Género fantástico             

 

Las Stoikheia en la literatura:
Sobre la importancia en la literatura de las Stoikheia, signos en el libro de la naturaleza. Las Stoikheia son los signos que el ser humano pretende descifrar para entender el universo que le rodea. Ya sea por constituirse como huellas de la divinidad creadora, como ocurría en el pensamiento medieval, o por referir desde las coordenadas de la matemática los estados y procesos, como augura la ciencia, el pensamiento del hombre siempre ha creído poder interpretar su entorno a través de los signos que es capaz de leer, como si de una escritura se tratara, en los fenómenos que le rodean. La poesía, del mismo modo, ofrecerá una versión de esta lectura de lo desconocido. Ejemplos de Stoikheia La autora Clara Janés, en un prólogo a uno de sus libros de poesía, nos ofrece una visión clara de los valores de una visión del mundo que opera desde esta concepción de las Stoikheia: “En esa contemplación a diversas horas, ante todo las del crepúsculo vespertino y el matutino, llevo años y por ello he visto las stoikheia, esto es las letras del libro de la naturaleza (…). Todo ello ha constituido la lección cotidiana que confirmaba mis lecturas e intuiciones, siendo los pájaros sus principales mediadores y el aire, que es su dominio, el soporte a la transparencia de su escritura”. El mundo se constituye como un escenario semiótico de posibilidades ilimitadas, como creía Peirce, en donde el poeta puede crear analogías y correspondencias que le permitan unir planos distintos en un proceso de asimilación de lo real. Cuando Baudelaire nos presenta la correspondencia entre olores y perfumes, nos ofrece la posibilidad de pasar de un sistema de signos a otro, de un renglón a otro en el intrincado libro de la naturaleza. En la literatura no faltan ejemplos de este tipo de lectura del mundo. Uno de los más conocido quizá sea el de estos versos de Dante, tomados de su obra La divina comedia (Paraíso, XXXIII, 85-90): “En su profundidad vi que se ahonda, / atado con amor en un volumen, / lo que en el mundo se desencuaderna: // sustancias y accidentes casi atados / junto a sus cualidades, de tal modo / que es sólo débil luz esto que digo”. Yuri Lotman en su clásico texto sobre la estructura del texto artístico formula claramente este recurso entre los poetas “la insistencia con que se compara el arte con el lenguaje, con la voz, el hablar, prueba que sus vínculos con el proceso de comunicaciones sociales constituyen –conscientemente o no– el fundamento mismo del concepto de actividad artística”. Añade algunos ejemplos de la literatura rusa, como éste de Baratinski: “Respiraba una sola vida con la naturaleza: / entendía los balbuceos del arroyo, / y comprendía el hablar de las hojas de los árboles, / y sentía el crecer de la hierba; / el libro de las estrellas estaba claro para él, / y conversaba con él la ola del mar”. La literatura hispánica El ámbito de la literatura hispánica no se queda corto a la hora de mostrar ejemplos de este universo de signos que en relación directa con el lenguaje. Desde Garcilaso de la Vega hasta Leopoldo Alas “Clarín” no faltan modalidades de este fenómeno. En algunos poemas hasta las palabras se hacen corpóreas, resplandecientes, como materializadas entre las cosas, pues si el mundo constituye un conjunto de signos legibles, las palabras se corporalizan y alcanzan lo real, como en estos versos de Octavio Paz del poema «Tu nombre»: “Paloma brava tu nombre, / tímida sobre mi hombro”. Pero también hay otros ejemplos: Aníbal Núñez comparaba las líneas del texto con las ramas del árbol; Francisco Pino asimilaba a la estructura de la nube un lenguaje destinado a la desaparición, como es el lenguaje poético; Vicente Aleixandre hablaba de cómo “los amantes se besaban sobre los nombres” y Claudio Rodríguez creía leer en el sonido del río o en la luz un lenguaje para la ebriedad del poeta.


Las Stoikheia y el pensamiento oriental:
Análisis del concepto de Stoikheia, unidades mínimas de alfabeto griego y signos con que escribir lo real, vistos desde su importancia en oriente. Las Stoikheia o letras del universo representan el máximo esfuerzo de la cultura griega por asimilar el lenguaje a la realidad. Al mismo tiempo, la palabra Stoikheia significa letra y elemento, y servía tanto para identificar las unidades mínimas del alfabeto griego como los elementos básicos de la ontología y la metafísica. Sin embargo, el alcance de esta concepción capaz de leer la naturaleza como un libro no sólo es consustancial a occidente o a la Grecia clásica o la Edad Media europea, sino que enraíza en otras propuestas del pensamiento oriental. El pensamiento judío y árabe El pensamiento judío ofrece una versión muy cercana de lo que podríamos llamar Stoikheia: el libro Sefer Yetsirá (“libro de la creación”, hacia el siglo II ó III d. C.) narra cómo Dios creó todo el universo a través de 32 sendas; los diez números originarios (sefirot) y las 22 letras consonánticas. El autor atribuye a cada senda un dominio: signos zodiacales y planetas, días de la semana, partes del cuerpo humano, etc.; en la misma línea del posterior pensamiento medieval al relacionar los diferentes sistemas del mundo mediante correspondencias alegóricas. El lenguaje, como marca la tradición judeocristiana, crea las cosas y no es mero signo de ellas, y es en las cosas que hallamos de nuevo el nombre de Dios. Nahmánides creía que éste se hallaba en el Talmud, en todas sus formas; posteriormente sus seguidores considerarán todo el Talmud como signo y nombre de la deidad. El español Josef Gicantilla creía que el tetragrama (sustituto del impronunciable nombre de Dios, YHWH) teje toda la Torá y se expande en ella como las ramas de un árbol. Se ha dicho también que la Torá es el gran libro en donde todo está nombrado y codificado en sus líneas. Abraham de Abulafia, cabalista zaragozano, estaba convencido de que las letras del nombre de Dios estaban en el mundo como escritura de la divinidad. La creación sería escritura del Adonai o Elohim, nombres en sustitución del gran nombre de la deidad, desconocido, porque pronunciar sus sílabas llevaría al hombre a la muerte o al conocimiento último. Del mismo modo, el pensamiento árabe sigue unas pautas similares en su formulación de una naturaleza semiótica, como se manifiesta en El Corán (45: 3 a 6):“En los cielos y en la tierra existen signos para los creyentes. En vuestra creación y en los animales que Ha diseminado hay signos para la gente que tiene certeza. En la alternación de la noche y el día, y en aquello que Dios hace bajar del cielo como sustento, vivificando la tierra después de muerta, así como en la variación de los vientos, existen signos para la gente que reflexiona. Estos son los signos de Dios que te Hemos revelado con la Verdad”. Las Stoikheia y el pensamiento oriental Las culturas orientales no escapan de esta posición teórico-religiosa. Liu Xie (465-522 d. C.) en su obra wenxin Diaolong (“El corazón de la literatura y el cincelado de dragones”) afirma que el universo es un texto que hay que descifrar. Sucede algo parecido al término Stoikheia en la palabra china wen, que remite al mismo tiempo a las vetas de las piedras y de la madera, a las constelaciones, a las formas dibujadas sobre el caparazón de la tortuga y a las huellas de las aves, las cuales, según la tradición china, podrían haber servido de inspiración para inventar su escritura. Sin embargo, es más interesante destacar la ruptura que ciertas manifestaciones del pensamiento oriental plantean con respecto a esta visión del universo como un tordo ordenado (cosmos significaba orden en griego) y que se arriesgan a postular el vacío y la nada como experiencias propias del horizonte de existencia humana. Hablamos, principalmente, del zen. Para el zen, la relación entre el lenguaje y la realidad es imposible, o como mucho cae en el absurdo, como cuando el discípulo pregunta y el maestro contesta sin aclararle nada, con un gesto, comentando alguna cuestión que nada tiene que ver o callando. El zen, por tanto, propone la escisión o fractura en esa concepción del mundo basada en las Stoikheia, en los signos que enlazarían la disposición de nuestro lenguaje y el mundo que pretendemos conocer a través de tales signos.

Metrópolis Metrópolis Frankenstein La bella y la bestia


Español: Curiosidades:
 

Una oración en la cual sus 9 palabras llevan tilde: “Tomás pidió públicamente perdón, disculpándose después muchísimo más íntimamente”. A lo mejor una construcción forzada, pero no deja de ser interesante.

La palabra oía tiene tres sílabas en tres letras.

En aristocrático, cada letra aparece dos veces.

El término arte es masculino en singular y femenino en plural.

En la palabra barrabrava, una letra aparece una sola vez, otra aparece dos veces, otra tres veces y la cuarta cuatro veces.

En el término centrifugados todas las letras son diferentes y ninguna se repite.

El vocablo cinco tiene a su vez cinco letras, coincidencia que no se registra en ningún otro número.

El término corrección tiene dos letras dobles...

Las palabras ecuatorianos y aeronáuticos poseen las mismas letras, pero en diferente orden.

Con 23 letras, se ha establecido que la palabra electroencefalografista es la más extensa de todas las aprobadas por la Real Academia Española de la Lengua.

El término estuve contiene cuatro letras consecutivas por orden alfabético: stuv.

Con nueve letras, menstrual es el vocablo más largo con solo dos sílabas.

Mil es el único número que no tiene ni o ni e.

Con nueve letras, menstrual es el vocablo más largo con solo dos sílabas.

Mil es el único número que no tiene ni o ni e.

La palabra pedigüeñería tiene los cuatro firuletes que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.

El vocablo reconocer se lee lo mismo de izquierda a derecha que viceversa.

La palabra euforia tiene las cinco vocales y sólo dos consonantes

Con nueve letras, menstrual es el vocablo más largo con solo dos sílabas.

Mil es el único número que no tiene ni o ni e.

La palabra pedigüeñería tiene los cuatro firuletes que un término puede tener en nuestro idioma: la virgulilla de la ñ, la diéresis sobre la ü, la tilde del acento y el punto sobre la i.

El vocablo reconocer se lee lo mismo de izquierda a derecha que viceversa.

La palabra euforia tiene las cinco vocales y sólo dos consonantes.

El Día del Idioma Español se celebra el 23 de abril, aniversario de la muerte de Cervantes ocurrida en 1616.

 


Dichos mexicanos:

  • A darle, que es mole de olla.

  • A la herradura que suena...algún clavo le falta.

  • A quien le dan pan, que llore.

  • Al bien buscarlo...al mal espantarlo.

  • Al espantado, la sombra le basta.

  • Al nopal la van a ver solo cuando tiene tunas.

  • Al que va a ser barrigón, aunque lo fajen de chico.

  • Árbol que crece torcido, jamás su rama endereza.

  • Aún no ensillamos y ya cabalgamos.

  • Comerse la torta antes del recreo.

  • De poquito en poquito, se llena el jarrito.

  • Del plato a la boca, se cae la sopa.

  • Donde hubo pan, migajas quedan.

  • Dos agujas no se pican.

  • El plato rajado es el que más dura.

  • El que come y canta, loco se levanta.

  • El que hambre tiene, en pan piensa.

  • El que no enseña no vende.

  • El que no lava platos, no rompe platos.

  • El que parte y comparte, se queda con la mejor parte.

  • El seso muy corto y la lengua muy larga.

  • El sordo no oye, pero compone.

  • Entre broma y broma la verdad se asoma.

  • Hasta el mejor cazador se le va la liebre.

  • Hasta lo que no come le hace daño.

  • La madera vieja quema mejor.

  • La mentira dura…mientras la verdad llega.

  • La mujer y las tortillas, calientes han de ser.

  • La palabra es plata, el silencio oro.

  • Más hace el que quiere que el que puede.

  • Más tieso que un muerto.

  • Más vale trote que dure...y no carrera que canse.

  • Más viejo es el viento y aún sopla.

  • Matar víbora en viernes.

  • Muchos cocineros echan a perder la sopa.

  • Mucho ayuda el que no estorba.

  • Mucho ruido y pocas nueces

  • Muchos cocineros echan a perder la sopa.

  • Ni bebas agua que no veas, ni firmes cartas que no leas.

  • No dejes camino por vereda.

  • No hay que buscarle ruido al chicharrón.

  • No soy monedita de oro para caerles bien a todos.

  • Otra vez la burra al trigo y la acaban de sacar.

  • Panza llena, corazón contento.

  • Para qué tanto brinco, estando el suelo tan parejo

  • Que si fue, que si vino, que si calabaza, que si el pepino.

  • Quien come y canta, con el loco se levanta.

  • Quien no buscó amigos en la alegría...en la desgracia no los pida.

  • Será melón, será sandia, será la vieja del otro día.

  • Sólo la cuchara sabe lo que hay dentro de la olla.

  • Tanto nadar para morir en la orilla.

  • Tanto peca el que mata la vaca, como el que le agarra la pata.

  • Todo camino tiene su charco.

  • Tú lo dirás de chía, pero es de horchata.

  • Un indio menos, una tortilla más.

  • Un ojo al gato y el otro al garabato.

  • Vale más morir de lleno y no de vacío.

  • Venderse como pan caliente.

  • Viejos los cerros y reverdecen.

  • Ya ni la burla perdona.

 


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