Astronáutica             

 

Astronáutica:
El origen de la carrera espacial entre EE.UU. y la URSS se suele situar el 4 de octubre de 1957, cuando el país comunista lanzó con éxito a la órbita terrestre el satélite artificial Sputnik 1, lo que provocó una oleada de pánico, vergüenza e indignación en la opinión pública norteamericana. Pero Von Braun ya había imaginado esta situación en 1952, fecha en la que escribió el citado artículo, y sabía que la rivalidad entre las dos principales potencias mundiales podría proporcionarle los fondos necesarios para realizar el sueño de su vida: construir un cohete que llegara a la Luna y, después, a los planetas. Los satélites artificiales eran sólo la punta de un iceberg que obligaría a la humanidad a plantearse cuestiones fundamentales sobre sí misma y su papel en el universo. Desde que, gracias a Von Braun y otros visionarios, el público comenzó a contemplar los viajes espaciales como una posibilidad real, y hasta que el comandante Gene Cernan se convirtió en el último hombre en pisar la Luna, en diciembre de 1972, la humanidad vivió dos décadas con la mirada puesta en los astros. Algunos -diez pilotos militares, un ingeniero aeronáutico y un geólogo, todos ellos norteamericanos- pusieron también sus pies sobre el satélite natural terrestre. Antes incluso de Von Braun, otros habían sentado las bases para ello.


Tsiolkovsky:
Uno de los primeros científicos en considerar desde un punto de vista técnico la posibilidad de visitar otros mundos fue el físico ruso Konstantin Tsiolkovsky, que en 1903 publicó una obra titulada La exploración del espacio cósmico por medio de los motores a reacción. Este investigador, quien después sería considerado un héroe en la Rusia de los soviets, adelantó la idea fundamental de la astronáutica, de acuerdo con la cual los motores a reacción pueden mover vehículos en el vacío interplanetario. Además, ideó los cohetes segmentados en varias etapas y propuso el empleo de combustible líquido, dos ideas que harían fortuna y aún se emplean en la actualidad. El cráter Tsiolkovsky, descubierto en los años 60 por la Unión Soviética, y llamado así en su honor, es uno de los lugares más interesantes del satélite desde el punto de vista científico. De hecho, Jack Schmitt, el único geólogo que ha viajado a nuestro satélite, quiso que su misión se dirigiera allí, pero la sugerencia se desechó de inmediato por encontrarse en el lado oscuro de la Luna y quedar fuera del rango de comunicación con la Tierra.


Combustible líquido y motor a reacción:
Al mismo tiempo que su colega ruso Tsiolkovsky, pero desde la otra punta del globo, el científico, ingeniero, periodista y diplomático peruano Pedro Paulet también soñaba con que la humanidad podría navegar algún día por el cosmos, y creó algunos de los ingenios necesarios para que así ocurriera. Desde muy joven empezó a experimentar con cohetes y tuvo muy claro que el principio de acción-reacción, una de las leyes del movimiento enunciadas por Newton, podría llevar a estos vehículos hasta alturas insospechadas. "No se trata de atraer el aire, sino de empujarlo", decía. Paulet fue el inventor de los motores con combustible líquido, en 1895, y del motor a reacción, dos años después. Como no tardaría en intuir Tsiolkovsky, estos serían dos elementos fundamentales en la conquista del espacio interplanetario. De hecho, y aunque su obra sea mucho menos conocida fuera de su país, Paulet también supo ver estas posibilidades e incluso llegó a construir un prototipo de nave espacial. Según reconocería después el propio Von Braun, "con su esfuerzo, Paulet ayudó a que el hombre abordara la Luna".

Goddard:
Las teorías de Tsiolkovsky y Paulet fueron confirmadas por el físico estadounidense Robert Goddard, quien logró lanzar por primera vez un cohete de combustible líquido el 16 de marzo de 1926 desde la granja de coles de su tía Effie en Auburn, en Massachusetts. En realidad, el vuelo duró dos segundos y medio, y el cohete, de apenas tres metros de longitud, recorrió 56 metros antes de caer al suelo, alcanzando una altura máxima de 12,5 metros. Lo suficiente, en cualquier caso, para que sus ideas quedaran demostradas. Durante veinte años, los experimentos de Goddard habían fallado, para mofa de sus colegas e incluso de The New York Times, que en 1920 publicó un editorial ridiculizando su previsión de que algún día los cohetes podrían llegar a la Luna. El prestigioso periódico lo acusaba, entre otras cosas, de ignorar lo que cualquier alumno de instituto estudiaba en aquellos días: sin una atmósfera que ofreciera resistencia, los motores de propulsión no podrían volar. Sin embargo, Goddard había hecho experimentos en cámaras de vacío, y sabía que un vehículo podía propulsarse mediante este sistema aunque los gases expulsados por la tobera no tuvieran aire sobre el que apoyarse. Aquel día de 1926 probó, además, que los combustibles líquidos servían para lanzar cohetes, lo que aumentaba enormemente sus posibilidades. Pese a sus éxitos, el científico aún tenía miedo de los comentarios de la prensa y continuó en secreto con sus experimentos. En 1929, uno de sus lanzamientos causó tal estruendo que los vecinos llamaron a la Policía creyendo que se había estrellado un avión. Al día siguiente, un periódico local abrió su portada con la siguiente mofa: "Cohete lunar falla su blanco por 238.799 millas y media". Goddard, obsesionado con el espacio desde los dieciséis años, cuando había leído 'La guerra de los mundos' de H. G. Wells, no sólo no se desanimó, sino que su supuesto fracaso llamó la atención de Charles Lindbergh, héroe nacional estadounidense y primer aviador en cruzar el océano atlántico. Lindbergh quedó impresionado por sus proyectos y logró que la familia Guggenheim le ofreciera 100.000 dólares para financiar sus experimentos. Huyendo de los curiosos y de la prensa, Goddard se mudó al desierto de Roswell, Nuevo México, en 1930. Desde entonces, este apartado y tranquilo lugar quedaría ligado para siempre a la tecnología punta y la exploración espacial. O, más bien, a los aspectos más oscuros de ambas: albergó al escuadrón formado para lanzar la bomba atómica durante la Segunda Guerra Mundial y, en 1947, un extraño incidente lo convertiría en la capital mundial del fenómeno ovni. Allí, los cohetes de Goddard fueron ganando tamaño y prestaciones, hasta traspasar la barrera del sonido. Al igual que Paulet y Tsiolkovsky, Goddard no vivió para ver astronautas surcando el espacio, ni mucho menos caminando sobre la Luna, pero los periodistas de The New York Times se acordaron de él el día 17 de julio de 1969, tras el despegue de la misión Apolo 11. Después de resumir el editorial despectivo que le habían dedicado a Goddard sus antecesores, los editores del diario reconocían que "posteriores investigaciones y experimentos han confirmado los descubrimientos de Isaac Newton del siglo XVII y ahora está definitivamente establecido que un cohete puede funcionar en el vacío tanto como en la atmósfera. El 'Times' lamenta su error". Goddard da nombre en la actualidad a un centro espacial de la NASA y fue elegido uno de los cien personajes más importantes del siglo XX por la revista Time, en una lista que encabezaba otro científico pionero a quien muchos trataron también de ignorar en un principio: Albert Einstein. (Angel Díaz)


Reutilización en SpaceX:
Los lanzamientos de SpaceX se han vuelto extremadamente rutinarios. El martes por la noche, SpaceX lanzó su 42º cohete del año, poniendo en órbita otra serie de satélites Starlink. Lo más probable es que ni siquiera te hayas dado cuenta. De todos modos, las cifras acumuladas son alucinantes. SpaceX ahora lanza a un ritmo de una misión cada 2,7 días este año. Consideremos que, desde mediados de la década de 1980 hasta la década de 2010, el récord del número total de lanzamientos en todo el mundo en un año determinado fue de 129. Sólo este año, SpaceX va camino de realizar entre 130 y 140 lanzamientos en total. Pero en la misión del martes por la noche, hubo un número singular que se destacó: 300. La familia Falcon, que incluye los propulsores Falcon 9 y Falcon Heavy, registró su aterrizaje exitoso número 300 en la primera etapa. Reciclando muchos cohetes Son muchos aterrizajes de refuerzo y, significativamente, todos ocurrieron en menos de una década. SpaceX no logró aterrizar con éxito su primer propulsor Falcon 9 hasta el vigésimo vuelo total del cohete. Esto sucedió con la misión ORBCOMM-2 el 22 de diciembre de 2015, cuando el propulsor de la primera etapa regresó a una plataforma cerca del sitio de lanzamiento. El primer aterrizaje de un barco con drones se produjo poco más de cuatro meses después. Entonces, durante la vida de la flota, SpaceX ha aterrizado alrededor del 85 por ciento de los cohetes Falcon que ha lanzado. Hoy en día, más del 90 por ciento de todas sus misiones se lanzan con propulsores volados anteriormente. Así que el reciclaje de cohetes es una realidad. Hay un par de otras formas de ver el significado del número 300. La primera es en los materiales ahorrados. El aterrizaje de 300 cohetes significa que SpaceX ha conservado 2.700 motores de cohetes Merlin. En números redondos, la masa seca de la primera etapa del Falcon 9 es de unas 50 toneladas métricas, por lo que el aterrizaje de todos estos cohetes ha evitado que 15.000 toneladas métricas de metal y otros materiales sean vertidas a los océanos: el equivalente, en masa, de alrededor de 100 viviendas residenciales. Sólo un puñado de cohetes se han lanzado más de 300 veces y todos son rusos. A lo largo de los años se han lanzado varias variantes diferentes de Soyuz, siendo la Soyuz-U la campeona de todos los tiempos con 786 lanzamientos, seguida por el propulsor Kosmos-3M con 445 lanzamientos y el propulsor Proton-K con 211 lanzamientos. Entre los cohetes activos, realmente no hay competidores después del Falcon 9. El propulsor ruso Proton-M, que está a punto de retirarse, tiene 115 lanzamientos, el cohete Atlas V de fabricación estadounidense tiene 99 lanzamientos y el cohete chino Long March 2D tiene 89. lanzamientos. Un divertido juego de salón es adivinar si el cohete Falcon 9 tiene posibilidades de desbancar al propulsor Soyuz como el cohete más volado de todos los tiempos. En todas sus variantes y desde su debut en 1966, el cohete Soyuz se ha lanzado más de 1.700 veces. Casi seis décadas después, esto todavía continúa, y es probable que la Soyuz continúe realizando una docena de misiones por año durante gran parte del resto de esta década, si no más. Aunque el programa espacial ruso habla repetidamente de reemplazar la Soyuz con una línea más nueva de cohetes, dichos propulsores siguen firmemente en la mesa de dibujo. En cuanto al cohete Falcon 9, en todas sus variantes, el propulsor se ha lanzado casi 350 veces. A este ritmo, se podría esperar que supere a la Soyuz a mediados de la década de 2030. Por supuesto, el cohete Falcon 9 no continuará a este ritmo. En algún momento del próximo año o dos, el cohete Starship de SpaceX, significativamente más grande, comenzará a lanzar satélites Starlink. Eso eliminará parte de la demanda del Falcon 9, aunque es probable que el propulsor más pequeño continúe volando en el futuro previsible, probablemente al menos hasta la década de 2030. (arstechnica.com, 240/04/2024)


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