El relojero-espía de Scapa Flow:
Después del ataque de Prien en Scapa Flow, los rumores en Londres y Washington no cesaban. Los británicos insistían en que el comandante alemán debía haber recibido ayuda desde el interior de la base para poder ingresar. Nadie podía hundir al orgullo de la flota británica sin ayuda. Curt Riess, hábil periodista y escritor conocido, residente en Nueva York, escribió un artículo que fue publicado en el Saturday Evening, donde contaba la historia completa del espía alemán que ayudó a Prien a ingresar en la base naval. Según Riess, Alfred Wehring, es un ex oficial de marina que sirvió durante la Primera Guerra Mundial en el Admiral Hipper. Nacido en Hannover, en los alrededores de 1875, es moreno (casi no parece alemán), de mediana estatura, un hombre simpático, culto, soltero y de carácter solitario que pasó su vida en el mar. Su hoja de servicios dice que sirvió durante la guerra y realizó trabajos de inteligencia. "Excelente oficial, escrupuloso, muy atento y agudo observador". Licenciado al final de la guerra, ha estado empleado como contable en una pequeña fábrica de relojes propiedad de un tío suyo. En 1921, vuelto al servicio activo, ha estado encargado también de una investigación reservada sobre los equipos navales franceses. En 1925, cambiando su nombre por el de Karl Müller, se ha convertido en corredor de relojes de una conocida fábrica alemana y en dos años ha recorrido Francia a lo largo y a lo ancho. Sus informes mensuales a la empresa contienen interesantísimos datos sobre el tonelaje, armamento y tripulación de todos los nuevos barcos de guerra que están en construcción en los astilleros de Brest, El Havre y Marsella.

Prien
Günther Prien-U47 U201 U47

Misión en Escocia (1927):
El día de Navidad de 1927 el supuesto Müller es llamado a Berlín al despacho de Canaris. La conversación con el jefe de la sección "A-11 Kriegsmarine" se desarrolla sin testigos. Canaris le encarga una misión excepcional: encontrar el modo de establecerse en la base naval de Scapa Flow y descubrir el secreto de las barreras que hacen inviolable a la bahía, así como número y clase de buques de guerra que entran y salen a la base. Todos los informes los debe transmitir a su contacto, el dueño de un cafetín de La Haya. En enero de 1928, el relojero Müller, parte hacia Holanda con una nueva identidad: Joachim van Schüllermann. Sus cabellos son entonces rubios, lleva bigote, y anteojos ahumados "debido a un accidente que le afectó la visión." Wehring pasa un año en Holanda vendiendo relojes y cronómetros y perfeccionando el oficio de la relojería. Finalmente en 1929 se traslada a Suiza con el nombre de Albert Oertel. Esta es la identidad final para el espía de Canaris. Al verano siguiente, el falso Albert Oertel abandona Ginebra y se va a residir a Londres, provisto de un normal pasaporte suizo. Con increíble paciencia, el capitán Wehring espera otros dos años -continuando con su trabajo de relojero- hasta que en 1932, cuando tenía más de sesenta años, solicita y obtiene la ciudadanía inglesa, estableciendo su negocio en Petham, cerca de Canterbury. En la primavera de 1933, pocos meses antes de que Canaris sea nombrado jefe de la Abwehr, el servicio secreto alemán, el falso Oertel deja Londres y se va a Escocia estableciéndose finalmente en Kirkwall, pequeño pueblito en la isla Pomona del archipiélago de las Orcadas, que queda a pocas millas de la bahía de Scapa Flow. Inaugura una tienda de relojes suizos y "souvenirs". Albert Oertel no tarda en hacerse popular. Es un hombre discreto, nada curioso, que habla bien aunque con un ligerísimo acento extranjero, y lleva una vida muy apacible. Oertel pasa todo el día en el taller de relojería. Frecuenta regularmente la iglesia, no es avaro, y sólo se permite el lujo de algunos paseos por las cercanías, especialmente por las colinas que rodean la bahía de Scapa, pero siempre acompañado por un muchacho. "Tengo la vista demasiado débil y no me atrevo a andar solo", le dice Oertel a sus amigos.

Artimañas de pescadores:
Todas las tardes hace un alto en la hostería del puerto, donde bebe un par de cervezas en compañía de los pescadores y participa de buen grado en las largas discusiones sobre el mar, sobre excursiones de pesca y sobre la gente de los pueblos vecinos. Pero sobre todo, Albert Oertel escucha con aire de indiferencia todos los relatos de los pescadores que con sus barcos llegan hasta la bahía de Scapa Flow a vender el producto de la pesca o a organizar algún pequeño asunto de contrabando. Entre una frase y otra van saliendo informaciones curiosas, e incluso interesantísimas. Por ejemplo, cómo traspasan los pescadores las barreras militares de acceso a Scapa dejándose arrastrar por la corriente de marea alta, cómo logran evitar los campos de minas en torno al fondeadero de la flota, cómo distinguen a los centinelas sobre los canales que llevan al exterior de la bahía, y cómo se aprovechan de la niebla para acercarse a los islotes que circundan la base. Por eso, todas las tardes, cuando vuelve a casa desde la hostería, el relojero cierra la puerta, corre las persianas y cortinas, enciende una potente lámpara, despeja la mesa de trabajo y extiende encima un gran mapa con la reproducción de la bahía de Scapa Flow: la gran ensenada en forma de pan de azúcar, la costa erizada de rocas inaccesibles, el canal Hoy Sound entre las islas Stromness y hoy, el canal Hoxa Sound entre Switha y South Ronaldsay, y el canal Holm Sound entre Burray y la tierra firme de Pomona. Aquí las barreras de portones eléctricos, allí las redes antisubmarinos y los campos de minas, aquí las plataformas de los cañones, los proyectores y, al lado, las baterías antiaéreas. Tarde tras tarde, el mapa se llena de nuevos datos (sobre la posición de los navíos, los que salen y los que arriban, sobre la llegada de tropas) a los que Oertel añade los que él mismo ha descubierto con su aguda vista y su formidable memoria durante los paseos por las alturas que dominan Scapa Flow.

Plan para sortear las barreras:
Pero hasta comienzos de septiembre de 1939, cuando apenas ha empezado la guerra, no logra Oertel la información esperada por doce años. El 12 de septiembre, mediante la oficina de La Haya, informa a la Abwehr. El mensaje cifrado dice: Ha llegado el paquete. Espero una nueva partida dentro de este mes. Ruego confirmación. Esto significa que el capitán Wehring ha descubierto la forma perforar las defensas de Scapa Flow, mediante una ruta por la que puede pasar un submarino. Dos días después, con el pretexto de un duelo en la familia (la muerte de su madre), Albert Oertel deja Kirkwall, llega a Londres en tren y desde allí, con otra inocente carta en la que se habla de relojes que hay que adquirir y otros que no ha podido vender, describe minuciosamente la posibilidad de entrar en la base por el Kirk Sound. La Operación Baldur se lleva a cabo exitosamente, pero no está clara la suerte del capitán Wehring. Según una versión, aquella misma noche el falso relojero se alejó de Kirkwall pero siguió algunos meses en Gran Bretaña hasta que logró poco antes de la invasión de Holanda (mayo de 1940), llegar a Alemania. Según otros -pero el diario de navegación del U-47 no lo menciona- el comandante Prien, que sabia de la existencia del espía, antes de abandonar Scapa Flow detuvo la marcha y con un bote de goma recogió a Wehring, que le esperaba en algún lugar en la costa del Kirk Sound, llevándoselo a Wilhelmshaven. Lo cierto es que, inmediatamente después del ataque a la base inglesa, el relojero desapareció de Kirkwall. Unos días después, cuando los vecinos, alarmados por su prolongada ausencia, entraron en el alojamiento del falso Oertel, encontraron en la mesa un horario de ferrocarril abierto, con una señal de lápiz rojo junto al tren que partía para el sur de Inglaterra. Sobre la mesa de noche había algo de dinero. Una nota explicaba que era para la sirvienta. Por ello, más de uno pensó que el relojero había tenido que salir inesperadamente. Sólo al final de la guerra fue posible saber por los archivos del Tercer Reich que el tranquilo Albert Oertel era en realidad un espía alemán.

Identidad cuestionada:
La historia de Curt Riess publicada en el Saturday Evening se convirtió en la verdad de Scapa Flow, al menos por un tiempo. Lo cierto es que investigaciones posteriores indican que el tal Kapitan Alfred Wehring jamás existió. Las investigaciones de Ladislas Farago indican que ese nombre no aparece en ningún registro de la marina alemana, ni de la Primera Guerra Mundial ni de la Segunda Guerra. Testimonios de supervivientes que prestaron servicios en el Abwher tampoco arrojaron ninguna luz sobre Wehring e investigaciones en Kirkwall tampoco mostraron evidencias que antes de la guerra, existiera un relojero nacionalizado británico de nombre Oertel.