Grecia: Piratas y secuestros:
Los proxenetas [...] pueden procurarse su "mercancía" de los traficantes de esclavos, cuyos principales proveedores son los piratas. En efecto, desde tiempos inmemoriales y hasta el Siglo I a.C., las islas y costas del Mediterráneo son sistemáticamente saqueadas por "sociedades" organizadas de piratas que roban hombres, mujeres y niños para los que siempre hay demanda en los mercados de esclavos. Los niños o adolescentes de ambos sexos, evidentemente, son la presa favorita de estas bandas armadas. Esta forma de piratería se remonta muy atrás en el tiempo: en la Odisea, una sidonia, hija de un rico propietario, cuenta que fue raptada por piratas y vendida como esclava en la isla de Syros. Corrompida por piratas fenicios, a su vez ella rapta al niño confiado a sus cuidados y se embarca con él para volver a su país natal. El niño en cuestión es Eumeo, quien después de numerosas desventuras es comprado por el padre de Ulises y pasa a ser su porquerizo. Esta vieja tradición de la piratería también es atestiguada por Tucídides, quien escribe a propósito de los primeros griegos:

    "Los griegos de antaño y los bárbaros que estaban instalados en las costas del continente o en las islas, cuando empezó a mantenerse una relación por mar, se entregaron a la piratería. Sus jefes eran hombres audaces que buscaban ganancias para ellos y alimento para los débiles. Atacaban ciudades sin fortificación, o aldeas, y practicaban el saqueo y la toma de prisioneros, de quienes obtenían sus medios de vida. Esta actividad en aquel entonces no era considerada deshonrosa, sino que más bien daba gloria." (Tucídides, I, 5.)

Actividad de subsistencia en su origen, y ligada a un código de honor en vigor quizás en la Edad Media griega, la piratería en la época clásica se reduce a una actividad lucrativa en manos de verdaderas organizaciones, cuyos cuarteles generales se sitúan en puntos estratégicos del Mediterráneo, el Bosforo, el Quersoneso de Tracia, o, en el otro extremo de la cuenca mediterránea, en las islas de Hyéres. Es tradicional atribuir a estos piratas la nacionalidad samia o etolia; en la época romana, del mismo modo, todos los piratas serán "ilirios", y, en el Siglo XIX, albaneses. Se trata evidentemente de simples nombres genéricos, y ni samios ni etolios detentaban el monopolio de la piratería. Simplemente, estos pueblos se entregaron, en épocas muy antiguas, a expediciones sobre territorios ajenos, y su nacionalidad quedó durante siglos como sinónimo de piratería. En tanto las ciudades griegas no tienen flotas suficientes para proteger sus costas contra las incursiones de los piratas, estos realizan con toda impunidad sus actividades. Algunos atacan desde tierra firme los barcos anclados en un puerto o rada natural, como hicieron los bandoleros egipcios sobre las alturas que dominan las desembocadura del Nilo:

    "El día empezaba a sonreír y el sol iluminaba la cresta de las montañas. Hombres armados como piratas aparecieron en lo alto de las colinas que dominaban la desembocadura del Nilo llamada 'boca de Heracles'. Se detuvieron un instante y recorrieron con la vista el mar a sus pies. Después de haber comprobado que las aguas no mostraban ningún barco susceptible de ser saqueado, llevaron sus miradas a la costa cercana."(Heliodoro, Etiópicas, I, 1.)

Con mucha más frecuencia, los piratas lanzan sus expediciones por mar sobre las costas, donde raptan a los individuos aislados o desarmados que encuentran. Una inscripción de la isla de Amorgos [...] informa en detalle de los episodios de una expedición de este tipo que, gracias al valor de dos jóvenes, tuvo un final feliz para las víctimas:

    "Los piratas atacaron la región durante la noche y se apoderaron de muchachas, de mujeres y de cierta cantidad de personas libres o esclavas, en total más de treinta personas; destruyeron los barcos anclados en el puerto y no conservaron más que el barco de Dorios, sobre el que partieron llevándose las víctimas y los bienes de los que se habían apoderado. "Después de estos acontecimientos, los hijos de Hegesístratos, Hegesipo y Antipappos, que formaban parte de los prisioneros, persuadieron a uno de los piratas, Socleidas, de que liberara a los prisioneros de nacimiento libre y a algunos de los libertos y esclavos. Propusieron servir de rehenes a cambio de estos prisioneros, haciendo una cuestión de honor impedir que ciudadanos y ciudadanas se vieran expuestos a ser vendidos como esclavos y vivieran en la miseria y el sufrimiento. Evitaron que desapareciera un solo ciudadano, y, gracias a ellos, los prisioneros fueron liberados sanos y salvos." (Inscripción de la Isla de Amorgos, una de las Cícladas)

El acto de valor de Hegesipo y de Antipappos, que se ofrecen como rehenes, es excepcional: con mucha más frecuencia, las víctimas terminan en los mercados de esclavos del Mediterráneo. Sólo algún acto de generosidad individual puede evitar que terminen su existencia en las peores condiciones. Dos mujeres de Teángela, ciudad de Caria cerca de Halicarnaso, en el Asia Menor, son capturadas con sus hijos por piratas y vendidas en el gran mercado de esclavos de Délos. Gracias a la generosidad de un habitante de Délos que las compra y las trata como mujeres libres, no conocen la esclavitud y sus hijos reciben la misma educación que los niños libres. Del mismo modo un trezeniano, Cármades, es salvado de la esclavitud por un generoso teangeliano, Arístides:

    "El teangeliano Arístides, hijo de Neón... al enterarse de que el trezeniano Cármades, hecho prisionero por etolios, se encontraba en la región, se mostró especialmente generoso a causa de la nobleza de sus sentimientos: después de haber comprado a título privado a Cármades, lo alojó y lo alimentó durante cierto tiempo, para después enviarlo a su costa de regreso. ¡Que los dioses lo protejan!". (Inscripción de Teangelia, Caria, Asia Menor)

A primera vista, estas generosidades de simples particulares parecen sorprendentes y poco conformes a sus intereses. Pero no son actos aislados, y participan de todo un movimiento de solidaridad entre los griegos: en efecto, nadie está seguro de que no será víctima de un rapto de esta naturaleza, y todos pueden tener necesidad algún día de encontrar a un hombre tan generoso como Arístides. Los prisioneros solventes también pueden pagar un rescate a los piratas para recuperar su libertad. Obviamente, es necesario pertenecer a una familia lo bastante rica como para pagar las sumas importantes exigidas por los piratas. Para todos los otros, los que no tienen fortuna ni protector, la esclavitud es casi inevitable. Y es lo que amenaza en especial a los niños, víctimas preferidas de los traficantes de esclavos. Incluso en tierras del interior, el rapto de hombres, mujeres y niños libres es algo temido por la población. En los archivos de Zenón, un griego de Egipto que vivió en el Siglo III A.C., se encuentra una carta de un carrero que se queja de actividades de dos asociados de Zenón: recorren la Palestina raptando adolescentes que después, venden como prostitutas. Es cierto que este tráfico de individuos libres presenta peligros para quienes lo realizan, y la legislación ateniense en particular clasifica estos hechos entre los crímenes más graves, al mismo nivel que la alta traición o el sacrilegio. La pena de muerte está prevista para quienes reducen a la esclavitud a hombres libres. La venta de prisioneros de guerra es asimilable a los hechos de piratería. Los guerreros vencidos en combate y capturados son distribuidos casi siempre por el general vencedor a sus soldados. Del mismo modo, los habitantes de ciudades sitiadas corren el riesgo de terminar en un mercado de esclavos, si no pueden rechazar al sitiador. Tal fue la suerte de la cortesana Lais: niña aún, formó parte del botín de guerra tomado en Hyccara, ciudad de Sicilia, por los ejércitos del ateniense Nicias. Fue vendida en Corinto para formar parte de las hieródulas de la Acrocorintia. ¿Y qué decir de las razzias que los soldados, solos o en grupo, hacen en las regiones que atraviesan? Por supuesto, les es más fácil saquear las casas y llevarse ganado o alimentos que cargar con cautivos. De todos modos, a veces se apoderan de niños o de mujeres, de quienes esperan obtener buenos precios. Los traficantes nunca están lejos de los ejércitos en campaña, y, sin correr ellos mismos el peligro, saben sacar provecho del botín conquistado por otros. (C.Salles)


Trata española:
Fue a partir de ese momento cuando Cartagena de Indias comenzó su particular desarrollo económico y humano, siendo que, según señala Ildefonso Gutiérrez: Los Jesuitas de Cartagena, pendientes de los navíos negreros por su misión pastoral, nos hablan de 12 a 14 navíos anuales y de tres a cuatro mil esclavos los que entraban por aquel puerto durante los asientos. (Gutiérrez, Ildefonso: 191) Y fue la habilitación de este puerto la que posibilitó la entrada de mano de obra esclava a toda Sur América, y en concreto posibilitó el crecimiento que de la misma hemos señalado líneas arriba en la ciudad de Lima. Pero finalmente, no sería Cartagena el único puerto de llegada del que se suministraría la ciudad de los Reyes, ya que esos veinte mil esclavos que señalamos existían en la ciudad el año 1640, tuvieron, junto a Cartagena, y desde comienzos del siglo XVII, un nuevo puerto de arribada: Buenos Aires, que además del Perú tenía otro mercado de importancia: Chile. En los setenta años que van desde la autorización de Cartagena como puerto de recepción negrera hasta que también tuvo Buenos Aires esa condición, era Cartagena, sin lugar a dudas, el principal puerto de recepción esclavista de América, y ello se veía fomentado por el hecho de que a finales del siglo XVI se produjo una explosión en el desarrollo de la actividad minera en la provincia de Santa Fe de Antioquia, cuya demanda de mano de obra exigía un aporte que se vio favorecido con la incorporación de Portugal, en 1580, a la Corona Hispánica. Pero esa facilidad para cubrir la mano de obra demandada especialmente por la producción minera produjo a su vez un incremento del tráfico ilegal, al que se sumaba un problema añadido: el tránsito de marranos, muchos de ellos ligados precisamente al tráfico esclavista, que, huyendo de la actividad de la Inquisición, emigraban de forma ilegal a América, desde donde, con alianzas mantenidas con las potencias europeas, procuraban minar el Imperio Español, ocasionando graves conflictos cuya neutralización sólo fue posible merced a la efectiva acción de la Inquisición, que en 1639 celebró un macro proceso contra la que fue conocida como “la complicidad grande”, que extendía su actividad por Cartagena, Lima y México, y que formaba parte de los movimientos conspiratorios contra la Corona Hispánica. Es el caso que en el siglo XVII, la colonia judía de Ámsterdam mantenía muy cercanas relaciones con sus correligionarios establecidos en América, al tiempo que colaboraba muy directamente en la piratería y en los negocios del tráfico de esclavos a través de la Compañía de las Indias Occidentales, creada en 1623 a imagen y semejanza de la Compañía de las Indias Orientales, de 1602, donde tenían intereses de primer orden, y con la que consiguieron asientos en Extremo Oriente e intentaron conseguir asentamientos en América. Se sabe también que por estas fechas, momento de mayor auge de la trata y de la piratería, había en Cartagena al menos treinta marranos de origen portugués, que se dedicaban al tráfico de esclavos. El volumen de tráfico era importante, según datos facilitados por quienes han estudiado directamente ese asunto. Según los mismos, los navíos negreros llegados al puerto de Cartagena desde 1622 a 1640 (en 1633-1635 no llegó ninguno), fueron un total de 119. En este tiempo llegaron 119 barcos, es decir, unos 8 cada año, que trajeron del África 16.260 esclavos. Desembarcaron, pues, en Cartagena unos 1.084 negros cada año; y cada barco, como media, trajo 137 negros; el que más, 402, y el que menos, 44. Los traficantes eran todos por esos años portugueses, y los barcos traían su carga humana de Angola (76), Guinea (25), Cabo Verde (7), Santo Tomé (5) y Arda (2). (Iraburu 2003: 181) Texto completo en el siguiente enlace: http://www.cesareojarabo.es/2018/09/el-trafico-negrero-en-espana-hasta-el.html (cesareojarabo.es)