Presocráticos             

 

Presocráticos:
Tránsito del mitos al logos:
Por mito deben entenderse narraciones tradicionales registradas y realizadas por poetas, como la Teogonía de Hesiodo, la Iliada y la Odisea de Homero, a partir de las cuales se da una respuesta al problema del origen de ciertos seres y acontecimientos de importancia para el ser humano. Como puedan ser el universo, la técnica, la rotación de las estaciones, etc. Las explicaciones míticas se distinguen de las explicaciones racionales primero por acudir a voluntades sobrenaturales como agentes explicativos, y como consecuencia de eso por dar explicaciones arbitrarias que ni fundamentan racionalmente ni podrían dar razón de sí mismas. En cambio, y como alternativa, va a aparecer en Grecia, sobre el siglo VII a. de C., un tipo de explicaciones que ofrecen la características de poder dar razón de su admisión; es decir, que incluyen la posibilidad de justificar su validez; a este modo de explicar se le denomina racional, y va a tener dos estrategias distintas; una de ellas explicará a través de elementos naturales, y éstas van a ser las explicaciones físicas; pero otras intentarán explicar racionalmente pero acudiendo a elementos ­que no voluntadesno naturales; y estas van a ser las explicaciones metafísicas.

La naturaleza como problema:
La denominación de "presocráticos" no tiene una estricta referencia a los filósofos anteriores a Sócrates, ya que algunos fueron contemporáneos suyos, sino que se incorporan a esta denominación por el tema de su especulación, que no es otro que la "fisis" o naturaleza. Por naturaleza se entiende el conjunto de los seres naturales, y el problema que con tales seres se plantea es el cambio. Lo que el cambio produce es que las cosas dejen de ser lo que son, y en su caso, pasen a ser otra cosa. Pero ¿por qué esto es un problema? La cuestión está en que si, por ejemplo, una cosa enteramente verde pasa a ser enteramente amarilla, ¿cómo es, verde o amarilla? ¿Se puede ser verde y amarilla a la vez? Que exista un cambio natural hace que los filósofos presocráticos se pregunten qué son las cosas en realidad, más allá de la mera apariencia que en un momento determinado muestran1. Pues bien, el proyecto común de los presocrático es el intento de explicar racionalmente el cambio natural a través de unificar la infinita variabilidad y multiplicidad de los seres, que se observa en la experiencia, por medio de la permanencia de algún o algunos seres que, inmutables ellos mismos, sean la fuente y el soporte del cambio. A ese ser inmutable que no se genera ni se corrompe, sino que es principio de todo lo que se genera y corrompe se le denominará "arjé". Y dependiendo de si la explicación racional ofrecida es de tipo "física" o "metafísica", tendremos un tipo u otro de filósofos. Y así, por ejemplo, las explicaciones físicas entenderán que las cosas en general parecen consistir en ser agregados de otras cosas más simples. Por ejemplo, una casa puede estar hecha de piedras, es decir la casa está hecha de otros elementos, y en ese sentido su existencia depende, se deriva, de otra cosa que no es ella. Lo que las explicaciones físicas buscarán será aquel elemento físico que existe en sí y por sí mismo, aquello de lo que todo está hecho y que, por lo tanto, no cambia sino que él mismo es el soporte del cambio. En cambio las explicaciones de vocación metafísica intentarán explicar el cambio a través de un ser, o seres que, no siendo seres del mundo físico, no sufran ese cambio físico . En palabras de Aristóteles: "De los que primero filosofaron, la mayoría pensaron que los únicos principios de todas las cosas son de naturaleza material: y es que aquello de lo cual están constituidas todas las cosas que son, y a partir de lo cual primeramente se generan y en lo cual últimamente se d scomponen, permaneciendo la entidad por más que ésta e cambie en sus cualidades, eso dicen que es el elemento, y eso el principio de las cosas que son, y de ahí que piensen que nada se genera ni se destruye, puesto que tal naturaleza se conserva siempre, al igual que tampoco decimos que Sócrates "se hace" en sentido absoluto cuando se hace hermoso o músico, ni que "se destruye" cuando pierde tales disposiciones, ya que el sujeto, el mismo Sócrates, permanece: del mismo modo tampoco podrá ninguna otra cosa, pues siempre hay alguna naturaleza, sea una o más de una, a partir de la cual se genera lo demás, conservándose aquélla. Metafísica, Libro A, 983 b5-17; de la edición de Gredos. Naturalmente que la cultura griega, como todas las culturas, disponía de respuestas míticas y religiosas a esa clase de problemas. La originalidad de los filósofos presocráticos está en que se acercan al problema en la creencia de que el universo debe tener un sentido racional que dé razón del devenir y multiplicidad de las cosas, y que por tanto la explicación debe ser racional. 3. La escuela jónica La primera respuesta filosófica se realiza sobre finales del S. VII a. d. C., de la mano de Tales de Mileto 2 (finales del VII- mediados del VI) que inaugura la escuela jónica, y que ofrecerá una primera explicación física. Esta escuela se distinguirá por caracterizar al arjé como una entidad material que además es única. Así Tales piensa que es el agua, y por tanto todas las demás cosas son derivadas del agua; y si se Tales de Mileto preguntase en qué consiste ser agua habría que decir que el principio de todo lo demás no consiste en ser otra cosa de lo que es ella, ya que si consistiera en algo distinto no tendría una existencia genuina sino derivada y no podría ser arjé. El siguiente integrante de la escuela, Anaxímenes de Mileto3 (588-524), pensará que es el aire. Por último Anaximandro de Mileto4 (610-547), dirá que el arjé, aun siendo material, no es un algo determinado que se pueda señalar a la vista como el agua o el aire, sino un ser indefinido, al que denomina "to apeiron", es decir "lo indeterminado".

Los pluralistas:
Otros filósofos consideraron que no era posible que seres tan distintos unos de otros, como los que componen la naturaleza, procedan todos de un único arjé. De acuerdo a esta idea intentarán ofrecer una explicación -también física- de la diversidad de los seres naturales, señalando que no hay un único arjé sino varios, aunque todos ellos materiales; a estos filósofos se les denominará pluralistas Y así, Empédocles de Agrigento (490-430) dirá que el arjé está formado por cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Estos elementos se combinan entre sí, en proporciones distintas, dando lugar a todas las cosas. Además Empédocles señala que existirían dos fuerzas cósmicas, el amor y el odio , que hacen que esos elementos se unan entre sí o se separen, según predomina una u otra de las fuerzas cósmicas; y eso es lo que produce el cambio y movimiento que podemos observar en la naturaleza. Para Anaxágoras de Clazomene (500-428) los seres naturales están hechos de unas sustancias infinitas en número, e infinitamente divisibles, a las que denomina homeomerías. Y que son distintas entre sí por tener cualidades distintas. Todos los seres están compuestos de estas homeomerías y sólo ellas los componen. Y así, en un objeto cualquiera habrá homeomerías de todas las clases de homeomerías que existen, aunque sea en cantidades pequeñas. Parece que de esta manera Anaxágoras quería explicar hechos observables como que, al comer una manzana, esta sustancia ­manzana- pareciera "transformarse" en carne. Si esto ocurría era porque en la manzana estaban incluidas homeomerías de carne, de hecho, y según su teoría, estaban incluidas homeomerías de todas las cosas, ya que éstas son infinitas en número e infinitamente pequeñas, pero al comer la manzana, e incorporarla a nuestro organismo, serían las homeomerías de "carne" las que adoptarían "visibilidad" ocultándose la "visibilidad" de las demás clases de homeomerías. Por último, y dentro de los pluralistas, se sitúan los atomistas, entre los que destacan Leucipo y sobre todo Demócrito de Abdera (460-370), contemporáneo de Sócrates. Para los atomistas todo se reduce a unas pequeñas partículas ­invisibles- denominadas átomos que se mueven por el espacio vacío. "Á-tomo" significa en griego "no-divisible". Los átomos son partículas pequeñísimas e indivisibles, cualitativamente iguales, que sólo varían en tamaño, figura, peso y sutileza. Demócrito A pesar de ser todas de la misma clase, el distinto tamaño, peso y sutileza de los átomos, explicaba las diferentes propiedades de la materia que podemos observar en los cuerpos de los seres naturales que componen. Y así, por ejemplo, los átomos esféricos formarían los líquidos, mientras que se explicaba la existencia de cuerpos sólidos suponiendo que había átomos, con ganchos, que se engarzan fuertemente entre sí.

La escuela itálica:
Una forma distinta de entender el arjé es la propuesta por la escuela itálica, y que se mueve a caballo entre las explicaciones físicas y las metafísicas. Su fundador fue Pitágoras de Samos5 (finales del S.VI). La originalidad de Pitágoras está en señalar que el ser en sí, lo que existe de verdad y de donde todas las cosas se derivan, no es material. Para Pitágoras la esencia de los seres que percibimos por los sentidos es el número; las cosas esconden en sí números, y si las cosas son distintas entre sí lo son por una relación numérica. El número sería aquello que explica la naturaleza de las cosas que observamos, sus propiedades. El número, por su parte, estaría en correspondencia con otros números formando con ellos relaciones especiales que darían cuenta del comportamiento relacional de los seres del mundo. 6. Heráclito de Éfeso. Otro presocrático, Heráclito de Éfeso (S. VI y V), se ocupará del problema de un modo distinto, a través de la especulación metafísica. Heráclito señalará el constante devenir, el cambio, como la característica esencial del mundo sensorial. Para Heráclito todo fluye, todo cambia continuamente, y para representar este carácter fluyente de la realidad sensorial Heráclito apela al fuego, y lo señala como sustancia primordial. Pitágoras de Samos

Heráclito de Éfeso:
Sin embargo, no hay que entender al fuego como un arjé físico, sino como la representación física del devenir que es consustancial al mundo sensorial. Con todo, Heráclito, parece pensar que por detrás del cambio aparente existe una realidad responsable y directora que no cambia; aunque, en los fragmentos conservados, no acaba de caracterizarla. 7. Parménides de Elea El segundo gran representante del pensamiento metafísico entre los presocráticos es Parménides de Elea6 (finales del S. VI - primera mitad del S. V). Parménides es el fundador de la escuela eleática y el más importante de todos los filósofos presocráticos. Él parte de lo que posteriormente se ha denominado "Principio de Identidad". En la formulación de Parménides éste viene a decir que "El ser es; el no ser no es" , pues bien, a partir de este simple principio, tan sencillo y evidente, Parménides deriva una serie de postulados que tiene que cumplir el Ser, es decir, el conjunto de lo que es. Entre esos postulados se encuentra que el Ser tiene que ser uno. Parménides está caracterizando al Ser con una única característica, la de existir. Por tanto, si algo existe es parte del Ser. No puede haber otro Ser distinto porque si fuera existiría, y como se ha definido al Ser como aquello que existe, si el otro Ser existiera sería parte del Ser; luego sólo hay un único Ser. De otra manera, si el Ser no fuera uno entonces tendría que haber un Ser con otra característica distinta de la de existir; pero la única característica distinta de la de ser es la de no-ser, pero el no-ser, por el principio de identidad, no es; y por tanto ese otro ser no existiría. Además de ser uno, el Ser es lleno, sin vacíos, porque si tuviera un vacío ese vacío sería, y como tendría la característica de ser, sería parte del Ser.

Parménides de Elea:
Además el Ser es eterno; es decir, existe desde siempre y siempre existirá. Si el Ser no existiese desde siempre sería porque en un tiempo pasado no existía el Ser; y si no existía el Ser lo que tendría que haber era el no-ser; pero el no-ser no puede existir, ni ahora ni antes, ya que no-ser no es, según dice el Principio de Identidad, luego siempre ha existido el Ser. Y seguirá existiendo en el futuro por la misma razón, porque si en el futuro el Ser dejara de ser sería porque existiría el no-ser, pero el no-ser no es, luego siempre existirá el Ser y éste es eterno. También es ilimitado; es decir, no tiene límites que lo circunscriban. Ya que si tuviera un límite se diría de ese límite que es; es decir si existiera algo que lo limitara, "una pared"que contuviera al Ser y de la que se pudiera decir que no es parte del Ser, se seguiría que ese límite, o "pared" existe, y por tanto, si existe, sería parte del Ser. Por otro lado, si se dijese que ese límite no es parte del Ser entonces no tendría la propiedad de ser, sino la de no-ser, y como el no-ser no es ­según el Principio de Identidad- ese límite no existiría. Pero sobre todo el Ser tiene la propiedad de ser inmutable; y con eso se quiere indicar que nada que sea puede cambiar; cambiar en cualquier sentido, ya sea interno o físico; y por tanto, al decir que es inmutable también se dice de él que es inmóvil. El Ser no puede cambiar porque todo cambio del ser implica que el Ser, en tanto que cambia, deje de ser lo que es; y que el no-ser, en tanto que no existía antes del cambio, sea. Al cambiar hay al menos una propiedad que no era y que ahora existe; pero lo que no-es no es, por el Principio de Identidad, luego no puede ser. Y viceversa, si el ser cambia hay una propiedad que es y que pasaría a no ser; pero lo que es es, por el Principio de Identidad, luego no puede pasar a no ser y no hay cambio. La inmovilidad física del ser aún se puede explicar de forma más sencilla indicando que si el ser se moviera indicaría que está en un lugar para pasar a otro, pero si el lugar al que se dirige existe es que sería parte del Ser, luego no podría moverse adonde ya está; y si ese lugar no existe entonces no podría moverse, ya que no puede moverse por ningún lugar y hacia ningún lugar. Parménides ha caracterizado al Ser como uno, eterno, ilimitado e inmutable; sin embargo las cosas tal y como las vemos a través de los sentidos se nos presentan de modo radicalmente distinto; parecen múltiples, efímeras, limitadas y variables. Esto hace que Parménides establezca una doble vía. La primera es la vía de la verdad, que es la vía de lo que es y no puede no ser; el instrumento para adentrarse en esa vía es la razón, y es la única que proporciona verdadero conocimiento. La segunda es la vía de la opinión (doxa), la vía de lo que puede ser y puede no ser; en esta vía no existe conocimiento ­ya que conocer algo es decir de un sujeto que consiste en ser algo determinado, pero no puede haber conocimiento si se dice que consiste en ser algo determinado y en no serlo- sólo mera y mudable opinión; y el instrumento para adentrarse en ella son los sentidos. Parménides distinguirá por vez primera en la filosofía dos ámbitos. El ámbito del mundo sensible, que es el de los seres que se pueden ver y tocar pero que, al tropezar continuamente con el Principio de Identidad, se hacen impensables, absurdos, y por ello mismo se les considera entidades irreales que sólo consisten en ser mera apariencia. El segundo ámbito es el de la razón, que es aquel que es pensable sin contradicción, es un mundo que no se ve a través de los sentidos, pero que en tanto inteligible se revela como el único mundo que puede ser real. Los planteamientos de Parménides tendrán una enorme repercusión en el mundo intelectual griego; no sólo en tanto que formará una escuela -la escuela eleática en la que destacará Meliso de Samos, pero sobre todo Zenón de Elea- sino en tanto que, con Heráclito de Éfeso, conformará un dilema intelectual que estará gravitando a lo largo de todo el pensamiento griego. Y así, a partir de Parménides, el intento filosófico va a estar en dar razón, en reconciliar, ambos dos mundos, el de la apariencia sensorial y el de la realidad racional.


Epicureísmo:
Sistema de filosofía basado sobre todo en las enseñanzas del filósofo griego Epicuro. La doctrina más conocida, pero asimismo más discutida por los modernos tratadistas del epicureísmo es que el placer constituye el bien supremo y la meta más importante de la vida. Se prefieren los placeres intelectuales a los sensuales, que tienden a perturbar la paz del espíritu. La verdadera felicidad, según enseñó Epicuro, consiste en la serenidad que resulta del dominio del miedo, es decir, de los dioses, de la muerte y de la vida futura. El fin último de toda la especulación epicúrea sobre la naturaleza es eliminar esos temores. La física epicúrea es atomista, en la tradición de los filósofos griegos Leucipo y Demócrito. Epicuro consideró que el universo era infinito y eterno y que consistía sólo en cuerpos y espacio. De los cuerpos, algunos son compuestos y otros son átomos, o indivisibles, elementos estables de los que están formados los compuestos. El mundo, tal y como es visto por el ojo humano, se nutre de las rotaciones, colisiones y agregaciones de esos átomos, que desde una perspectiva individual sólo poseen forma, tamaño y peso. En biología, Epicuro anticipó la doctrina moderna de la selección natural. Afirmó que las fuerzas naturales dan origen a organismos de diferentes clases y que sólo las clases capaces de superarse a sí mismas y reproducirse han sobrevivido. La psicología epicúrea es materialista en alto grado. Mantiene que las sensaciones son provocadas por un continuo flujo de imágenes o 'ídolos' abandonadas por los cuerpos e impresionadas en los sentidos. Considera que todas las sensaciones son fiables de una forma absoluta, el error surge cuando la sensación está interpretada de modo impropio. Cree que el alma está compuesta de pequeñas partículas distribuidas por todo el cuerpo. Epicuro enseñó que la disolución del cuerpo en la muerte conduce a la disolución del alma, que no puede existir fuera del cuerpo; y por ello no hay vida futura posible. Dado que la muerte significa la extinción total, no tiene sentido ni para los vivos ni para los muertos, porque 'cuando somos, la muerte no es, y cuando estamos muertos, no somos'. Las virtudes cardinales del sistema de ética epicúreo son la justicia, la honestidad y la prudencia, o el equilibrio entre el placer y el sufrimiento. Epicuro prefería la amistad al amor, por ser aquella menos intranquilizadora que éste. Su hedonismo personal mostró que sólo a través del dominio de sí mismo, la moderación y el desapego puede uno alcanzar el tipo de tranquilidad que constituye la felicidad verdadera. A pesar de su materialismo, Epicuro creía en la libertad de la voluntad. Sugirió que incluso los átomos son libres y se mueven de cuando en cuando con total espontaneidad; su idea se asemeja al principio de incertidumbre de la mecánica cuántica. Epicuro no negó la existencia de dioses, pero mantuvo con fuerza que como 'seres felices e imperecederos' podían no tener nada que ver con los asuntos humanos, aunque gozaran contemplando la vida de los buenos mortales. La verdadera religión descansa en una contemplación similar por parte de los humanos de las vidas ideales de los dioses elevados e invisibles. Las enseñanzas de Epicuro fueron establecidas con tanta firmeza y veneradas de tal modo por sus seguidores, que sus doctrinas, a diferencia de las del estoicismo, su principal rival filosófico, permanecieron intactas como una tradición viva. Sin embargo, el epicureísmo cayó en descrédito en gran parte debido a la confusión, que aún persiste, entre sus principios y los del hedonismo sensual proclamado con anterioridad por los cirenaicos. A pesar de todo, la filosofía epicúrea tuvo muchos discípulos distinguidos: entre los griegos el gramático Apolodoro y entre los romanos el poeta Horacio, el estadista Plinio el Joven y sobre todo el poeta Lucrecio. El poema De rerum natura (De la naturaleza de las cosas) de Lucrecio es la principal fuente de conocimiento del epicureísmo. Desapareció como escuela a principios del siglo IV d.C. Fue reactivada en el siglo XVII por el filósofo francés Pierre Gassendi. Desde entonces, el epicureísmo ha atraído a numerosos seguidores y se considera una de las escuelas de filosofía y ética más influyentes de todos los tiempos.


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