Poesía             

 

La prosa poética y el verso libre:
Diferentes en la expresión y la forma; idénticos en la transmisión de belleza y emociones. Para algunos, solo se trata de dos modos diferentes de citar la misma expresión poética. Probablemente los mismos que, no sin cierta sorna, sostienen que la única diferencia real estriba en que el verso libre, visualmente, se dispone en líneas sangradas. Por el contrario, hay quienes afirman que el único nexo en común entre ambos estilos es que los dos pertenecen al género lírico, pero que formal y estilísticamente, son por completo diferentes. Situándonos en un prudente término medio, habría que decir que los dos comparten ciertos puntos de similitud o cercanía; pero que ni son lo mismo, ni pretenden serlo: finalmente, el verso libre y la prosa poética son justamente eso, poesía y prosa, con exigencias y estilos literarios bien diferenciados. Y no solo visualmente. Transgresores de rima y métrica A lo que ambas expresiones poéticas aspiran es a transmitir belleza, emociones y sentimientos, y lo que es seguro es que las dos mantienen una ruptura casi absoluta con los aspectos formales derivados de la rima y la métrica, en especial, la prosa poética. El verso libre, precisamente por su condición de libre, puede ocasionalmente recurrir a la rima, pero no es esta una de sus características. Sin embargo, sí lo es el hecho de que el verso libre apoya todo su potencial expresivo en el ritmo. Esta es su principal seña de identidad. En este sentido, Francisco López Estrada, filólogo, medievalista y crítico de poesía afirma: "El verso libre establece el centro de gravitación rítmica en el conjunto de la obra entendida como una unidad poética. El poema no cuenta como una sucesión de versos perfectos, de rimas logradas, de estrofas pulidas, sino que extrae de su fuerza interior la ley de cohesión rítmica como manifestación creadora". El ritmo: clave del verso libre La musicalidad y la cadencia, también son elementos que encontramos en ambos tipos de expresiones poéticas, aunque en formas y dosis diferentes. Lo mismo sucede con el ritmo. Si el ritmo es una característica importante en toda composición poética, en el verso libre, más que una característica se trata de un aspecto inherente al mismo, en especial, el llamado ritmo de pensamiento, consistente en la introducción de una serie de palabras y estructuras clave, cuya pretensión es orientar el pensamiento del lector hacia un determinado fin mediante un sentido cíclico del poema. Otra de las características exclusivas del verso libre es la presencia del llamado ritmo personal que incorpora ciertos enlaces o conexiones sintácticas que intentan crear una atmósfera intimista, casi cómplice, entre lector y poema. Los más ilustres de ambos géneros Grandes poetas han cultivado el verso libre, entre ellos, cabe citar a uno de sus iniciadores, quien se atrevió a romper la férrea disciplina clásica de rima y métrica mantenida durante siglos: Charles Baudelaire, a quien casi inmediatamente secundaron Mallarmé o Laforgue, entre otros muchos. En España, la lista de poetas de verso libre es tan extensa que sería complicado citarlos a todos. Baste, como muestra, incluir a la práctica totalidad de la generación del 27. Por su parte, la prosa poética hace una búsqueda de la cadencia por medio de las pausas. La prosa poética no cuenta, no informa, no narra, tan solo busca despertar sentimientos en el lector, y en el caso de hacer una narración sobre algún hecho, este será únicamente el pretexto bajo el que cobijar las emociones. Entre los grandes autores que en algún momento cultivaron este género, citaremos a Oscar Wilde, Julio Cortázar, Paul Verlaine o Arthur Rimbaud. (Francisco Baño)


Escribir versos ¿Cómo escribir poesía?:
No existen fórmulas oficiales para escribir versos o un poema pero sí ejercicios para desarrollar la imaginación y creación de versos a partir de palabras. Todos los oficios requieren de ensayar y practicar una y otra vez con lo que se trabaja para que el resultado final sea como cada quien lo quiere. Para ello también es importante descubrir cuál es el fin que se persigue, por ejemplo si se quiere ser el mejor en el oficio que se practica, tener reconocimiento de la comunidad a la que se pertenece, mejorar la economía personal, etc. El oficio de la escritura, como todos los demás, requiere de mucha práctica y de un plus, que es la lectura. Si se habla específicamente de la poesía, conlleva una mayor dificultad, pues este género puede o no gustar a muchos, por lo que el poeta o escritor tendrá que buscar a sus propios lectores. Qué es poesía y cómo escribir versos Definir poesía en la actualidad es difícil. Las normas aceptadas para decir que algo es poesía son variables. Los conceptos de poesía se forman de manera subjetiva por los propios poetas, es decir, que con el paso del tiempo van estructurando su propia poética, sometiéndose a sus propias reglas, hábitos y temas. Para incursionar al terreno de la escritura de poesía, según diversos autores, es necesario tener una mentalidad abierta, quitarse los prejuicios y tener siempre algo qué decir. Muchos libros y páginas electrónicas ofrecen manuales de escritura con fórmulas preestablecidas para escribir versos, sin embargo el verdadero poeta no se encasilla en fórmulas preestablecidas. Según Martin Heidegger, la poesía y el arte en general es una manifestación de la verdad, entonces todo puede ser sujeto a escribirse y convertirse en poesía. Consideraciones para escribir poesía Lejos de buscar una fórmula para escribir un poema se debe tener en cuenta que es necesario leer mucha poesía tanto antigua como contemporánea para reconocer los estilos de épocas, corrientes, escuelas y autores. Si alguien desea comenzar a plasmar sus ideas en el papel deberá tomar en cuenta diversas consideraciones generales en las que muchos concuerdan: 1.La poesía generalmente está escrita en verso. Aunque existen otras formas como la prosa poética. 2.Debe contener imágenes poéticas. 3.Su lenguaje debe ser universal. 4.Debe contar con musicalidad, ritmo. Ésta no se da necesariamente con la rima (Incluso la rima que fue muy usada en siglos anteriores ya está en desuso para muchos. En la actualidad lo que prevalece es el verso libre). 5.La poesía no es sólo un juego de palabras que se oyen bien. Existen métodos para escribir, así como diversos ejercicios para la soltura de la escritura y la imaginación, que no se deben tomar en cuenta como una receta de cocina, pues poco a poco quien comienza a escribir poesía deberá refinar su propio estilo. Ejercicios de escritura creativa Entre todos esos ejercicios está uno que permite hacer juegos de palabras, creación de versos o estrofas. Es utilizado en muchos talleres de creación y consiste en hacer recortes de palabras de un periódico o revista, revolverlos en un contenedor y sacar uno por uno al azar e ir formando los versos. Puede parecer que son palabras aisladas pero luego se pueden acomodar con conectores e ir intercambiando género y número de cada palabra. Con dicho ejercicio se logra jugar con el lenguaje y ofrecer una gama de posibilidades para estructurar frases. Otro ejercicio consiste en hacer tres listas con el mismo número de palabras, una para sustantivos, otra para verbos y otra para adjetivos, para luego escribir versos, por ejemplo: Sustantivos, Verbos, Adjetivos •Casa, Sonreír, Sordo •Agua, Soñar, Alegre •Caballo, Correr, Violeta Luego de hacer las listas se intentará hacer cruces de palabras: •Sueño con agua violeta •cerca de una casa que sonríe •a los alegres caballos •que corren a los sordos campos Algo importante en el ejercicio de la escritura es crear un hábito personal. Hay escritores que se obligan a escribir diariamente un determinado número de páginas. Hay quienes se tardan hasta 10 años en escribir un solo libro. Lo importante es buscar un estilo propio, fijar bien las metas y leer a la par de la escritura. (Sandra De Santiago)


Aprender a escribir poesía, qué se debe evitar:
Consejos que pueden ser útiles para personas que deseen iniciarse en este campo de la creación literaria. Al escribir poemas es recomendable evitar ciertas cosas. A la hora de empezar a escribir poesía hay ciertas cosas que se deben evitar en lo posible, sobre todo si se es principiante y no se tiene suficiente conocimiento para hacer uso de estos recursos de manera que no provoquen debilidad en el texto sino, al contrario, proporcionen elementos que le den más fuerza. Evitar los lugares comunes al escribir poesía Los clichés o lugares comunes son frases o ideas de las que se ha hecho un uso excesivo, que son conocidas popularmente y se consideran trilladas. La poesía es parte de la creación literaria y al ser un lugar común una frase ya muy dicha y una idea conocida, la creatividad se deja de lado con su uso y la creación no sucede. Generalmente los lugares comunes son frases que cuando fueron nuevas contaban con una gran fuerza, fue por eso que se convirtieron en clichés, ya que la carga de significado que tuvieron hizo que se popularizara su utilización hasta el punto de convertirse en ideas o expresiones gastadas que toda la gente conoce. Es por esto que los lugares comunes se deben evitar al escribir poesía, aunque esto es solo una recomendación, se pueden utilizar, siempre y cuando se les dé un tratamiento especial, inyectándoles otro significado, jugando con las palabras que lo conforman o cualquier giro novedoso que haga que su carga semántica tenga una evolución o renacimiento. Al escribir poesía narrar lo menos posible La poesía se trata de esencia, transmite realidades personales y crea en el lector una realidad hecha a medida solo para él, es por eso que lo anecdótico y los sucesos pasan a segundo término. Contar algo en un poema puede quitarle al que lo lee la oportunidad de interpretarlo a su manera y obligarlo a interpretarlo de la forma que alguien lo concibió, lo cual resulta importante en poesía ya que el lector completa el poema al leerlo y lo convierte en obra diferente cada vez. Si no se le permite involucrarse, el texto funcionaría de manera unilateral y perdería valor estético. Sin embargo, hay poemas narrativos, que cuentan algo en algún verso o estrofa para dar llaves y que se pueda entender el resto dentro de un contexto específico, sin el cual lo demás no tendría sentido. Evitar los verbos en gerundio al escribir poesía El gerundio es un tiempo que se mueve, que está pasando y sigue pasando al escribir, razón por la que fomenta contar las cosas. Es tierra fértil para la narrativa. En un poema, como se menciona arriba, la narrativa debe ser acotada, para que el poema no se convierta en un cuento. En muchas ocasiones es mejor usar el presente al escribir poesía: algo que pasa, y no que está pasando. El tiempo presente le da presencia al texto al sujetarse a un punto en la línea o ciclo temporal, además de economizar el lenguaje: usar menos palabras para decir algo acarrea fuerza e impacto a la frase o en este caso al verso. Evitar escribir adornos sin sentido en la poesía Cuanto más cargado de significado esté un poema, mejor para el lector. Escribir poesía con palabras como un mero adorno sólo distrae la atención o puede también confundir y provocar que el que lee se pierda en el texto. Se puede pensar que en poesía todo es un adorno, cada palabra escrita en el lugar exacto, grandilocuencia a raudales, frases que impactan; en parte es cierto, si tomamos como adorno algo que hace que el placer estético provocado crezca, pero hay adornos que se incrustan en un escrito como simples palabras, sin un significado específico y sin ninguna intención estética, se escriben solo por que suenan bien o llaman la atención, este tipo de adornos son los que se deben evitar. Hay corrientes poéticas que hacen uso de estos elementos constantemente, el Barroco por ejemplo utiliza indiscriminadamente adornos, reiteración de ideas, e ignora la economía del lenguaje. Las anteriores son recomendaciones para empezar a escribir poesía, no son reglas. Para los que se inician y que no han desarrollado la habilidad todavía para cumplir cabalmente con las exigencias de este arte, pueden resultar muy útiles al empezar a escribir sus poemas, seguir estos pequeños consejos, puede añadir al texto limpieza, contundencia y claridad. (E.Sánchez)


Dar forma a la poesía:
Cuando el escritor tiene en frente una hoja en blanco y se tiene una idea para escribir un poema, hay muchas cosas que decidir. La poesía no solo habla por las palabras que en ella están escritas, el acomodo y su musicalidad también rompen el silencio en el poema y lo ayudan estéticamente en su expresión. La forma de los poemas Las normas de métrica y rima, hacen nacer el ritmo y le dieron forma a la poesía y fueron su característica principal hasta hace ya varias décadas. Se pueden encontrar en muchos libros y en muchas páginas web dedicadas a la poesía, pero también existen otras maneras de hacer poesía que, aunque rompen hasta cierto punto con las reglas anteriores, también toman algunos conceptos de estas: •Verso: es una de las unidades fundamentales del poema. Una línea de texto en un poema es un verso. •Estrofa: son los versos que están unidos por ciertos criterios (generalmente de significado) en el poema y que forman otra de las unidades fundamentales de este. Se forman con dos o más versos y se separan por una o más líneas en blanco. •Métrica: es la extensión en número de sílabas en un verso. Contando el número de sílabas de la línea de texto. Para la poesía se agrega una silaba al número total de silabas en el verso si la última palabra es aguda y se le resta una si la última palabra es esdrújula. •Ritmo: es el uso del acento y la métrica para crear musicalidad en la poesía. También se puede decir que es la distribución de las silabas átonas y tónicas que forman al poema. El verso libre en el poema El verso libre es así llamado por alejarse intencionalmente de las características de métrica y rima de la poesía anteriores a él, la extensión de este verso queda a criterio del escritor y no necesariamente tiene que coincidir en extensión con otro de los versos del poema. En poesía, la rima externa (al final del verso) no es necesaria, pero como en todo poema, se debe imprimir cierta musicalidad, lo que le añade complejidad ya que el ritmo y la monotonía de la forma “antigua” de hacer poesía era regido por ciertas pautas, y en esta forma de escribir, el ritmo es creado por el poeta desde cero. La prosa en la poesía La poesía en prosa se caracteriza por no sujetarse a las reglas de métrica y versificación de la poesía, se le puede imprimir cierto ritmo y cadencia, pero se escribe como se escribiría en lenguaje normal, solo que su contenido debe ser poético en su totalidad alejándose de lo narrativo. La prosa poética, al igual que la poesía en prosa, se asemeja al lenguaje común, solo que suele ser narrativa con algunos, o a veces muchos, elementos poéticos en su interior, pero su objetivo es el de contar algo y no el de hacer poesía. La decisión del escritor El escritor debe de decidir de entre todas estas opciones o una combinación de ellas para darle forma a la poesía. Si le imprime cadencia o ruido al texto, si la prosa le ayuda en algo al significado, si la extensión del verso puede darle expresividad a su poesía, serán cosas que tendrá que decidir y que ayudarán en la formación estética del texto, pero ciertamente, no le harán la vida más fácil al estructurar un poema. (E.Sánchez)


Cómo aprender a escribir poesía:
Algunos consejos básicos y lecturas recomendables para los que pretenden aprender a escribir poemas. Escribir un texto que pueda ser considerado poesía no es nada fácil, existen muchas reglas para que esto se pueda hacer. Licencias para aprender a escribir poesía Al escribir poesía se conceden licencias entre las reglas del lenguaje. Hay normas que pueden ser pasadas por alto, así que para empezar con la poesía no solo se tienen que aprender las reglas de este arte, sino también aprender a ignorar las ya aprendidas en la escritura común. Una de las características de la poesía es que transgrede el lenguaje y de esta manera también a la realidad. Se crean realidades alternativas através de la poesía. Generalmente se transmite la realidad del autor, lo que no puede describir con palabras llanas, lo hace por medio de metáforas y otros recursos de la escritura. Un ejemplo lo puede suponer el sentimiento y recuerdo que provoca a cada persona un color especifico. No para todos es lo mismo, aunque el ojo capte la misma longitud de onda del espectro electromagnético. ¿Qué es considerado poesía? No es poesía cualquier descargo de sentimientos, emociones o ideas en un papel; se debe cumplir con ciertas normas para poner la poesía en papel, y aun si se cumple con ellas, todavía el texto pudiera no ser considerado como poema. Finalmente el único que puede completar el poema es el lector al leerlo y darle su personal interpretación. Sin embargo, hay algunas recomendaciones muy básicas que se le pueden hacer a una persona que pretende empezar a hacer poesía. La lectura es importante para empezar a escribir poesía Lo primero es leer. Con la lectura la sensibilidad del lector - escritor crece y es más fácil que las ideas salgan a la hora de escribir. Cualquier tipo de literatura es útil, pero es indispensable leer poemas si se pretende hacer poesía. Acercarse a la poesía a veces resulta complicado. Hay personas que nacen con cierta sensibilidad estética y entienden perfectamente pero, para otros, un poema puede parecer un montón de palabras grandilocuentes que forman ideas sin sentido y para los cuales la poesía deberá ser un gusto adquirido (si es que así se desea). Lecturas de poesía recomendadas Hay poetas coloquiales, que usan palabras comunes y que estructuran su poesía de tal manera que reducen la abstracción al mínimo, por lo menos en algunos niveles de su lectura, y que además tienen mucha contundencia en lo que a emotividad respecta, algunas de las recomendaciones para personas que quieren iniciarse en esta materia son: •Jaime Sabines •Mario Benedetti •Rubén Bonifaz Nuño •Juan Gelman •Oliverio Girondo Se pueden conseguir los libros por Internet gratis en formato digital (pdf) de las obras de algunos de estos autores en la página electrónica de la dirección de literatura de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Recomendaciones para empezar a escribir poemas La metáfora es una figura literaria muy importante para la poesía, su uso no es una regla absoluta, pero al ser por naturaleza un recurso que busca ir mas allá del significado de una palabra o concepto, resulta de especial utilidad a la hora de hacer un poema. Otra recomendación es usar el menor número de palabras posibles a la hora de escribir. La síntesis en la escritura da contundencia, es decir, hace que lo expresado llegue con más fuerza y velocidad al lector. Hay palabras que contienen el significado de frases completas de uso común y hay otras que pueden ser desconocidas y que son útiles a la hora de escribir un poema, es por eso que ampliar el vocabulario no es un objetivo vano, tiene una función bastante importante además de facilitar la claridad de expresión y la precisión al escribir. Un ejemplo representativo es la palabra “carámbano”, que por definición es un pedazo de hielo en forma de cono. En lugares donde el frío no es común puede ser poco usada o poco conocido su significado. El placer estético es mayor al leer “coro de carámbanos” que “pedazos de hielo en forma de cono que chocan y hacen música”. Lo poético no siempre es poesía Para que un poema pueda ser considerado como tal, uno de los requisitos es que todo el texto sea poético, ya que existe diferencia entre un texto con elementos poéticos y un poema, para mencionar un ejemplo, Julio Cortázar en Rayuela escribió: “(…)la vida, proxeneta de la muerte, espléndida baraja, tarot de claves olvidadas que unas manos gotosas rebajan a un triste solitario.” Un fragmento ciertamente poético, que pudiera considerarse por si mismo un gran poema, pero que al estar rodeado y ligado con partes narradas de la novela se convierte en un elemento poético dentro de ella mas no un poema. Cómo empezar a escribir poemas - ¿Rima?, ¿verso libre? Es común para la gente que no se ha acercado a la poesía aun, pensar que la rima externa (al final del verso) es una condición, pero el uso de esta, en la actualidad, es mínimo; el verso libre ha tomado su lugar, aunque la musicalidad en el poema sigue siendo una regla vigente que se logra de otras maneras. No obstante, esto no quiere decir que no se pueda escribir un poema sujetándose a las reglas de métrica y ritmo clásicas. Básicamente un escritor puede hacer lo que le venga en gana. Hay poetas como Charles Bukowsky, que nunca siguieron las reglas convencionales para escribir poesía y puede gustar o no, pero lo cierto es reconocido, precisamente, por romper con lo establecido. (E.Sánchez)


El oficio de la poesía:
Estereotipo de poeta - Foto por Claroscuro Las personas que tienen como profesión la poesía, son encasillados dentro de un perfil. Durante la historia reciente, ha habido poetas que se han negado a ajustarse a él. Generalmente se piensa en los practicantes del oficio de la poesía como hombres desordenados, extravagantes, vagos y sabios "come letras", porque es verdad, es difícil vivir de la poesía y es por eso que la mayoría de los poetas viven de otra cosa. Hay para todos los gustos, los poetas pueden escribir poesía y al mismo tiempo ser licenciados en administración, médicos o zapateros, pueden ser ejecutivos de una empresa grandísima o vendedores en una tienda de telas. La poesía como oficio La poesía es un oficio como cualquier otro y muchos poetas durante la historia lo han asumido así, como un trabajo que remunera poco pero que es gratificante en otras áreas de la existencia. Un buen ejemplo sería el poeta chiapaneco Jaime Sabines, quien estudió medicina tres años, trabajó en una tienda vendiendo telas y también estudió letras, él mismo ha dicho que Tarumba, uno de sus mejores trabajos poéticos, fue concebido durante sus funciones como vendedor. La poesía de Jaime Sabines Sabines veía al poeta como un peatón, tiene un poema titulado así y en una de sus partes dice: “Le llega la noticia a Jaime y éste se alegra: ¡qué maravilla! ¡Soy un poeta! ¡Soy un poeta importante! ¡Soy un gran poeta! Convencido, sale a la calle, o llega a la casa, convencido. Pero en la calle nadie, y en la casa menos: nadie se da cuenta de que es un poeta. ¿Por qué los poetas no tienen una estrella en la frente, o un resplandor visible, o un rayo que les salga de las orejas?”. "La vida antes y por encima de la poesía" (Jaime Sabines) El mismo Jaime Sabines, en 1959, en su discurso al recibir el premio Chiapas dijo: “Detrás del mostrador de una tienda de ropa, en este Tuxtla nuestro y mío, tantas veces negado y repudiado, y tantas amado con asombro –perpetuamente amado como a la propia mujer, como a nuestra debilidad y nuestra fortaleza, nuestro defecto, nuestro error, nuestra salud y nuestra esperanza- detrás del mostrador, me puse a aprender humildad y paciencia y sentí que debía disciplinarme, y que la vida está antes y por encima de la poesía. Quiero decir que comprendí que no se debe vivir a lo poeta, sino a lo hombre. (Quizá éste sea el truco más sutil de la poesía para exprimir a los que estamos en sus manos).” Poesía y algo más El poeta William Carlos Williams fue durante toda su vida ciudadano y médico de un pequeño pueblo de los Estados Unidos. Mientras ejercía su profesión, también escribía poesía, que resultó bastante importante para las letras estadounidenses. Wallace Stevens uno de los primeros escritores de lo que es llamado poesía pura, tenía un puesto ejecutivo en una empresa y era abogado, él prefirió separar por completo su trabajo en las leyes de su trabajo en poesía, a la hora de su muerte, ninguno de sus compañeros de trabajo, conocía su obra poética. La poesía no sirve para nada Para convertirse en poeta, como en cualquier oficio, se requiere técnica, conocer el lenguaje, la poesía de otros poetas, los recursos literarios, las poéticas. Independientemente de la manera en la que se desee expresar la poesía propia. Teniendo estos conocimientos, pueden usarse para el crecimiento estético del poema o, en todo caso, se pueden también despreciar en cierto momento, pero siempre sabiendo qué es lo que se desprecia, y no dejándolo fuera solo por ignorancia. Muchas veces se endiosa al poeta, como lo deja claro Sabines en su poema El peatón. Se piensa que es descubridor de las cosas fundamentales del universo y, por lo tanto, también de la verdad, pero no es así, la poesía ya existe en el entorno, está flotando sobre la línea del tiempo, en la historia y en la naturaleza, solo necesita de alguien que la tome prestada para ponerla en signos. La poesía no sirve para nada, es decir, la poesía no tiene un fin práctico, no resuelve nada, solo provoca emociones, genera ideas e imágenes; es el placer estético del poema lo que se busca de la poesía, enriquece la vida, pero no la hace más fácil. (E.Sánchez)


"Metáforas", el disfrute de escribir
Cuna virtual de la poesía y entrañable hogar de los poetas. Un lugar distinto en Internet donde los poetas aprenden y disfrutan entre amigos, compartiendo la pasión. Desde que el ser humano conoció el modo de comunicarse oralmente y de simbolizar los sonidos que realizaba con su aparato fonador y su cuerpo en signos escritos, el deseo de dejar reflejado mediante trazos diversos lo que veía en su entorno, no ha podido ser aplacado. Historiadores, científicos, filósofos, literatos, músicos, artistas, han necesitado marcar sus impresiones sobre algún elemento: piedra, cera, tela. Y dibujadas con tinta, cosidas, tejidas o anudadas, sus improntas han permanecido a lo largo de los siglos y milenios. Una forma de plasmar la realidad Gracias a este deseo de permanencia de ideas o puntos de vista, la humanidad ha podido corregir sus errores y aprender a mejorar, innovar o desarrollar, ampliando sus conocimientos, a la par que conservar sus recuerdos y tradiciones. Unas veces, por medio de historias orales, otras por los escritos que se han ido copiando y recopilando de generación en generación. Pero no sólo ha sido su actualidad lo que estas personas han dejado plasmada, también su modo de ver dicha realidad. Y no sólo con la escritura, también con la música, la arquitectura, la pintura, la escultura, la danza, el vestuario y la decoración y, últimamente, la fotografía y el cine. Reunión de autores En cualquier gremio, los autores solían agruparse tanto para contrastar opiniones como para discutir acerca de las posibilidades de que sus descubrimientos fueran veraces, para la crítica y la enseñanza. En la antigüedad se formaban escuelas o los autores pronunciaban discursos en las plazas. También se enseñaba en los templos y se discutía en los lugares donde la política estaba presente. Esta costumbre ha durado hasta nuestros días en todos los países. Se ha oído hablar del grupo de Bloomsbury, en Inglaterra, de las generaciones del 98 y del 27 en España, de las tertulias del Café Gijón, de las distintas escuelas filosóficas y científicas europeas, asiáticas y americanas así como de las corrientes derivadas o de las Reales Sociedades Económicas de Amigos del País. Pero estas reuniones eran presenciales y obligaban a los autores y amigos a desplazarse. Cosa difícil en muchas ocasiones por problemas políticos, sociales, laborales e incluso económicos. Internet amplía el campo de interacción Con la aparición de Internet, las reuniones ya se pueden realizar virtualmente. Existen servidores donde se facilitan la apertura de grupos en los que se inscriben personas que buscan diferentes fines, de manera gratuita o no. Además de no tener que desplazarse, salvo si el cariño o la obligación lo precisan, sus discursos quedan grabados y se pueden seguir en cualquier momento. Uno de estos grupos dio paso a una web donde se estudiaba y se compartía la poesía. Ahora es un taller donde se profundiza y se comparte el estudio poético y prosístico así como el desarrollo en la técnica de los autores. Metáforas En las comunidades "MSN" de Microsoft, surgió un lugar llamado Metáforas. Ricard Monforte, su creador, tuvo la idea de abrir dicho grupo para reunir a poetas de Barcelona. En un principio fue privado y su compañera y amiga, Diana Gioia, sugirió abrirlo a otros escritores. Desde entonces no ha dejado de recopilar visitas de multitud de internautas sensibilizados con el arte poético. Al cerrar groups msn, Ricard y Diana abrieron la web Metáforas donde los escritores se sentirían más cómodos para exponer sus textos en los foros cerrados y corregirlos. El objetivo es que los autores expongan sus textos y corregirlos, aprendiendo mientras tanto, el porqué de sus errores. De esta manera pueden mejorarlos. Ricard, Diana y algunos miembros del grupo ayudan al resto de los participantes. Unos han seguido, otros cambiaron de camino, pero la puerta siempre sigue abierta. El año pasado, el grupo sufrió la gran pérdida de Ricard, un hombre de humor extraordinario, cariñoso, amable y jovial. Diana lleva ahora, junto a los miembros más antiguos, las riendas de la web donde siguen formándose los escritores y poetas y donde la sensibilidad ha encontrado su lugar. Diana Gioia Su administradora es amante de la música y de la poesía. Una mujer muy sensible, encantadora, seria y concienzuda en su trabajo pero cariñosa, amable, atenta y muy querida por quienes la conocen bien, de carácter abierto y exigente en cuanto a la labor cuando sabe que una persona puede llegar a mejorar, detalle que todos agradecen pues ha hecho maravillas con la obra de quienes, junto a ella, caminan en la nueva andadura del grupo. En la entrada a Metáforas se puede leer: Bienvenidos a Metáforas: territorio literario. Y disfrutar de las magníficas imágenes preparadas por Diana y por Wella para cada una de las secciones. Además de los lugares donde los poetas dejan sus versos y sus prosas para disfrute del lector. (María Teresa Aláez)


El Modernismo poético. Estilo, temas y características
El movimiento modernista, cuyo máximo exponente es el poeta Rubén Darío, ha tenido una enorme influencia por su innovación simbólica, métrica y literaria. El Modernismo es un movimiento poético hispano-americano creado esencialmente por el poeta nicaragüense Rubén Darío y que en España se desarrolló cronológicamente coincidiendo con la prosa del 98 (con influencias recíprocas entre ambas escuelas). Su importancia fue enorme y, si bien no pasó de ser una moda literaria que tuvo vigencia como tal durante apenas quince años, tuvo la virtud de renovar totalmente la poesía española, constituyéndose a la vez en un referente para la evolución lírica posterior. Enorme influencia del Modernismo En este sentido, si Rubén Darío significa el punto de partida, Juan Ramón Jiménez representa la última fase de esta escuela y el puente hacia las nuevas tendencias. Hay que señalar que aunque el Modernismo fue un movimiento esencialmente poético, tuvo una importancia de gran calado entre los escritores españoles, quienes lo adoptaron para otros géneros como la novela o el teatro, como el propio Valle Inclán, a quien Salinas califica como "hijo pródigo del 98". La justificación histórico-literaria del Modernismo hay que buscarla en la reacción general que se produce a finales del siglo XIX y comienzos del XX frente al espíritu realista de la época. De esta manera, los nuevos creadores pretenden romper el sentido burgués que impregnaba el arte del momento, dotándolo de un tono más aristocrático, huyendo de lo vulgar y buscando matices más exquisitos. También superan el prosaísmo y el descuido de la forma, dominantes hasta entonces, con el culto a la belleza sensorial; la búsqueda de la luz, el color y la música cobra una importancia decisiva. Además, ya no interesa la observación rigurosa de la realidad sino la expresión de lo subjetivo. Modernismo: imaginación y exotismo Este interés de los modernistas por el mundo de las ensoñaciones o de los íntimos sentimientos hace que sus obras se caractericen por un derroche de imaginación y de ambientes exóticos e irreales. La poesía ya no se considera un vehículo para la expresión de inquietudes sociales o ideológicas, sino que prevalece el interés estético. Los poetas modernistas del siglo XX, en una suerte de segundo Romanticismo, destacan por el anhelo de libertad, renovación y originalidad y por un espíritu rebelde. La insatisfacción frente al positivismo burgués y la exaltación de los valores estéticos harán que Juan Ramón Jiménez defina al Modernismo como “un encuentro con la belleza sepultada durante el siglo XIX” y como “un gran movimiento de entusiasmo y libertad hacia la belleza”. Esta búsqueda de la belleza hace que los poetas de la escuela de Rubén Darío se alimenten de la tradición histórica y legendaria, como base para fastuosas evocaciones de lejanos ambientes y épocas remotas. Así, por sus versos desfilan héroes homéricos, princesas orientales, ninfas y faunos, sultanes y odaliscas, guerreros medievales y juglares occitanos o galantes cortesanos versallescos. Todos ellos ubicados, a su vez, en los más exóticos y adecuados escenarios: la silenciosa pagoda, la selva mitológica, el perfumado harén o el castillo encantado. Por su parte, la íntima sensibilidad se ve reflejada en una lánguida tristeza y melancolía, mucho más literaria que auténtica. Abunda el poema de refinada nostalgia en un ambiente otoñal de jardines dolientes y flores marchitas. Sinestesia: luz, color y música En cuanto al estilo, el color y la música, como se ha dicho, son los elementos líricos esenciales. Los poetas modernistas revisten sus cuadros históricos y sus exquisitos estados de ánimo con una rica gama cromática, reservando las tintas más brillantes para sus evocaciones exóticas y legendarias (“sol con corte de astros, en campos de azur”) y las más desleídas para las melancólicas (“el atardecer en el parque abandonado”). Importante es también el recurso musical. Con Rubén aparecen sonoridades y cadencias insospechadas, se incorpora una gran variedad de neologismos y voces exóticas de acentuada sonoridad (“bicorne”, “liróforo”, “náyade”…) y se revoluciona la métrica, recuperando o inventando ritmos como el verso de nueve sílabas (“Juventud divino tesoro”), el endecasílabo de gaita gallega (“Libre la frente que el casco rehúsa”), el dodecasílabo con censura (“El teclado armónico-de su risa fina”), el alejandrino (“el palacio soberbio que vigilan los guardas”) o los resonantes anfíbracos presentes en la “Marcha Triunfal”. El recurso literario más destacable del Modernismo (con origen en el Simbolismo francés) son, sin duda, las denominadas “correspondencias”, o sinestesia, que mezclan distintos sentidos físicos o los asocian con sensaciones internas: “rimas de oro”, “sinfonía en gris mayor”, “fragancia azul”, etc. Toda una renovación que, como ya se ha apuntado, tendrá una enorme influencia y repercusión, no solo en la poesía, sino también en la novela y el teatro de los escritores hispano americanos. (José Colmenero)


Pintar con palabras, la plástica de los poemas:
La forma física que adquiere el texto también es algo que se debe tomar en cuenta al escribir y se puede usar como un recurso que adiciona significaciones. “Una pintura de poema”, esta frase es poco dicha, el lugar común seria “un poema de pintura”, las formas de los contrastes entre el albor de la hoja de papel y la sombra que hace la tinta en ella es también una parte del poema, el filo que se va dibujando a izquierda y derecha con el principio y fin de cada verso, las pausas, los espacios en blanco en el poema y el acomodo de las palabras tienen una función de significado importante en la poesía. La plástica del poema es usar las palabras como pintura La plástica es un elemento más a tomar en cuenta en la formación de un poema, “pintar con palabras” no es una metáfora. Más allá del contenido; la forma física del poema contribuye también a entenderlo, manda mensajes que muchas veces no pueden ser enviados con palabras, por más veces que se escriba la palabra “vacio” nunca se podrá comparar a la desolación de una hoja en blanco. Las palabras pueden tomar formas, representar objetos o conceptos, no nada más como su equivalente en signo, no en la forma en la que las usamos comúnmente para comunicarnos con los demás, sino como alegorías plásticas de las cosas. Algunos recursos de la poesía Una cruz de madera tiene un significado religioso, puede encontrarse en cementerios, en iglesias, colgando en los cuellos de la gente, al decir la palabra “cruz” de inmediato se carga con estos significados sin necesidad de explicaciones. En un poema no solamente se puede decir la palabra "cruz", también se puede representar el objeto mismo con todos sus significados por medio de la plástica Muchos poetas han usado este recurso a lo largo del tiempo haciendo desde las representaciones más sencillas como un rayo o una escalera, hasta cosas más complejas como fuentes de agua o aves. Los espacios vacios al inicio del verso también pueden representar que hay un poema contenido dentro de otro, cuando varios versos en un poema empiezan con un espacio en blanco del mismo tamaño con respecto al margen izquierdo de la hoja, significa que esos versos se pueden leer como un poema independiente del que lo contiene, así hay poemas que contienen dos o más poemas internos independientes. Momentos poeticos Los momentos en la poesía son partes de un poema separados por alguna numeración, una ordenación de letras o algún símbolo, cada momento en un poema debe funcionar como un poema por si mismo y además ser parte del poema que forman todos los momentos sin perder relación con él, dándole un significado alternativo al texto además del significado que adquiere como un todo. Aquí fragmentos del primer y segundo momentos del poema de José Gorostiza Muerte sin fin como un ejemplo: “(…) I Lleno de mí, sitiado en mi epidermis por un dios inasible que me ahoga, mentido acaso por su radiante atmósfera de luces que oculta mi conciencia derramada, mis alas rotas en esquirlas de aire, mi torpe andar a tientas por el lodo; lleno de mí -ahíto- me descubro en la imagen atónita del agua, que tan sólo es un tumbo inmarcesible, un desplome de ángeles caídos a la delicia intacta de su peso, (…) II ¡Más qué vaso -también- más providente! Tal vez esta oquedad que nos estrecha en islas de monólogos sin eco, aunque se llama Dios, no sea sino un vaso que nos amolda el alma perdidiza, pero que acaso el alma sólo advierte en una transparencia acumulada que tiñe la noción de Él, de azul. (…)” Al aprender a escribir se debe tomar en cuenta la intención Se puede jugar y experimentar con todos estos recursos, pero es importante recordar que al escribir poesía, siempre deben llevar una intención. No se deben usar simplemente por el impacto visual que provocan al romper el paradigma del proceso de lectura, tienen que tener un significado extra del que suponen las palabras o espacios vacios que los forman. (E.Sánchez)


El silencio determina los cursos de la poesía:
Los escritores se valen tanto del signo como de la falta de él. Lo que no se dice es una parte del poema que debe ser entendida y usada para su beneficio. En poesía nada es casualidad, las palabras deben acomodarse cada una en el lugar que le corresponde, lo mismo toca para los espacios en blanco, los cortes de verso, los signos de puntuación, el silencio. La poesía es prestada al poeta No es el poeta el que crea un poema, es el poema el que llega al poeta. Todas las palabras ya están escritas, el poema resulta de hilarlas para describir una realidad particular, una realidad que flota en el tiempo y por detrás de él y que el creador toma y transforma en signo. La poesía está a nuestro alrededor, en los objetos, en la naturaleza, en la historia, en el tiempo. La creación solo sucede cuando se usan los recursos de tal manera que esta realidad puede ser copiada y transmitida al lector idéntica, para que el que lee pueda entenderla y transformarla en propia añadiéndole su experiencia. Aprender a acomodar las palabras Cuando las palabras no provocan nada, cuando no están en el lugar exacto, cuando faltan; la creación es inconclusa, no se puede llamar poesía. Cuando el escritor usa recursos innecesarios, ornamentos con el único fin de darle movimiento emocional al texto, significa que este no se puede sostener por si mismo, la realidad flotante no se plasma, la esencia queda dentro de lo que la genera, el escrito se convierte en manipulación de la emoción y no en la emoción misma, Jean Cocteau escribió a este respecto: "Un verdadero poeta se preocupa poco de la poesía. Del mismo modo que un horticultor no perfuma sus rosas". Escribir el silencio en el poema En un poema se debe cuidar tanto lo que se dice como lo que no, antes de cada palabra hay un espacio en blanco y cada espacio en blanco hace que se pueda entender la palabra anterior abriéndole paso a la siguiente, pero el espacio no es vacío, en él se entiende el signo y se transforma en cosa. Una palabra está cargada con varios significados, que si bien pueden excluirse al expresarlas en lenguaje común poniéndolas en cierto contexto, en poesía el significado sale a la luz, una corona de espinas lleva siempre puesto a un Cristo en su circunferencia interna. Las obras literarias (poesía incluida) tienen también varios significados cuando se traducen, significados ocultos, que son diferentes para cada idioma y que quedan ignorados hasta que alguien les da vida con su propia lengua. Traducir es una forma de crear Una traducción es una obra diferente al original, porque, al pasar del lenguaje original al extranjero, también se cambia de historia, geografía, clima, realidad, de ritmo. La musicalidad del portugués contra el golpeteo del alemán pueden suponer un ejemplo. No solo se debe cuidar de no decir algo que no se desea, sino también cargar al poema de significado, usar palabras que evoquen otras ideas, más allá de la cosa que representan, y que complementen o signifiquen el todo del poema. Un equilibrio entre musicalidad, signo, forma y silencio es lo que se busca, todo en el poema tiene una intención. Un estilo poético que intenta criticar lo establecido puede ser arrítmico y sin aparente sentido. Pero si la intención es romper, la falta de ritmo y los signos puestos sin orden también significan. (E.Sánchez)


El soneto, otra forma del amor
El poema no es de quien lo escribe, es de quien lo usa. El soneto es una composición poética que se suele escribir en catorce versos endecasílabos, que forman cuatro estrofas, siendo las dos primeras de cuatro versos cada una, y las dos últimas de tres. Otra característica del soneto es la rima, que puede ser asonante o consonante, y la podemos encontrar en forma pareada, abrazada o entrecruzada. ¿Cómo se analiza un soneto? Debemos considerar que todo poema (y en esta clasificación se incluye al soneto) puede ser objeto de un análisis técnico y uno emotivo, siendo el primero el que se encarga de revisar la estructura, la métrica y la rima principalmente, y el segundo, el que aborda el tema del poema y la intención detrás de cada palabra. El análisis técnico comienza por la métrica Lo primero que tenemos que hacer es identificar la estructura del soneto como un poema escrito en catorce versos (generalmente cada verso ocupa un renglón del poema). Cada verso deberá tener once sílabas, atendiendo a la regla del conteo de las sílabas en la cual se especifica que si la última palabra del verso es aguda, al verso se le contará una sílaba adicional, si la última palabra es grave o llana, la cuenta de sílabas será justo la que contenga el verso y si la palabra final es esdrújula, al verso se le restará una sílaba para determinar su número total. Después revisaremos que los catorce versos estén agrupados en cuatro estrofas, (cada estrofa es un grupo de versos como si fuera un párrafo). Las dos primeras estrofas del soneto, deberán ser de cuatro versos cada una, y las dos últimas estrofas deberán alojar tres versos cada una, así completaremos los catorce versos totales del poema. La rima, el segundo componente de un buen soneto La rima, es el término que se utiliza para nombrar a las terminaciones que fonéticamente suenan iguales o parecidas entre los distintos versos de un poema. La rima se encuentra en la última parte del verso, exactamente a partir de la última sílaba tónica, o sea la que lleva la fuerza o el acento en cada verso. Fonéticamente, la rima puede ser asonante o consonante En la rima de tipo consonante, se repiten todas las letras finales de un verso, a partir de la última sílaba tónica y hasta que el verso termina. En la rima de tipo asonante, a diferencia de la anterior, solamente se repiten las vocales que se encuentren en esta misma parte del verso. Por su concatenación, la rima puede ser entrecruzada, abrazada o intercalada Un soneto con rima entrecruzada es aquel en el que riman el verso primero con el verso tercero y el verso segundo con el verso cuarto en las dos primeras estrofas. Una rima abrazada es aquella donde riman el verso primero con el cuarto y el segundo con el tercero. La rima intercalada es aquella donde los versos de una estrofa riman con los versos de la estofa siguiente, y en el soneto suele aparecer en las dos últimas estrofas (de tres versos cada una) donde rima el verso segundo de cada estrofa, con los versos primero y tercero de la estrofa opuesta. El análisis emotivo del poema El análisis emotivo, hace referencia a las razones o emociones que llevaron al poeta a escribir tal poema y a las emociones que el mismo poema transmite a quienes lo leen. En esta parte del análisis conviene conocer datos de la vida del poeta, generalmente los poemas son un reflejo de sus vidas, o el resultado de un proceso de pensamiento nacido de la experiencia del poeta. Aquí se cuestiona, se intuye, se indaga el tema abordado, se analizan los personajes que aparecen en el poema, el lugar, el tiempo y el entorno donde el poema tiene lugar. Incluso las circunstancias en las que el poema fue escrito, si es que se saben. Analizar un poema es hacerlo propio, es encontrar otra forma de amor, es entender que una vez analizado, el poema no vuelve a ser de quien lo escribe, ahora le pertenece a quien lo usa. (M.H.Gil)


Baudelaire:
El 31 de agosto de 1867, hace ciento cincuenta años, murió en París Charles Baudelaire. Desde que se había caído en la iglesia de Saint-Loup de Namur, en la Bélgica que tanto detestó, no había recuperado el habla y tan sólo acertaba a decir “¡Non, crénom!”, una contracción de “Sacré nom de Dieu” (“sagrado nombre de Dios”). No era casual, en quien había vivido su catolicismo con tanta seriedad, que su última vinculación con el lenguaje fuera una blasfemia, un residuo de lo sagrado escupido a la muerte como última negación. En el hospital religioso de Bruselas donde se le habían tratado los primeros síntomas de afasia y hemiplejia, las monjas agustinas, cuando el poeta por fin se marchó, exorcizaron la habitación que había ocupado, escandalizadas por su comportamiento. Su madre se lo llevó entonces a París, donde lo ingresó en la clínica hidroterapéutica del doctor Émile Duval. Allí le visitaron unos pocos amigos como Sainte-Beuve o el fotógrafo Nadar y las esposas del novelista Paul Meurice y del pintor Manet acudieron a tocarle al piano fragmentos de Tannhäuser. Cuando murió estaba en brazos de su madre, que contó cómo había sonreído a sus caricias. La imagen es una pietà moderna, casi inverosímil de tan perfecta. OTROS ARTÍCULOS DEL AUTOR Un profesor catalán Estado de excepción Elogio de la poesía que no se entiende En sus escasos cuarenta y seis años de vida, Baudelaire se expuso a todos los males de su tiempo, se dejó llevar por el alcohol y las drogas, contrajo la sífilis, experimentó toda la sordidez imaginable en su relación con Jeanne Duval –la actriz mulata y probablemente lesbiana, reverso de la Beatriz de Dante– y bordeó la indigencia, pero a todo ello le opuso siempre una terrible lucidez, tanto en verso como en prosa, observándose a sí mismo, diseccionando cada una de sus emociones y sin dejarse llevar nunca por el desvarío, hasta que en enero de 1862 anotó en su diario que por primera vez había sentido pasar a su lado “el aleteo de la locura”. Apenas setenta años antes, Hölderlin había podido escribir todavía que los poetas, con la cabeza descubierta, recibían el rayo del dios como niños, con corazones puros y manos inocentes. El Baudelaire que murió en brazos de su madre era todavía ese niño, pero el rayo que le había fulminado ya no venía de lo alto. Como observó Walter Benjamin, el crítico que en las primeras décadas del siglo XX sacó a Baudelaire del panteón de los clásicos y lo puso a trabajar para entender las claves de la vanguardia y del mundo contemporáneo, en Las flores del mal el cielo está vacío, apagado por el resplandor de la ciudad. Según Eliot, fue el primero en cartografiar poéticamente esa nueva naturaleza que es la ciudad Es muy extraña la pervivencia de la gran poesía. A casi nadie parece importarle y casi nunca produce actualidad literaria, pero en cambio tiene mayor capacidad de resistencia y de visión que cualquier otra disciplina. Mantiene el lenguaje en alerta y es siempre, sobre todo en tiempos de penuria, uno de los últimos refugios del pensamiento. Baudelaire es ya un tópico de la cultura europea y, como tal, ha vivido cientos de vidas, desde su consagración póstuma hasta su metamorfosis en distintas lenguas a lo largo del siglo pasado. T. S. Eliot dijo que la inmensa deuda que había contraído con él podía resumirse en dos versos: “fourmillante cité, cité pleine de rêves / Ou le spectre en plein jour raccroche le passant” (“hormigueante ciudad, ciudad llena de sueños / donde a pleno día el espectro agarra al transeúnte”), con lo que venía a decir que Baudelaire había sido el primero en cartografiar poéticamente esa nueva naturaleza que es la ciudad. Toda la literatura urbana es inevitablemente baudeleriana, hasta tal punto que nuestra lectura de muchos poemas de Las flores del mal está distorsionada por el influjo que ejercieron, convirtiendo en copia al original. Pero volver a su obra, ahora que ya estamos en el siglo XXI y podemos vislumbrar cuál va a ser nuestro horror, es un ejercicio de preparación imprescindible. Del mismo modo que Shakespeare desapareció tras su muerte para volver en el siglo XVIII y entrenarnos para la crisis del romanticismo, Baudelaire, cerrado el paréntesis ilusorio que se abrió tras la segunda guerra mundial, regresa para abrirnos los ojos al abismo de nuestro tiempo. Todo lo que vio constituye para nosotros un origen, puesto que desde su muerte no ha dejado de crecer y extenderse. Internet ha transformado a todo el orbe en una urbe, en un inmenso pasaje, unos grandes almacenes cuyo flâneur –convertido, como profetizó Benjamin, en hombre anuncio– es hoy el internauta, mercancía de sí mismo en los mares de la publicidad. Las ciudades son ahora nuestras verdaderas naciones y la multitud que describió Baudelaire es el precedente de las masas que fluyen entre ellas para ser vendidas o masacradas. Cuando ensalzó a un pintor menor como Constantin Guys –en detrimento de Manet– estaba en realidad detectando la nueva velocidad de la calle, presagio de la actual metástasis de la imagen y de la progresiva ceguera que conlleva. Aun más que en sus versos, en la prosa desnuda de El Spleen de París puso en tela de juicio los nuevos mitos surgidos de la revolución de 1789, como la igualdad, modelo de la dictadura de lo políticamente correcto. Y seguramente fue uno de los primeros en darse cuenta de que la ley moderna sólo puede ser apariencia de ley y por tanto inevitablemente arbitraria y lábil. La multitud que describió es el precedente de las masas que fluyen entre ellas para ser vendidas Como poeta, Baudelaire se atrevió a violar la melodía del alejandrino francés con todo el ruido del París del Segundo Imperio, preparando a la poesía para su destierro agónico en el ámbito de la prostitución, la publicidad y el periodismo. En uno de sus mejores poemas en prosa, identificó a un viejo saltimbanqui, solo a las puertas de su barraca, contemplando con mirada profunda e inolvidable a la multitud que a su alrededor se divierte, con “el viejo poeta sin amigos, sin familia, sin hijos, degradado por la miseria y por la ingratitud pública”. Y en un párrafo estremecedor de sus diarios se preguntó: “¿Qué tiene que hacer el mundo de aquí en adelante bajo el cielo? La mecánica nos habrá americanizado de tal modo, el progreso habrá atrofiado tanto en nosotros toda la parte espiritual, que nada, entre las fantasías sanguinarias, sacrílegas o antinaturales de los utopistas, podrá compararse a sus resultados positivos". Un siglo y medio después de su muerte ya sabemos cuáles fueron esos resultados, algo que de ningún modo debe impedirnos mantener viva la petición que hizo a continuación: “pido a todo hombre que piensa que me muestre lo que subsiste de la vida”. Ese sigue siendo, hoy incluso más que ayer, el cometido de la literatura arriesgada. (Andreu Jaume)


Elogio de la poesía que no se entiende:
Un solo verso puede quedar latente en la memoria hasta que un día enciende su significado. Y hay poemas aparentemente oscuros que son en realidad muy sencillos La muerte de John Ashbery (1927-2017) nos invita a pensar en la tradición poética en la que se cimentó su prestigio y de la que ha sido el último superviviente. Es verdad que su obra es compleja, aunque no siempre sea oscura. Quizá haya ahí un malentendido que no sólo le afecta a él y que tiene que ver con la habilidad para leer poesía. MÁS INFORMACIÓN "Somos la civilización del deseo por lo nuevo, de lo desechable" Muere John Ashbery: la voz de América Como decía Eliot, toda gran poesía comunica antes de ser entendida. Pero no se refería tan sólo a la poesía que comúnmente se define como difícil, sino también a muchos poemas aparentemente sencillos que en la vida de uno tardan mucho tiempo en desplegar todo su sentido. Un solo verso —por ejemplo, este de Antonio Machado: “Señor, ya me arrancaste lo que yo más quería”— puede quedar latente en la memoria hasta que un día enciende la seriedad de su significado. El propio Ashbery comentó que había un verso de Elizabeth Bishop cuyo enigma siempre le acompañó: “and looked and looked our infant sight away” [“y mirábamos y mirábamos la mirada perdida de nuestra criatura”]. Del otro lado, hay poesía aparentemente oscura que es en realidad muy sencilla o incluso idiota. Muchos de los admirables artefactos verbales de Mallarmé, sin ir más lejos, esconden acertijos pueriles. En la obra de Ashbery, magmática e inabarcable, se oyen voces de toda la poesía anglosajona moderna —uno de los ámbitos que mayor felicidad pueden procurar al lector entregado—, transformadas gracias a su dicción imperiosa y a su oído mozartiano para el lenguaje. Su primer libro se publicó en 1956, justo un año después de la muerte de Wallace Stevens, cuya sombra llenó con sangre nueva. Buena parte de la literatura estadounidense puede explicarse siguiendo el rastro que las principales corrientes espirituales y estéticas de Europa —el catolicismo y el puritanismo, los románticos o el exilio judío— dejaron en América, en cuya atmósfera se incendiaron para convertirse en otra cosa. La poesía de Ashbery es la eterna última estación de un viaje que empieza con las meditaciones terminales del romántico Wordsworth en el paisaje de Inglaterra, sigue, ya en la naturaleza virgen de Estados Unidos, con las sublimaciones aurorales de Emerson y la apoteosis del yo de Walt Whitman, se desvía brevemente con el regreso europeo y urbano de T. S. Eliot y se encauza de nuevo con la adopción de Wallace Stevens, el poeta que agotó las posibilidades del romanticismo inglés. La muerte de John Ashbery invita a pensar en la tradición poética de la que fue el último superviviente Aunque Ashbery vivió una era de turbulencias políticas, nunca compuso himnos sociales. “Poesía es poesía. Protesta es protesta”, dijo claramente. Como muchos poetas de su generación, se crió entre Eliot y Stevens. La trivialidad y el habla de la calle que fluyen en el torrente de muchos de sus poemas estaban ya, ovilladas, en La tierra baldía (1922) de Eliot. Stevens, por su parte, se propuso componer lo que él llamaba “el latín de la imaginación” con la lengua viva de su tiempo. Eliot, convertido en súbdito de la Iglesia de Inglaterra, acabó explorando el misticismo en los Cuatro cuartetos (1943), su última obra poética. Y Stevens, en sus poemas tardíos, tal vez los mejores que escribió, se dio cuenta de que la deificación de la mente que había indagado en toda su obra era un fraude. Entre la ascensión religiosa de uno y la derrota del romanticismo en el otro, Ashbery encontró una salida, dejando que lo vernáculo compusiera su propio misterio. Su poesía es deudora de las vanguardias, pero nunca se pliega a sus consignas ni a sus reglas, aprovechando tan sólo la libertad que dejaron, por ejemplo, los surrealistas. Es “el gran permiso” del que habló Henri Michaux y que el propio Ashbery utilizó para definir su poética. Tampoco la comparación con la vanguardia plástica o musical de su tiempo —con Pollock o Luciano Berio— ayuda demasiado a explicar su obra, más allá de que los que la juzgan ininteligible también consideran inaudible la música atonal. La pintura, en la cultura popular, se ha librado en gran parte de esos calificativos sólo por razones económicas. No hay nada que descifrar en la poesía de Ashbery, cuyo magnetismo estriba en la constante extensión de las posibilidades comunicativas del lenguaje. Su estilo es el de un oído que piensa y reverbera, aproximándose verbalmente, como él mismo dijo alguna vez, a algo que no es verbal. “Cuando las palabras se aproximan unas a otras”, dijo en una entrevista, “adquieren otro significado, lo que uno oye en un determinado momento es una refracción de lo que ha desaparecido antes o después”. Las corrientes espirituales y estéticas de Europa se incendiaron en América convirtiéndose en otra cosa El protagonista de sus poemas es a menudo el propio lenguaje, una lengua demótica que crece vegetativamente y arrastra todo lo que encuentra a su paso. “Estamos interesados en el lenguaje que tú llamas aliento”, dice uno de sus versos. Es el aliento, la respiración del lenguaje, lo que a menudo modula su tono, desplazando al yo que desde el romanticismo estamos acostumbrados a identificar en la voz que habla en un poema. La ilusión subjetiva y autobiográfica queda así sustituida por la incesante combustión de lo colectivo, tanto en lo íntimo como en lo público, creando una “oscuridad que le confiere un contorno a la verdad”, como el propio Ashbery observó a propósito de Marianne Moore. Más que Autorretrato en espejo convexo (1975), su poemario más citado y popular, el más predecible dentro de los cánones de la poesía norteamericana, quizá sea Una ola (1984) su mejor libro. El extenso poema que lo cierra y le da título es, en particular, el paradigma de su mejor manera de componer. Los tres primeros versos (“Atravesar un dolor y no saberlo, el portazo de un coche en la oscuridad. Salir a un terreno invisible”) nos sumergen en un habla memorable e impersonal que, sin embargo, nunca deja de transferir una extraña sensación de intimidad desamparada: “y nos preguntamos si también nosotros nos hemos ido, / sepultados en nuestro amor, / el amor que nos definió tan sólo un rato, / y cuando retrocede unos pocos pasos, para tener otra perspectiva, teme haberse encontrado con la eternidad entretanto”. En su larga vejez, Ashbery no dejó de escribir y entregar poemarios, como si su vida dependiera de mantener el ritmo de un solo y largo poema inacabado, “un cometa peligroso gritando odio y catástrofe, pero tan vuelto hacia adentro / que su sentido, bueno o distinto, nunca puede conocerse”, como dijo en ‘Siringa’, su particular meditación sobre Orfeo, el cantor que, según él, construye su canto como un rascacielos para abandonarlo y desaparecer en el último momento, cediendo el magma del lenguaje, todavía caliente de su aliento. En un mundo sin cielo, todo es despedida, como escribió Mark Strand —poeta contemporáneo de Ashbery, hijo también de Wallace Stevens— resumiendo el cometido de toda una generación que se encontró con un mundo de sentidos agotados y que hizo del lenguaje su último espacio trascendente. La ilusión subjetiva y autobiográfica queda sustituida por la incesante combustión de lo colectivo (Andreu Jaume, El País)


Antonio Machado: Lugares:
El 22 de febrero de 1939 falleció Antonio Machado en Colliure, hace justo 78 años. Fue el poeta más joven perteneciente a la Generación del 98. Su compañero Gerardo Diego dijo de él: “hablaba en verso y vivía en poesía”. En este día de homenajes, que nos invita a releer sus poemas y a rescatar del pasado a uno de los poetas más brillantes de nuestro país, queremos honrar su recuerdo recorriendo las ciudades por las que pasó y aquellas que 'pasaron por él'. Sevilla “Mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla”, expresa el poeta en “Retrato”, uno de sus poemas más íntimos. Antonio Machado nació en 1875 en una de las viviendas de alquiler del Palacio de Dueñas. Años más tarde, lo evocaría en su IV Soneto: “Esta luz de Sevilla…Es el palacio donde nací, con su rumor de fuente”. En 1883, la familia se trasladó a Madrid después de que el abuelo, Antonio Machado Núñez, ganara una oposición para la cátedra de “Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles” en la Universidad Central de Madrid. Otro de los motivos de su mudanza fue el deseo de que sus nietos recibieran la educación impartida por la Institución Libre de Enseñanza. La capital andaluza ha querido rememorar a la familia Machado y, por ello, podemos encontrar diversos homenajes en varios puntos de la ciudad. Así, en la céntrica calle Dueñas de Sevilla se ubica el monumento que la ciudad le ha dedicado al poeta sevillano, junto al Palacio de Dueñas, donde nació y pasó su infancia. Por otra parte, en el Parque María Luisa, pulmón verde de Sevilla inaugurado en 1914, hay una glorieta dedicada a los hermanos Machado que fue erigida en 1931, en plena Segunda República. Las plazas de España y de América, integradas en el parque, se construyeron en 1929 y son uno de los grandes atractivos de la urbe. La Ciudad de la Giralda tampoco ha querido olvidar a Ana Ruiz, madre de los poetas, que nació en el número 11 de la calle Betis y que regentó una confitería en ese barrio, Triana. En la fachada de la casa se halla una placa de azulejos (parte de la idiosincrasia del barrio) que homenajea a esta trianera que tuvo que exiliarse forzosamente con 85 años de edad y que vio morir a su hijo. Tres días después, falleció ella también en Colliure. Madrid “¡Madrid, Madrid! ¡Qué bien tu nombre suena, rompeolas de todas las Españas! La tierra se desgarra, el cielo truena, tú sonríes con plomo en las entrañas.” ¡Madrid, Madrid! El propio Machado, en su 'Autobiografía', decía lo siguiente: “Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros. (…) Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico.” Con veintitantos años y tras la muerte de su padre por tuberculosis y de su abuelo, los hermanos Machado se entregaron a la vida bohemia del Madrid de finales del siglo XIX, compartiendo tertulias, veladas y demás eventos sociales con personalidades e intelectuales de la época, como Valle-Inclán y Villaespesa. La ciudad de Madrid le ha dedicado una estación de metro que recibe el nombre del escritor, entre el barrio del Pilar y Valdezarza. Cerca de la parada, encontramos el monumento de “El Pueblo de Madrid al poeta Antonio Machado”, en el barrio de la Ciudad de los Poetas, en terrenos de la antigua Dehesa de la Villa. Además, en el Madrid actual, todavía podemos encontrar lugares por los que pasó la familia Machado. Se mudaron varias veces para estar lo más cerca posible de la Institución Libre de Enseñanza a la que acudían sus hijos. Ésta estaba ubicada en el paseo del General Martínez Campos, nº14 (que hoy acoge a la Fundación Giner de los Ríos). Fue al instituto de San Isidro, en la calle Toledo, que aún sigue en funcionamiento. Años más tarde, en 1932 y en la que fuera su última etapa en Madrid, Machado dio clases como profesor en el instituto Calderón de la Barca, inaugurado en 1939 y que a día de hoy permanece abierto y operativo. París París lo esperaba con sus cafés-teatros y sus tertulias literarias, así que Antonio Machado, junto con su hermano Manuel, emprendió un viaje hacia la Ciudad de la Luz en 1899. Allí trabajaron ambos en la Editorial Garnier, conocieron a Pío Baroja, Oscar Wilde y Jean Moreas, entre otros. Después de un año, Antonio Machado volvió a Madrid y, un par de años más tarde retornó a París, donde permaneció solo unos meses, hasta volver a Madrid de nuevo. Allí se sacó las oposiciones de profesor de francés de secundaria y tomó posesión de su plaza en Soria. Soria “En la desesperanza y en la melancolía de tu recuerdo, Soria, mi corazón se abreva. Tierra de alma, toda, hacia la tierra mía, por los floridos valles, mi corazón te lleva” (Recuerdos) En Soria comenzó su carrera como profesor y escribió, entre otros, “Campos de Castilla”. Allí también conoció al gran amor de su vida, Leonor Izquierdo. Se casaron en 1909 en la iglesia de Santa María la Mayor de Soria, pero, tres años más tarde, Leonor falleció a causa de tuberculosis. Machado, sumido en una gran tristeza por su pérdida, pidió el traslado a otra ciudad que no la recordara a ella. Le concedieron una plaza en Baeza. Soria también ha rendido homenaje a Machado con una estatua de bronce del poeta (obra de Pablo Serrano), colocada junto al instituto que recibe su nombre. Dentro del centro, que fue antiguo convento de jesuitas, encontramos un aula-museo dedicada a su figura que muestra fotografías de su vida en Soria. Por último, junto a la iglesia de Nuestra Señora de la Mayor, donde Machado y Leonor Izquierdo se casaron en 1909, nos topamos con una estatua de Izquierdo, musa y compañera del escritor, obra del escultor Ricardo González Gil. Baeza “El río va corriendo, entre sombrías huertas y grises olivares, por los alegres campos de Baeza” Caminos Siete años vivió en Baeza, ciudad que lo acogió en su gran pena. Aquí escribió su libro 'Nuevas canciones' y conoció a Federico García Lorca. Durante sus años en esta ciudad, Machado estudió por libre Filosofía y Letras y, con su nuevo título, pidió el traslado a Segovia. En Baeza también tropezamos con una escultura del poeta a cuerpo completo sentado en un banco leyendo un libro. Es una obra de Antonio Pérez Almahano de 2003. En el instituto Santísima Trinidad de Baeza, ubicado en la que fue la sede renacentista de la antigua Universidad de Baeza, el profesor impartió clases de Francés y se conserva y se puede visitar su aula, que se convirtió en 1980 en aula-museo. Segovia “En Segovia, una tarde, de paseo, por la alameda que el Eresma baña, para leer mi Biblia eché mano al estuche de las gafas en busca de ese andamio de mis ojos, mi volado balcón de la mirada.” El Milagro En 1919 se instaló en Segovia y participó en la Universidad Popular Segoviana, una experiencia educativa pionera en España que tenía como objetivo instruir gratuitamente a toda la población segoviana. El 14 de abril de 1931, Machado se encontraba en Segovia cuando se proclamó la Segunda República. Aquí vivió hasta 1932, año en que se mudó por última vez a Madrid. Segovia cuenta con una casa-museo dedicada al escritor, que organiza numerosos eventos literarios como el Festival de Narradores Orales. Allí se encuentran muebles, fotografías y recuerdos de su paso por la ciudad. También, en la Plaza Mayor se halla una estatua-homenaje. Rocafort El municipio valenciano de Rocafort se convirtió en el refugio de Machado tras el estallido de la Guerra Civil. El poeta, que se trasladó allí en los primeros días de diciembre de 1936, residió en este pequeño pueblo agrícola durante 16 meses, tiempo en el que asistió impotente a la tragedia provocada por la contienda y al desmoronamiento de la República. El espíritu de Machado sigue muy presente en Rocafort y prueba de ello son la escultura erigida en 2014 gracias a las aportaciones económicas de los vecinos y el mural que reproduce una viñeta de Ramón Gaya (publicada en Hora de España) así como un poema de Machado sobre la huerta valenciana, ubicados ambos frente a Villa Amparo, chalet de principios del Siglo XX en el que fijó su domicilio hasta abril de 1938. Rocafort, asimismo, junto con Sevilla, Soria, Baeza, Segovia, y Collioure forma parte de La Red de Ciudades Machadianas, una asociación de municipios creada en 2009, coincidiendo con el 70 aniversario de la muerte del poeta, cuyo objetivo es potenciar el turismo a través de la figura del escritor. Colliure Los últimos días de Machado podrían simbolizar la derrota de la República. El escritor se vio obligado al destierro. Cuando murió, hacía menos de un mes que había llegado a Colliure con su madre, su hermano José y la mujer de éste, Matea Monedero, huyendo del final de la guerra y de los fusilamientos a intelectuales, como el que sufrió su amigo Lorca en agosto de 1936. La tumba del poeta, en la pequeña ciudad francesa, se ha convertido en lugar de peregrinaje y homenaje a los republicanos exiliados. Machado, eso sí, murió “ligero de equipaje, casi desnudo, como los hijos de la mar”, tal y como vaticinaba en sus versos. (Elisa Caballero, 2017)

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