Psique
1. Las inocentadas de las hermandades se basan en el principio de la disonancia cognitiva. Los investigadores han descubierto que cuanto más
humillante es el ritual de iniciación, más probable resulta que un número mayor de sus miembros diga que les gusta formar parte de ese grupo. Los psicólogos sociales denominan este comportamiento como el paradigma del esfuerzo-justificación.
2. Los economistas atribuyen los remordimientos del comprador a la disonancia cognitiva.
3. Festinger también descubrió que si se paga a alguien para que mienta no llega a creerse la mentira. Pero si se presenta voluntario para mentir de forma gratuita a menudo se cree lo que está diciendo. Si mienten sin la justificación de que lo hacen porque se les paga, experimentan disonancia cognitiva. Por lo tanto intentan creerse lo que están diciendo.
Fenomenología:
El problema cuerpo/mente:
La identidad personal:
Los ritmos circadianos:
Mente y cerebro:
Disonancia cognitiva:
En 1957, León Festinger, un psicólogo social de la Universidad de Stanford, publicó La teoría de la disonancia cognitiva, uno de los documentos más influyentes que se hayan escrito jamás sobre el comportamiento humano. La teoría que recoge es bastante sencilla: todos tenemos una serie de creencias, ideas y pensamientos a los que los científicos denominan cogniciones. En su mayoría, nuestras cogniciones no están relacionadas las unas con las otras. Por ejemplo, el amor por la ópera no tiene nada que ver con saber quién fue elegido presidente en 1980. Sin embargo, cuando nuestros pensamientos o acciones están relacionados entre sí, sentimos una imperante necesidad de que sean consistentes. Las contradicciones aparecen en un estado de disonancia que la mente no puede tolerar. La cognición o comportamiento que provoca el conflicto debe alterarse para que el cerebro vuelva a recuperar su estado de equilibrio. Como es más sencillo cambiar los
pensamientos que los comportamientos, lo más probable es que acabemos cambiando de idea.
Festinger puso el ejemplo del tabaco. Un hombre que fuma experimenta disonancia cognitiva cuando oye hablar sobre los posibles problemas de salud que conlleva su hábito. Una solución es dejar de fumar. Sin embargo, como ese comportamiento es difícil de cambiar, lo más probable es que el fumador acabe modificando su idea sobre el tabaco para reducir el estrés que le produce la disonancia. Así, es presumible que opte por centrarse en la parte positiva del tabaco para la salud, como la reducción del estrés o la pérdida de peso. Puede que se diga a sí mismo: «Si dejo de fumar voy a engordar y eso también es malo para mi salud». De igual modo, puede acabar comparando los peligros del tabaco con otros riesgos como el de sufrir un accidente de tráfico. El fumador se dirá: «Si la gente coge el coche todos los días sin vacilar, ¿por qué debería preocuparme yo por encender un cigarrillo?». Gracias a este tipo de razonamientos la gente puede hacer que su comportamiento sea coherente con sus creencias, reduciendo así la disonancia cognitiva.

La fenomenología es una escuela filosófica fundada por el alemán Edmund Husserl (1859-1938), que deseaba explorar las experiencias
conscientes del ser humano, haciendo caso omiso de lo que existe más allá de ellas, si es que existe algo. En su opinión, la fenomenología era un intento de describir nuestras experiencias conscientes de un modo sistemático, y debía ser la base de la filosofía.
Uno de los objetivos principales de Husserl fue estudiar la intencionalidad de la experiencia o, dicho de otro modo, el hecho de que las
experiencias tratan sobre otras cosas distintas de ellas mismas. Por ejemplo, si alguien es perseguido por un león, la experiencia en cuestión trata sobre un león, con independencia de que la persona esté teniendo una pesadilla o de que realmente lo esté persiguiendo un león. Por el contrario, la mayoría de las cosas que no son experiencias —por ejemplo, las mesas, las piedras o los leones— no tratan de ninguna otra cosa más que de ellas mismas. Husserl hizo de la intencionalidad de las experiencias la piedra angular de la fenomenología.
El pensador creía que el fin de la fenomenología no era simplemente obtener una descripción detallada de una experiencia en concreto, sino definir las estructuras e interrelaciones necesarias entre los distintos tipos de experiencias conscientes. Así, la fenomenología difiere de la psicología en que ésta, según Husserl, se limita a describir cómo pensamos.
Muchos filósofos posteriores estuvieron considerablemente influidos por la fenomenología. Por ejemplo, un estudiante de Husserl, Martin Heidegger (1889-1976), incluyó muchos de sus conceptos en su filosofía. Los franceses Jean-Paul Sartre (1905-1980) y Maurice Merleau-Ponty (1908-1961) también se vieron influidos por esta corriente. 1. La fenomenología desempeñó un papel importante en el desarrollo del existencialismo a través de la influencia que ejerció en Heidegger y Sartre.
2. «Noesis» es el término que Husserl utilizaba para denominar una experiencia consciente que se dirige de forma intencionada a un objeto. Por su parte, al contenido del acto lo llamó «noema».
3. El término «fenomenología» procede de la palabra griega phainomenon, de phaino, «aparecer». En la filosofía contemporánea, este
término suele utilizarse para describir una experiencia o el modo en que se siente algo.

Si nos golpeamos con algo en el dedo del pie, sentimos dolor. Si
golpeamos el pie contra un objeto, estamos ante un estímulo físico que hace
que los nervios disparen cierto comportamiento y envíen una señal al
cerebro. Pero ¿qué es exactamente el dolor que sentimos?
Los filósofos se plantean esencialmente dos preguntas sobre la relación
entre los estados de nuestro cuerpo (como golpearnos un dedo del pie) y los
estados de nuestra mente (por ejemplo, sentir dolor). La primera: ¿acaso los
estados mentales son idénticos a los estados físicos? ¿El dolor es sólo una
alarma que salta en las neuronas del cerebro? Si es así, entonces deduciríamos
que la mente no es ni más ni menos que el cerebro. Sin embargo, si el dolor es
algo más que neuronas en alerta, entonces cabe pensar que la mente es algo
más, algo que tenemos además del cuerpo y el cerebro. Esta posición filosófica
es conocida como dualismo.
La segunda pregunta es: si la mente es algo diferente del cerebro, ¿cómo
es que los acontecimientos que tienen lugar en el cuerpo, especialmente
aquellos que suceden en el cerebro, tienen consecuencias en la mente, y
viceversa? Después de todo si la mente no es lo mismo que el cerebro y que el
resto del cuerpo, podríamos decir que es inmaterial, es decir, que no está hecha
de materia. Por lo tanto, ¿cómo interactúa con la materia que componen el
cerebro y el cuerpo? Algunos filósofos defienden que la mente y el cuerpo
pueden interactuar de la misma manera que la materia lo hace entre sí. Otros
filósofos, denominados epifenomenalistas, creen que el cuerpo puede influir en
la mente, pero que la mente no puede tener ningún efecto sobre el cuerpo.
El problema cuerpo/mente sigue siendo un debate vivo en el seno de la
filosofía porque plantea cuestiones sobre psicología y neurociencia. Además,
también presenta obstáculos importantes a los trabajos dedica-dos al desarrollo
de la inteligencia artificial. Podemos llegar a crear un cerebro con un ordenador,
pero ¿podremos crear una mente?
1. Descartes era un dualista substancial. Defendía que la mente y el
cuerpo eran elementos independientes y que podían existir el uno sin el otro.
2. Experimento de reflexión: es posible que alguien tenga un cerebro
exactamente igual al suyo, con todas las neuronas reaccionando exactamente de
la misma manera, pero ¿hay alguien que no experimente ni sienta nada? Si cree
que un zombi así es posible, entonces cree en el dualismo.
3. Descartes pensaba que la mente y el cuerpo podían interactuar, y creía
saber dónde se producía esa interacción: en una zona del cerebro conocida
como glándula pineal o epífisis.

Intente recordar cómo era de niño. A pesar de un número nada
desdeñable de diferencias cualitativas (ahora usted es mayor, más grande y
presumiblemente más sabio), sigue siendo el mismo individuo que entonces.
Su yo infantil y su yo adulto son la misma persona. El problema que presenta
la identidad personal es: ¿bajo qué condiciones un individuo es la misma
persona en un momento determinado y sigue siéndolo en otro momento
dado? En otras palabras, ¿qué tipo de cambios puede sufrir una persona sin
dejar de ser la misma?
Una de las respuestas posibles es que una persona no es más que un
organismo humano y, por tanto, siempre que siga siendo el mismo organismo
humano seguirá siendo la misma persona. Pero imaginemos lo siguiente: un
científico le propone extirparle el cerebro para colocarlo dentro de su cabeza. Al
mismo tiempo, colocará su propio cerebro dentro de su cabeza. Luego, uno de
los dos será torturado. Antes de iniciar la operación le dan a elegir: basándose
únicamente en su propio interés, ¿a quién prefiere que torturen? ¿A la persona
que tiene su cuerpo pero el cerebro del científico (A) o bien a aquella que tiene
el cuerpo del científico con su cerebro (B)?
Si usted cree que no es más que un organismo, tras esta operación
considerará que sigue siendo el individuo A. Después de todo, el cerebro no es
más que un órgano y un organismo no deja de existir por sufrir un.» trasplante
de órganos. Sin embargo, si elige que torturen al individuo B, está asumiendo
implícitamente que no es un organismo y que su identidad viene determinada
de alguna otra forma.
La importancia de este experimento tiene doble filo. En primer lugar,
muestra que la naturaleza de la identidad a lo largo del tiempo no está clara. En
un principio nos inclinamos a asumir que no somos más que un organismo,
pero al imaginarnos el experimento nos empezamos a cuestionar esta asunción.
En segundo lugar, el tema de la identidad personal está estrechamente ligado al
del propio ser. ¿Qué es lo que nos preocupa exactamente cuando decimos que no estamos actuando en nuestro propio interés? El experimento anterior sugiere que el propio interés está más relacionado con nuestra preocupación por nuestras experiencias y recuerdos que por nuestros cuerpos.
1. Según John Locke, la persona A y la persona B son idénticas ya que
están conectadas desde un punto de vista psicológico y, lo que es más
importante, por la memoria.
2. Imagínese que le desintegra un teletransportador y luego envía
información en forma de rayos de luz a una estación espacial situada en Marte
donde construyen una persona idéntica a usted desde un punto de vista
cualitativo. ¿Utilizaría este método como medio de transporte a larga distancia?
¿La persona que surge en Marte es la misma que la persona de la Tierra?
3. ¿Qué pasaría si el teletransportador creara dos duplicados en lugar de
uno? ¿Sobreviviría usted en ese caso? ¿Cuál de ellos sería usted? ¿Es por lo
tanto mejor que sean dos o sólo una persona las que están conectadas a usted de
esta manera?

Todas las criaturas vivas tienen un reloj interno que controla la
consciencia y el sueño, el metabolismo, el latido del corazón, la presión y la
temperatura corporal. El patrón de nuestras funciones biológicas diarias está
establecido por un ritmo circadiano, un ciclo de 24 horas. Si interrumpimos
nuestro tempo interno incluso durante unas pocas horas, sentimos los efectos
de forma inmediata. Durante los viajes largos en avión a menudo se sienten
golpes de calor, dolores de estómago, de cabeza, malestar, irritabilidad e
incrementos repentinos de energía seguidos de fatiga. El jet lag no tiene nada
que ver con los aviones, sino que es el resultado de alterar el ritmo natural
del cuerpo.
En los mamíferos, el reloj interno se encuentra situado en el núcleo
supraquiasmático (SCN, en sus siglas en inglés), un grupo de neuronas del
hipotálamo (una parte del cerebro que regula la temperatura del cuerpo, los
fluidos y electrolitos, el hambre y la producción de hormonas). El SCN está
conectado con la retina del ojo, donde adquiere información sobre la luz. Si
fuera está oscuro, el SCN le pide al cuerpo que segregue melatonina, una
hormona que da sueño al cuerpo. Si hay luz en el exterior, inhibe la producción
de melatonina. Pero el cerebro tarda en ajustarse a los entornos nuevos. Aunque
puede gestionar los cambios graduales de las estaciones, fío ha evolucionado
como para viajar por distintas zonas horarias. De ahí el jet lag.
En invierno, el SCN responde ante el incremento de las horas de
oscuridad produciendo melatonina en dos fases; una al inicio de la noche y otra
al final de ésta. Eso hace que buen número de personas se despierten en plena
noche durante el invierno, aunque rara vez sientan la necesidad de salir de la
cama. El efecto explica que a mucha gente le cueste más dormir de un tirón en
invierno. Quizá ésta sea la forma que tiene la naturaleza de mantenernos bajo el
edredón durante más tiempo cuando hace frío.
Si una enfermedad o un accidente destruye el SCN, el ser humano deja
de tener ciclos sueño/consciencia completos. Sin embargo, si el SCN no se
altera el cuerpo sigue funcionando a su ritmo incluso aunque no haya luz.
Tanto los animales como los humanos siguen durmiendo y despertándose en
bloques temporales sin interrupción, pero el cuerpo establece entonces ciclos de
25 horas. Esto indica a los científicos que el SCN no depende en su totalidad de
la información que le llega del exterior para marcar su ritmo.
1. El término «circadiano» viene del latín y significa «en torno a un día».
2. Dormimos mejor cuando la temperatura de nuestro cuerpo es más
baja, en las primeras horas de la mañana. Nuestra temperatura empieza a
incrementarse entre las seis y las ocho de la mañana.
3. La tolerancia del cuerpo al dolor y al esfuerzo alcanza su pico más alto
durante la tarde.
4. Los ataques al corazón tienen más probabilidades de producirse
durante la mañana.