artículo “A complacent Europe must realise that Spain will be next” (11/04/2011)), esta situación está llevando a una situación insostenible. Según Münchau el precio de la vivienda debería bajar un 30% más a fin de reavivar el mercado, un elemento central de la recuperación. Es más, debido a que el precio de las hipotecas, en la medida que baje el precio, sobrepasará el precio de la vivienda, se crearán grandes desfalcos y crisis bancarias y de las cajas de ahorros, acentuando todavía más la falta de demanda y el desempleo. Como bien escribe Daniel Gross en su artículo “Europe’s Subprime Quagmire”, el excesivo poder de la banca (y escaso poder del usuario de la banca) ha creado un desmesurado endeudamiento y gran escasez de la demanda. Y este poder de la banca dificulta también resolver el problema, pues aunque la persona hipotecada haya perdido la vivienda, la deuda le imposibilita recuperar la demanda. Creerse que el mercado en si resolverá este problema es de una ingenuidad muy costosa. A no ser que el estado intervenga, sustituyendo esta enorme escasez de demanda mediante el gasto público la situación no mejorará. Y a no ser que el estado actúe más activamente creando empleo y garantizando el crédito, mediante medidas mucho más progresistas (como el establecimiento de bancas públicas), no habrá recuperación económica. (Vicenç Navarro, 29/03/2011)


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