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Nacionalismo del siglo XIX: Textos:
● “La ilimitada soberanía de las dinastías, de los nobles, de las ciudades y villas imperiales fue una adquisición revolucionaria a expensas de la nación y de su unidad. Me ha parecido siempre algo monstruoso el hecho de que la frontera que separa al habitante sajón de Salzwedel, del sajón de Brunswick, cerca de Lûchow, frontera difícil de reconocer a causa de sus pantanos y páramos, obligue a aquellos dos sajones a pertenecer a dos diferentes entidades nacionales, quizá enemiga la una de la otra, de las cuales una fue regida desde Berlín, la otra desde Londres, y más tarde desde Hannover.” (Bismarck. Pensamientos y recuerdos)

    El padre de la reina Victoria de Inglaterra (1819-1901) era el cuarto hijo de Jorge III, que también tuvo un larguísimo reinado. Su madre era la princesa alemana Victoria de Sajonia-Coburgo-Saalfeld. En 1837 accede al trono sucediendo a su tío Guillermo IV. Fue la última monarca de la casa de Hannover, dinastía alemana reinante en Gran Bretaña desde 1714. Le sucedió su hijo Eduardo VII, perteneciente a la dinastía Sajonia-Coburgo-Gotha, reinante en la actualidad, con el nombre de Windsor desde 1917. El cambio del nombre alemán se produjo durante la Primera Guerra Mundial. La casa de Hannover fue declarada heredera al trono de Inglaterra y Escocia por el Acta de Establecimiento de 1701. En 1862 Bismarck es nombrado Primer Ministro de Prusia.

● “Una nación es la asociación de todos los hombres que, agrupados por la lengua, por ciertas condiciones geográficas o por el papel desempeñado en la historia, reconocen un mismo principio y marchan, bajo el impulso de un derecho unificado, a la conquista de un mismo objetivo definido. (...) La patria es, ante todo, la conciencia de la patria.” (Mazzini. ¿Qué es una nación?)

● Somos un pueblo de 21 a 22 millones de hombres, conocidos desde tiempo inmemorial con un mismo nombre -el pueblo italiano-; vivimos entre los límites naturales más precisos que Dios haya trazado jamás -el mar y las montañas más altas de Europa-; hablamos la misma lengua,(...) tenemos las mismas creencias, las mismas costumbres y hábitos, (...) nos sentimos orgullosos del más glorioso pasado político, científico y artístico que se ha conocido en la historia europea (...). No tenemos ni bandera, ni nombre político, ni un puesto entre las naciones europeas (...) Estamos desmembrados en ocho Estados (...) independientes unos de otros, sin alianza, sin unidad de destino, sin relación organizada entre ellos (...). No existe libertad ni de prensa, ni de asociación, ni de palabra, (...); nada. Uno de estos Estados que comprende la cuarta parte de la península, pertenece a Austria: los otros padecen ciegamente su influencia. (Mazzini. Italia, Austria y el Papa)

● "Quien había nacido dentro del ámbito de la lengua alemana era considerado ciudadano por partida doble; por una parte, era ciudadano del Estado en que había nacido, a cuya protección era encomendado; por otra, era ciudadano de toda la patria común de la nación alemana. [... ] De la misma manera que, sin lugar a duda, es cierto que, allí donde hay una lengua específica, debe existir también una nación específica con derecho a ocuparse de sus asuntos con autonomía y a gobernarse ella misma, puede a su vez decirse que un pueblo que ha dejado de gobernarse a sí mismo tiene también que renunciar a su lengua y confundirse con el vencedor a fin de que surjan la unidad y la paz interior." (Johann Gottlieb Fichte. Discursos a la nación alemana, 1808)

● “Todos los que hablan un mismo idioma (...) hállanse unidos entre sí desde el principio por un cúmulo de lazos invisibles (...) de modo que los hombres no forman una nación porque viven en este o el otro lado de una cordillera de montañas o un río, sino que viven juntos (...) porque primitivamente, y en virtud de leyes naturales de orden superior, formaban ya un pueblo. Así la nación alemana, gracias a poseer un idioma y una manera de pensar comunes, hallábase suficientemente unida y se distinguía con claridad de los demás pueblos de la vieja Europa...” (Fichte. Discursos a la nación alemana, 1807)

    La invasión napoleónica intensifica el fervor patriótico en los desunidos estados alemanes. El nacionalismo romántico tuvo un papel clave en la filosofía de Hegel, quien argumentó que existía un «espíritu de la época» —«zeitgeist»— que caracterizaba a un determinado pueblo en un período de tiempo determinado, y que, cuando ese pueblo pasaba a ser el determinante activo de la historia, era simplemente porque su momento cultural y político había llegado.

● “1º Ninguna Constitución es el resultado de una deliberación; los derechos de los pueblos no están nunca escritos, (...) los derechos escritos son sólo títulos declaratorios de derechos anteriores, de los que sólo puede decirse que existen porque existen (...). 3º Los derechos del pueblo parten de las concesiones de los soberanos, pero los derechos de los soberanos y de la aristocracia no tienen fecha ni autor. 7º Ninguna nación puede darse la libertad si no la tiene (...). 10º La libertad ha sido siempre un don de reyes (...).” (De Maistre, J. Consideraciones sobre Francia, 1796)

    De Maistre (1753-1821) es el máximo representante del pensamiento contrarrevolucionario, opuesto a las ideas de la Ilustración y la Revolución francesa. Destacado ejemplo de posturas reaccionarias, defendía las referencias a la Providencia divina como elemento explicativo de los fenómenos de la naturaleza y la sociedad. La condenable democracia era causa de desorden social, la monarquía hereditaria era el único sistema legítimo de gobierno y el papa era infalible.

● “Las revoluciones de 1848, pues, requerirían un estudio detallado por estados, pueblos y regiones. No obstante, cabe decir que tuvieron muchos aspectos en común, como que ocurrieron simultáneamente, que sus destinos estaban unidos y que todas ellas tenían un carácter y estilo comunes, una curiosa atmósfera romántica y utópica, y una retórica similar, para la que los franceses inventaron la palabra qurante-huitard (*cuarentayochista). Cualquier historiador lo reconoce de inmediato: las barbas, los chales, los sombreros de ala ancha de los militantes, las banderas tricolores, las barricadas, el sentido inicial de liberación, de enorme esperanza y de confusión optimista. Era la primavera de los pueblos y, como ocurre con la estación, no perduró (...). Todas ellas se desarrollaron y languidecieron rápidamente, y en la mayoría de los casos de manera total.” (Eric J. Hobsbawn. La era del capitalismo)

● “Las revoluciones del 48 cuentan con un componente social nuevo y de gran importancia para el desarrollo de futuros acontecimientos en Europa: se trata del proletariado, que asciende con fuerza y con conciencia de clase; y considera necesaria su intervención en el Estado para poder llevar a cabo reformas de tipo social, como la limitación del horario de trabajo, el salario mínimo, etc. Así pues, los conflictos sociales se presentan en 1848 como una lucha de clases triangular, con dos burguesías (la grande y la pequeña) y la masa popular. Contra la gran burguesía se hará la revolución de febrero, aunque después las dos burguesías volverán a soldarse ante el peligro social y aislarán a su vez al proletariado.” (Droz: Restauración y revolución en Europa, Madrid, Siglo XXI, 1984)

● “La revolución de 1848 debe considerarse como la continuación de la de 1789, con elementos de desorden de menos y elementos de progreso de más. Luis Felipe no había comprendido toda la democracia en sus pensamientos (...) Hizo de un censo de dinero el signo y título material de la soberanía (...) En una palabra, él y sus imprudentes ministros habían colocado su fe en una oligarquía, en vez de fundarla sobre una unanimidad. No existían esclavos, pero existía un pueblo entero condenado a verse gobernar por un puñado de dignatarios electorales (...).” (Lamartine, A. Historia de la revolución de 1848)

● “Nosotros, descendientes de los sabios y nobles pueblos de la Hélade, nosotros que somos los contemporáneos de las esclarecidas y civilizadas naciones de Europa (...) no encontramos ya posible sufrir sin cobardía y autodesprecio el yugo cruel del poder otomano que nos ha sometido por más de cuatro siglos (...). Después de esta prolongada esclavitud, hemos decidido recurrir a las armas para vengarnos y vengar nuestra patria contra una terrible tiranía. La guerra contra los turcos (...) no está destinada a la obtención de ventajas para una parte aislada del pueblo griego; es una guerra nacional, una guerra sagrada, una guerra cuyo objeto es reconquistar los derechos de la libertad individual, de la propiedad y del honor, derechos que los pueblos civilizados de Europa, nuestros vecinos, gozan hoy”. (Asamblea Nacional Griega, 27 de enero de 1822. Proclamación de la independencia de Grecia)

● “Españoles: Cuando vuestros heroicos esfuerzos lograron poner término al cautiverio en que me retuvo la más inaudita perfidia, todo cuanto vi y escuché, apenas pisé el suelo patrio, se reunió para persuadirme que la nación deseaba ver resucitada su anterior forma de gobierno (...) Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812 (...) He jurado esa Constitución por la que suspirábais y seré siempre su más firme apoyo (...) Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional (...)” (Manifiesto Fernandino, Fernando VII, 10 de marzo de 1820)

● “Ha observado muy bien un célebre escritor que, cuando los no-propietarios obtienen derechos políticos, ocurre una de estas tres cosas: o no reciben impulso más que de sí mismos y entonces destruyen la sociedad; o reciben el del hombre o de los hombres que están en el poder, siendo entonces instrumentos de tiranía; o reciben el de los aspirantes al poder y son entonces instrumentos de bandería. Precísase, pues, condiciones de propiedad, tanto para los electores como para los elegibles. No quisiera perjudicar ni ofender a las clases laboriosas. (...) Frecuentemente están dispuestas a los más heroicos sacrificios, y su abnegación es tanto más admirable cuanto que no es recompensada ni por la fortuna ni por la gloria. Pero entiendo que el patriotismo que da el valor de morir por su patria es distinto del que hace capaz de conocer bien sus intereses. Se requiere, pues, otra condición, además del nacimiento o la mayoría de edad. Dicha condición es el ocio, indispensable a la adquisición de la cultura y el recto criterio. Sólo la propiedad hace a los hombres capacitados para el ejercicio de los derechos políticos”. (B. Constant. Principios de política, 1815)

● “En nombre de la muy Santa e indivisible Trinidad. SS.MM. El Emperador de Austria, el Rey de Prusia, y el Emperador de Rusia, como consecuencia de los grandes acontecimientos que han señalado Europa en el curso de los tres últimos años (...). En consecuencia, Sus Majestades han convenido los artículos siguientes: Art. I. Conforme a las palabras de las Santas Escrituras, que ordenan a todos los hombres mirarse como hermanos, los tres monarcas contratantes permanecerán unidos por los lazos de una verdadera e indisoluble fraternidad y se considerarán como patriotas, se prestarán en toda ocasión y en todo lugar asistencia, ayuda y socorro (...). Art. II. En consecuencia, el único principio en vigor, ya sea entre dichos gobernantes, ya sea entre los súbditos, será el de prestarse recíprocamente servicio. Hecho, triplicado y firmado en París el año de gracia de 1815, el 26 de septiembre. Francisco, Federico-Guillermo y Alejandro I de Rusia."

    Los discursos de los monarcas del siglo XIX recurrían a repetidas referencias religiosas. Defendían la creencia del Antiguo Régimen de que su poder no provenía de pactos de ciudadanos libres sino nada menos que directamente de Dios.

● “En general, cada día me convenzo más de que el único remedio que se puede oponer a este mal (la propagación de las ideas liberales) que amenaza la tranquilidad interior de todos los estados, no puede encontrarse más que en un acuerdo perfecto entre todas las potencias, que deben reunir francamente todos sus medios y esfuerzos para ahogar por todas partes ese espíritu revolucionario, que los tres últimos del reinado de Napoleón en Francia han desarrollado con más fuerza y peligros que en los primeros años de la Revolución Francesa.” Metternich al general Vicent (junio de 1817). Extraído de La Sainte Alliance - Bertier de Sauvigny.
http://www.claseshistoria.com/revolucionesburguesas/textos.htm

 

 

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