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Pat Metheny Group (2002):

Hay músicos que por la expresión de su rostro, los gestos que realizan y las convulsiones que sufren mientras tocan, no se sabe si están padeciendo o disfrutando… pero tanto si es una cosa como la otra, o las dos, para los que son (o hemos sido) músicos, ver el sufrimiento de un instrumentista mientras interpreta temas de dificilísima ejecución, y comprobar que sale airoso gracias a la técnica que posee, produce un inmenso placer. Dicho así suena a un ejercicio de sadismo, pero créeme… no se trata de eso, no. Es que vivir esa experiencia, en directo, lo que hace es constatar la naturaleza humana de ese artista. Quiero decir, que si fuese un dios no tendría mérito… pero que alguien de carne y hueso lo logre, significa que ha elegido el camino del sacrificio y ha conseguido lo que poquísimos mortales logramos. Y eso es algo que lo disfruta él… y también nosotros. Si además de todo esto dicho artista crea una música que llega a cualquier persona con sensibilidad, independientemente de lo que he comentado como músico, quiere decir que nos encontramos ante alguien casi divino. Y todo esto es aplicable a Pat Metheny, una de las grandes figuras del jazz/ jazz-fussion o jazz progresivo, como quieras (que yo no me decido). 

¡Qué gozada verle retorcerse mientras realiza esas escalas endiabladas, a esas velocidades, y las completa con limpieza y magistralmente!… Y no porque, muy de vez en cuando, una nota se le enredara o casi casi no llegara a tiempo… ¡Todo lo contrario! Es que el tío es humano… a ratos, y eso es una sensación (perdona la expresión) orgásmica. 

 Pues bien. El lunes día 1 de julio, en el Cuartel del Conde Duque, este genio de la guitarra presentó su nuevo trabajo “SPEAKING OF NOW”, dentro de una gira mundial junto a su grupo, fundado en 1977. ¡Y qué presentación! Digna de un músico que lleva más de veinte años publicando un álbum tras otro y constatando, en cada uno de sus trabajos, una faceta nueva en una carrera con una energía creativa impresionante. Eso sí, sin perder su integridad musical… asequible a todos los oyentes. 

De la actuación propiamente, nada nuevo que decir. Es decir: un sonido impecable, en donde cada instrumento está constantemente en el plano y al nivel que requieren las distintas intensidades de los temas, un planteamiento certero y un “tempo” de concierto (permíteme la expresión) perfecto. Nada de montaje escénico para impresionar, juego de luces delicado y con gusto… y todo enfocado al disfrute de la música, que es lo que importa… que no hay necesidad de engrandecer a los intérpretes, más allá de la propia grandeza que poseen como instrumentistas. Porque otro dato que a mí me resulta curioso, por así decirlo, es el hecho de que Pat Metheny (como ocurre con otros musicazos) se rodea de colaboradores que no están, exclusivamente, para hacernos ver lo bien que toca el muchacho, no. Parece al contrario, a veces… como que se lo ponen difícil (y es que hay que ver el nivel de los que le acompañaban) para que si se luce sea, realmente, porque se lo gana a pulso, porque él será quien lleva las riendas del concierto, pero ojo… que los acompañantes, más que nadie, están para que el maestro demuestre que si lo es, es por algo. 

Así Lyle Mays, habitual en los teclados y piano acústico de esta formación, exquisito… y cuando se “le dejaba” rienda suelta, virtuoso. Steve Rodby, bajo acústico que prácticamente siempre ha acompañado a este músico, sencillamente genial. ¡Y qué decir de Antonio Sánchez, el batería! Un prodigio de ritmos… que se salía, como se dice; vamos que si le dejan se come a todos. ¡Pero y Cuong Vu! Un trompetista que, aparte de tocar los teclados, la guitarra y hacer unas voces increíbles, tenía una delicadeza y una concepción musical del jazz fuera de lo normal. Y, por último, el percusionista camerunés Richard Bona que, aparte de cantar como los ángeles, embellecía la textura musical del grupo magistralmente con sus toques. 

Pero por si no has escuchado nada, o poco, de Pat Metheny… no vayas a pensar que estás ante una formación clásica de jazz, en el sentido riguroso del término. Ni mucho menos. Verás. Yo no soy un enamorado de ese estilo de música porque he sido formado en los esquemas del rock (en general) y, con el corazón en la mano, el jazz se me escapa al no tener el nivel musical y la sensibilidad suficiente como para apreciar su verdadera magnitud, pero sin embargo sí que puedo degustar y disfrutar de la música que tan magistralmente ha creado Metheny y que, a los profanos como yo, nos acerca al jazz de calidad.

Claro, alguno podrá decir que eso es un sucedáneo. Pero si se trata de valorar la labor de cada uno, por lo que hace, a Pat Metheny hay que reconocerle el mérito de haber acercado ambos conceptos musicales sin que ni uno ni el otro se vean adulterados, porque es de esos artistas que está por encima de clichés. Es decir su técnica como instrumentista, su capacidad de romper fronteras en sus creaciones, le permite sobrevolar ambos territorios y tener una visión más global que otros que se mueven a ras del suelo, sin quitar mérito a los de a pie. Y esto da como resultado una música que se mueve desde el jazz más depurado hasta el rock más ambicioso… sin cansar a nadie, deleitando a los más exigentes y enseñando  a unos y a otros la tremenda riqueza que ofrece abrirse a las posibilidades que ambos estilo ofrecen. De hecho durante el concierto la versatilidad del grupo y los temas era realmente pasmosa. Lo mismo se quedaba el contrabajo, la batería y el piano conformando un perfecto trío de jazz y, de repente, la guitarra transformaba aquella formación en un grupo de rock virtuoso, que el bajista y el percusionista realizaban un pasaje prodigioso que desembocaba en cuarteto formado por el trompeta, la batería, la percusión y los teclados, o que de toda la fuerza del grupo al completo se llegaba, sutilmente, a frágiles pasajes en los que cada músico demostraba su delicadeza… para acabar, nuevamente creciendo hasta un final del tema grandioso.  

Y toda esa capacidad de transformación perfectamente acoplada a los requerimientos estructurales y armónicos de la composición, que en ningún momento resultaba deshilachada. En otras palabras, y perdona si me he expresado de manera abstracta, que mientras que en las formaciones de jazz parece que (o es lo que yo, en mi ignorancia percibo) el tema es sometido al “capricho” de los músicos, aquí eran los instrumentistas los que se acoplaban a los caprichos del tema. No sé si me explico, pero no se trata de hacer una tesis musical, menos yo, y lo que he dicho es siempre, siempre, con la pretensión de que aquellos que no han escuchado a Pat Metheny, puedan hacerse una idea de lo que este prodigiosos músico ofrece. 

Pero, y como siempre digo… nada como atreverse a disfrutar de un concierto de estas características, que es donde realmente se aprende y se aprecia la genialidad de un artista que, por encima de etiquetas, busca la música más allá… y la encuentra. 

cuantoyporquetanto.com

 

 

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