Siena

 

 

     
 

Decadencia de Siena:
En los años veinte del siglo XIX, explica Taine que se precisaban dos días para viajar de Siena a Florencia, separadas por setenta kilómetros, y los aventureros que se arriesgaban hacían testamento antes de partir. Y concluía: Siena es como una epopeya medieval. Pero entonces, ¿qué Vesubio la había destruidos? Ninguno, sencillamente la decadencia, el gota a gota secular del declive que pone trabas a la independencia, obstaculiza el comercio, seca las cuentas bancarias, conduce a los ambiciosos al exilio y lleva al poder a los tiranos ineptos y arrogantes. Al menos durante tres siglos, hasta el triunfo fulminante del turismo, Siena conservó la munificencia de sus edificios mientras se desangraba.

Palazzo Pubblico Torre dei Mangia Palazzo Pubblico Siena

En cuarenta años, el turismo llamado de masas ha despertado ciertamente la ciudad. Siempre hubo unos cuantos amantes del arte distinguidos para que uno o dos hoteles se mantuvieran con dignidad. Todos explicaban con mayor o menor talento el exotismo de esta Siena-Pompeya. En cambio, hoy en día, siete u ocho meses al año, lo esencial de la actividad gira en torno de esas multitudes carnosas, con pantalón corto y gorros de fieltro. En procesión, van del Campo a la catedral y de la catedral al Campo, con una tripa que sobresale como queso blando y los muslos gelatinosos de las señoras que trastabillan sobre los adoquines mal encajados. ¡Oye -dice un camarero-, cuantos más mejor! ¡Es un buen negocio! Y así es: todo el mundo tiene derecho a las maravillas. Y Siena es una en su estado más puro. Nos hemos referido a San Gimignano como caído por encanto en pleno siglo XX directamente de la Edad Media. Pero Siena experimentó una proyección, adquirió una dimensión histórica y posee un patrimonio aún más destacado. Antes que Florencia, fue la primera en crear bancos internacionales y cubrir Europa con sus factorías textiles; su florín de plata y sus letras de cambio inspiraban plena confianza. Recaudaba el dinero de la cristiandad destinado al Papa y obtenía de este privilegio, además de interesantes comisiones, el poder de excomulgar a los malos pagadores, es decir, prometerles el infierno.

Ventanas geminadas y escudo de los Medici.
Palazzo Pubblico Piazza del Campo Torre del Mangia Corredor

Durante siglos, Siena supo hacerse respetar en el mundo y convertir su arte gótico en objeto de admiración. Sus artistas, escultores, arquitectos o pintores (Giovanni Pisano, los hermanos Lorenzetti, Simone Martini, Beccafumi y Giorgio Martini entre otros) eran los más buscados. Las peripecias de sus cambios de alianzas antes de la derrota fatal de 1555 frente al rey español Carlos V, su antiguo aliado, son muy confusas como para explicarlas aquí. En cualquier caso, esta batalla simboliza el fin brutal de todo proyecto apasionado. En un intervalo de 15 años, Siena pasó de 100.000 habitantes a 8.000. La decadencia era ya galopante.

Capella Capella Suelo Duomo Suelo Duomo

Cada vez que venimos, esta ciudad-museo reservada a los peatones nos llena de un sentimiento ambiguo: la alegría de volver a ver sus monumentos deslumbrantes y la melancolía ante su resignación apesadumbrada a sus costumbres provincianas. Siena conserva un no sé qué campesino con sus callejuelas encallecidas diseñadas como caminos rurales, al azar de los huecos y montículos. Protegida por sus murallas y desde lo alto de sus colinas, teje escaleras y otea permanentemente la campiña. La gente corriente come pasta y callos, gesticula jugando a las cartas en los bares y se gana el pan con honra mediante mil artimañas todas ellas toleradas. Los aristócratas son cordiales y conservan unos modales de un anticuado conmovedor. Por la noche, todo este mundillo se reúne con trajes oscuros en la Via Bianchi di Sopra, en las cercanías de la Piazza Tolomei, una dinastía de banqueros que se remonta al siglo XII, y comenta las posibilidades de las diversas contrade para el Palio; tras el verano, se habla de los motivos de las victorias y las derrotas. (Jean Taverne)

 

 

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