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Logo Orange Hommer LOSA ÁLANOS, VÁNDALOS Y SUEVOS:
la irrupción de los hunos a finales del siglo IV los empuja hacia el curso alto del Rhin, donde, coaligados con alanos y vándalos, intentarán varias veces el cruce del río, siendo rechazados por las tropas de frontera y por los francos al servicio del Imperio, hasta la Nochevieja de 406 en que lograrán el cruce sobre el curso del río congelado. Los vándalos eran otro pueblo indoeuropeo de familia germánica. Se cree que habitaban las regiones ribereñas del Báltico (en las actuales Alemania y Polonia) hasta que la llegada de los godos los obligó a desplazarse hacia el Sur, un poco actuando como vanguardia de los godos, hasta asentarse en las riberas del Mar Negro, siendo por tanto vecinos y en ocasiones aliados de los godos. Los ataques hunos que destruyeron el reino ostrogodo movieron a los vándalos hacia el Oeste, saltando del valle del Dniester al valle medio del Danubio, donde se encontraron con los suevos ya en movimiento, y con ellos siguieron avanzando hasta el curso alto del Rhin. Los alanos eran un pueblo también indoeuropeo pero de familia irania. Por tanto, de lengua distinta a la de suevos y vándalos. Se cree que los alanos eran primos de los hunos. Su origen no está claro. Unos apuntan a las estepas de Centro asía, mientras otros los hacen proceder del Norte del Irán. Se trataba de un pueblo nómada en el más amplio sentido de la palabra, y además sometidos s la presión de los hunos, lo que motivó que se desplazaran hacia el Oeste, hasta llegar a las costas y estepas de lo que hoy es Ucrania, donde formaron alrededor del siglo III un reino que abarcaba buena parte de lo que hoy es esta nación. En consecuencia, los godos se los encontraron allí cuando se asentaron en su vecindad. Las relaciones entre ambos pueblos, aunque no se les puede calificar de amistosas, tampoco parecen que estuvieran marcadas por el odio que más tarde sentirían los godos por los hunos. De los alanos los godos aprendieron el uso de la caballería, los estribos, los arqueros a caballo y parte de las artes metalúrgicas que practicaban. Por tanto el contacto entre ambos pueblos debió ser fructífero, especialmente por parte goda. Con los ostrogodos, los alanos trataron de resistir el empuje de los hunos, pero al ser derrotados marcharon hacia el Oeste siguiendo más o menos la ruta que antes siguieron los vándalos hasta llegar al limes romano situado en el Rhin. Explicados los orígenes de estos pueblos se puede comprender que su alianza era algo provisional. Los suevos, pueblo sedentario, buscaban tierras y estabilidad. Alanos y vándalos, seminómadas, buscaban botín. Como ya se ha dicho, estos tres pueblos cruzaron el Rhin la Nochevieja del 406, derrotaron a los francos defensores del limes occidental, y entraron en las Galias. ¿Cuántos eran? No es fácil saberlo. Las estimaciones oscilan entre 100,000 y 500,000 personas. La última cifra es exagerada, mientras que la primera es escasa si se tiene en cuenta que, después de perder rezagados en la Galia, su número seguía siendo lo bastante numerosos como para poblar parcialmente tres provincias. Quizá la cifra de 300,000 personas, de los cuales unos 80-100,000 serían guerreros, es una estimación aceptable. De esta cifra el mayor contingente correspondía a los suevos. La coalición bárbara cruzó las Galias con rapidez, dejando una estela de pánico y saqueos detrás. Amagaron con asentarse en Bretaña, pero la resistencia de la población local les hizo desistir. A finales del Verano o principios del Otoño de 409 se plantaron frente a la vertiente atlántica de los Pirineos, prácticamente desguarnecidos, y los cruzaron en un amplio frente que iba de Roncesvalles a Somport. Habían entrado en Hispania. La entrada de estos bárbaros en la Península causó un efecto secundario de un alcance inimaginable para ellos. Las comarcas altas del Ebro, y las situadas más al norte, para entendernos, lo que hoy es La Rioja, la Baja Navarra, Álava, con parte de las actuales provincias de Burgos y Cantabria, eran de las más pobres de la Hispania romana, aunque bastante menos que las zonas aún más norteñas (lo que hoy son las provincias de Cantabria, Vizcaya y Guipúzcoa). La entrada de los germanos empujó a masas de población hacia el Norte y el Oeste desde las comarcas mencionadas en primer lugar. Entre ellos a los vascones que hasta entonces habían vivido al Sur del Ebro. Esta masa de gente se volcó sobre unas tierras ya de por sí pobres y azotadas además por revueltas (más antiseñoriales que antirromanas) desde finales del siglo III. Con lo cual se creó una situación explosiva. Los habitantes de estas tierras no tenían muchas más alternativas que dedicarse al pillaje y al saqueo. Se formaron bandas de “bagaudas”, gente pobre que no tenía nada que perder y que sólo subsistía de lo que saqueaba. Por contagio se alzaron bandas de cántabros y astures (pueblos ambos poco romanizados) que se unieron a la revuelta “bagauda”. Los “bagaudas” pronto fueron un problema serio para el orden público en las mitades Norte de las provincias Tarraconense y Cartaginense. Sin fuerzas militares para contrarrestar la amenaza, el Imperio vio como en las comarcas indicadas la autoridad imperial o simplemente provincial se esfumaba. Ajenos de momento a lo que habían provocado, los bárbaros deambularon sin rumbo fijo por Hispania, saqueando a su paso, y sobre todo, creando en la hasta entonces tranquila Hispania un pánico tremendo. Aprovechando la confusión, un tal Máximo se. Un grupo de alanos lo bastante numeroso como para tener rey propio se asentó en Valence (Francia), donde aún se les encuentra treinta años más tarde según las crónicas de la época. ¿Y cómo podían estar poco romanizados si llevaban cerca de cuatro siglos bajo gobierno romano? Pues porque la romanización, entendida como proceso de aculturación de todos los pueblos comprendidos dentro del Imperio, y cuyo vehículo en Hispania es la urbanización, se hace menos intensa, hasta desaparecer, a partir de finales del siglo II, a consecuencia de la situación política del Imperio. proclamó emperador en Tarragona, aumentando el alboroto en Hispania. Ésta era, a grandes rasgos la situación en Hispania cuando Honorio decidió, con la ayuda de los soldados visigodos, poner un poco de orden. El Imperio ofreció a los bárbaros en 411 un pacto: aceptarían la condición de federados y a cambio recibirían tierras en Hispania. El trato fue aceptado. Los suevos se establecieron en la provincia Gallaecia, entre el Miño y el Duero. Los vándalos asdingos en las tierras situadas entre Lugo y Astorga. Los vándalos silingos en el Occidente de la provincia Bética, entre el Guadiana y el Guadalquivir. Los alanos en las tierras comprendidas entre Ávila, Salamanca, Plasencia y Toledo. Es de destacar que en ningún caso los bárbaros ocuparon o habitaron las ciudades romanas de estas comarcas. Sin embargo, mientras los suevos buscaban tierra y al obtenerla se quedaron tranquilos, para vándalos y alanos el feudo no significaba la paz. Los asdingos comenzaron una guerra con los suevos que acabó con su propia derrota, por lo que migraron al Sur junto a sus primos silingos. Llegados allí, los vándalos ahora reunidos nombraron un antiemperador, obligando a intervenir al Imperio. Las tropas imperiales fueron derrotadas (422), lo que, aparte de otras consecuencias, abrió a los vándalos la posibilidad de ocupar los puertos de la Bética, desde los cuales se dedicaron a ejercer piratería contra el Levante hispano, las islas Baleares, y el África romana. Esto último era gravísimo para el Imperio, pues ponía en peligro el suministro de grano a Roma e Italia. Ya de paso, los vándalos saquearon a conciencia Sevilla, Cartagena y otras localidades. Curiosamente, no por ello perdieron la condición de federados, y por ello organizaron una campaña contra los suevos, que amenazaban Mérida, pero al morir el jefe de los suevos cesó la amenaza y no hubo campaña. En la Primavera de 429 los vándalos, mejor dicho, su rey Genserico, decidieron embarcar para África con el fin de hacerse con las mejores zonas agrícolas del Imperio. Por increíble que pareciera, dado que nadie se les oponía, lograron barcos con los cuales lograron cruzar el Estrecho, llegando a Tánger y Ceuta. Luego se desplazaron al Este, haciéndose (después varios años de lucha) con el control del África romana y controlando por tanto las fuentes de producción de la mayor región cerealera del Imperio, que en lo sucesivo tuvo que comprar el grano a los vándalos, además de soportar sus razzias piratas en el Mediterráneo Occidental. En Hispania el terreno queda despejado para que los suevos sean el poder predominante. Los suevos estaban más asentados que vándalos y alanos, pero no por ello eran menos bárbaros (culturalmente hablando) y en consecuencia, no desaprovecharon la oportunidad de expandir su reino, ocupando primero las comarcas abandonadas por los asdingos (422), luego la mitad norte de la Gallaecia (428-438), para luego saltar al valle del Tajo y posteriormente al del Guadiana, estableciendo guarniciones tan al Sur como Lisboa y Mérida (439). Contaban con dos puntos fuertes para esta expansión: su sólido asentamiento gallego (que garantizaba una retaguardia estable) y el hecho de que sus El punto de origen del cruce fue Tarifa, según Gregorio de Tours. Tarifa, o Julia (Iulia) Traducta, según su nombre romano. Conviene no olvidar este nombre cuando lleguemos al final del reino visigodo. reyes eran católicos, por lo que eran vistos por muchos hispanos como mal menor frente a alanos y vándalos, arrianos teóricos, las más de las veces paganos puros y duros. Para el 446 los suevos ocupaban la Gallaecia, Lusitania, Bética y la mayor parte de la Cartaginense. El cenit del reino suevo llegó en 449, cuando el rey Rékhila, católico, se casó con una hija del rey Teodorico de los visigodos, con lo que se convirtió en aliado de los godos a la vez que federado del Imperio y poder dominante “de facto” de la Península. Tan segura era su posición que actuando en salvaguarda de los intereses del Imperio, organizó dos expediciones contra los “Bagaudas”. A partir de 448, aproximadamente. Esto no quiere decir que hubiera asentamientos suevos en todas estas regiones, ni tan siquiera que hubiera guarniciones o gobernantes suevos en ellas. Las más de las veces los suevos simplemente aprovechaban las discordias internas entre los hispanorromanos para colocar como obispos o condes a sus partidarios. Que por otro lado ya se habían llevado varios escarmientos a manos de las autoridades romanas de la Tarraconense con ayuda de los federados visigodos. En el año 409, bajo los emperadores Arcadio y Honorio, hijos del emperador, de origen español, Teodosio y en plena decadencia del Imperio Romano de Occidente, Hispania fue invadida por tribus bárbaras que cruzaron los Pirineos por varios puntos. Los bárbaros, tras sembrar el terror por donde pasaban y dejar los campos arrasados y llenos de cadáveres insepultos, se repartieron el país. Los suevos ocuparon Galicia; los alanos, Lusitania y la Cartaginense (1); y los vándalos se instalaron en la Bética, que recibió el nombre de Vandalusía. Poco años después, llegaron nuevos invasores, como aliados y en auxilio de los romanos, los visigodos. Bajo su presión los vándalos abandonaron la Bética y, conducidos por Genserico, se adentraron en África. (1) En el 409, la provincia Cartaginense abarcaba: gran parte de Murcia, parte de Andalucía Oriental, parte Castilla la Mancha, Madrid y parte de Castilla-León. Los Visigodos entre el año 409 y 420 ocupan un territorio (la nueva Provincia Tarraconensis) equivalente a Cataluña, gran parte de Aragón, algo de Navarra y la mitad norte de la actual comunidad Valenciana. mapa

El reino Suevo español:
Dejábamos a nuestros amigos suevos en mala situación, después de haber sido derrotados en la batalla del río Órbigo. Su rey, Rekhiario, fue hecho prisionero poco después, y finalmente asesinado. Con él se extinguía su dinastía, lo que sería fuente de no pocos problemas cuando empezó el baile de candidatos al reino suevo. Para los visigodos estos hechos tuvieron la consecuencia de someter al reino suevo a su dominio. Pero para los suevos y demás habitantes de Gallaecia las consecuencias de esta derrota fueron mucho más tremendas. Para empezar, los visigodos entraron en Gallaecia como en provincia recién conquistada. Saquearon, robaron y cometieron esos desmanes que han dado en castellano ese sentido a la palabra “bárbaro”. Los visigodos destacaron guarniciones en varios puntos clave del reino suevo y dejaron a un gobernador del reino suevo nombrado por ellos, pero no ocuparon el territorio completo. De inmediato en la estela de los visigodos se levantaron varios presuntos sucesores de Rekhiario en el trono suevo, y estalló entre ellos una guerra civil, que se agravó por la sublevación de parte de la población hispano-romana, harta ya de bárbaros y de sus pleitos, y se complicó por el hecho de que los suevos no iban a tolerar el gobierno de los visigodos. En consecuencia, la confusión y la destrucción se hizo la señora de Gallaecia. El gobernador visigodo, Aiulfo, se proclamó rey, quizá con la intención de encabezar a los suevos a la independencia, pero fue asesinado. Dos pretendientes, Framta y Maldras, eran en este momento (Verano de 457) los más fuertes, aunque sólo controlaban Gallaecia entre el Miño y el Duero, y la parte de la Lusitania que habían ocupado previamente. La parte Norte de la provincia quedó más o menos en manos de los “romanos”. Para poner un poco de orden, Teodorico II echó a las guarniciones suevas de la Bética y la mayor parte de la Lusitania, y finalmente, él mismo volvió a entrar en la Península (Verano de 458). Surgió por entonces en el centro de Gallaecia otro pretendiente, Rekhimundo, que se dedicó a guerrear contra los “romanos” de Orense y Lugo. Poco después Maldras fue asesinado, pero surgió otro pretendiente llamado Frumario. Desde Sevilla, Teodorico II intentó por la diplomacia llegar a algún acuerdo con vándalos y suevos, pero en semejante panorama eso era imposible, así que envió a uno de sus generales a que pusiera orden a punta de espada. Este general, Sunyerico, conquistó Santarem y limpió Lusitania de suevos de uno u otro bando (finales de 460). Pero el interés de Teodorico estaba centrado en la política del Imperio (en sus restos, más bien). Por ello el problema suevo se fue arrastrando hasta que en 465 y resueltos a finalizarlo de una vez por todas, los visigodos hicieron asesinar a Frumario e impusieron en el trono a Remismundo , el cual juró fidelidad a Teodorico. Éste Según algunos autores, Remismundo es el mismo Rekhimundo de que hablaba antes. La diferencia en el nombre se debería a un simple problema de transliteración. Pero cuando San Isidoro habla de él escribe con claridad “Remismundo” y le considera distinto a Rekhimundo, por lo que me inclino a pensar que eran dos personas distintas. anvió además a uno de sus hombres para que a punta de espada arreglase las diferencias entre suevos e hispano-romanos, actuando de juez. La jugada le salió bien y logró devolver una cierta paz a la provincia. El éxito de los visigodos fue tal que la familia real sueva volvió al arrianismo. Pero no por ello volvió plenamente la paz. Los suevos reclamaban sus antiguas posesiones en Lusitania. Los visigodos se las negaban. Poco después (466) moría Teodorico II y aprovechando la situación los suevos reanudaron la guerra contra los visigodos atacando Orense, Coimbra y Lisboa. En este caso contaban con ayuda notable de los hispano-romanos, que por lo visto preferían a los suevos antes que a los visigodos. Eurico, sucesor de Teodorico, envió más tropas a la Península. Eurico logró derrotar a los suevos haciéndoles retroceder a los límites de Gallaecia e imponiendo de nuevo el juramente de fidelidad de Remismundo a Teodorico (468 ó 469). Desgraciadamente llegados a este punto surge un problema grave de falta de información sobre los suevos. Los cronistas que mencionan a los suevos lo hacen de pasada y sólo con relación a su influencia en la historia de los visigodos, lo que no es gran cosa. Precisamente por estas pocas menciones y de pasada, podemos deducir que el reino suevo se mantuvo más o menos independiente y en paz con los visigodos después de 469. Esto se debió tanto a lo rotundo de la victoria visigoda como al agotamiento de la población de Gallaecia después de una década de practicar el todos contra todos. A los visigodos las complicaciones en Hispania no les interesaban demasiado. Su reino estaba centrado en la Galia y miraba a Italia. Dejaron guarniciones en Astorga, Coimbra y Lisboa como freno a los suevos, y eso fue todo. No hay constancia de que inmediatamente después de Vouillé los suevos se alzaran contra los visigodos. Poco después la situación era como pensárselo dos veces. El asentamiento masivo de godos en la Meseta Norte convirtió al Bierzo en una región de frontera entre suevos y godos, pero ahora la relación de fuerzas estaba claramente a favor de los visigodos. Por eso los suevos se mantuvieron tranquilos dentro de sus fronteras en los años en que el reino de Toledo se consolidaba. Los suevos y los Godos vuelven a entrar en rumbo de colisión a causa, curiosamente, de la intervención bizantina en Hispania. Los bizantinos, entre otras cosas, reabrieron las líneas de comunicaciones entre el Oeste y el Este del Mediterráneo gracias a las conquistas de Justiniano, y eso permitió la llegada a la Península de misioneros católicos enviados desde Constantinopla. Uno de estos misioneros, San Martín, oriundo de Panonia, que había estudiado en Tours, llegó hacia 545 a Gallaecia para fundar monasterios y convertir arrianos. Este santo obró en 550 la curación milagrosa del hijo del rey, Teodemiro, y a consecuencia de ello la familia real sueva se convirtió al catolicismo. Además, los reyes suevos otorgaron importantes concesiones de tierras y bienes para que San Martín pudiera fundar monasterios. Este movimiento monacal trajo un cierto renacimiento religioso en. San Martín de Dumio murió en 580, antes de la rebelión de Hermenegildo. “Remismundo” y le considera distinto a Rekhimundo, por lo que me inclino a pensar que eran dos personas distintas. El reino suevo. Como consecuencia del mismo tuvo lugar el I Concilio de Braga (569), siendo ya rey Teodemiro. En este concilio y en el II de Braga (572; en esta fecha el rey suevo era Miro) se trató de reorganizar la iglesia sueva y devolver a los obispados a sus límites romanos, ya que con las guerras del siglo anterior se habían producido cambios importantes. Estos dos hechos no podían ser mirados con buenos ojos por los visigodos. Como católicos los suevos eran un pueblo potencialmente hostil, pero es que además la restauración de los límites de los obispados tenía necesariamente que causar conflictos territoriales con los godos en las diócesis fronterizas entre uno y otro reino. Por si fuera poco, en 572 Miro atacó a astures y cántabros en tierras que en otros tiempos habían pertenecido a la provincia Cartaginense. Esta campaña fue usada por Leovigildo como casus belli. Reunió un ejército y en 572-574 atacó los asentamientos suevos en el valle del Duero, expulsándolos al Norte del río. Fundó Villa Gothorum (actual Toro) como fortaleza de frontera contra ellos. En 574 atacó a los cántabros, a los que derrotó. Esta campaña cántabra sugiere que los cántabros habían sido derrotados por Miro y obligados a prestarle tributo u obediencia. Con esta maniobra Leovigildo impedía los ataques desde el Norte al Bierzo, comarca que cobra especial importancia estratégica porque en ella se encuentran los pasos de Galicia a la Meseta. Teniendo a Toro y a Astorga en su poder, Leovigildo tenía abiertos los caminos de invasión del reino suevo. Y en efecto al año siguiente, 575, Leovigildo invade el reino suevo desde la comarca berceña. Se hace con Orense y todo el Sureste del reino suevo. En 576 la campaña se inicia con ataques contra las posiciones suevas en el valle del Duero, especialmente Oporto y Braga. En este momento Miro pacta la paz con Leovigildo a cambio de someterse a él. Las cosas quedaron así hasta la rebelión de Hermenegildo Éste pidió ayuda a los suevos usando el argumento religioso como pretexto. Miro accedió y avanzó hacia Sevilla con un ejército, pero antes de llegar siquiera al valle del Guadiana supo que Hermenegildo estaba prisionero y su rebelión abortada. No le quedó más remedio que pactar otra vez una paz con Leovigildo. Este hecho, el que pactase sin combatir, más las derrotas sufridas en 572-576, indica claramente que la fuerza militar de los suevos era pequeña en comparación la visigoda. Hay que tener en cuenta que los suevos no eran un pueblo especialmente guerrero, y eso auguraba su fin. Hacia el año 583 Miro murió y le sucedió su hijo Eborico. Eborico estuvo poco tiempo en el trono. Fue asesinado en 585 y su asesino, Andeca, se casó por la fuerza con su madre y se proclamó rey. Con Eborico se extinguía su dinastía, lo que tendría fatales consecuencias para los suevos. Leovigildo usó este asesinato como excusa para intervenir en el reino suevo. Depuso a Andeca (no le asesinó, lo que abona la sospecha de que Andeca fuera un agente visigodo) y le envió a un monasterio. Surgió entonces un pretendiente, Malarico, que decía ser de la familia de Miro, pero pronto fue derrotado y capturado. Con este último intento, Leovigildo acabó con toda resistencia sueva en 586. En lo sucesivo Gallaecia sería gobernada por un dux visigodo. Leovigildo se proclamó rey de “Galia, Spania y Gallaecia”. Este título era usado para resaltar la incorporación del reino suevo a la monarquía visigoda, pero también quiere decir que en el antiguo reino suevo se mantuvo en vigor la ley sueva y otras características propias del antiguo reino. Sin embargo, los suevos, como pueblo, estaban ya casi totalmente fusionados por la población hispano-romana de Gallaecia (lo que explica en parte lo fácilmente que Leovigildo conquistó el país allá donde sus antepasados encontraron grandes dificultades). Nunca más sintieron el deseo de luchar por su independencia o por sus costumbres. La ley sueva no debió sobrevivir al Código de Recesvinto, si es que llegó a tanto. La lengua sueva desapareció con la gente sueva antes de la invasión musulmana. Es seguro que cuando Alfonso I entra en las antiguas comarcas suevas ya no se habla allí más que el latín arromanzado que dará lugar al gallego y al portugués. | historialago.com


Los francos:
(509 en adelante) Los francos fueron uno de los pueblos bárbaros germanos conocidos por los romanos. A principios del siglo V empezaron a expandirse hacia el sur desde sus territorios de origen a lo largo del río Rin hasta la Galia (actualmente Francia), dominada por los romanos. Sin embargo, a diferencia de otros pueblos germanos, no abandonaron sus lugares de procedencia, sino que más bien ampliaron sus territorios. Clodoveo, jefe franco, venció a los últimos ejércitos romanos de la Galia y, hacia el 509, unificó a los francos, convirtiéndose en el gobernante de gran parte de Europa occidental. Durante los siguientes 1,000 años, el reino franco fue evolucionando hasta dar origen a la actual nación de Francia. De acuerdo con la tradición, los cuatro hijos de Clodoveo se dividieron el reino tras su muerte. Esta costumbre condujo a guerras civiles y luchas internas entre los sucesivos pretendientes al trono durante muchos siglos. Hacia finales del siglo VII, los reyes merovingios (descendientes de Clodoveo) gobernaban simbólicamente. A principios del siglo VIII, Carlos Martel se convirtió en mayordomo de palacio, estando justo por debajo del rey en importancia. Hizo de los francos una gran fuerza de caballería. Luchaba tan bien que sus enemigos lo apodaron Carlos el Martillo. En el año 732, la caballería francesa derrotó en la batalla de Poitiers a los invasores musulmanes que les atacaban desde el norte de España, dando fin para siempre al avance del Islam desde el sudoeste. El Papa coronó a Pipino, hijo de Carlos Martel, con el título de rey de los francos a cambio de haberle ayudado a defender Italia de los lombardos. Pipino fundó la dinastía de los carolingios. El más grande de estos gobernantes fue Carlos el Grande o Carlomagno, quien gobernó desde el 768 hasta el 814. Convirtió el reino franco en un imperio donde floreció la cultura y el saber. Sus nietos se dividieron el imperio que, como resultado, quedó fraccionado en dos. La parte occidental se convirtió en el reino de Francia, aunque los reyes posteriores perdieron gradualmente su control político. La autoridad central se derrumbó bajo la presión de las guerras civiles, las luchas fronterizas y las incursiones Vikingas. El único medio de conseguir soldados y dinero era hacer concesiones a los terratenientes. Los feudos pasaron a ser hereditarios y quienes los detentaban se convirtieron en señores feudales con vasallos propios. Hacia el siglo X, Francia se encontraba dividida en dominios feudales que actuaban como estados independientes. En el 987, la nobleza francesa proclamó rey a Hugo Capeto. La razón principal fue que su feudo, centrado en París, era más bien débil, por lo que pensaron que no supondría una amenaza. Hugo fundó la dinastía de los reyes capetos, quienes lentamente y a lo largo de dos siglos recuperaron el poder mediante la creación de seguros caminos reales, engrandeciendo sus dominios, fomentando el comercio, y otorgando cartas reales a las nuevas ciudades y feudos. Aliándose con la Iglesia, los Capetos consiguieron una fuerte posición moral y se beneficiaron de la influencia cultural, política y social de ésta. La administración real se volvió más eficiente y leal al rey al dejar los cargos públicos de ser hereditarios. Empezando por Felipe II en 1,180, Francia se convirtió en una de las naciones más importantes de Europa gracias a tres grandes gobernantes. Mejoraron el funcionamiento del gobierno, fomentaron un próspero comercio, recaudaron impuestos de manera eficiente y fortalecieron su posición en la cima de la jerarquía feudal. Aunque se estableció una asamblea nacional llamada los Estados Generales, ésta no tenía realmente ningún poder y fue ignorada con éxito. La Guerra de los Cien Años, largo conflicto entre Francia e Inglaterra, tuvo lugar para decidir de quién eran las tierras de Francia que habían sido heredadas por reyes ingleses, y duró desde el año 1337 hasta 1453. Finalmente, la victoria francesa hizo del rey la fuerza política más poderosa de Francia.

 

 

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